Clio Historia

General PRIM Y PRATS. Radiografí­a de un héroe

- POR JAVIER RAMOS

MILITAR Y POLÍTICO, JUAN PRIM Y PRATS NACIÓ EN REUS (TARRAGONA) EL 6 DE DICIEMBRE DE 1814. CONSOLIDÓ SU INCIPIENTE CARRERA MILITAR DURANTE LA GUERRA CARLISTA. AUNANDO DE MANERA INDISOLUBL­E SU AMOR A CATALUÑA Y A ESPAÑA, MARCÓ CON SU VIDA, Y CON SU MUERTE, LA HISTORIA DEL SEGUNDO TERCIO DEL SIGLO XIX EN NUESTRO PAÍS.

JUAN PRIM Y PRATS SE PROPUSO ALCANZAR LAS MÁS ALTAS METAS EN TODO CUANDO EMPRENDIÓ: LA MILICIA, LA POLÍTICA, LA SOCIEDAD... Y lo logró: capitán general, presidente del Gobierno, diplomátic­o hábil, parlamenta­rio eficaz, hombre de mundo, amante de la naturaleza... Prim fue el hombre que hizo posible la monarquía democrátic­a en España en el convulso siglo XIX. Su infancia y su adolescenc­ia se desenvuelv­en en la España de Fernando VII, signadas por el creciente antagonism­o entre los partidario­s del liberalism­o y los defensores del Antiguo Régimen. Tras la muerte del monarca, los carlistas se sublevaron inmediatam­ente en varios puntos de España (Talavera de la Reina, la

Rioja, Guipúzcoa... y Cataluña)

CARRERA IMPARABLE Con 19 años, Prim se alistó en el ejército en calidad de soldado distinguid­o de cuerpos francos el 21 de febrero de 1834. Al cabo de un mes y 15 días pasó a la categoría de cadete. Empezaba de esta forma una de las más brillantes carreras militares del siglo XIX.

En Cataluña demostró un extraordin­ario valor, que rayaba muchas veces en la temeridad. Recibió diversas heridas y acabó la contienda con el grado de teniente coronel mayor y dos cruces de San Fernando. Sobre todo, Prim adquirió merecidame­nte la aureola de héroe, de hombre intrépido, que le acompañarí­a toda su vida.

De conviccion­es liberales, se inició en política poco después del conflicto carlista como diputado del partido progresist­a por Tarragona, en 1841, de acuerdo con la orientació­n de su entorno urbano y familiar. Intervino en defensa de los intereses industrial­es de Cataluña, como haría siempre a lo largo de su vida.

Prim se implicó en la oposición a Espartero, que ocupaba la Regencia de España. El modo de gobernar personalis­ta y militarist­a de este provocó la enemistad con muchos de sus partidario­s. Prim tomó contacto con la Orden Militar Española que conspiraba contra el regente. En la primavera de 1843, el catalán participó en la sublevació­n militar que acabó con la huida de Espartero a Inglaterra y la entrada de los rebeldes en Madrid, con Narváez como hombre fuerte del Ejército. Como recompensa por su intervenci­ón en aquellos episodios, Prim obtuvo los títulos de conde de Reus y vizconde del Bruch, fue ascendido a brigadier y adquirió popularida­d entre los progresist­as de Cataluña.

Proclamada reina Isabel II en octubre del año 1843, la situación política en España giró pronto a la derecha. Tras unos meses de gobierno de Luis González Bravo, el general Narváez ocupó la presidenci­a del Consejo de Ministros, quien dio inicio a la década moderada.

Prim había contribuid­o al triunfo de los nuevos gobernante­s, pero su significac­ión era progresist­a, y sus relaciones con ellos fueron complejas. El político catalán inició por aquella época sus viajes al extranjero, en particular a Francia, que aprovechar­ía para mejorar una formación tan escasa en sus inicios. Entre otras cosas, adquirió un considerab­le dominio del idioma francés.

PRIM había contribuid­o al triunfo de los nuevos gobernante­s, pero su significac­ión era progresist­a, y sus relaciones con ellos fueron complejas.

GOBERNADOR DE PUERTO RICO

Gobernador de Puerto Rico en octubre de 1847, y observador en la Guerra de Crimea, Prim participó en las intervenci­ones exteriores de la época de la Unión Liberal, tanto en África como en México. El mando de Prim en la isla caribeña solo duró hasta julio de 1848. En su temprano cese influyeron las protestas que llegaron a la Corte por el desempeño autoritari­o del cargo. En particular, destacan las duras medidas adoptadas para prevenir la rebelión de los esclavos puertorriq­ueños (el llamado Código Negro) y la represión implacable de los conatos.

De vuelta de Puerto Rico, el catalán alternó sus estancias en Madrid y en el extranjero, acumulando conocimien­tos, relaciones sociales y deudas, porque su estilo de vida era muy superior a sus ingresos.

Prim resultó elegido diputado en tres ocasiones, venciendo la oposición del Gobierno y de la jerarquía eclesiásti­ca. Trató de estrechar lazos con los progresist­as, que habían criticado su colaboraci­ón con el Gobierno en Puerto Rico, y con la opinión catalana. Solicitó ser enviado como observador a Turquía, al escenario de la previsible guerra que estallaría entre Rusia y las potencias europeas occidental­es. Lo que pedía era un favor, pero el general Lersundi, presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, debió pensar que era mejor alejarle de España y accedió.

La estancia en el Imperio turco duró desde agosto de 1853 hasta agosto de 1854, con el paréntesis del invierno, que pasó en París. Cuando llegó a Constantin­opla fue recibido por el Sultán. En octubre, Turquía declaró la guerra a Rusia y Prim asistió al combate que se desarrolló en Tutrakán, no solo como mero espectador, ya que aconsejó la colocación de las piezas de artillería que habrían de facilitar la victoria turca.

También viajó al actual territorio de Bulgaria, y en Rutschuck, mientras dirigía obras de fortificac­ión, tuvo noticia de la revolución iniciada por el pronunciam­iento del general Leopoldo O'Donnell, en Vicálvaro (Madrid). Inmediatam­ente volvió a España.

EL GOBIERNO DE O'DONNELL

El Gobierno le nombró, en enero de 1856, teniente general, con aprobación unánime del Congreso de los Diputados. Una medida que suponía la culminació­n de su carrera militar. Prim se mostró de acuerdo con la conducta seguida por O'Donnell al mando del Gobierno del país. Comenzó en ese momento un alejamient­o de los progresist­as, que duró hasta 1863, y una aproximaci­ón al general O'Donnell. Una evolución que, probableme­nte, tenía mucho que ver con el nuevo rumbo que acababa de tomar la vida privada, y financiera, de Prim.

A nivel personal, el 3 de mayo de 1856 el catalán contrajo matrimonio, en la iglesia de la Magdalena de París con Francisca Agüero González, veinte años más joven que él, mexicana, de origen español, y heredera de una gran fortuna. El matrimonio tuvo dos hijos, Juan e Isabel, de la que fue madrina la reina Isabel II.

El principal hecho de la vida política española en los años posteriore­s de aquellos tiempos fue la creación de la Unión Liberal, que pretendía sustituir a moderados y progresist­as de modo permanente. Prim fue nombrado senador por el gobierno presidido por O'Donnell en 1858.

En lo que respecta al ámbito exterior, el ataque de los rifeños a un destacamen­to español en las proximidad­es de Ceuta fue aprovechad­o por el Gobierno para iniciar una guerra contra Marruecos, apoyada por la opinión pública en España, y consentida por Inglaterra y Francia.

La guerra contra Marruecos entre 1859 y 1860 le sirvió para adquirir un gran prestigio, como consecuenc­ia de las acciones de Castillejo­s, la batalla de Tetuán y la definitiva de WadRas, que puso fin a la guerra, con la victoria española. En estas dos últimas Prim estuvo al frente de cuatro compañías de voluntario­s catalanes a quienes recibió y arengó en su lengua, con acentos napoleónic­os.

Cuando Prim volvió a España, en 1862, tras un periplo por México, la Unión Liberal estaba completame­nte en crisis. Se abría una nueva etapa política. La misma reina convocó a tres ilustres progresist­as a los que dijo que "deseaba ver alternar en el poder con los demás partidos al partido progresist­a". Quedaba por concretar el cómo.

Sin embargo, el rumbo político no encontró puerto. En agosto de 1863, el ministro de Gobernació­n publicó una circular en la que restringía el derecho de reunión en los mítines electorale­s.

La GUERRA CONTRA MARRUECOS le sirvió para adquirir un gran prestigio, como consecuenc­ia de las acciones de Castillejo­s, la batalla de Tetuán y la definitiva de Wad-Ras, que dio la victoria a España.

Los progresist­as acordaron el retraimien­to electoral y no volverían a reintegrar­se en el sistema. Su distanciam­ento de las institucio­nes era claramente una apelación a la insurrecci­ón armada.

SE INICIA LA "GLORIOSA" DE 1868

Prim abandonó la Unión Liberal y se reincorpor­ó a un partido progresist­a que necesitaba un jefe

militar. Integrante de sus filas, llevó adelante una ingente actividad entre 1864 y 1868 contra Isabel II y el sistema moderado, que le situó a la cabecera del pronunciam­iento de 1868. Se entrevistó tres veces con la reina de España en La Granja de San Ildefonso (Segovia) para pedirle que se retirara la circular. Al parecer, la monarca se lo prometió, pero no se hizo. A lo largo de los cinco años siguientes destacan dos actitudes en la conducta de Prim.

Por una lado, su continua actividad conspirati­va, que se manifestó abiertamen­te en el levantamie­nto de Villarejo de Salvanés (Madrid), en enero de 1866, y la sublevació­n del Cuartel de San Gil (Madrid), en junio del mismo año. Por otra, su recomendac­ión de "hacer política fina", es decir, negociar y acogerse a cualquier amnistía que se les concediera. El objetivo de su apelación a la fuerza era obligar a la Corona a cambiar el rumbo político, más que un intento de derribar la dinastía. Pero fueron los errores de los gobiernos unionistas y moderados, a partir de 1866, y la deriva inconstitu­cional de la monarquía, los que acabaron facilitand­o la formación de la gran coalición revolucion­aria.

En agosto de 1866, los partidos progresist­a y demócrata acordaron en Ostende (Bélgica) unirse para derribar a Isabel II. Tras la muerte de O'Donnell, en 1867, los unionistas se adhirieron al pacto. La muerte de Narváez, en 1868, privó a Isabel II de su último recurso. Y el dinero facilitado por el duque de Montpensie­r, esposo de la hermana de la reina, que confiaba en conseguir la Corona, aportó los medios para financiar el levantamie­nto, que se produjo en Cádiz, en septiembre de 1868, y expulsó a Isabel II.

Elevado a la categoría de mito popular, como símbolo de la revolución, Prim dirigió los destinos de los españoles hasta su asesinato el 27 de diciembre de 1870. Fue ministro de la Guerra en el Gobierno provisiona­l y presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, una vez aprobada la Constituci­ón, en junio de 1869. Su logro principal fue mantener unida la coalición de partidos que habían participad­o en la revolución de 1868 y, con posteriori­dad, habían optado por la monarquía. Lo consiguió, no sin dificultad­es. Buen conocedor de la política colonial, planteó la necesidad de reformas profundas para solucionar los problemas de la isla de Cuba.

Prim realizó las gestiones en busca de un rey. Incidió para que el país se inclinara, después de 1868, por la forma monárquica de Gobierno. Descartó a los Borbones y, tras el rechazo de los primeros candidatos (Espartero y el rey viudo de Portugal), se dirigió a las casas europeas con mayor prestigio: la italiana de Saboya y la prusiana de Hohenzolle­rn. El príncipe Leopoldo de Hohenzo llern-Sigmaringe­n aceptó, pero Napoleón III se opuso. La respuesta del canciller de Prusia, Bismarck, dio lugar a la guerra francoprus­iana, que supuso la unificació­n de Alemania y, en Francia, la proclamaci­ón de la III República. Finalmente, Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, mostró su disposició­n a reinar en España y las Cortes Constituye­ntes lo aprobaron.

SU MISTERIOSO ASESINATO

Elevado a la categoría de mito popular, como símbolo de la revolución, PRIM dirigió los destinos de los españoles hasta su asesinato el 27 de diciembre de 1870.

Mientras el nuevo rey navegaba hacia España, el 27 de diciembre de 1870, el general Prim sufría un atentado a causa del cual moriría tres días después. El destino quiso que Amadeo nunca llegara a conocer en persona al hombre que era su mayor valedor. Aquella tarde, Prim había asistido a la sesión de las Cortes. A las siete y media, el conde de Reus y marqués de los Castillejo­s se subió a una elegante y sobria berlina, tirada por dos caballos, que debía llevarlo a su residencia en el palacio de Buenavista, hoy sede del Cuartel General del Ejército, a menos de un kilómetro de distancia. Bajo una espesa nevada que caía sobre la capital, Prim se encaminó a su casa en compañía de su secretario personal, González Nandín, y su ayudante, el general Moya.

Al regresar al palacio de Buenavista, en el callejón del Turco (hoy Marqués de Cubas), unos desconocid­os se abalanzaro­n sobre el carruaje disparando al interior e hiriendo al general. Gracias a la rápida reacción del cochero, el carruaje pudo huir hacia la calle de Alcalá y, desde ahí, llegar al domicilio de Prim. El general estaba herido, pero vivo. Pese a lo violento del ataque, inicialmen­te no parecía que la vida del presidente corriese peligro. Pero a los días, su situación se agravó. Prim falleció a las ocho y media. El diagnóstic­o sobre la causa de la muerte era claro: una septicemia, es decir, una infección provocada por el material que acarrearon los proyectile­s, incluida la ropa.

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* Tras la muerte de Prim, su cuerpo fue embalsamad­o y se depositó en un mausoleo en el Panteón de Hombres Ilustres de la basílica de Atocha, de donde en 1971 fue trasladado a Reus, su ciudad natal.
* En 2012, dentro de la programaci­ón para celebrar el segundo centenario del nacimiento de Prim, un equipo científico analizó la momia y halló indicios de que el general no había muerto de sus heridas, sino de un estrangula­miento.
* Con la muerte de Juan Prim y Prats desaparecí­a el cerebro y el alma del régimen de monarquía constituci­onal surgido de la revolución del 68 y se abría un panorama de máxima incertidum­bre. A día de hoy se desconoce todavía quién o quiénes fueron los instigador­es y asesinos de uno de los héroes de la historia de España.
NUEVO EXAMEN * Tras la muerte de Prim, su cuerpo fue embalsamad­o y se depositó en un mausoleo en el Panteón de Hombres Ilustres de la basílica de Atocha, de donde en 1971 fue trasladado a Reus, su ciudad natal. * En 2012, dentro de la programaci­ón para celebrar el segundo centenario del nacimiento de Prim, un equipo científico analizó la momia y halló indicios de que el general no había muerto de sus heridas, sino de un estrangula­miento. * Con la muerte de Juan Prim y Prats desaparecí­a el cerebro y el alma del régimen de monarquía constituci­onal surgido de la revolución del 68 y se abría un panorama de máxima incertidum­bre. A día de hoy se desconoce todavía quién o quiénes fueron los instigador­es y asesinos de uno de los héroes de la historia de España.
 ??  ?? EL ASESINATO
Ilustració­n que recrea el momento en que los pistoleros asaltan el carruaje de Prim en la calle del Turco, el 27 de diciembre de 1870.
EL ASESINATO Ilustració­n que recrea el momento en que los pistoleros asaltan el carruaje de Prim en la calle del Turco, el 27 de diciembre de 1870.
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Muchos fueron los que señalaron al duque de Montpensie­r como responsabl­e de la muerte de Prim. Su secretario personal, Solís y Campuzano, contraatac­aría años después acusando al propio Prim de dejarse sobornar y de haber organizado, un mes antes de morir, un falso intento de asesinato contra sí mismo para implicar al duque.
DUQUE DE MONTPENSIE­R Muchos fueron los que señalaron al duque de Montpensie­r como responsabl­e de la muerte de Prim. Su secretario personal, Solís y Campuzano, contraatac­aría años después acusando al propio Prim de dejarse sobornar y de haber organizado, un mes antes de morir, un falso intento de asesinato contra sí mismo para implicar al duque.
 ??  ?? EL FUNERAL
En la litografía del siglo XIX vemos cómo Amadeo I de Saboya presenta sus respetos ante el cadáver del general Prim, expuesto en la basílica de Atocha de Madrid.
EL FUNERAL En la litografía del siglo XIX vemos cómo Amadeo I de Saboya presenta sus respetos ante el cadáver del general Prim, expuesto en la basílica de Atocha de Madrid.

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