Clio Historia

MITOLOGÍA: El oro del REY MIDAS

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA, COAUTOR DE “EL ENIGMA TARTESSOS” (EDITORIAL ACTAS)

LA HISTORIA Y LA LEYENDA SE ENTREMEZCL­AN CONSTANTEM­ENTE A LO LARGO DE LOS SIGLOS. LA MITOLOGÍA NOS RELATA ASÍ LA HISTORIA DEL REY MIDAS, QUE GOBERNÓ SOBRE LA ANTIGUA FRIGIA. ESTE DISFRUTABA DE LAS RIQUEZAS DE SU REINO TANTO QUE ACEPTÓ EL FAVOR DEL DIOS DIONISOS EL CUAL LE PERMITÍA CONVERTIR EN ORO TODO AQUELLO QUE TOCABA. PRONTO EL DON SE CONVIRTIÓ EN MALDICIÓN.

MIDAS ERA HIJO DEL REY GORDIAS DE FRIGIA, UN PAÍS SITUADO EN EL CORAZÓN DE LA PENÍNSULA DE ANATOLIA. Cuenta la leyenda que el padre de Midas fue quien ató el nudo gordiano, ya que cuando los habitantes de Frigia necesitaro­n un nuevo soberano decidieron consultar al oráculo y este les respondió que el nuevo rey sería aquel que lograse entrar por la Puerta del Este montado sobre su carro y acompañado de un cuervo. Al final, el que cumplió todas las condicione­s fue Gordías, un humilde labrador que terminó siendo monarca de un reino extremadam­ente rico.

EL NUDO GORDIANO

En los campos de Frigia los animales crecían sanos y robustos, los árboles estaban siempre cargados de frutos y las flores desprendía­n un olor embriagado­r. Como agradecimi­ento por la suerte que le había deparado el destino, Gordias ofreció al templo de Zeus su carro, atando la lanza y el yugo con unos nudos, cuyos cabos se escondían en su interior. El nudo era tan complejo que nadie podía desatarlo, por lo que empezó a propagarse una nueva leyenda: aquel que consiguies­e desatar el nudo gordiano conseguirí­a conquistar Oriente. Muchos siglos después, Alejandro Magno tomó Frigia y haciendo gala de su ingenio decidió superar el reto pero cortando el nudo con su espada, puesto que, para él, lo mismo era cortarlo que desatarlo.

Tras la muerte soberano frigio, Midas comenzó a reinar, pero, al vivir en una tierra bendecida por los dioses, decidió abandonar sus responsabi­lidades de gobierno y disfrutar, de la mejor forma posible, de la magnífica herencia recibida.

Midas pasaba el día caminando por los campos, deleitándo­se con los espectacul­ares paisajes de su tierra. No en vano, su amor por las cosas hermosas le llevó a plantar un millar de rosales en su jardín de palacio, en donde pasaba largas horas gozando del olor de las flores. Todo parecía ir bien, pero muy pronto su suerte empezó a cambiar. Sucedió que un día Dionisos pasó, acompañado por su séquito, por el reino de Frigia. Como venía siendo habitual el dios del vino y sus acompañant­es habían bebido algo de más de la cuenta, por lo que uno de

Tras la murte de Gordias, MIDAS comenzó a reinar, pero al vivir en una tierra bendecida por los dioses, decidió abandonar sus responsabi­lidades de gobierno y disfrutar de su magnífica herencia.

ellos, el sátiro Sileno, terminó “durmiendo la mona” en el mismo jardín del rey Midas. Según cuentan los mitos, Sileno destacaba por sus excesos con el alcohol, hasta tal que punto que habitualme­nte otros sátiros se veían obligados a sostenerlo en pie e incluso era llevado en burro para no perder la compañía del dios del vino.

LA MALDICIÓN DE DIONISOS

Al menos, cuando estaba totalmente ebrio, Sileno poseía el don de la profecía aunque, en estas circunstan­cias, eran pocos los que le tenían en considerac­ión. El caso es que a la mañana siguiente, uno de los jardineros lo encontró bajo un rosal y llevó a Sileno ante su rey, quien no dudó en tratar a tan peculiar personaje con una exquisita amabilidad. Después de diez días disfrutand­o de las delicias del palacio, el sátiro se reencontró de nuevo con Dionisos y le informó sobre los cuidados que había recibido del rey. Satisfecho, el dios del vino decidió premiar a Midas, y por eso, ese mismo día, acudió en su busca y le dio la gran noticia. “Has sido justo con mi compañero. Le has invitado a magníficos banquetes, le has dejado dormir en la mejor cama de palacio y has puesto a su disposició­n a tus más leales sirvientes; por todo ello te concedo un don. ¿Qué es lo que más deseas?”, le preguntó Dionisos al monarca.

Midas no cabía en sí de gozo. Él era un hombre destinado a ser rico y poderoso. Tenía casi todo lo que uno podía desear en la vida pero, como otros muchos que raras veces encuentran la felicidad al ser incapaces de valorar lo que tienen, su ambición terminó llevándole hasta la perdición. Después mucho pensarlo, el rey frigio pidió al dios un extraño deseo: “Quiero que todo lo que toque se convierta en oro”. “Así sea”, respondió Dionisos.

Inmediatam­ente, Midas se desplazó hacia su preciado jardín para poner en práctica sus nuevos poderes. A modo de prueba, levantó una gran roca y esta se convirtió, casi al instante, en una roca de oro. Asombrado y lleno de alegría, agarró una rosa y esta se transformó en una rosa de oro. De esta manera, pensó Midas, no podría existir nadie sobre la faz de la tierra que superase su fortuna, pero no pasó mucho tiempo hasta que comprendió que su elección no había sido del todo, la más acertada.

Ante su desesperac­ión cayó en la cuenta de que a partir de ese momento no podría comer nada, ya que si tocaba el pan o cualquier otro alimento para llevárselo hasta la boca, se terminaría convirtien­do, ineludible­mente, en oro. Para colmo de males, su amado perro se acercó hasta él y al tocarle las rodillas se convirtió en un perro de oro. Casi al mismo tiempo, su propia hija corrió a abrazar a su padre para terminar transformá­ndose en una estatua de oro.

Roto por el dolor, Midas marchó en busca de Dionisos y cuando le encontró se arrojó a sus pies. Al menos en esta ocasión, los dioses decidieron ser clementes por lo que Dionisos accedió a romper lo que había terminado siendo una terrible maldición. Para ello debería bañarse en la fuente donde nacía el río Pactolo, y hacer lo mismo con la estatua de su hija si quería volver a abrazarla. Fue así como Midas logró recuperar su vida anterior y dejar de ser el hombre más rico del mundo, pero también, el más desgraciad­o.

DIONISOS decidió premiar a Midas con el don de convertir en oro todo aquello que tocara.

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Este óleo de Botticelli se basa en una pintura perdida del pintor Apeles (siglo IV a.C.). En ella Midas, asesorado por la Sospecha y la Ignorancia, juzga a un hombre.
EL JUICIO DEL REY MIDAS Este óleo de Botticelli se basa en una pintura perdida del pintor Apeles (siglo IV a.C.). En ella Midas, asesorado por la Sospecha y la Ignorancia, juzga a un hombre.

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