REYES CATÓLICOS. Los creadores de España
LA VERTEBRACIÓN DE UN PAÍS ES UNA TAREA DIFÍCIL Y GRANDES PERSONAJES DE LA HISTORIA COMO ALEJANDRO MAGNO, JULIO CÉSAR O ALFONSO X EL SABIO FRACASARON EN EL INTENTO. ISABEL Y FERNANDO DEBIERON PENSAR EN ELLOS CADA VEZ QUE PROFUNDIZABAN EN LAS REFORMAS ECONÓMICAS, SOCIALES Y CULTURALES CON LAS QUE CONFIABAN CONVERTIR SUS REINOS EN UN PAÍS MODERNO, A LA ALTURA DE FRANCIA O INGLATERRA. ILUSIÓN Y GANAS NO LES FALTARON. LOS REYES CATÓLICOS DE CASTILLA Y ARAGÓN DEJARON UNA IMPRONTA TAN PERSONAL EN LAS TAREAS DE GOBIERNO QUE NO ES POSIBLE HABLAR DE LA HISTORIA EUROPEA DEL TRÁNSITO DEL SIGLO XV AL XVI SIN REFERIRSE A ELLOS.
FUE UNA ÉPOCA PROMETEDORA. EL ESPÍRITU DEL RENACIMIENTO REINABA ENTRE LAS GRANDES PERSONALIDADES DE LA POLÍTICA Y DE LA CULTURA. LUIS XI, LORENZO EL MAGNÍFICO, LUDOVICO EL MORO O MAXIMILIANO DE HABSBURGO ERIGIERON SÓLIDOS ESTADOS. Además, concedieron al arte el privilegio de crear la realidad y no solo de reflejarla, mediante el mecenazgo a artistas singulares. Leonardo, Miguel Ángel y Durero ofrecieron una diversidad de soluciones a una Europa en busca de su propia identidad. Se reconciliaron los negocios del Mediterráneo con las utopías del Atlántico: la aventura marítima de Bartolomeu Díaz con la de Colón; la cartografía de Martín Behaim con la astronomía de Copérnico, y, por extraño que parezca, el lujo con la devoción.
La sociedad europea rechazó las calamidades del pasado, en especial la peste y el hambre, que habían asolado el continente durante más de cien años (desde los aciagos días de la Muerte Negra) y aceptó un nuevo paradigma moral presente
en los libros de Erasmo, Vives, Ariosto, Rabelais y Lutero. Fueron libros que se difundieron con rapidez gracias a la expansión de la imprenta, el revolucionario invento de Guttenberg. No en vano, hacia el año 1500, los talleres se habían establecido en más de 250 lugares, desde Sevilla a Amberes o Venecia.
EL CUERPO ADMINISTRATIVO
La España de los Reyes Católicos fue una época prometedora en dos sentidos. Por una parte, facilitó la toma de importantes iniciativas gubernamentales encaminadas a la creación de un aparato administrativo racionalizado, con regidores y otros funcionarios públicos que limitaron los excesos de las autoridades locales y el desmesurado poder de la alta nobleza.
Y, por otra, ofreció razones para el optimismo a toda una generación de hombres y mujeres nacida en torno a la década de 1450, la generación de los Reyes.
En sus escritos, Diego de Valera propuso una panoplia completa de normas morales con el propósito de educar a esa generación en el servicio y el amor a la patria. Este tránsito a la modernidad no debía hacerse contra la élite nobiliaria y urbana, ya que la experiencia de Ricardo II en Inglaterra así lo aconsejaba.
Los privilegios de la nobleza, de la Iglesia y del patriciado urbano no fueron derrocados, pero la veloz expansión de nuevas clases sociales (funcionarios y mercaderes) y los beneficios de la guerra de Granada limitaron su influencia.
El ambicioso proyecto político de Isabel y Fernando pretendía erradicar las lacras sociales mediante la creación de un ideal colectivo. Los cristianos nuevos buscaron acomodo en una sociedad dominada por el casticismo de los cristianos viejos. La modernidad española se encontró así unida al desarrollo de la picaresca, al tono paródico de la novela y al uso de la ironía en contra de los poderes públicos.
Sin embargo, el mayor debate fue el resultado de la política de los Reyes Católicos en favor de la unida de la Corona de Castilla y la de Aragón, así como la creación de un estado dinástico que pusiera fin a una sociedad diversifi
LOS PRIVILEGIOS DE LA NOBLEZA, de la Iglesia y del patriciado urbano no fueron derrotados, pero la veloz expansión de nuevas clases sociales y los beneficios de la guerra de Granada limitaron su influencia.
cada y separada, es decir, injusta. Antonio de Nebrija, a través de la Gramática de la lengua española, intentó superar las resistencias mediante la más innovadoras de las operaciones intelectuales del momento: el uso social de la lengua castellana, convertida en la inseparable compañera del imperio español en América.
La unidad territorial encontraría también razones en el humanismo de Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Anglería, quienes propusieron recuperar el sentido unitario de la Hispania romana. Se trata, por tanto, de España, una tierra destinada a ser la cuna de una civilización cristiana y europea.
LA RECONQUISTA
Se recurrió a la figura de Isidoro de Sevilla para legitimar la Reconquista como un deber patriótico. Esta es la voluntad política de los Reyes, mediante la cual se enriqueció infinitamente la memoria dinástica de las casas reales de Aragón y Castilla, pues el deseo de la unión de los diferentes reinos peninsulares arranca en el siglo XII, cuando un cronista señaló que “en España todos los reyes parientes son”. Se refería al hecho de que el emperador Alfonso VII de Castilla y León estaba casado con Berenguela, hermana de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón. Gracias a esa unión se consiguió la primera expedición unitaria contra la, por entonces, ciudad musulmana de Almería.
UNA AMALGAMA DE TERRITORIOS
El Estado dinástico de los Reyes Católicos fue un conglomerado de territorios diversos, vertebrados mediante transformaciones jurídicas en unos casos y hacen
dísticas en otros. La convicción renacentista de que el Estado era una obra de arte, convirtió la política en la impulsora de las reformas, pero también en la responsable de los fracasos. La sociedad no estuvo a la altura de los proyectos políticos de los Reyes Católicos, pero tampoco ellos mismos a veces estuvieron a la altura de las circunstancias.
Se trata de la clásica paradoja de las épocas prometedoras: es necesario un fuerte carácter optimista para iniciar las reformas, pero el predominio de dicho estado provoca que los reformistas emprendan transformaciones que superan con creces la capacidad de cambio en la sociedad en un breve periodo de tiempo. Y, por eso mismo, necesitan compensar con algunas medidas que contentan a los sectores inmovilistas.
Mientras se trazaban ambiciosos proyectos de modernización, un poderoso grupo cercano a los Reyes Católicos actuaba incesantemente a favor de la creación del Tribunal del Santo Oficio. La posibilidad de que alguien pudiera ser llevado ante un juez sin garantías jurídicas fue un momento delicado de la historia española, pues traicionó siglos de libertad y seguridad jurídica y atentó contra los fueros y leyes inscritas en las Partidas. ¿Merecía la pena llevar al país a la ruina moral de la delación, del desprecio de los derechos individuales y la opresión de las minorías en nombre de un imperativo religioso? Y aunque los Reyes nunca quisieron los efectos de la Inquisición, sus decisiones parecen desmentirlo. Primero la apoyaron contra significados disidentes y, más tarde, firmaron el decreto de expulsión del pueblo judío.
Los monarcas promovieron unas vigorosas relaciones internacionales, a veces con astucia y otras con malicia, pero siempre cargadas de sentido patriótico. Se creó así la
imagen de unos reyes sutiles y visionarios. Vemos a Isabel y Fernando en el campamento de Santa Fe, a escasos kilómetros de Granada, apoyando el proyecto de Colón de navegar por el Atlántico por una ruta diferente a la portuguesa; proyecto que daría lugar al descubrimiento de América.
Imaginamos a Isabel aceptando de buen grado ese reto, con una sonrisa en los labios, algo tan extraño en ella que forjó la leyenda de que tuvo que empeñar sus joyas personales como prenda del crédito. La historieta es bonita, aunque falsa, y demuestra que, ante los aciertos, el pueblo siempre busca una heroína generosa como lo será en adelante Agustina de Aragón encendiendo la mecha de los cañones o Mariana Pineda bordando la bandera de la libertad frente al absolutismo.
ERRORES Y ACIERTOS
Otro de los grandes aciertos de los Reyes Católicos fue el nombramiento de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. La defensa de los intereses de la Corona en Italia se convirtió en el principal objetivo para este capitán andaluz. El orgullo de participar en la vertebración de un nuevo país presidió todas sus actuaciones: desde las victorias en el campo de batalla sobre los ejércitos franceses hasta el buen gobierno del Reino de Nápoles.
En veinticinco años (los que van del decisivo 1479 al terrible 1504, fecha de la muerte de Isabel), la España de los Reyes Católicos fue tanto un momento decisivo en la modernización de la sociedad como de opresión para el pueblo. Su máxima aspiración fue conseguir la unión definitiva de los reinos, es decir, la creación de España.
El lector de estas líneas podrá mostrar su malestar con este proyecto político o, por el contrario, sentirse confortado con él, ya que ambas posturas son habituales en el día de hoy. Aun así es imposible no atender lo que llegó a significar y que hoy permanece vivo en la memoria social gracias a la firmeza de los símbolos que los mismos Reyes Católicos crearon para sí: el yugo y las flechas.
La suprema ironía de la historia de España a comienzos del siglo XVI es que la gente que contemplaba el proyecto político de los Reyes Católicos descubría en él una monstruosa confusión. Sin embargo, no parecían alarmarse por ello, sino que más bien se exaltaban ante la perspectiva de un Imperio vinculado a la existencia de España. Es una mirada utópica de la que solo fueron capaces los erasmistas que rodearon al nieto de los Reyes Católicos y heredero de los reinos, Carlos de Gante, que pasará a las páginas de la historia como Carlos V.