EL DESCUBRIDOR DE OCEANÍA, A EXAMEN
Hace 250 años, James Cook dejó Inglaterra en la primera de las tres expediciones al Océano Pacífico que realizó. Fue un hábil navegante, visitó muchos lugares nuevos para los europeos y sus relatos de viajes fueron ampliamente leídos, y aun hoy continúan siéndolo. Pero en ocasiones su legado se ha puesto en tela de juicio, a pesar de las pruebas. Por ejemplo, Cook se destacó por primera vez como cartógrafo durante la Guerra de los Siete Años, cuando sus detallados gráficos del río San Lorenzo ayudaron a los británicos a realizar un ataque por sorpresa contra el Quebec, que ocupaba el poder francés. A principios de la década de 1760, se le dio un barco y se le asignó la tarea de trazar la isla de Terranova frente a las costas de Canadá.
El mapa que produjo era tan preciso que todavía estaba en uso en el siglo XX. La habilidad de Cook para trazar los mares se convertiría más tarde en una herramienta crucial en su arsenal de explorador. Ganó el mando de su primer viaje alrededor del mundo, en parte porque se podía confiar en él para navegar en territorio desconocido y llevar a casa mapas precisos de las tierras que había descubierto.
En el Pacífico, los isleños continúan recordando los encuentros que ocurrieron, reimaginándolos en obras de arte que reflejan su impacto y por ello el British Museum de Londres le dedica ahora una muestra titulada "Capitán Cook: Perspetivas del Pacífico". A través de artistas contemporáneos del Pacífico, junto con los objetos recopilados en los viajes se ofrece una nueva versión del navegante. Una auténtica joya que podrá visitarse hasta el 4 de agosto.
Desde Nueva Zelanda hasta Vanuatu y desde Australia hasta las islas de Hawai, el legado de Cook sigue sorprendiendo.