PAÍS INDEPENDIENTE
DURANTE SIGLOS, LOS PAPAS DOMINARON LO QUE SE CONOCIÓ COMO ESTADOS PAPALES, HASTA QUE EN EL AÑO 1870, DURANTE LA UNIFICACIÓN DE ITALIA, FUERON ABSORBIDOS POR EL GOBIERNO ITALIANO. La Curia romana se negó a aceptar la autoridad del recién nacido Reino de Italia y Pío IX se proclamó a sí mismo como “el prisionero del Vaticano”.
Finalmente, la ciudad se convirtió en estado soberano, con su forma actual y definitiva, en febrero de 1929, mediante los Pactos de Letrán, firmados por Benito Mussolini en nombre del rey títere Víctor Manuel III.
De este modo, el vaticano se convirtió en la nación independiente más pequeña del mundo —para que se hagan una idea, es una octava parte del Central Park neoyorquino— y la menos poblada —839 según el censo de 2013, aunque más de la mitad viven en el extranjero, desarrollando labores diplomáticas–. Imprime sus propios euros y sus propios sellos, emite pasaportes y, como es lógico, tiene himno y bandera. Además, publica su propio diario, “L’Osservatore Romano” y tiene un canal de televisión y una emisora de radio.
Por otro lado, en el Vaticano no se cobran impuestos, aunque genera una enorme cantidad de ingresos por el turismo y las donaciones de los más de mil de millones de
católicos de todo el mundo, así como por la Banca Vaticana; tampoco existe restricción alguna a la importación o exportación de fondos. Por supuesto, todos los alimentos y servicios son importados.
Se trata de una monarquía teocrática donde la soberanía es ejercida por el Papa, que ostenta el control sobre el poder ejecutivo, legislativo y judicial.
Por último, el Vaticano tiene embajadas (nunciaturas) en decenas de naciones extranjeras y algunas propiedades sobre las que también se extienden, sorprendentemente, sus privilegios como nación, como el Castel Gandolfo, la residencia de verano de los papas situada en las colinas de Alban.