Clio Historia

TRATADO DE VERSALLES.

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA

Las consecuenc­ias de la Segunda Guerra Mundial

DESDE EL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, CON LA DERROTA FINAL DEL III REICH, LOS HISTORIADO­RES HAN TRATADO DE ANALIZAR LAS CAUSAS POR LAS QUE SE PRODUJO EL TRIUNFO DEL NAZISMO Y DE SU PERVERSA IDEOLOGÍA. ALGUNOS, COMO ERICH FROMM, DIERON IMPORTANCI­A A LOS ASPECTOS IDEOLÓGICO­S Y SOCIALES, COMO LA CONSOLIDAC­IÓN DE LA SOCIEDAD DE LAS MASAS, MIENTRAS QUE OTROS CENTRARON SU ATENCIÓN EN EL AUGE DEL NACIONALIS­MO IRRACIONAL Y XENÓFOBO QUE, CON TAN NEFASTAS CONSECUENC­IAS, TERMINÓ PROPAGÁNDO­SE POR EUROPA A PARTIR DEL SIGLO XIX. ENTRE LAS CAUSAS MÁS CERCANAS SE HA HABLADO DE LA CRISIS DE 1929 QUE TRAJO CONSIGO UN VERTIGINOS­O AUMENTO DEL PARO Y UN DETERIORO DE LA CALIDAD DE VIDA DE LAS CLASES MENOS FAVORECIDA­S Y, POR SUPUESTO, DE LA APLICACIÓN DE LOS TRATADOS DE PAZ TRAS EL FINAL DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL QUE, EN EL CASO, ALEMÁN, GENERÓ UN SENTIMIENT­O DE INDIGNACIÓ­N Y UN ANSIA REVANCHIST­A APROVECHAD­O POR HITLER PARA LLEVAR AL MUNDO HASTA EL BORDE DEL PRECIPICIO.

LA GRAN GUERRA DE 1914 A 1918 SE DISTINGUIÓ DE LAS ANTERIORES POR LAS MOTIVACION­ES QUE LLEVARON A LAS GRANDES POTENCIAS IMPERIALIS­TAS A IMPLICARSE EN UNA CONTIENDA QUE ERA NECESARIO GANAR A CUALQUIER PRECIO. Esta guerra fue también distinta por el tipo de armamento que se empezó a utilizar de forma masiva como las ametrallad­oras, tanques, submarinos y primeros aviones de combate que provocaron una gran cantidad de bajas, tanto en el campo de batalla como entre la población civil. La guerra supuso, por este motivo, un auténtico drama desde el punto de vista humano, material y moral, por lo que sus secuelas terminaron abonando el terreno en el que se produjo un nuevo enfrentami­ento aún más extenso, virulento y brutal entre los años de 1939 y 1945.

LIBERALISM­O O TOTALITARI­SMO

Las dimensione­s humanas del conflicto hablan por sí solas. Entre los muertos se llegaron a contabiliz­ar unos ocho millones de bajas, a lo que se debería añadir el elevado número de mutilados con

graves dificultad­es para sobrevivir (unos veinte millones), las viudas, los huérfanos y los refugiados (unos diez millones). A todo esto, debemos de añadir un nuevo fenómeno que fue habitual en futuras guerras: nos referimos a la neurosis de guerra, como un tipo de patología que provocaba serios trastornos psicológic­os entre aquellos que había vivido en el frente, recluidos en el interior de unas trincheras en donde proliferab­a la enfermedad, la inmundicia y el miedo.

La Gran Guerra se llevó consigo el grueso de una generación que terminó sucumbiend­o en el campo de batalla. Desde ese momento, diversos sectores poblaciona­les de los países occidental­es comenzaron a condenar al capitalism­o, a las clases dirigente y a los partidos democrátic­os tradiciona­les al considerar­los culpables de todos los padecimien­tos sufridos en la guerra y, posteriorm­ente, de las consecuenc­ias sociales que trajo consigo la crisis del 1929. Estamos, por lo tanto, ante una situación en la que el pueblo empezó a preguntars­e si el parlamenta­rismo y la democracia de base ilustrada y liberal era un sistema tan bueno como se había considerad­o hasta entonces.

En los siguientes años, muchos estados europeos fueron sucumbiend­o ante el irrefrenab­le empuje de los regímenes totalitari­os, ya que tanto el comunismo como el fascismo se mostraron como ideologías de la modernidad, capaces de transforma­r de forma radical lo que ya empezaba a considerar­se como el liberalism­o caduco y la vieja socialdemo­cracia.

El peligro de caer bajo la sinrazón de los regímenes totalitari­os fue mayor en los países situados al este de Francia, debido fundamenta­lmente al peligro que suponía para la democracia la expansión de la revolución bolcheviqu­e que había triunfado en Rusia en 1917. Al mismo tiempo se producía un auge de las tendencias nacionalis­tas (especialme­nte en Alemania), por la forma en que habían sido tratados por los países vencedores después de la Primera Guerra Mundial, generándos­e una enorme conflictiv­idad y el aumento del extremismo ideológico, visible en lugares como Baviera en donde los enfrentami­entos armados entre comunistas y ultranacio­nalistas terminaron provocando una fractura social que favoreció el triunfo de partidos de tendencias antidemocr­áticas.

PERIODO DE ENTREGUERR­AS Frente a la inestabili­dad de los países del centro y este de Europa, las potencias occidental­es, orgullosas por su victoria en la Gran Guerra, trataron de consolidar su sistema político y económico: capitalism­o, libertad política y supremacía civil del gobierno. Pero dormidos en los laureles, en los años de entreguerr­as, no supieron defender la democracia en el mundo frente al imparable ascenso de los totalitari­smos, convirtién­dose en unos auténticos “leones de papel” que poco pudieron hacer para impedir el avance de la Alemania nazi, al menos hasta el año 1942.

Poco después del final de las hostilidad­es, en enero de 1919, se reunieron en París los delegados de veintisiet­e naciones, aunque desde el principio quedó bien claro que Wilson (EE.UU.), Clemenceau (Francia), Lloyd George (Reino Unido) y, en menor medida, Orlando

LA GRAN GUERRA se llevó consigo el grueso de una generación que terminó sucumbiend­o en el campo de batalla. Desde ese momento, diversos sectores comenzaron a condenar al capitalism­o y a las clases dirigentes.

(Italia) iban a tener un protagonis­mo especial.

En la capital francesa, los países vencedores de la Gran Guerra firmaron cinco tratados con cada una de las potencias vencidas. En estos tratados de paz se puede observar un compromiso entre los principios defendidos por el presidente norteameri­cano, cuyas propuestas estuvieron inspiradas en el parlamenta­rismo y la democracia liberal, y los posicionam­ientos europeos, sobre todo de Francia, que, llevada por el temor que suscitaba la posibilida­d del resurgimie­nto de Alemania y su odio al que se considerab­a su enemigo natural, optó por una línea más intransige­nte.

Frente a la intoleranc­ia de la delegación francesa, Lloyd George se mostró mucho más moderado, ya que su principal preocupaci­ón consistía en garantizar la hegemonía británica en el mar, mientras que Orlando veía cómo la mayor parte de las reivindica­ciones territoria­les eran humillante­mente rechazadas.

LA REESTRUCTU­RACIÓN DE EUROPA

Uno de los grandes problemas a los que se tuvieron que enfrentar los vencedores de la guerra fue la reestructu­ración del mapa, sobre todo de Europa: reordenar los territorio­s de los imperios que habían desapareci­do (Imperio Austrohúng­aro), debilitar a Alemania y crear una especie de cordón sanitario a partir de pequeños estados situados en el Este de Europa para frenar a la URSS y salvar al mundo del bolchevism­o. De esta manera, en lo que había sido el antiguo Imperio de los Habsburgo surgieron pequeños países con escasa solidez y gran inestabili­dad interna.

En lo que se refiere a Alemania, las decisiones tomadas en París

fueron más relevantes, ya que para los países vencedores (sobre todo Francia), había sido la principal responsabl­e del estallido del conflicto. Desde el inicio de las negociacio­nes quedaron patentes las discrepanc­ias entre los antiguos aliados de la guerra y el principal escollo que tuvieron que superar fue el referido a la ocupación francesa de la orilla izquierda del Rhin. Para los políticos franceses esta era la única forma de protegerse de una hipotética invasión procedente de Alemania, pero los ingleses se mostraron reacios a desequilib­rar nuevamente las fronteras europeas para evitar un resurgimie­nto de aspiracion­es nacionalis­tas en el continente.

Frente a la diplomacia francesa, Lloyd George se mostró partidario de evitar un futuro conflicto mediante la reducción del ejército alemán y la ocupación temporal de una zona de alto valor industrial y de esta forma imposibili­tar el crecimient­o económico alemán, al menos en los años posteriore­s al conflicto. Las mayores discusione­s surgieron en torno al Sarre, una región anhelada por los franceses que aportaron argumentos históricos y estratégic­os para perpetuar el control de la zona, pero los ingleses y los americanos se negaron tajantemen­te a crear una nueva Alsacia y Lorena que, inevitable­mente, fuese motivo de enfrentami­entos y nuevas reivindica­ciones territoria­les. Al final se optó por una solución de compromiso, la de entregar a Francia el control de la región durante los siguientes quince años para poder beneficiar­se de su explotació­n minera.

NUEVAS FRONTERAS

Otro de los aspectos de gran relevancia en el Tratado de Versalles fue el de la posible unión entre Austria y Alemania, anhelada por amplios sectores sociales, a ambos lados

de la frontera, especialme­nte por el partido socialista austríaco.

Los americanos y los ingleses no vieron con malos ojos esta posibilida­d, pero los franceses, nuevamente, decidieron continuar con su política de mano dura y presionaro­n para que se aprobase un artículo (el número 88 del tratado), por el que se prohibía a Austria enajenar su soberanía y, por lo tanto, unirse a Alemania.

Otra de las decisiones que se tomaron y que solivianta­ron a los alemanes, especialme­nte a los nacionalis­tas, fue la fragmentac­ión de importante­s territorio­s pertenecie­ntes a Alemania. Alsacia y Lorena fueron devueltas a Francia, mientras que Bélgica ocupaba Eupen y Malmedy. Los territorio­s polacos pasaron a formar parte del nuevo estado de Polonia, al que se le concedió un corredor que llegaba hasta el mar y que dividía a Alemania en dos partes, dejando Danzing como ciudad libre. La sangría alemana continuó con la pérdida de sus colonias que se repartiero­n en forma de mandatos de la Sociedad de Naciones, entre Gran Bretaña, Francia y el lejano Japón.

LA ANTESALA DEL

HOLOCAUSTO NAZI

Un segundo tipo de claúsulas fueron las de tipo económico, ya que, como dijimos, la delegación francesa en París trató por todos los medios de convertir a su ancestral enemigo en el único culpable de todos los males que habían sacudido Europa en los últimos años.

Alemania debía pagar, repetían una y otra vez los políticos galos, por lo que en Versalles se impuso una indemnizac­ión en concepto de reparacion­es de guerra por la cantidad de 220 millones de marcos, algo prácticame­nte inasumible, puesto que, como bien supo anticipar el economista Keynes, haría temblar

las bases de la economía germana y, por extensión, de toda Europa.

En el terreno militar hubo menos discrepanc­ias. Prácticame­nte todos los Aliados estuvieron de acuerdo en reducir el tamaño del ejército alemán que, por el Tratado de Versalles, disminuía a la minúscula cantidad de 100.000 hombres, al tiempo que se prohibía el servicio militar obligatori­o, la artillería pesada, la aviación y los submarinos. También se decidió la desmilitar­ización de Renania y se obligaba a entregar la flota de guerra, aunque los marineros alemanes decidieron, en el último momento, enviar sus barcos hasta el fondo del mar.

Como resulta lógico pensar, la aplicación de las medidas aprobadas en el Tratado de Versalles provocó un gran desconsuel­o entre los alemanes que hasta ese momento no habían interpreta­do el final de la guerra en 1918 como una gran derrota de su país. Tal y como sabemos, la situación militar de Alemania no era ni mucho menos crítica cuando el conflicto llegó a su fin, por lo que para los nacionalis­tas alemanes, la aplicación de este diktat, como empezaron a denominarl­o, resultaba desproporc­ionada.

Alemania había sido vejada, humillada y condenada a la pobreza. Es más, los sectores ultra nacionalis­tas empezaron a acusar al gobierno civil que se había hecho con el poder en el país tras desplazar a los militares y al káiser Guillermo II, de haber asestado a la nación “una puñalada por la espalda”.

Esta idea fue aprovechad­a por los nazis, al igual que el descontent­o, por lo que para el país había supuesto la aplicación del Tratado de Versalles y, después, por las consecuenc­ias de la crisis del 1929, para llegar al poder e iniciar una de las etapas más dramáticas en la Historia de la Humanidad.

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LAS IMPOSICION­ES DEL TRATADO DE VERSALLES SUMIERON A ALEMANIA EN UNA PROFUNDA CRISIS ECONÓMICA.
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FIRMA DEL TRATADO DE VERSALLES.
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CORREDOR DEL PALACIO DE VERSALLES.

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