DE EXCOLMUGADOS A CATÓLICOS
CUANDO EL 19 DE OCTUBRE DE 1469, ISABEL Y FERNANDO CONTRAÍAN MATRIMONIO EN EL VALLLISOLETANO PALACIO DE LA FAMILIA VIVERO, EN FRÍA CEREMONIA Y CON ESCASOS ASISTENTES, TODOS LOS PRESENTES TENÍAN PLENA CONCIENCIA DE HALLARSE PRESENCIANDO UN ACTO PLENAMENTE ILEGAL. Impulsada por la decidida voluntad de sus partidarios, Isabel contravenía lo pactado con su hermano, el Rey, y se casaba sin informarle previamente. Dado el grado de consanguinidad existente entre los contrayentes era preceptivo contar con una aprobación papal, que lógicamente solo podría obtenerse con el beneplácito documentado de Enrique.
Ignorando el Rey el plan, Paulo II recibió una tosca falsificación en la que se solicitaba su aprobación del matrimonio. Sin embargo, el Pontífice (con mucha razón irritado por el intento de engaño) la negó. Aquello no pareció desanimar a quienes estaban realizando la gran operación de unir a las dos Coronas al precio que fuese. El siguiente intento presentó incluso una mayor gravedad, ya que se utilizó una bula antigua y perteneciente a otras dos personas, en la que los datos de los flamantes novios se habían incluido fraudulentamente. Esto ya vino a colmar la paciencia del Papa y decidió la excomunión de la pertinaz pareja.
Así, aquellos que serian considerados los más esforzados defensores de la fe pasaron a vivir arrojados al seno de la Iglesia, en una unión matrimonial legalmente inexistente. Pocos años más tarde, Alejandro Borja, aquel futuro papa Borgia eficaz agente de los intereses de los Reyes en Roma, conseguía del Papa de turno el levantamiento de la sanción.