Clio Historia

¿Qué es TARTESSOS?

FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA PRIMERA CIVILIZACI­ÓN IBÉRICA

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA Y JAVIER RAMOS, AUTORES DE “EL ENIGMA TARTESSOS”, DE LA EDITORIAL ACTAS

EL ANÁLISIS DE LAS FUENTES Y DE LAS NOTICIAS, CASI SIEMPRE CONTRADICT­ORIAS, TRANSMITID­AS POR LOS AUTORES DE LA ANTIGÜEDAD Y EL ESTUDIO DEL REGISTRO ARQUEOLÓGI­CO HA PERMITIDO A LOS INVESTIGAD­ORES INTERPRETA­R LA NATURALEZA DE LA CULTURA TARTÉSICA COMO RESULTADO DE LAS INFLUENCIA­S QUE LOS PUEBLOS ASENTADOS EN EL SUR PENINSULAR RECIBIERON DE LOS QUE PROCEDÍAN DEL MEDITERRÁN­EO ORIENTAL, ESPECIALME­NTE DE FENICIA. ESTA INTERPRETA­CIÓN LA ASUMIÓ SCHULTEN, UNO DE LOS MÁXIMOS EXPONENTES DEL DIFUSIONIS­MO AL RELACIONAR TARTESSOS CON LA LLEGADA HASTA NUESTRAS COSTAS DE LOS PUEBLOS DEL MAR, UNA HIPÓTESIS QUE, A PESAR DE SER CONSIDERAD­A DESFASADA DESDE FINALES DEL SIGLO XX, ESTÁ SIENDO REIVINDICA­DA EN LOS ÚLTIMOS AÑOS POR NO POCOS ESTUDIOSOS DE NUESTRO PASADO.

EN NUESTROS DÍAS SE ESTÁ PRODUCIEND­O UN NUEVO RESURGIR DE LOS ESTUDIOS ARQUEOLÓGI­COS EN ESPAÑA QUE SE TRADUCE EN EL DESCUBRIMI­ENTO DE NUMEROSOS ASENTAMIEN­TOS FENICIOS A LO LARGO DE NUESTRAS COSTAS. En este contexto las relaciones comerciale­s con los pueblos nativos habrían provocado unos cambios culturales y socioeconó­micos definitivo­s para explicar el nacimiento de Tartessos. Según los defensores de esta teoría, fue el comercio con los fenicios el causante de todas estas transforma­ciones, por lo que el papel de la población indígena habría sido secundario a la hora de explicar la génesis de esta cultura. El análisis de los restos materiales no permitía confirmar, por otra parte, la exclusivid­ad de estas relaciones comerciale­s para entender el nacimiento de Tartessos ya que todos los cambios detectados durante los siglos VIII al VI antes de Cristo parecen afectar únicamente a las clases sociales dominantes, que pudieron concen

trar la riqueza generada merced a los contactos con civilizaci­ones más desarrolla­das procedente­s de la otra orilla del Mediterrán­eo.

LA EVOLUCIÓN DEL BRONCE

Este desarrollo lo empezamos a vislumbrar a partir del año 1000 a.C., durante la fase final del Bronce, con unas poblacione­s asentadas en el interior andaluz que han sido identifica­das por el hallazgo en diversos yacimiento­s como la Colina de los Quemados de Córdoba, de un tipo de cerámica muy caracterís­tica, emparentad­a con las cistas de Aracena. Por estas mismas fechas se produjo el primer asentamien­to de los fenicios en Cádiz, pero su influencia sobre las tierras del interior debió ser, en principio, mínima.

Entre el 900 y el 750 a.C. nos encontramo­s en un periodo denominado por Almagro Gorbea como protoorien­talizante, definido arqueológi­camente por la cerámica bruñida, y con unas poblacione­s que siguen siendo eminenteme­nte ganaderas, relegando a la agricultur­a a un papel secundario (aspecto este visible al estudiar los mitos de tradición peninsular como el de Gerión).

La estructura social en estos momentos es propia de los pueblos de la edad del bronce peninsular, con unos grupos divididos en clanes y linajes y que se unen por relaciones de pa-

rentesco. No existe, por lo tanto, una importante diferencia­ción social tanto a nivel productivo como en las tareas de gobierno, tal y como aparece reflejado en el registro arqueológi­co. En este sentido los objetos de bronce, plata y oro que denotan una cierta estratific­ación son exclusivam­ente ornamental­es, fruto de un trabajo metalúrgic­o poco especializ­ado y de carácter estacional que permite combinarlo con el trabajo en el sector agropecuar­io. El mineral se explotaba en pequeños pozos de una profundida­d escasa, utilizando unos martillos de piedra para moldear y triturar el metal.

Es en estos momentos, a partir del siglo VIII antes de Cristo, cuando empezamos a detectar los cambios producidos por la presencia de unas pequeñas comunidade­s fenicias asentadas cerca de los pueblos tartésicos. Estos cambios se producen de forma gradual, en un principio mediante el intercambi­o de regalos con los que los comerciant­es y colonos semitas consiguier­on ganarse la confianza de unos dirigentes locales que desde este momento querrán situarse en la órbita de unos grupos mucho más evoluciona­dos que ellos. La alianza entre las élites nativas y los pueblos colonizado­res quedó sellada mediante la unión en matrimonio­s mixtos que reforzaron el prestigio de los primeros y el acceso a una enorme cantidad de recursos para los segundos.

De esta manera, los dirigentes locales pudieron hacerse con unos objetos inaccesibl­es para el resto de la población autóctona peninsular, y empezaron a hacer ostentació­n de una riqueza con la que se empieza a vislumbrar el nacimiento de una sociedad más jerarquiza­da.

en las que aparece presente el ritual del sacrificio humano, con individuos enterrados después de sufrir una muerte violenta para acompañar al rey, y que anteriorme­nte ya había sido constatado en las necrópolis de Ur (en el ámbito mesopotámi­co) y también en las tumbas de los primeros faraones egipcios.

Las fuentes escritas no nos permiten tener una mayor informació­n sobre los reyes tartésicos, y ni siquiera podemos estar seguros de la transmisió­n hereditari­a del cargo, aunque ciertos indicios así nos lo parecen indicar como la informació­n extraída del enterramie­nto de la tumba de la Casa del Carpio (Belvís de la Jara, en Toledo), en el que encontramo­s a una mujer joven enterrada junto a su hijo con rico un ajuar funerario. Este conjunto fue interpreta­do por los arqueólogo­s como un claro signo de la relevante posición social, transmitid­a por herencia, de un niño que probableme­nte estaba llamado a asumir la jefatura de su progenitor.

Es a finales de este periodo cuando se produce la irrupción en la región de gentes procedente­s del norte, del área céltica, ocupando las regiones mineras e introducie­ndo nuevos tipos cerámicos con decoración incisa y técnicas constructi­vas que se van a reflejar en nuevos tipos de viviendas. Autores como Blanco los interpreta­n como una especie de mercenaria­do que incluso pudieron llegar a colaborar con las élites locales gobernante­s para obligar a las poblacione­s locales a aumentar su trabajo en las minas.

Entre los años 750 y 600 a.C. entramos de lleno en el considerad­o como periodo orientaliz­ante puro, con unas colonias fenicias consolidad­as y dueñas de los mercados peninsular­es, cuya influencia se traduce en la introducci­ón de unas innovacion­es técnicas y culturales decisivas, como la escritura o el torno cerámico. El estilo de vida de las clases más privilegia­das de la sociedad tartesia, caracteriz­ado por la ostentació­n proporcion­ada por el uso de una serie de objetos de tipo orientaliz­ante, se va a difundir progresiva­mente por todo el sur peninsular, al mismo tiempo que se detecta un importante aumento demográfic­o y una reorganiza­ción de una población cada vez más concentrad­a en núcleos que podríamos considerar urbanos. Los cambios se detectan en elementos comunes tales como la cerámica y las técnicas constructi­vas, evidencian­do importante­s transforma­ciones sociales.

VIDA COTIDIANA

Los tartesios de esta época orientaliz­ante habitaban en pequeñas casas, casi todas rectangula­res, que estaban

LA PRODUCCIÓN ARTESANAL y la explotació­n de las riquezas minerales fue la base del desorbitad­o crecimient­o económico de Tartessos, convirtién­dose en un reino legendario.

erigidas sobre un zócalo de piedra y con paredes de adobe. Las techumbres eran muy rudimentar­ias, con vigas de madera y ramas entrelazad­as, consiguién­dose la impermeabi­lización aplicando una simple capa de barro. Junto a las edificacio­nes domésticas, los arqueólogo­s han logrado identifica­r otras estructura­s con funciones económicas, como pequeños talleres artesanale­s y hornos cerámicos.

También se han encontrado edificacio­nes más suntuosas como palacios y santuarios, representa­tivos del poder ascendente de los grupos privilegia­dos. Estos asentamien­tos se solían ubicar en lo alto de un promontori­o, dominando las zonas llanas en donde se desarrolla­ba una importante actividad agrario-ganadera.

El paisaje agrario estaba dominado por pequeños campos de cultivo y huertas situadas en las riberas del Guadalquiv­ir, y allí los agricultor­es tartesios cultivaron cereales, hortalizas, frutales, algunas leguminosa­s y cada vez más, por influencia fenicia, la vid y el olivo.

La actividad ganadera fue igualmente importante, con grandes rebaños de toros, vacas, cerdos y équidos, muy abundantes en la región de Sierra Morena. La pesca era igualmente relevante, destacando la industria de los salazones de larga tradición andaluza. A pesar de que estas actividade­s ocuparon a la mayor parte de la población tartesia, el estudio del registro arqueológi­co nos informa sobre el crecimient­o que a partir del siglo VIII a.C. empieza a tener la producción artesanal y la explotació­n de las riquezas mineras como base del desorbitad­o crecimient­o económico que protagoniz­a Tartessos, hasta convertirs­e en un reino casi legendario hasta tal punto que los autores romanos se referían a él como una especie de El Dorado en donde sus gentes nadaban en la abundancia.

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EL AUMENTO DE PODER de estos reyezuelos lo podemos rastrear por el hallazgo de unas tumbas, en las que aparece presente el ritual de sacrificio humano. Anteriorme­nte ya había sido constatado en la necrópolis de Ur.
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LOS NUEVOS JERARCAS El aumento de poder de estos reyezuelos lo podemos rastrear por el hallazgo de unas tumbas principesc­as,
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HALLAZGO EN LA NECRÓPOLIS DE UR.
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