Editorial
LA MUERTE DE FERNANDO VII SIN UN HEREDERO VARÓN DESENCADENÓ UNA CRUENTA GUERRA CIVIL, QUE, SIN QUERER, NOS HACE RECORDAR LA PRODUCIDA ENTRE 1936 Y 1939. Este enfrentamiento se produjo entre los partidarios de que ocupara el trono de España su hija Isabel y los tradicionalista, los cuales apelando a la Ley Sálica promovían que el nuevo rey fuera su hermano, Carlos María Isidro de Borbón. A partir de entonces ambos bandos serían conocidos como “isabelinos” y “carlistas”.
La guerra que empezó en la zona norte de España, sobre todo en el País Vasco, Navarra y en diferentes zonas de Cataluña, Aragón y Valencia, poco a poco llamó la atención de Europa, la cual se estremeció ante una contienda salvaje que dejó a la nación a la cola del progreso. Y es que Fernando VII estaba destinado a impedir la modernización de España, incluso después de muerto...
En torno a Carlos se unieron los sectores más absolutistas, destacando el mundo rural, la pequeña nobleza y parte del clero; y en apoyo de la pequeña Isabel se aglutinaron los llamados liberales. No en vano, aunque la regencia de María Cristina de Borbón empezó tomando un carácter absolutista viró su rumbo para encontrar el apoyo del sector liberal.
Esta contienda no fue la única, sino que se llegaron a contar hasta tres guerras carlistas. Pero eso es otra historia.