LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA
EL 16 DE JULIO DE 1212 SE PRODUJO UNA DE LAS BATALLAS MÁS IMPORTANTES DE LA RECONQUISTA Y DE LA HISTORIA DE ESPAÑA. Ese día el ejército cristiano, formado por las tropas de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra, se enfrentó con el ejército almohade. Este último era mucho más numeroso y estaba formado en tres líneas, con la infantería ligera ocupando las primeras posiciones, y con una segunda línea en donde formaba la infantería pesada en el centro y la caballería en las alas. En retaguardia estaba el campamento de An-Nasir, protegido por lo mejor de sus tropas y la temible Guardia Negra. Enfrente, los cristianos formaron con la caballería castellana en el centro, ocupando el flanco derecho los navarros y el izquierdo las milicias de Aragón.
Para tratar de compensar la inferioridad de sus tropas (en la batalla de las Navas de Tolosa lucharon unos 10.000 cristianos contra 25.000 almohades) Alfonso
VIII decidió mover ficha, dando la orden de cargar a su potente caballería contra el centro de la formación almohade. El estruendo fue ensordecedor, cientos de caballeros marcharon decididos con la intención de dar un golpe definitivo a la infantería ligera enemiga, pero estos respondieron lanzando todo tipo de armas arrojadizas (jabalinas, lanzas, flechas…) y provocaron muchas bajas entre la caballería castellana. Poco a poco, los caballeros cristianos fueron descabalgados y pasados a cuchillo; muchos yacían inertes en un campo de batalla que desde estas primeras horas estaba cubierto de sangre, pero aun así volvieron a cargar hasta que no tuvieron otro remedio más que retroceder y buscar protección detrás de la infantería y las milicias urbanas de Castilla.
Para los almohades la victoria estaba ya al alcance de sus manos, y por eso el califa movilizó a todos sus hombres, haciendo avanzar a su infantería pesada mientras que sus arqueros cubrían el cielo con miles de flechas. El posterior choque entre los contingentes almohades, formados principalmente por soldados bereberes adiestrados para la guerra, y las reducidas huestes cristianas tuvo que ser brutal. Los infantes de las órdenes militares del Temple, el Hospital, Santiago y Calatrava, apoyados por las milicias urbanas castellanas, los soldados aragoneses, junto a unos escasos grupos de caballería ligera navarra, consiguieron frenar temporalmente el empuje andalusí, pero conforme fue pasando el tiempo se terminó imponiendo la lógica.
Los almohades, apoyados en su clara superioridad numérica, redoblaron sus ataques haciendo inviable la defensa de unos cristianos que estaban a punto de ser rebasados. Al mismo tiempo, buena parte de la caballería cristiana no lograba reagruparse para acudir en apoyo de unos infantes que seguían resistiendo ya a la desesperada. Al califa An-Nasir solo le faltaba esperar que llegase el momento oportuno para dar el toque de gracia y conseguir la más gloriosa victoria del islam peninsular. A su señal, miles de jinetes almohades se pusieron en movimiento para de terminar de una vez por todas con esta batalla. Ante dicha situación Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra tuvieron que plantearse una retirada ordenada para salvar el mayor número posible de hombres, pero al final tomaron una decisión fundamental: ordenar un nuevo ataque, la carga de los tres reyes, utilizando las últimas reservas de caballería que tenían a su alcance. Frente a toda lógica, la caballería cristiana logró envolver las líneas almohades, haciendo cundir el pánico entre los musulmanes, especialmente cuando observaron cómo los reyes cristianos, seguidos por sus leales hombres, reducían la resistencia de la Guardia Negra, obligando a Muhammad an-Nasir a emprender una huida desesperada, dejando atrás su sueño de crear una gran imperio almohade que ocupase toda la Península.