CURIOSIDADES históricas: La condesa de CHINCHÓN y el origen del gin-tonic
UNA CONDESA ESPAÑOLA, EL PALUDISMO, UN ÁRBOL Y LA IMAGINACIÓN DE LOS INGLESES DIERON LUGAR A LA FAMOSA BEBIDA QUE HOY CONSUMIMOS.
CUENTA LA HISTORIA, QUE TIENE MÁS TINTES DE LEYENDA QUE DE HISTORIA, QUE FRANCISCA ENRÍQUEZ DE LA RIVERA, SEGUNDA ESPOSA DE LUIS JERÓNIMO FERNÁNDEZ DE CABRERA Y BOBADILLA, VIRREY DE PERÚ Y CUARTO CONDE DE CHINCHÓN, ALLÁ POR EL AÑO 1632, ENFERMÓ DE FIEBRES EN TIERRAS AMERICANAS. Había observado la condesa que los indígenas usaban la corteza de un árbol para combatirlas y eso les daba buenos resultados. Se decidió a probar, con tanto éxito que pudo sanar y convertirse en la primera persona de Europa en agradecer las cualidades de este vegetal, al que luego se denominó árbol de la quina.
Otra de las diferentes versiones existentes habla de indios recelosos a mostrar la fórmula que sus curanderos empleaban, y que fue una joven sirvienta indígena la que, agradecida por el buen trato dispensado por la condesa, le proporcionó los polvos mágicos para su curación, por lo que desde entonces comenzaron a denominarse polvos de la condesa, cascarilla de la condesa o chinchona, por ser condesa de Chinchón.
ORIGEN PECULIAR
No faltan versiones referidas a la primera esposa del virrey, Ana Osorio Manrique, como la protagonista de la historia. Lo mismo puede decirse del modo en que la corteza del árbol de la quina llegó a Europa. Casi todas las teorías coinciden en que fueron los jesuitas los introductores del producto en el Viejo Continente, que de Roma pasó a Francia, donde tuvo una gran aceptación.
La historia de la condesa de Chinchón tuvo su continuidad años más tarde. Carlos Linneo (1707-1778), científico sueco creador de la nomenclatura binomial para identificar taxonómicamente animales y plantas, puso el nombre Cinchona al género que abarca las diferentes especies de árbol de la quina, en honor a la “chinchona” de la condesa de Chinchón.
Hasta comienzos del siglo XIX no se consiguió aislar y extraer el principio activo de la corteza de la cinchona, la quinina, que se comercializó en forma de pastillas para hacer frente a la malaria, que por entonces castigaba a los colonos europeos en África y Asia. A mediados de siglo, los holandeses y británicos establecieron plantaciones del árbol de la quina en Indonesia, India y Ceilán.
Precisamente los británicos son los protagonistas de otra interesante historia con relación a este producto. El sabor, extremadamente amargo, de las pastillas de quinina, hacía pasar un calvario cada vez que había que tomarlas. Mezcladas con agua y un poco de lima o limón, el trago se hacía más llevadero. Habían inventado la tónica, idea que rápidamente se
HASTA COMIENZOS DEL SIGLO XIX no se consiguió aislar y extraer el principio activo de la corteza de la cinchona, la quinina, que se comercializó en forma de pastillas para hacer frente a la malaria.
apresuraron a aprovechar comercialmente algunas empresas. Aún fueron un poco más lejos... Si a la tónica se le añadía un chorrillo generoso de ginebra, resultaba una bebida muy digestiva que se conoció con el nombre de gin-tonic. Tónica y gin-tonic tienen su origen en la quinina, o lo que es lo mismo, en el árbol de la quina y en aquella corteza que, en su momento, dice la historia o leyenda, sanó a la condesa de Chinchón.
AFÁN RECOLECTOR
La corteza de los árboles de la quina se recolectaba por los indígenas tratando de causar el menor daño posible a la planta. Una vez descortezado el árbol, cubrían la herida con hojas y musgo para evitar la muerte del vegetal.
Durante el siglo XIX, los europeos, menos cuidadosos, llegaron a destrozar grandes masas de árboles de la quina en su afán por hacer un rápido negocio. Actualmente, algunas de las sustancias contenidas en la corteza se siguen utilizando con fines médicos, entre otros, en el tratamiento de algunas enfermedades del corazón.