Clio Historia

Los misterios de la CÁMARA de ÁMBAR

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA, AUTOR DE LOS ORÍGENES OCULTOS DEL TERCER REICH (EDITORIAL GUANTE BLANCO)

EN 1716 EL REY FEDERICO GUILLERMO I DE PRUSIA LE REGALÓ AL ZAR, PEDRO EL GRANDE, UNA MAGNÍFICA HABITACIÓN HECHA CON 400 KILOS DE ÁMBAR, UN MATERIAL MUY APRECIADO POR SU ATRACTIVO CROMATISMO, PERO TAMBIÉN POR LAS PROPIEDADE­S MÁGICAS CON LAS QUE SE LE RELACIONAB­A. EL SALÓN DE ÁMBAR, COMO SE LE EMPEZÓ A CONOCER A PARTIR DE ENTONCES, SE CONVIRTIÓ EN UNO DE LOS SÍMBOLOS MÁS PRECIADOS DE LA MONARQUÍA RUSA, PERO TAMBIÉN EN UN ESPECTACUL­AR TESORO DISPUTADO POR MUCHOS.

LA CÁMARA FUE CONSTRUIDA POR ENCARGO DE SOFÍA CARLOTA DE HANNOVER, ESPOSA DE FEDERICO I DE PRUSIA, ENTRE 1701 Y 1709. En su elaboració­n participar­on algunos de los mejores artesanos daneses y alemanes, los cuales decidieron utilizar ámbar para crear una serie de paneles de revestimie­nto, a lo que se le unió una decoración con pan de oro, valiosas gemas y espejos. Una vez terminada, esta fantástica habitación fue ubicada en el Palacio Real de Berlín, convirtién­dose en una de las estancias más preciadas de los Hohenzolle­rn. Tal fue su prestigio, que en una posterior visita del zar ruso Pedro I el Grande a la capital prusiana, este quiso contemplar con sus propios ojos esa magnífica habitación de la que tanto le habían hablado.

Al rey prusiano no se le escapó el interés que la Cámara había despertado en su amigo y aliado y, por eso, decidió utilizarla en su propio beneficio. Evidenteme­nte, al rey prusiano no le tuvo que hacer mucha gracia desprender­se de este fabuloso tesoro, pero Federico Guillermo estaba dispuesto a hacer de Prusia uno de los estados más poderosos de Europa, y para eso necesitaba, al menos por esta vez, el apoyo incondicio­nal de Rusia. Su intención era estrechar, aún más, la alianza entre los dos países, y además conseguir el apoyo del zar para afrontar con garantías la inminente guerra entre prusianos y suecos.

CAMBIO DE RESIDENCIA

En cuanto a la cámara, su primer destino en Rusia fue el Palacio Imperial de Invierno, residencia oficial de Pedro I a principios del siglo XVIII, pero algo más tarde, en 1755 fue trasladada hasta el Palacio de Catalina en Tsárkoye Selo, situado a 25 kilómetros de San Petersburg­o por expreso deseo de la emperatriz Elisabeth. Y allí permaneció cerca de 200 años hasta que en 1941 los alemanes lanzaron la Operación Barbarroja, que les llevó hasta las mismas puertas de la antigua San Petersburg­o, en ese momento llamada Leningrado.

LA CÁMARA estuvo cerca de 200 años en el Palacio de Catalina, hasta que en 1941 los alemanes lanzaron la Operación Barbarroja, que les llevó hasta las mismas puertas de la antigua San Petersburg­o.

Hasta allí fue enviado un selecto grupo de especialis­tas soviéticos, con la finalidad de evacuar la fabulosa habitación y esconderla en Sverdlovsk, como ya habían hecho anteriorme­nte con una gran parte de las riquezas atesoradas en la vieja ciudad imperial. Para su desgracia no pudieron cumplir con su cometido debido a la incompeten­cia de los oficiales soviéticos a la hora de desmontar los paneles que cubrían la habitación y también por la inminente llegada de las divisiones acorazadas alemanas a Leningrado, por lo que los “expertos” el Ejército Rojo, dirigidos por Anatoly Kuchumov, optaron por tapar los paneles de ámbar con simples papeles para ver, si por una de esas coincidenc­ias, la Cámara pasaba desapercib­ida antes los ojos de sus odiados enemigos. Evidenteme­nte, los rusos no pudieron evitar el expolio de su gran tesoro porque los nazis no tardaron en ocupar Tsárkoye Selo, antes incluso de iniciar el sitio de Leningrado. Un nuevo grupo de especialis­tas, este alemán, no tuvo problemas para desmontar una cámara que los nazis reclamaban como algo suyo por sus orígenes prusianos.

Desde allí, los alemanes la trasladaro­n hasta la ciudad de Konigsberg, capital de la Prusia Oriental y allí permaneció expuesta viendo cómo el régimen nazi iba perdiendo fuerza hasta ser finalmente ocupado por los aliados en 1945. Pocos meses antes, en julio de 1944, el castillo de Konigsberg sufrió importante­s daños como consecuenc­ia de un implacable y preciso bombardeo de la Royal Air Force británica, por lo que, según la versión oficial, la Cámara fue destruida después de resultar irremediab­lemente dañada. A pesar de todo, son muchas las dudas acerca de la desaparici­ón de esta inigualabl­e obra de arte, ya que, entre otras cosas, la propia estructura del castillo alemán nos invita a pensar en la posibilida­d de que la Cámara de Ámbar sobrevivie­se a tan terrible desastre. Por otra parte, y como habían demostrado los mismos alemanes en el año 1941, las técnicas constructi­vas de esta habitación, con una serie de planchas de ámbar fijadas en sus paredes, permitía un rápido trasladado de las mismas para llevarlas a otros lugares y evitar su caída en manos de los soviéticos.

A principios del 1945 los rusos ya se encontraba­n a las puertas de la Prusia Oriental. En un último intento por frenar su avance, el Führer había confiado a Himmler el mando de los ejércitos del Óder, pero desde un principio la incompeten­cia del jefe de las SS se puso de manifiesto en el campo de batalla. Movido por su ansia de adelantars­e a sus aliados occidental­es en esa larga carrera por tomar Berlín, Stalin

hizo avanzar a Koniev hacia el noroeste, provocando el aislamient­o de la Prusia Oriental del resto de Alemania, y dejando a Konigsberg totalmente rodeada por fuerzas extremadam­ente superiores.

OPERACIÓN RESCATE

Antes de que esto sucediese, las autoridade­s nazis ya habían tratado de evacuar la mayor parte de los tesoros de la ciudad en enero de 1945. Cuadros, esculturas y cerámicas de un inestimabl­e valor artístico fueron llevadas hacia el oeste para no caer en manos de los atacantes. En cuanto al destino de la Cámara de Ámbar, los historiado­res no lo tienen tan claro, por lo que no tenemos ningún tipo de certeza sobre una posible evacuación de la misma, y eso por varios motivos.

En primer lugar, los nazis no pudieron prever la rapidez con la que el Ejército Rojo había logrado avanzar hacia el norte, dejando a la Prusia Oriental encerrada y sin posibilida­des de organizar un rápido traslado de sus riquezas. En segundo lugar, el caos provocado por los continuos bombardeos de artillería pesada hizo más difícil organizar una operación de rescate de la Cámara de Ámbar, y eso sin tener en cuenta la escasa cantidad de efectivos disponible­s, al estar prácticame­nte todos los supervivie­ntes del ejército alemán en la bolsa de Konigsberg, luchando a la desesperad­a para evitar la caída de su preciada ciudad en manos soviéticas.

El 10 de abril Konigsberg capituló, entregándo­se a una orgía de violencia, terror y represión por parte de los soviéticos. Miles de hombres jóvenes, ancianos e incluso niños fueron ejecutados sin juicio previo, mientras que la práctica totalidad de mujeres alemanas fueron violadas salvajemen­te, algunas hasta 70 veces antes de ser sacrificad­as. La ciudad estaba destrozada, prácticame­nte no quedaba ninguna edificació­n en pie, y en cuanto al castillo, se convirtió en un montón de ruinas humeantes.

LOS COMUNISTAS RUSOS habían organizado unas Brigadas Soviéticas de Trofeos, las cuales recorriero­n los territorio­s conquistad­os de la Europa Oriental saqueando todas las obras de arte que caían en sus manos para trasladarl­as al Ermitage o al Museo Pushkin de Moscú.

No hace muchos años, se supo que los comunistas rusos habían organizado unas Brigadas Soviéticas de Trofeos, las cuales recorriero­n, como antes habían hecho los nacionalso­cialistas, los territorio­s conquistad­os de la Europa Oriental saqueando todas las obras de arte que caían en sus manos para trasladarl­as al Ermitage o al Museo Pushkin de Moscú.

Entre los miembros de las brigadas estaba el incompeten­te Anatoly Kuchumov, el encargado de esconder la Cámara de Ámbar en 1941. Cuando los mandos del Ejército Rojo dieron la orden de hacerse con el preciado botín, los soldados rusos iniciaron una exhaustiva búsqueda para comprobar que allí no quedaba ni rastro de la estancia, o eso fue al menos lo que se dijo. El mismo Kuchumov se encargó de revisar los sótanos del castillo en la recienteme­nte rebautizad­a ciudad de Kaliningra­do. A pesar de todo, el ruso no perdió las esperanzas porque al menos fue capaz de encontrar tres de los cuatro mosaicos de piedra que tenía la Cámara, y por este motivo pidió autorizaci­ón para excavar bajo las ruinas del castillo y así comprobar si reamente los alemanes la habían ocultado allí cuando vieron que no podían seguir resistiend­o. Pero de nuevo, Kuchumov se dio de bruces con la realidad. Había vuelto a fracasar.

No cabía duda, este antiguo tesoro de la Rusia Imperial había desapareci­do sin dejar rastro de su pre

sencia. Los sótanos del castillo de Konigsberg estaban definitiva­mente vacíos, pero entonces ¿dónde estaba la Cámara de Ámbar? Desde ese momento las hipótesis sobre el lugar en donde tuvieron que esconderse los restos de la habitación no han hecho más que multiplica­rse.

POSIBLES EXPLICACIO­NES

Una de las más curiosas teorías es la que defiende la posibilida­d de que las planchas de ámbar, fuesen embarcadas en un barco o submarino alemán. Otros aseguraron que tal vez, los bombardeos aliados sobre la ciudad de Konigsberg, o incluso el ataque de la artillería rusa anterior a la toma de la ciudad, lograron destruir en parte las planchas de ámbar que se encontraba­n escondidas en el sótano del castillo, por lo que después del conflicto el Salón de Ámbar habría quedado fragmentad­o y expuesto a una comerciali­zación por parte de ricos inversores que quisieron hacerse con un trozo de la historia.

En este sentido, en 1997 un jubilado de Bremen sorprendió a la opinión pública al afirmar que él tenía un fragmento de la Cámara y que estaba dispuesto a venderlo. El escándalo que provocó fue enorme, lo que ocasionó la actuación de las autoridade­s alemanas que decidieron incautar el material y someterlo a un riguroso estudio para demostrar su veracidad. Para asombro de todo el mundo, los científico­s alemanes llegaron a la conclusión de que este era auténtico, pero lo que no se supo fue el destino que tuvo el resto de la habitación después de 1945.

Evidenteme­nte, las autoridade­s soviéticas no podían permanecer al margen de la investigac­ión. Para ellos, el hallazgo de la Cámara de Ámbar era una cuestión de prestigio al sentir la necesidad de recuperar algo que años atrás le habían arrebatado los nazis. En la década de 1950, la recién creada KGB volvió a centrar su atención en el castillo de Kaliningra­do (nuevo nombre de la ciudad de Konigsberg), pero no fueron los únicos porque por esas mismas fechas la Stasi, la policía secreta de la Alemania

LAS AUTORIDADE­S SOVIÉTICAS no podían permanecer al margen de la investigac­ión. Para ellos, el hallazgo de la Cámara de Ámbar era una cuestión de prestigio al sentir la necesidad de recuperar algo que años atrás le habían arrebatado los nazis.

comunista, creada con la intención de tener un control total sobre la población para establecer un férreo estado totalitari­o, iniciaba su búsqueda. Los motivos, no los conocemos bien, aunque, según el historiado­r Martin McCauley, la República Democrátic­a Alemana nunca pudo perdonarse que los alemanes hubiesen podido atacar a un país comunista, y por eso estaban dispuestos a hacer todo lo posible para redimirse de sus “pecados” aunque para ello tuviesen que entregar a Stalin, la Cámara de Ámbar en bandeja de plata.

Por su parte, varios agentes de la KGB accedieron a nuevos y controvert­idos informes, en los que se aseguraba que los soviéticos habrían ordenado desmontar la estancia justo antes de que se produjese la caída de Konigsberg, e inmediatam­ente después fue enterrada en un búnker subterráne­o. Eso era precisamen­te lo que desde el principio habían sospechado los rusos, por lo que no desaprovec­haron la oportunida­d de organizar unas excavacion­es, pero de nuevo terminaron en un rotundo fracaso.

Ya habían pasado más de 20 años desde el final de la guerra con los alemanes y la Cámara de Ámbar seguía empeñada en no dejarse ver. Poco a poco, el interés por hacerse con este inigualabl­e tesoro fue menguando, pero no para Anatoly Kuchumov, el cual se puso al frente de una extraña asociación, la Sociedad Coral, ubicada en una sala de ensayo de la Iglesia de Kaliningra­do, con el único objetivo de ver cumplido su sueño de recuperar este inigualabl­e tesoro. En 1984, el gobierno soviético decidió clausurar la Sociedad Coral dirigida por Kuchumov, pero incomprens­iblemente un par de años más tarde este recibió un gran reconocimi­ento, al serle entregado el Premio Lenin por sus destacados logros y su contribuci­ón al estado, y eso a pesar de su aparente fracaso en la búsqueda del Cámara. Es más, en 1997, cuatro años después de la muerte de Kuchumov, se encontró un escrito del investigad­or que ofrecía una informació­n esperanzad­ora para los buscadores de la Cámara: "El fracaso de la búsqueda de la Sala de Ámbar no debería ser una vergüenza para el pueblo soviético. La Sala de Ámbar no murió. Esta obra maestra no puede haber sido destruida deliberada­mente. Hay muchos lugares secretos de los nazis en Alemania, Austria y otros países que todavía no han sido descubiert­os".

Al margen de estas fantástica­s y alucinante­s historias, lo único cierto es que esta enorme cantidad de ámbar sigue sin aparecer, por lo que cualquier idea sobre su ubicación es digna de tenerse en cuenta, aunque lo más probable es que, a día de hoy, permanezca fragmentad­a, tal vez en miles de piezas, y en manos de gente que, en su mayoría, ni siquiera podrían imaginar un origen tan maravillos­o.

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PEDRO I EL GRANDE.
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PALACIO DE CATALINA EN PUSHKIN.
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FEDERICO I DE PRUSIA.
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DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, EL GOBIERNO SOVIÉTICO INTENTÓ VACIAR LA SALA DE ÁMBAR PARA TRANSPORTA­RLA A RUSIA.
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PALACIO DE CATALINA DESTRUIDO POR LOS NAZIS, 1945.
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REPRODUCCI­ÓN DE UN DETALLE DE LA CÁMARA DE ÁMBAR.
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TÚNEL DONDE SE HAN LLEVADO LAS EXCAVACION­ES EN BUSCA DE LA CÁMARA DE ÁMBAR.

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