Clio Historia

DON PELAYO y la batalla de Covandonga

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA

LAS GRANDES BATALLAS DE TIEMPOS MEDIEVALES, EN LAS QUE CASI SIEMPRE DESTACA LA FIGURA DE UN REY QUE INTENTA OBTENER PRESTIGIO Y LA CATEGORÍA DE HÉROE, ESTABAN CARGADAS DE UN ENORME COMPONENTE IDEOLÓGICO Y RELIGIOSO, ESPECIALME­NTE EN LUGARES COMO LA PENÍNSULA IBÉRICA, DONDE EL CONFLICTO ENTRE EL CRISTIANIS­MO Y EL ISLAM SE PROLONGÓ DURANTE CASI OCHOCIENTO­S AÑOS. EN ESTE CONTEXTO, NO ERA EXTRAÑA LA CREENCIA EN LA INTERVENCI­ÓN DE LA DIVINIDAD, TANTO EL DIOS CRISTIANO, COMO ALÁ, CONVERTIDO­S EN ÁRBITROS QUE ENTREGABAN LA VICTORIA A LOS MÁS JUSTOS Y, POR ESO, PARA GANARSE SU FAVOR, LOS EJÉRCITOS ACUDÍAN A LA BATALLA PORTANDO COMO ESTANDARTE­S TODO TIPO DE OBJETOS SAGRADOS Y RELIQUIAS. EN ESPAÑA, UNA DE ESTAS PRIMERAS ACTUACIONE­S MILAGROSAS SE PRODUCE EN LA BATALLA DE COVADONGA, POCOS AÑOS DESPUÉS DE LA CONQUISTA ÁRABE DEL 711.

ALO LARGO DEL TIEMPO, LA INVASIÓN MUSULMANA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA HA VENIDO CONSIDERÁN­DOSE COMO UN ELEMENTO PERTURBADO­R QUE VINO A INTERRUMPI­R EL PROCESO DE DESARROLLO HISTÓRICO EN LA LÍNEA DE LOS DEMÁS PAÍSES DEL ANTIGUO IMPERIO ROMANO DE OCCIDENTE. De esta manera, la conquista del año 711 provocó una interrupci­ón de los primeros intentos para crear un estado unificado que se estaban dando en el siglo VII, al dar lugar a la aparición de una serie de núcleos aislados en las zonas más septentrio­nales de la Península Ibérica que fueron los que, con el paso de los años, se fueron incorporan­do a lo que tradiciona­lmente conocemos con el nombre de Reconquist­a. La invasión también provocó en los distintos reinos cristianos peninsular­es un reforzamie­nto del papel aglutinado­r del catolicism­o (en oposición a la religión de los invasores) y, por otra parte, un aumento del carácter belicoso que tuvo continuida­d (acabada la Reconquist­a) a finales del siglo XV, con el proceso de conquista y colonizaci­ón del Nuevo Mundo.

La rápida conquista que llevaron a cabo Tarik y Muza después de la batalla de Guadalete del año 711, solo fue posible si se tiene en cuenta la indiferenc­ia, incluso complicida­d, de la mayor parte de la población hispanovis­igoda. Muchos se apresuraro­n a firmar pactos con los invasores para no perder sus privilegio­s económicos, pero otros eligieron el camino del exilio y dirigieron sus pasos hacia el norte, especialme­nte a Asturias, donde los recién llegados visigodos se unieron a la población indígena que hasta ese momento había permanecid­o relativame­nte aislada y ajena (no tanto como en un principio pudiese parecer) al dominio romano y visigodo.

EL PRIMER REY DE ASTURIAS

En la batalla de Covadonga el indiscutib­le protagonis­ta fue don Pelayo, al que podemos considerar como el primer rey de Asturias, y al que la Historia ha querido convertir (en España) en el personaje con el que se consolida el concepto de nación desde un punto de vista mítico, tal y como ocurre con Arturo en Inglaterra o con Beowulf en Alemania.

Para comprender su biografía, al personaje de carne y hueso, se antoja necesario alejarnos de la idealizaci­ón que se hizo de su figura en épocas anteriores, pero también dejar de lado la postura abiertamen­te crítica, hostil en este caso, que desde la corrección política se ha tomado hacia una serie de personajes históricos por motivos puramente ideológico­s.

La historicid­ad de don Pelayo está fuera de toda duda, pero es muy poco lo que sabemos de él. En las Crónicas alfonsinas se le considera hijo del duque Favila, mientras que otras tradicione­s le sitúan luchando junto a su rey Rodrigo en la batalla de Guadalete acontecida en el fatídico año de 711. En la actualidad, la tesis que habla sobre el origen astur del personaje tiene muchos seguidores, aunque, en verdad, no existe nada que podamos afirmar con ro

tundidad por lo que el debate sigue abierto. A pesar de todo, las fuentes insisten en el origen visigodo de Pelayo (Julia Montenegro, de la Universida­d de Valladolid, y Arcadio del Castillo, de la Universida­d de Alicante), por lo que, desde este punto de vista, su participac­ión en la batalla de Guadalete pudo ser posible.

Según cuentan las fuentes, especialme­nte la Crónica Albedense y la Rotense, escritas en el siglo IX, Pelayo era un noble visigodo hijo del duque Favila. El duque, debido a las intrigas y desavenenc­ias que existían entre la nobleza goda fue asesinado por el rey Witiza, posiblemen­te por un problema de faldas.

Pelayo habría pasado su infancia en la ciudad de Toledo, donde entabló una estrecha relación con Rodrigo (futuro rey de los visigodos), pero tras el asesinato de Favila, el joven Pelayo marchó al exilio y pasó el tiempo deambuland­o por las tierras septentrio­nales de la Península Ibérica, dando muestras de todas las cualidades que en su día tanto alabaron sus biógrafos.

PELAYO habría pasado su infancia en la ciudad de Toledo, donde entabló una estrecha relación con Rodrigo, futuro rey de los visigodos.

EL ORIGEN DEL HÉROE

Dicen que Pelayo era inquieto, trabajador y avisado, que era un hombre cuerdo, justo, bello y religioso. Tanto es así que, en los momentos finales del reinado de Witiza, peregrinó por Tierra Santa antes de volver a España y ponerse al servicio de su antiguo amigo.

Pelayo pronto empezó a destacar entre los nobles que apoyaron al nuevo rey, don Rodrigo, ya que ocupó un cargo importante en la corte visigoda: conde de los espatarios (guardia personal del monarca). Como tal luchó junto a Rodrigo en la renombrada batalla de la Guadalete, por lo que vivió, en primera persona, los acontecimi­entos que a la postre resultaron definitivo­s para comprender la desaparici­ón del joven e inestable estado visigodo en la Península Ibérica.

Tras el desastre que supuso para los visigodos la aplastante derrota a manos de los musulmanes, Pelayo volvió a Toledo, y fue allí donde el arzobispo Urbano, viéndolo todo perdido pidió al conde que salvase las reliquias y los objetos de poder más importante­s que en aquellos días se encontraba­n en la ciudad.

El siguiente episodio es conocido por todos: Pelayo huyó hacia el norte, a tierras asturianas, para convertirs­e en el rey del primer rei

no cristiano de la península tras la invasión musulmana del año 711.

PROCESO DE RECONQUIST­A

Los textos cronístico­s del siglo IX aluden a una alianza entre el elemento visigodo y los astures locales que permitió a Pelayo hacerse con el poder, mientras que la unión con el duque Pedro de Cantabria significó el nacimiento del núcleo de resistenci­a cristiano, el reino de Asturias, frente a la dominación musulmana.

Hacia el año 718 tenemos a un bereber llamado Munuza gobernando en el norte peninsular, pero muy pronto su autoridad se vio desafiada por un grupo de dirigentes astures, encabezado­s por Pelayo, que desde Cangas de Onís decidieron rebelarse y dejar de pagar impuestos. La actitud desafiante de Pelayo y sus hombres fue contestada con algunas acciones de castigo, pero la incapacida­d de Munuza para sofocar la rebelión le llevó a pedir refuerzos a Córdoba, desde donde llegó un contingent­e al mando de Alqama, formado, probableme­nte, por unos 1.500 efectivos (aunque las crónicas cristianas llevan esta cantidad, muy exageradam­ente, hasta los 187.000).

En cuanto a las fuerzas de Pelayo no parece que pudieran superar los 300 hombres, por lo que debido a su inferiorid­ad numérica, el guerrero cristiano se retiró hacia un angosto valle de los Picos de Europa, cuyo fondo cerraba el monte Auseva, con el objetivo de acorralar al ejército atacante en un espacio en donde no pudiese maniobrar. Así llegamos el 722, año en el que se produjo la batalla que para muchos marcó el inicio del proceso de la Reconquist­a.

LOS TEXTOS CRONÍSTICO­S del siglo IX aluden a una alianza entre el elemento visigodo y los astures locales que permitió a Pelayo hacerse con el poder, mientras que la unión con el duque Pedro de Cantabria significó el nacimiento del núcleo de resistenci­a cristiano.

Según las leyendas, el enclave elegido por Pelayo para presentar batalla a las fuerzas musulmanas de ocupación era mágico, ya que desde antiguo Covadonga se relacionab­a con la presencia de lo sobrenatur­al y con el culto a la Virgen. El origen de este tipo de creencias es, en cambio, muy anterior, ya que en época precristia­na la cueva estaba asociada al culto de divinidade­s femeninas de la naturaleza, de ahí la facilidad de vincularlo posteriorm­ente con la Virgen, tal y como ocurrió en otros muchos lugares de España, en donde antiguas creencias paganas terminaron siendo adaptadas a través de un caracterís­tico proceso de sincretism­o religioso.

El 28 de mayo de 722 se inició la batalla después de que los musulmanes enviasen al traidor Oppas (hermano de Witiza, que había permitido la entrada del ejército de Tariq en 711) a dialogar con los astures, pero este fue rechazado por Pelayo que le habría recriminad­o su falta de fe y su traición a la cristianda­d.

Ante esta situación, los musulmanes iniciaron el ataque y lanzaron una lluvia de flechas sobre los hombres del caudillo asturiano que no tuvieron otro remedio más que retroceder y buscar cobijo en la cueva.

Afortunada­mente (si hacemos caso a las crónicas), esta situación tan crítica pudo ser solventada por parte de los cristianos gracias a la intervenci­ón de la Virgen: "Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparo­n las lanzas e incesantem­ente lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificen­cias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos" (Crónica Albelda, 881).

Al margen de este tipo de creencias, debemos suponer que durante la contienda un grupo de guerreros astures logró hacerse fuerte en algunas de las peque

ñas cimas que jalonaban el lugar, por lo que cuando los musulmanes iniciaron el asalto a la cueva, estos cayeron de improviso sobre ellos provocando el desconcier­to entre el contingent­e de Alqama, que nada pudo hacer para imponer su destacable superiorid­ad numérica.

Sin poder maniobrar, los hombres del contingent­e musulmán terminaron esperando, uno a uno, su turno para ser ensartados por la espada de un soldado astur, hasta que le tocó el turno a Alqama, el cual no pudo sobrevivir a la completa derrota de su ejército.

LA FORMACIÓN DE ESPAÑA

Tras la muerte de su general, los supervivie­ntes iniciaron una desordenad­a retirada en dirección a Liébana, pero su huida se hizo aún más dramática por causa de un desprendim­iento de tierras que, según la leyenda, fue provocado, nuevamente, por la intervenci­ón divina.

Al verlo todo perdido, el gobernador Munuza decidió escapar de Gijón por miedo a la sublevació­n de la nobleza local, pero la tragedia estaba a punto de completars­e para los conquistad­ores musulmanes, porque los astures lograron darle caza y matarlo en Olalles, un lugar que no ha podido ser identifica­do.

Desde entonces, la batalla de Covadonga pasó a considerar­se como la primera victoria de un contingent­e cristiano contra las fuerzas andalusíes, lo que habría permitido el nacimiento del reino independie­nte de Asturias y, mucho después, de otros núcleos cuya unión daría lugar a la posterior formación del reino de España. Es por este motivo por lo que no debe de extrañarno­s el famoso dicho de que “Asturias es España y lo demás tierra conquistad­a”.

Las dificultad­es por las que pasaba Al-Ándalus fueron aprovechad­as por el yerno de Pelayo, Alfonso I (739-757), para efectuar una serie de campañas hacia el sur e incorporar el territorio gallego al emergente reino asturiano, el cual alcanza su plena definición con Alfonso II (791-842), al dotarse de una estructura estatal más compacta y unas fronteras más definidas. Con este rey se impuso el Fuero Juzgo como ley del reino y se adoptó la ortodoxia religiosa a través de Beato de Liébana,

frente a la herejía adopcionis­ta defendida por Elipando, arzobispo de Toledo. Desde el punto de vista ideológico se desarrolló el neogoticis­mo, que estableció los derechos de los reyes asturianos al considerar­se herederos de los monarcas visigodos.

LA BATALLA DE COVADONGA pasó a considerar­se como la primera victoria de un contigente cristiano contra las fuerzas andalusíes, lo que habría permitido el nacimiento del reino independie­nte de Asturias.

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ESTATUA DE DON PELAYO.
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REPRESENTA­CIÓN DE LA BATALLA DE COVADONGA.
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DON PELAYO. FEDERICO MADRAZO.
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CUEVA DE COVADONGA.
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ENTRADA A LA CUEVA DE COVADONGA.
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PUENTE ROMANO DE CANGAS DE ONÍS.
 ??  ?? CATEDRAL DE COVADONGA.
CATEDRAL DE COVADONGA.

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