¿Qué es TARTESSOS?
FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA PRIMERA CIVILIZACIÓN IBÉRICA
EL ANÁLISIS DE LAS FUENTES Y DE LAS NOTICIAS, CASI SIEMPRE CONTRADICTORIAS, TRANSMITIDAS POR LOS AUTORES DE LA ANTIGÜEDAD Y EL ESTUDIO DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO HA PERMITIDO A LOS INVESTIGADORES INTERPRETAR LA NATURALEZA DE LA CULTURA TARTÉSICA COMO RESULTADO DE LAS INFLUENCIAS QUE LOS PUEBLOS ASENTADOS EN EL SUR PENINSULAR RECIBIERON DE LOS QUE PROCEDÍAN DEL MEDITERRÁNEO ORIENTAL, ESPECIALMENTE DE FENICIA. ESTA INTERPRETACIÓN LA ASUMIÓ SCHULTEN, UNO DE LOS MÁXIMOS EXPONENTES DEL DIFUSIONISMO AL RELACIONAR TARTESSOS CON LA LLEGADA HASTA NUESTRAS COSTAS DE LOS PUEBLOS DEL MAR, UNA HIPÓTESIS QUE, A PESAR DE SER CONSIDERADA DESFASADA DESDE FINALES DEL SIGLO XX, ESTÁ SIENDO REIVINDICADA EN LOS ÚLTIMOS AÑOS POR NO POCOS ESTUDIOSOS DE NUESTRO PASADO.
EN NUESTROS DÍAS SE ESTÁ PRODUCIENDO UN NUEVO RESURGIR DE LOS ESTUDIOS ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA QUE SE TRADUCE EN EL DESCUBRIMIENTO DE NUMEROSOS ASENTAMIENTOS FENICIOS A LO LARGO DE NUESTRAS COSTAS. En este contexto las relaciones comerciales con los pueblos nativos habrían provocado unos cambios culturales y socioeconómicos definitivos para explicar el nacimiento de Tartessos. Según los defensores de esta teoría, fue el comercio con los fenicios el causante de todas estas transformaciones, por lo que el papel de la población indígena habría sido secundario a la hora de explicar la génesis de esta cultura. El análisis de los restos materiales no permitía confirmar, por otra parte, la exclusividad de estas relaciones comerciales para entender el nacimiento de Tartessos ya que todos los cambios detectados durante los siglos VIII al VI antes de Cristo parecen afectar únicamente a las clases sociales dominantes, que pudieron concen
trar la riqueza generada merced a los contactos con civilizaciones más desarrolladas procedentes de la otra orilla del Mediterráneo.
LA EVOLUCIÓN DEL BRONCE
Este desarrollo lo empezamos a vislumbrar a partir del año 1000 a.C., durante la fase final del Bronce, con unas poblaciones asentadas en el interior andaluz que han sido identificadas por el hallazgo en diversos yacimientos como la Colina de los Quemados de Córdoba, de un tipo de cerámica muy característica, emparentada con las cistas de Aracena. Por estas mismas fechas se produjo el primer asentamiento de los fenicios en Cádiz, pero su influencia sobre las tierras del interior debió ser, en principio, mínima.
Entre el 900 y el 750 a.C. nos encontramos en un periodo denominado por Almagro Gorbea como protoorientalizante, definido arqueológicamente por la cerámica bruñida, y con unas poblaciones que siguen siendo eminentemente ganaderas, relegando a la agricultura a un papel secundario (aspecto este visible al estudiar los mitos de tradición peninsular como el de Gerión).
La estructura social en estos momentos es propia de los pueblos de la edad del bronce peninsular, con unos grupos divididos en clanes y linajes y que se unen por relaciones de pa-
rentesco. No existe, por lo tanto, una importante diferenciación social tanto a nivel productivo como en las tareas de gobierno, tal y como aparece reflejado en el registro arqueológico. En este sentido los objetos de bronce, plata y oro que denotan una cierta estratificación son exclusivamente ornamentales, fruto de un trabajo metalúrgico poco especializado y de carácter estacional que permite combinarlo con el trabajo en el sector agropecuario. El mineral se explotaba en pequeños pozos de una profundidad escasa, utilizando unos martillos de piedra para moldear y triturar el metal.
Es en estos momentos, a partir del siglo VIII antes de Cristo, cuando empezamos a detectar los cambios producidos por la presencia de unas pequeñas comunidades fenicias asentadas cerca de los pueblos tartésicos. Estos cambios se producen de forma gradual, en un principio mediante el intercambio de regalos con los que los comerciantes y colonos semitas consiguieron ganarse la confianza de unos dirigentes locales que desde este momento querrán situarse en la órbita de unos grupos mucho más evolucionados que ellos. La alianza entre las élites nativas y los pueblos colonizadores quedó sellada mediante la unión en matrimonios mixtos que reforzaron el prestigio de los primeros y el acceso a una enorme cantidad de recursos para los segundos.
De esta manera, los dirigentes locales pudieron hacerse con unos objetos inaccesibles para el resto de la población autóctona peninsular, y empezaron a hacer ostentación de una riqueza con la que se empieza a vislumbrar el nacimiento de una sociedad más jerarquizada.
en las que aparece presente el ritual del sacrificio humano, con individuos enterrados después de sufrir una muerte violenta para acompañar al rey, y que anteriormente ya había sido constatado en las necrópolis de Ur (en el ámbito mesopotámico) y también en las tumbas de los primeros faraones egipcios.
Las fuentes escritas no nos permiten tener una mayor información sobre los reyes tartésicos, y ni siquiera podemos estar seguros de la transmisión hereditaria del cargo, aunque ciertos indicios así nos lo parecen indicar como la información extraída del enterramiento de la tumba de la Casa del Carpio (Belvís de la Jara, en Toledo), en el que encontramos a una mujer joven enterrada junto a su hijo con rico un ajuar funerario. Este conjunto fue interpretado por los arqueólogos como un claro signo de la relevante posición social, transmitida por herencia, de un niño que probablemente estaba llamado a asumir la jefatura de su progenitor.
Es a finales de este periodo cuando se produce la irrupción en la región de gentes procedentes del norte, del área céltica, ocupando las regiones mineras e introduciendo nuevos tipos cerámicos con decoración incisa y técnicas constructivas que se van a reflejar en nuevos tipos de viviendas. Autores como Blanco los interpretan como una especie de mercenariado que incluso pudieron llegar a colaborar con las élites locales gobernantes para obligar a las poblaciones locales a aumentar su trabajo en las minas.
Entre los años 750 y 600 a.C. entramos de lleno en el considerado como periodo orientalizante puro, con unas colonias fenicias consolidadas y dueñas de los mercados peninsulares, cuya influencia se traduce en la introducción de unas innovaciones técnicas y culturales decisivas, como la escritura o el torno cerámico. El estilo de vida de las clases más privilegiadas de la sociedad tartesia, caracterizado por la ostentación proporcionada por el uso de una serie de objetos de tipo orientalizante, se va a difundir progresivamente por todo el sur peninsular, al mismo tiempo que se detecta un importante aumento demográfico y una reorganización de una población cada vez más concentrada en núcleos que podríamos considerar urbanos. Los cambios se detectan en elementos comunes tales como la cerámica y las técnicas constructivas, evidenciando importantes transformaciones sociales.
VIDA COTIDIANA
Los tartesios de esta época orientalizante habitaban en pequeñas casas, casi todas rectangulares, que estaban
LA PRODUCCIÓN ARTESANAL y la explotación de las riquezas minerales fue la base del desorbitado crecimiento económico de Tartessos, convirtiéndose en un reino legendario.
erigidas sobre un zócalo de piedra y con paredes de adobe. Las techumbres eran muy rudimentarias, con vigas de madera y ramas entrelazadas, consiguiéndose la impermeabilización aplicando una simple capa de barro. Junto a las edificaciones domésticas, los arqueólogos han logrado identificar otras estructuras con funciones económicas, como pequeños talleres artesanales y hornos cerámicos.
También se han encontrado edificaciones más suntuosas como palacios y santuarios, representativos del poder ascendente de los grupos privilegiados. Estos asentamientos se solían ubicar en lo alto de un promontorio, dominando las zonas llanas en donde se desarrollaba una importante actividad agrario-ganadera.
El paisaje agrario estaba dominado por pequeños campos de cultivo y huertas situadas en las riberas del Guadalquivir, y allí los agricultores tartesios cultivaron cereales, hortalizas, frutales, algunas leguminosas y cada vez más, por influencia fenicia, la vid y el olivo.
La actividad ganadera fue igualmente importante, con grandes rebaños de toros, vacas, cerdos y équidos, muy abundantes en la región de Sierra Morena. La pesca era igualmente relevante, destacando la industria de los salazones de larga tradición andaluza. A pesar de que estas actividades ocuparon a la mayor parte de la población tartesia, el estudio del registro arqueológico nos informa sobre el crecimiento que a partir del siglo VIII a.C. empieza a tener la producción artesanal y la explotación de las riquezas mineras como base del desorbitado crecimiento económico que protagoniza Tartessos, hasta convertirse en un reino casi legendario hasta tal punto que los autores romanos se referían a él como una especie de El Dorado en donde sus gentes nadaban en la abundancia.