SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: el desastre del destructor PORTER
LAS GUERRAS ESTÁN REPLETAS DE HECHOS HEROICOS, DE SITUACIONES EN LAS QUE LA NECESIDAD DE SUPERVIVENCIA ELEVA EL INGENIO DEL SER HUMANO POR ENCIMA DE LAS POSIBILIDADES REALES DE CONSEGUIRLA. NO ES ESTE EL CASO DEL DESTRUCTOR PORTER DE LA MARINA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA. LAS VICISITUDES POR LAS QUE ESTE NAVÍO PASÓ A LO LARGO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL SON ROCAMBOLESCAS. ES DIFÍCIL ENCONTRAR UN CÚMULO DE DESASTRES QUE, YA FUERA POR IMPERICIA DE SUS OFICIALES, MALA SUERTE, O CIRCUNSTANCIAS DEL DESTINO, CONVIRTIERON SU EXISTENCIA EN UN ESPERPENTO.
EL USS WILLIAM D. PORTER (DD-579) FUE UN DESTRUCTOR DE LA ARMADA DE LOS ESTADOS UNIDOS PERTENECIENTE A LA CLASE FLETCHER, NOMBRADO ASÍ EN HONOR AL COMODORO WILLIAM D. PORTER (1808 – 1864), Y TAMBIÉN CON EL APODO WILLIE DEE. Se le encomendó como primera misión ubicarse en la desembocadura del río Potomac en el Atlántico, en la bahía de Chesapeake, entre los estados de Maryland y Virginia, y aguardar instrucciones. En ese lugar estaba el USS Iowa, que embarcó al presidente Roosevelt y al secretario Cordell Hull, bajo fuertes medidas de seguridad y discreción. La misión del Willie Dee era proporcionar cobertura antisubmarina al USS Iowa y al resto de los navíos que componían la escuadra que zarparía hacía Mers el-Kebir, en África, para las reuniones de El Cairo y Teherán, en las que el presidente estadounidense iba a participar.
PRIMEROS CONTRATIEMPOS
La singladura del destructor en su primera misión ya comenzó mal. Al zarpar del muelle, el ancla del Willie Dee se enganchó a un buque mercante vecino y le arrancó barandas, balsas salvavidas, un bote y otros fragmentos que dejaron bastante dañado al barco y a algunas de las instalaciones portuarias. Superado el percance, el viaje continuó, pero mientras cruzaban una zona conocida por el número de barcos hundidos, el área del mar de los Sargazos, una gran explosión sacudió las aguas y una enorme columna de agua llamó la atención de los vigías. Todos los barcos tocaron a zafarrancho de combate e iniciaron maniobras evasivas, pensando que se trataba de un submarino enemigo. El Willie Dee informó que habían sido ellos; una de sus cargas de profundidad se había soltado y caído al agua porque no llevaba el seguro puesto como hubiera debido.
AL ZARPAR del muelle, el ancla del Willie Dee se enganchó a un buque mercante vecino y le arrancó barandas, balsas salvavidas, un bote y otros fragmentos que dejaron daños al barco.
Afortunadamente, el hecho no causó daños entre la comitiva naval, si bien ya eran dos los fallos cometidos en un escaso intervalo de tiempo, cosa que comenzó a preocupar a los siempre supersticiosos marineros, a los que este tipo de asuntos les parecían propios de un barco gafado.
El viaje prosiguió, pero una tempestad afectó la marcha de la formación americana; una ola súbita de enormes proporciones barrió la cubierta de uno de los barcos que, como no podía ser de otro modo, no era otro sino el Willie Dee. Un hombre cayó al mar y no pudo ser rescatado, dadas las características de la misión y las condiciones de la mar. La cosa ya pintaba más que fea, y el mal fario ya se había declarado evidente para todos los que navegaban en aquella misión. Pero pasada la tormenta, el Willie Dee tuvo un fallo en sus máquinas e hizo que la formación tuviera que ralentizar su velocidad para mantener la unidad del
grupo y no quedar muy desprotegidos ante la posibilidad de ser alcanzados por algún torpedo enemigo.
Con el convoy navegando al este de las Bermudas, aprovechando un momento de calma y sin incidentes, el capitán del USS Iowa, en el que viajaba el presidente, ofreció a Roosevelt y sus asistentes una demostración de las defensas con las que contaba. No se tenía todos los días la posibilidad de llevar a bordo al mismísimo presidente de los Estados Unidos, así que había que aprovechar para impresionarlo y a la vez tranquilizarlo, dadas las circunstancias que se habían producido con el William D. Porter. El presidente Roosevelt, que afectado por poliomielitis y reducida su movilidad, viajaba en su silla de ruedas, observó satisfecho desde ella cómo el Iowa lanzaba una lluvia de proyectiles contra una serie de globos meteorológicos lanzados a propósito para que sirvieran de blanco. Un éxito, la demostración había dejado muy satisfecho a Roosevelt.
SIMULACRO FALLIDO
Desde el Willie Dee, el capitán Walter y sus hombres contemplaron el espectáculo, pero les podían las ganas de demostrar al presidente que no todo eran malas noticias en su navío. Ansiosos de una oportunidad por causar una buena impresión y algo celosos por la magnífica representación del Iowa, el capitán Walter ordenó zafarrancho de combate y sus artilleros abrieron fuego contra los globos que se les habían escapado a los del Iowa y, para rematar la faena, ordenó al resto de la tripulación llevar a cabo un simulacro de ataque con torpedos. Al recibir la orden, los marineros comenzaron a simular un lanzamiento de tres torpedos. La única diferencia entre un simulacro y un lanzamiento real consistía en que durante los simulacros, los marineros retiraban, antes de hacer fuego, los detonadores de las cargas explosivas que expulsaban los torpedos de sus tubos.
Para llevar a cabo un simulacro realista, los torpedistas necesitaban un blanco para hacer sus cálculos. Lo normal era utilizar para ello cualquier barco cercano. Y el objetivo más cercano, en este caso, era el enorme USS Iowa donde viajaba el presidente americano. Los dos primeros torpedos resultaron ser un simulacro, pero al lanzar el tercero, ¡sorpresa!, se produjo un chapoteo y el torpedo verdaderamente salió disparado del tubo hacia las aguas, ante el asombro y el horror de los oficiales del puente. Acababan de lanzar un torpedo contra el Iowa y el presidente Roosevelt. El detonador no se había inutilizado y la carga explosiva viajaba directa y sin hacer distinciones hacia el barco del presidente.
El capitán Walter ordenó que se advirtiera al Iowa de inmediato, pero como había órdenes estrictas de mantener silencio de radio para evitar que las comunicaciones fueran interceptadas por el enemigo, y así mantener el secreto de la operación de transporte, un marinero tuvo que emitir el mensaje con el telégrafo marino, transmitiendo únicamente en código Morse.
Debido a las prisas y también a la inexperiencia, el joven transmitió una serie de señales de Morse confusas que en el Iowa no supieron cómo interpretar, entre otras cosas, porque no se les podía pasar por la cabeza que les hubieran lanzado un torpedo con plena capacidad destructiva. Mientras, el torpedo se dirigía implacable a su destino, y el capitán del Porter decidió romper el silencio de radio. Dijo: "¡Torpedo en el agua! ¡Emergencia! ¡A estribor, carga a estribor!". El Iowa se libró del torpedo mediante una dramática maniobra realizada in extremis, pero Roosevelt salió rodando con su silla y casi cae por la borda, si no llega a ser frenado por la baranda del navío.
Toda la tripulación del navío Willie Dee, incluido el capitán Walter, fue arrestada por los marines al llegar a su destino final. Después de ello, su tripulación al completo fue sometida a un consejo de guerra y se pudo establecer al final de las investigaciones que, debido a un error humano, al tubo lanzatorpedos no se le había retirado el detonador en el momento del simulacro. Además, se estableció que los oficiales y marineros eran inexpertos en maniobras navales. Desde entonces, el USS William D. Porter fue considerado portador de mala suerte y fue destinado lo más lejos posible, a las Islas Aleutianas, al Ártico, considerado un severo castigo militar.
Toda la tripulación del WILLIE DEE fue arrestada por los marines al llegar a su destino. Esta fue sometida a un consejo de guerra y se pudo establecer que al tubo lanzatorpedos no se le había retirado el detonador en el momento del simulacro.