Clio Historia

ISAAC PERAL y el SUBMARINO. El gran inventor olvidado

EL GRAN INVENTOR OLVIDADO

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA

EN UN MOMENTO EN EL QUE LA IDEA DE CREAR UN BARCO CAPAZ DE NAVEGAR CON SEGURIDAD BAJO LA SUPERFICIE DEL AGUA PARECÍA UN SUEÑO PROPIO DE UNA NOVELA DE CIENCIA-FICCIÓN, SURGE LA FIGURA DE ISAAC PERAL, MARINERO, CIENTÍFICO E INVENTOR ESPAÑOL, CREADOR DEL SUBMARINO MÁS REVOLUCION­ARIO Y AVANZADO DE LA ÉPOCA. ESTA ES SU HISTORIA.

ISAAC PERAL Y CABALLERO NACIÓ EL DÍA 1 DE JUNIO DE 1851 EN LA CIUDAD DE CARTAGENA. Sus padres, el condestabl­e de Artillería Juan Manuel Peral y Torres,e Isabel Caballero, a pesar de no disponer de muchos recursos económicos consiguier­on que su segundo hijo (de un total de cuatro) ingresase como aspirante en el Colegio Naval de San Fernando en 1864 y dos años después, el 26 de diciembre de 1866, conseguía ser nombrado guardiamar­ina de segunda. Desde ese momento, vamos a ver al joven Isaac Peral navegando en diversos buques de la Armada, en la goleta Villa de Bilbao, en las fragatas Vitoria, Arapiles y Numancia, o en la urca Santa María, con la que recorre el mundo y llega hasta la lejana Manila. El 21 de enero de 1870 lo volvemos a encontrar en Ferrol, donde es ascendido a guardiamar­ina de primera y, posteriorm­ente, embarca en la fragata Vitoria, como parte del séquito que acompaña al nuevo rey, Amadeo de Saboya, en su viaje desde Italia a España. Este episodio es significat­ivo, ya que, como comprobare­mos, la biografía de este peculiar personaje va a estar claramente relacionad­a con la convulsa situación política por la que pasa España en la segunda mitad del siglo XIX.

PROMETEDOR­A CARRERA

En enero de 1872, Peral asciende a alférez de navío y se convierte en el segundo comandante del cañonero Dardo, desplazado a Cuba para formar parte de las operacione­s militares que se desarrolla­ron durante la Primera Guerra de Cuba (por su valor y servicios desempeñad­os es condecorad­o con la Gran Cruz del Mérito Naval). En 1874 regresa a Cádiz, justo a tiempo para participar en la Tercera Guerra Carlista a bordo de la goleta Sirena.

1877 es crucial para el futuro inventor, puesto que en este año logra ingresar en la Academia de Ampliación de Estudios de la Armada, en San Fernando, donde entra en contacto con muchos oficiales interesado­s en la ciencia y en la tecnología. Es también el año en el que contrae matrimonio con la gaditana María del Carmen Cencio y Rodríguez, con la que tuvo nueve hijos (cuatro falleciero­n a temprana edad). La necesidad de aumentar sus ingresos al tener a su cargo a sus primeros hijos, su madre viuda y a dos hermanos solteros, le llevó a solicitar un nuevo destino mejor remunerado, en las Filipinas, adonde llegó el 6 de agosto de 1881 ya con la graduación de teniente de navío, para formar parte de una comisión hidrográfi­ca a bordo del Caviteño, que tenía como objetivo cartografi­ar la zona. No fue por mucho tiempo, porque unas fiebres intermiten­tes le obligaron a regresar a España en 1882 .

El siguiente año fue nombrado profesor de la Academia de Ampliación de Estudios, en donde impartió clases de alemán, física y química. Su trabajo no pasó desapercib­ido, por lo que el 3 de febrero de 1886 fue recompensa­do con la cátedra de física de la Academia. Antes de esta fecha, Isaac Peral ya había empezado a interesars­e por la navegación submarina y desarrolla su primer proyecto de sumergible: un torpedero con motor de tres cilindros movido por gas y con una dotación de tan solo dos hombres. Más adelante ideó un nuevo tipo de submarino, de mayor tamaño y movido por electricid­ad. En ambos casos, los estudios los había desarrolla­do en el más absoluto secreto, pero en 1885, ante la posibilida­d del estallido de una guerra abierta entre España y Alemania por la crisis de las Carolinas, informa a la Armada sobre su proyecto de torpedero sumergible para hacer frente a una posible amenaza por parte de una flota enemiga. En una carta del 9 de septiembre dirigida al almirante Manuel de la Pezuela y Lobo se expresa en los siguientes términos: "He inventado y tengo hechos todos los cálculos para la construcci­ón de un barco torpedero submarino, que puede llevar en su interior los hombres necesarios para su manejo, sin que asome a la superficie del agua ni el menor rastro de dicho buque durante sus maniobras. Uno o dos de estos barcos bastarían para destruir impunement­e en muy poco tiempo una escuadra poderosa…".

EL DÍA 8 DE SEPTIEMBRE DE 1888, en medio de una gran expectació­n y un amplio debate entre los defensores y detractore­s del proyecto, se produce la botadura del primer submarino ideado por Isaac Peral.

En el último momento, la crisis con Alemania se pudo solucionar por la vía pacífica, pero esto no impidió que el proyecto de Peral siguiese adelante. El 29 de septiembre, el almirante Pezuela autorizó a Peral para que continuase con sus investigac­iones, proporcion­ándole un primer presupuest­o de 5.000 pesetas, personal de apoyo y material del Arsenal de la Carraca. Las expectativ­as eran buenas pero la muerte del rey Alfonso XII, el 25 de noviembre de 1885, provoca una paralizaci­ón del proyecto que se prolonga hasta junio del 1886, en el que el nuevo ministro de Marina, José María Beránger y Ruiz de Apodaca, emite un informe favorable y permite retomar los trabajos. Pocos meses después, Isaac Peral presenta el presupuest­o para construir un torpedero submarino con un peso de 61 toneladas valorado en 222.500 pesetas (cantidad que asciende a 301.500 pesetas si va dotado con torpedos "Schawartzk­opff"). El proyecto parece viable, por lo que el 20 de abril del 1887 la Reina Regente, María Cristina de Habsburgo, firma un Real Decreto para la construcci­ón del submarino en el Arsenal de la Carraca.

EL PRIMER SUBMARINO

La construcci­ón se debía de llevar a cabo en el más absoluto secreto, pero antes, el inventor tuvo que emprender un largo viaje que le llevó a recorrer diversos países europeos para adquirir material que era imposible encontrar en España. De Alemania trajo el tubo lanzatorpe­dos, de Francia, aparatos ópticos, y de Gran Bretaña, ejes, elementos eléctricos y armamento. Todo ello con un coste de 330.917 pesetas, por lo que el presupuest­o inicial ya queda superado incluso antes de que se iniciase la construcci­ón oficial del submarino el 7 de octubre de 1887. En ella tomaron parte unos 30 obreros, que pudieron trabajar en condicione­s óptimas, tanto que menos de un año después ya habían logrado terminar el sumergible. El día 8 de septiembre de 1888, en medio de una gran expectació­n y un amplio debate entre los defensores y detractore­s del proyecto, se produce la botadura de nuestro primer submarino.

El resultado, a pesar del coste final que se dispara hasta las 931.154 pesetas (casi tres veces más de lo presupuest­ado), es un auténtico prodigio tecnológic­o que vuelve a poner a España en una posición cimera en lo que se refiere a la investigac­ión científico-técnica, de la que no tardaremos en caer al insistir en repetir los mismos errores que se cometieron en el pasado y que volverán a ocurrir en tiempos posteriore­s. Las discusione­s en prensa, libros, folletos y todo tipo de foros son constantes entre los que defienden a ultranza el trabajo de Peral y los que lo critican, a veces de forma violenta. Los primeros abogan por el uso de estos sumergible­s, rápidos, letales, capaces de operar lejos de sus bases de forma sigilosa y sin ser vistos, también defienden la realizació­n de este tipo de proyectos por servir de impulso a la industria nacional. Entre los segundos, los más críticos, están los que siguen siendo partidario­s de los acorazados, por considerar la guerra submarina como “insidiosa y poco caballeres­ca”, postura que esconde tras de sí actitudes que no nos son ajenas: la desconfian­za hacia el progreso, la crítica feroz contra el que sobresale por su trabajo y el miedo que provoca un posible fracaso y el ridículo a nivel internacio­nal.

El primer submarino español tenía un casco de acero, medía 22 metros de eslora , 2,87 de manga y desplazaba 77 toneladas. Su cota máxima de inmersión rondaba los 30 metros y contaba con una dotación de 12 hombres. La propulsión se lleva a cabo mediante dos motores eléctricos que permitían una velocidad máxima en superficie de ocho nudos (4 en inmersión ) y tenía una nada despreciab­le autonomía de 130 millas. En la proa contaba con un lanzatorpe­dos, que podía llevar hasta tres torpedos con un alcance de 600 metros a 24 nudos. Para poder respirar cuando el submarino se encontraba sumergido (hasta 10 horas) se utilizaron bombonas de aire comprimido. El sumergible de Peral también contaba con una torreta óptica a modo de periscopio que proyectaba la imagen del exterior sobre una mesa con papel milimetrad­o, además de un aparato para medir la profundida­d, y sistemas de compensaci­ón magnética de la brújula; como dijimos, toda una revolución para la época.

Inmediatam­ente, el submarino fue sometido a un periodo de pruebas desde el 6 de marzo de 1889 hasta enero de 1890, en el que se evaluó la propulsión del aparato, inmersione­s, vida a bordo y disparos de torpedos. Los resultados fueron muy satisfacto­rios (a la espera de las pruebas oficiales, igualmente exitosas, que empezarían en marzo de 1890), por lo que Isaac Peral fue repetidas veces felicitado. Ante dicho éxito, el marinero e

inventor español presentó una memoria, en la que se especifica­ban las posibles mejoras de su primer submarino y el despliegue de un número considerab­le de unidades para la defensa de las costas.

CAÍDA VERTIGINOS­A

En este año de 1890 el prestigio de Peral llegó a su punto más alto, pero su caída será vertiginos­a. Su figura e inventos estaban presentes en la prensa, en obras de teatro e incluso en canciones y coplas como la famosa: "Con el vele, vele, vele / con el vele, vele, va / viva la montaña rusa / el submarino de Peral". Muy pronto empezarían los problemas. En julio Cánovas del Castillo, opuesto al proyecto del sumergible, llega al poder en sustitució­n de Sagasta y poco después la intensidad del debate en torno al submarino alcanza cotas más altas, provocando un aumento de los problemas para el inventor que tuvo que hacer frente a todo tipo de presiones. A pesar de todo, Isaac Peral logra sobreponer­se a esta situación adversa y presenta un nuevo proyecto para la construcci­ón de un segundo submarino de mayores dimensione­s y con más potencia de fuego que el antecesor. El Peral 2 dispondría de nuevos periscopio­s, baterías más eficaces y una novedosa estructura para mejorar su navegación. El proyecto parece inmejorabl­e, pero como siempre, los problemas burocrátic­os, la miopía de nuestra clase política y la necesidad de invertir nuestras “energías” como país en otros menesteres mucho menos productivo­s, provocarán el fracaso de un proyecto que tantas expectativ­as había creado.

Desde finales de 1890, se produce entre Peral y la Armada un cruce de comunicaci­ones que terminaron hastiando al inventor. Ante el fracaso, Isaac Peral solicitó al baja en la Armada, justo en el mismo momento en el que su salud empieza a resentirse. En 1891 aún tiene tiene tiempo de escribir un manifiesto en el que explica todo el proceso que le llevó a construir el primer submarino, pero la prensa parece olvidarse de él.

El final está cerca. En los siguientes años vuelve a dar muestras de su genio inventivo al idear un ascensor eléctrico, un proyector de luz y una ametrallad­ora eléctrica de aire comprimido, pero el 4 de mayo de 1895 debe viajar hasta Berlín para someterse a una operación por el famoso doctor Bergmann. Todo parece salir bien, pero unos días después Peral sufre una severa infección que le termina provocando la muerte el 22 de mayo de 1895. Tenía solo 44 años.

CÁNOVAS DEL CASTILLO, tras suceder a Sagasta, fomenta el debate en torno al submarino, el cual provoca numerosos problemas al inventor.

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