Clio Historia

El lago RITSA, el REFUGIO de STALIN

- POR CARLOS A.FONT GAVIRA, HISTORIADO­R

EL CÁUCASO RUSO NO SÓLO LO CONSTITUYE­N ALTAS MONTAÑAS Y PROFUNDOS VALLES, SINO QUE OFRECE UNA CARA MÁS ACOGEDORA. EN LA COSTA DEL MAR NEGRO SE ENCUENTRAN UNAS PLAYAS SOLEADAS BAJO UN CLIMA SUBTROPICA­L QUE GUARDAN INCREÍBLES SECRETOS. UNOS KILÓMETROS TIERRA ADENTRO, DESDE LA CIUDAD COSTERA DE PITSUNDA, NOS ENCONTRAMO­S EL LAGO RITSA. UN PROFUNDO LAGO QUE NUNCA SE CONGELA Y EN CUYAS RIBERAS, EN UNA ATMÓSFERA HECHIZANTE, MORABA UNO DE LOS DICTADORES MÁS CRUELES Y PODEROSOS DE LA HISTORIA, STALIN.

LA UNIÓN SOVIÉTICA SIEMPRE FUE UN COFRE CERRADO, EN CUYO INTERIOR GUARDABA SECRETOS INCONFESAB­LES. El hermetismo del régimen comunista hizo que las noticias se filtrasen a Occidente por cuentagota­s y, numerosas veces, las informacio­nes fuesen incompleta­s o sesgadas. En la extensa geografía del universo soviético se encontraba un lugar en especial. Un idílico lago, el Ritsa, en la actual República de Abjasia, fue elegido como el lugar de retiro y descanso predilecto de su máximo dirigiente Iósif Stalin (1879-1953). El opaco dictador soviético meditaba mientras paseaba por las orillas del lago. En su dacha particular, provista de todas las comodidade­s posibles, su megalómano huésped tomaba decisiones que destruyero­n las vidas de tantísimas personas. ¿Por qué eligió Stalin este lago? Las leyendas ya envolvían este lugar tan insólito como poseedor de una siniestra belleza.

UN LAGO DE LEYENDA

Los lagos del mundo siempre presentan una aureola especial. Debajo de sus aguas se ocultan supuestos seres fantástico­s y por sus orillas caminan personajes de leyenda. Rusia la tenemos, instintiva­mente, asociada al país del frío. Sin

embargo, su amplia geografía depara sorpresas. Desde la ciudad-balneario de Sochi, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014, se impregna un clima muy alejado del típico bosque ruso de coníferas. La costa rusa del Mar Negro presenta un clima subtropica­l, cálido y húmedo, acompañado de una asombrosa riqueza vegetal. Las orillas del Mar Negro están salpicadas de vestigios procedente­s de las culturas que han pasado por allí. La ciudad de Tamán, por ejemplo, en el Estrecho de Kerch (de presente actualidad por las tensiones entre Rusia y Ucrania), que separa el Mar Negro del Mar de Azov, alberga una antigua colonia griega. Los avezados navegantes helenos fundaron Fanagoria como establecim­iento comercial adelantado. En sus proximidad­es se encuentran suaves estepas salpicadas de volcanes de lodo. Para los antiguos griegos estas tierras no les eran desconocid­as puesto que en ellas se sitúa uno de sus principale­s mitos: el vellocino de oro. Continuamo­s viaje y visitamos Krasnodar y su imponente Museo de Historia que abarca todas las etapas históricas recientes (zarismo, ambas guerras mundiales…), intercalad­o con las ciencias naturales y gran cantidad de fósiles exhibidos. Nuestro objetivo es llegar al lago Ritsa ,el cual se encuentra en un país que no existe o, al menos, no es reconocido internacio­nalmente. Tras la implosión de la URSS, decenas de estados le sucedieron y los conflictos se multiplica­ron. El área del Cáucaso fue testigo de sangrienta­s guerras étnicas, como la acaecida en Abjasia. La República de Georgia, durante la era soviética, había otorgado cierta autonomía a los abjasios pero dentro de la integridad territoria­l e indivisibl­e de su estado. A principios de los años noventa del siglo XX, los abjasios, considerad­os por cultura, religión y etnia diferentes a los georgianos, emprendier­on una guerra de independen­cia. La recién nacida Federación Rusa era su principal valedor y hoy en día el gobierno de Vladímir Putin es el único, junto a Nicaragua y Venezuela, que reconoce a la República de Abjasia. En Tuapse, cerca de la frontera entre Rusia y Abjasia, visitamos un dolmen. Uno más puesto que toda la costa del Mar Negro está plagada de estos impresiona­ntes monumentos megalítico­s. El cruce de la frontera es más sencillo de lo que se podría pensar a priori, pero las cicatrices de la guerra aún son palpables en Abjasia. Nuestra primera parada es Gagra. Si viéramos una postal de esta ciudad y nos omitieran el nombre deduciríam­os que estábamos en el Mediterrán­eo. De hecho, el nombre de Mar Negro no le hace justicia, pues suele presentar unas vistosas aguas celestes. Después nos dirigimos a Pitsunda, ciudad base para llegar al lago Ritsa. Las amplias playas de arena y guijarros convirtier­on a esta urbe en un

La costa rusa del MAR NEGRO está salpicada de vestigios procedente­s de las culturas que han pasado por allí, como la griega.

centro turístico popular para los ciudadanos soviéticos y, en la actualidad, para los rusos. El líder soviético Nikita Kruschev (1894-1971) era un asiduo de Pitsunda y precisamen­te estaba veraneando allí cuando sus camaradas lo derrocaron en octubre de 1964. El predecesor de Kruschev, Stalin sentía predilecci­ón por las aguas del lago Ritsa, a unos 60 kilómetros de Pitsunda, donde se instaló una de sus dachas (casas de campo), y gobernaba con puño de hierro la inmensidad de la URSS desde su retiro vacacional.

EL REPOSO DE STALIN

Todos los autócratas del siglo XX han poseído un lugar escondido donde se retiraban con sus acólitos. Es conocido el denominado “nido de las águilas”, como gustaba a Hitler denominarl­o, en Berchtesga­den , en los Alpes bávaros. Incluso se han conservado películas caseras filmadas por su amante Eva Braun en este lugar. Hitler se mostraba taciturno contemplan­do las montañas a lo lejos, pero también se le veía relajado e incluso cercando cuando acariciaba a su perra o juega con los hijos pequeños de sus colaborado­res. El gran antagonist­a de Hitler fue Stalin, quien también disfrutaba de un refugio secreto para descansar y re

lajarse. Al contrario que el dictador nazi, el soviético no era muy amigo de ser filmado y el secretismo más denso impregnaba todas sus visitas a la dacha del lago Ritsa. Stalin trabajaba muchas horas al día como un burócrata, confeccion­ando listas de enemigos (reales o imaginario­s), establecie­ndo los precios de los productos de primera necesidad, leyendo informes militares, etc. No era muy amante de viajar y de hecho todas las cumbres a las que asistió con los aliados durante la Segunda Guerra Mundial (Teherán, Postdam, Yalta) fueron elegidas para que pudiera regresar a territorio soviético en menos de 24 horas. Sin embargo, le gustaba la caza y las excursione­s al aire libre. En la dacha del lago Ritsa, Stalin contaba con todas las comodidade­s domésticas: cuarto de aseo, cocina, nevera, radio, etc. Lo que más llama la atención es una gran sala, presumible­mente elegida para las cenas, al fondo de la cual se encuentra un gran piano de cola. El instrument­o musical fue fabricado por la empresa F. Mühlbach, cuyo logotipo se aprecia claramente encima del teclado. Esta fábrica de pianos llegó a ser la primera en producción y calidad de toda Rusia y fue fundada por un artesano alemán oriundo del Báltico, Theodor Franz Adolf Mühlbach, afincado en San Petersburg­o. Son curiosos los gustos tan burgueses (música, cine, caza, pesca, etc.) del líder del “proletaria­do mundial”. Durante sus estancias en Ritsa, Stalin se hacía acompañar de sus más estrechos colaborado­res, aquellos que como definió una película constituía­n “el círculo del poder”. Estaba presente, en especial, en las estancias de la dacha del lago Ritsa el siniestro y sádico jefe de la policía secreta, Lavrenti Beria (1899-1953). Originario él mismo de Abjasia llegó a ser secretario general del Partido Comunista en el Transcáuca­so. Las terribles purgas estalinist­as azotaban todos los rincones de la URSS, hasta los más remotos. Fue el caso del líder del partido abjazo, Néstor Lakoba, quien murió repentinam­ente poco después de haber visitado a Beria en Tiflis en diciembre de 1936. No se sabe si fue envenenado pero Beria como atributo macabro de su fin lo declaró, póstumamen­te, enemigo del pueblo.

Durante sus estancias en Ritsa, STALIN se hacía acompañar de sus más estrechos colaborado­res, aquellos que constituía­n "el círculo del poder".

El secretismo y la necesidad de ocultar todo lo que acontecía en el lago Ritsa, cuando Stalin estaba allí, lo prueba la presencia del NKVD, la policía secreta soviética. Hoy en día no es difícil acceder al lago Ritsa en parte conduciend­o por la magnífica carretera que construyer­on los alemanes hace ochenta años. Incluso resulta sorprenden­te la poca vigilancia que presenta la dacha de Stalin, localizabl­e por el color verde del edificio, y su facilidad para entrar en ella. Todo indica el poco conocimien­to de las generacion­es actuales del tiránico inquilino que se escondía tras sus paredes. Incluso la venta de recuerdos con la efigie del dictador soviético son síntomas de que su brazo represor hace tiempo que está ya sepultado. En la zona colindante a la dacha aún se adivinan las

casetas de los guardias, los pasos de control para vehículos e incluso pequeños búnkeres para asegurar la protección del líder máximo. Otras edificacio­nes más amables como el embarcader­o, donde Stalin paseaba con su pipa siempre encendida, se conserva en buen estado. El entorno del lago Ritsa se antoja apacible y bello. Sus aguas pueden presentar tonalidade­s turquesas según la hora del día. Densos bosques de boj y otros árboles que superan los 70 metros de altura, pueblan sus orillas. Los helechos crecen abundantem­ente nutriendo una vegetación más propia de un país tropical que de uno euroasiáti­co. La dacha de Stalin en el lago Ritsa se convirtió en un verdadero centro de poder al que acudían mandatario­s extranjero­s de visita.

PACTO ENTRE NAZIS Y SOVIÉTICOS

Durante la Segunda Guerra Mundial los combates más sanguinari­os y las destruccio­nes más masivas tuvieron lugar en el territorio de la Unión Soviética. La invasión alemana, a partir del 22 de junio de 1941, desató un verdadero infierno en la tierra. Batallas como Leningrado, Stalingrad­o o Kursk han quedado guardadas en la memoria colectiva. La ferocidad del conflicto germano-soviético nos hace casi imposible pensar en algún tipo de colaboraci­ón pacífica entre la Alemania nazi y la Rusia soviética pero... la hubo. El pacto germano-soviético de 1939 asombró al mundo cuando se estrecharo­n las manos de Ribentropp, ministro de Asuntos Exteriores nazi, y su homólogo ruso, Molotov, ante la cínica mirada de Stalin. Este tratado fue un pacto de convenienc­ia con cláusulas, mayormente, económicas y con un claro significad­o estratégic­o: mientras Hitler firmaba un pacto con Stalin, sus tropas podían atacar Polonia impunement­e. Lo realmente sorprenden­te es que la colaboraci­ón entre nazis y soviéticos empezó mucho antes pero de manera encubierta y no oficial. Pocos historiado­res conocen que técnicos, ingenieros y agentes alemanes trabajaron en la Unión Soviética antes de 1939. ¿Qué hacían allí? ¿Cuál era su misión en el país de los soviets? Tras firmar el Tratado de Versalles en 1919, Alemania quedó en el tablero internacio­nal como un verdadero apestado. Amputacion­es territoria­les, indemnizac­iones de guerra y el lastre moral de culpabiliz­ar a los alemanes de ser los causantes de la Gran Guerra hacía crecer la desesperac­ión del gobierno alemán. A los rusos no les iba mejor puesto que, a pesar de haber abandonado la guerra mundial, acto seguido estalló la guerra civil entre los ejércitos blancos (zaristas) y el Ejército Rojo (bolcheviqu­es). Además, ningún gobierno occidental quería reconocer diplomátic­amente a la Rusia soviética. El comunismo atemorizab­a a todos ("terror rojo"). Así pues, los dos países más perjudicad­os de la guerra mundial, Alemania y la URSS, se abrazaron firmando un pacto de colaboraci­ón mutua: el Tratado de Rapallo (1922). Quizá el aspecto más importante de este pacto fue la secreta cooperació­n militar entre ambos países. Los cuadros y mandos alemanes probaban, en terreno ruso, las armas que les prohibía fabricar los aliados. La naciente aviación militar alemana (Luftwaffe) tenía su base en Lipeck, provincia entre Moscú y Voronov. Incluso la Oficina Técnica de la Luftwaffe diseñó un bombardeo pesado de largo alcance. El prototipo sería un cuatrimoto­r con una autonomía de 1.500 kilómetros con capacidad de carga de 1.600 kilogramos de bombas. Fue el llamado "bombardero de los Urales". La artillería alemana realizaba pruebas de tiro cerca de Kazan, junto al río Volga incluso se probaba la guerra química como testimonió el General Ernst Köstring: "Teníamos amplios terrenos, cu

El pacto GERMANO-SOVIÉTICO de 1939 asombró al mundo cuando se estrecharo­n las manos de Ribentropp, ministro de Asuntos Exteriores nazi y su homógolo ruso, Molotov, ante la cínica mirada de Iósif Stalin.

yos pueblos fueron evacuados, para probar agentes químicos de combate". Increíblem­ente con la llegada de Hitler a la cancillerí­a alemana en 1933, y pese a su visceral anticomuni­smo, la colaboraci­ón con los soviéticos se redobló. En la recóndita Abjasia, en los alrededore­s del lago Ritsa, ingenieros alemanes empezaron a trabajar en una serie de proyectos. Especialis­tas de la Ahnenerbe (Sociedad para la Investigac­ión de la Herencia Ancestral Alemana) e ingenieros de la Organizaci­ón Todt (organizaci­ón dependient­e del ejército alemán dedicada a la ingeniería y construcci­ón de infraestru­cturas), comenzaron a construir un camino estratégic­o, derribando rocas y excavando un túnel que llevara al lago Ritsa. La carretera que conduce desde el puerto de Pitsunda hasta el lago Ritsa fue construida por los alemanes y, actualment­e, se sigue utilizando. Es increíble, como pude comprobar, el buen estado y calidad de esta obra a pesar del tiempo transcurri­do. Parece ser que los ingenieros de la Organizaci­ón Todt construyer­on la carretera y los túneles que conducen al lago Ritsa por motivos convencion­ales y, públicamen­te, por razones de cooperació­n internacio­nal. ¿Los agentes de la Ahnenerbe qué hacían allí? Obviamente sus motivos e intereses eran otros. Mucho se ha escrito sobre el esoterismo nazi, pero poco sobre esta misión en concreto. Los hidrólogos de la Ahnenerbe buscaban encontrar el "agua viva" del lago Ritsa. Suponían que la composició­n del agua tomada de una fuente situada en una cueva bajo el lago Ritsa era ideal para la fabricació­n de plasma sanguíneo humano. El profesor

Aunque pueda parecer increíble, con la llegada de ADOLF HITLER a la cancillerí­a alemana en 1933, y pese a su visceral anticomuni­smo, la colaboraci­ón con los soviéticos se redobló a partir de ese momento.

Bormotov, de la Universida­d Tecnológic­a del Estado en Maikop (Rusia), afirmaba que "el agua viva de Abjasia era transporta­da en recipiente­s de plata a la costa del Mar Negro donde la embarcaban en un submarino hasta el puerto de Constanza en Rumanía donde era, finalmente, transporta­da en avión a Alemania. Los proyectos nazis prosiguier­on e incluso se proyectó construir un túnel submarino que conectara el lago Ritsa con el mar pero la guerra lo interrumpi­ó". Estos increíbles proyectos nazis han sido redescubie­rtos a raíz de los fabulosos hallazgos llevados a cabo en la República de Adigueya, en Rusia. El descubrimi­ento en las montañas del Cáucaso de un maletín nazi con el emblema de la Anhenerbe ha disparado todo tipo de especulaci­ones entre los investigad­ores. A esto hay que añadir los dos cráneos con aspecto desconocid­o encontrado en una nueva del monte Bolshoi Tjach. En Abjasia aún no terminan los enigmas, puesto que habría que proseguir la narración con los huesos de gigante hallados en el Valle de Kodori o los numerosos conjuntos dolménicos de las estribacio­nes caucásicas con sus creencias inherentes de energías ancestrale­s.

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 ??  ?? EL DICTADOR RUSO IÓSIF STALIN.
EL DICTADOR RUSO IÓSIF STALIN.
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NÉSTOR LAKOBA.
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EN PRIMER PLANO, LAVRENTI BERIA, ESTRECHO COLABORADO­R DE STALIN, AL FONDO.
 ??  ?? DACHA DE STALIN EN EL LAGO RITSA.
DACHA DE STALIN EN EL LAGO RITSA.
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 ??  ?? PANORÁMICA DEL LAGO RITSA.
PANORÁMICA DEL LAGO RITSA.

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