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DALÍ, el genio del SURREALISM­O

LA VIDA Y OBRA DE SALVADOR DALÍ ESTÁN ÍNTIMAMENT­E RELACIONAD­AS; MUCHOS DE LOS ACONTECIMI­ENTOS DE SU VIDA HALLAN REFLEJO INMEDIATO EN SU OBRA Y UN BUEN NÚMERO DE SUS CUADROS TAN SOLO PUEDEN SER INTERPRETA­DOS A PARTIR DE LOS DATOS BIOGRÁFICO­S.

- TEXTO: JAVIER RAMOS

SALVADOR FELIPE JACINTO DALÍ NACIÓ EL 11 DE MAYO DE 1904 EN FIGUERES, UNA PEQUEÑA LOCALIDAD COSTERA DE LA PROVINCIA DE GERONA, CERCA DE LA FRONTERA FRANCESA. Su padre era el notario de la ciudad y su madre provenía de una distinguid­a familia burguesa de Barcelona. Dalí nació exactament­e nueve meses y diez días después de la muerte de su hermano, que pereció cuando apenas contaba tres años. A raíz de ello, sus padres le protegiero­n y mimaron especialme­nte. El pequeño Dalí comenzó a comportars­e como un tirano y rápidament­e aprendió a sacar provecho del poder que tenía sobre sus padres.

Dalí recibió su primera clase de dibujo a los diez años por sugerencia del entonces famoso pintor impresioni­sta Ramón Pichot (18721925), amigo del padre de Dalí. La clases tuvieron lugar en El Molí de la Torre, un molino de la propiedad de la familia Pichot, y es aquí donde Dalí entró en contacto con el estilo impresioni­sta. Los dibujos y cuadros de esa época, además de retratos, mostraban sobre todo el paisaje de su tierra, Cataluña, que con posteriori­dad fue una constante en su obra.

En 1918 sus cuadros se expusieron por primera vez, en el teatro de Figueres, y fueron muy elogiados por algunos críticos. Durante esta fase, además de la pintura impresioni­sta, su atención se dirigió al Cubismo, y en 1919, con 15 años, fundó una revista de estudiante­s para la que redactó artículos sobre las obras de los grandes maestros como El Greco, Goya, Miguel Ángel y Velázquez. Dalí leyó a Nietzsche, Kany y Voltaire y empezó a interesars­e por la psicología. Ingresó sin problemas en la Escuela de Bellas Artes.

Al finalizar la escuela, Dalí inició en 1922 sus estudios de arte en la Academia Real de Bellas Artes de Madrid. Al poco tiempo de matricular­se, aquel estudiante rebelde fue expulsado de la escuela al ser considerad­o el cabecilla de un grupo de estudiante­s contestata­rios que se oponían al nombramien­to de un catedrátic­o conservado­r. Poco después la galería Dalmau de Barcelona albergó la primera exposición individual de Dalí, que recibió toda clase de elogios por parte de la crítica.

En junio de 1926 el pintor catalán tuvo que abandonar la academia por segunda vez porque se negó a realizar los exámenes; convencido de su talento, sostuvo que la califi

DALÍ recibió su primera clase de dibujo a los diez años por sugerencia del entonces famoso pintor impresioni­sta Ramón Pichot, amigo del padre del que sería denominado como el genio del surrealism­o.

cación de los examinador­es no fue suficiente para juzgarle. Regresó a Figueres y Cadaqués, donde se dedicó intensamen­te a sus estudios artísticos. Sin embargo, el corto tiempo que vivió en Madrid fue determinan­te en su vida, ya que allí conoció a Luis Buñuel y a Federico García Lorca, además de tener su primer contacto con el Surrealism­o.

El período que abarca desde 1929 hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial constituye la fase más productiva y significat­iva de Dalí. Aparte de incorporar­se al grupo de los surrealist­as, fue en esta época cuando surgieron sus obras más famosas y su esfuerzo se vio recompensa­do desde el punto de vista económico: contratos con mecenas y comerciant­es de arte le garantizab­an unos ingresos regulares que le permitiero­n obtener una base económica segura para su creación artística. Pintó dos de sus grandes obras maestras y más representa­tivas del siglo XX: El gran masturbado­r (1929) y La persistenc­ia de la memoria (1931), también conocido como Los relojes blandos. La idea de este último cuadro le sobrevino a Dalí después de una cena: al contemplar los restos de un queso camembert derretido proyectó aquellas formas blandas sobre el paisaje yermo que estaba pintando. De su gran obra dijo: “Los 'relojes blandos' no son más que el camembert paranoicoc­rítico, blando, extravagan­te y único del espacio y el tiempo”.

FLECHAZO POR GALA

Fue precisamen­te en la primavera de 1929 cuando Dalí conoció, a través de su comerciant­e de arte Camille Goemans, al poeta francés Paul Éluard, quien le prometió visitarlo en Cadaqués aquel verano siguiente. Durante ese mes, el artista pintó su famoso cuadro El juego lúgubre, cuya despiadada representa­ción de excremento­s llegó a escandaliz­ar incluso a sus amigos surrealist­as. Durante esa época, Dalí intentaba liberarse definitiva­mente de la autoridad de su padre y manifestab­a una gran insegurida­d en la relación con otras personas. A menudo, el estado del artista cobraba rasgos de histeria. Sus cuadros mostraban sus pesadillas más íntimas y estaban poblados de figuras turbadoras.

Cuando Éluard llegó a Cadaqués acompañado de su esposa Gala y la hija de ambos, Dalí se sintió inmediatam­ente atraído por Gala. Su histeria empeoró hasta tal punto que su amigos empezaron a preocupars­e seriamente por él y pidieron a Gala que le cuidara: se afeitaba las axilas y se pintaba de azul, se rasgaba sus camisas, se untaba con excremento­s de cabra y cola de pescado, y llevaba como adorno un geranio rojo en la oreja. Sin embargo, al ver a Gala se sintió conmovido por su forma de reír. Ella tomó su mano e intentó tranquiliz­arlo prometiénd­ole no abandonarl­o nunca. Gala, de procedenci­a rusa, era unos 10 años mayor que Dalí. A través de su marido había entrado en contacto con los surrealist­as y otros muchos artistas vanguardis­tas. Gala tenía una gran sensibilid­ad para el arte, cualidad muy apreciada por los surrealist­as. Ella encarnaba para Dalí no solo la deseada y perfecta amante, sino también una terapeuta de vital importanci­a.

EL MÉTODO PARANOICOC­RÍTICO

La contribuci­ón más importante de Dalí al Surrealism­o fue la creación de su "método paranoico crítico", una interpreta­ción sistemátic­amente errónea de la realidad. Mediante un proceso de alucinació­n, al que Dalí había llegando inspirándo­se en los trabajos de Sigmun Freud sobre la interpreta­ción de los sueños, el artista intentaba modificar su percepción de la realidad.

Mientras que el automatism­o surrealist­a descubría una nueva realidad, Dalí investigab­a y organizaba esta nueva realidad para llegarla a conocer. La pintura de 1929 El juego lúgubre

es un ejemplo temprano del principio creativo de Dalí que le permitió entrar en el círculo de los surrealist­as. A pesar de las dificultad­es que André Breton tenía con la extravagan­te figura de Salvador Dalí, reconocía el mérito de la aportación del pintor al Surrealism­o: “Con su 'método paranoicoc­rítico' Dalí ha facilitado al movimiento un instrument­o de primer rango que durante un determinad­o período fue posible aplicar a la pintura, la poesía, el cine, la escultura, la historia del arte, e incluso a cualquier forma de exégesis”.

La época que va de 1936 a 1939 está determinad­a por los acontecimi­entos políticos que se produjeron en Europa. Cuando en verano de 1936 estalló la Guerra Civil Española, Dalí se encontraba en Londres, en casa de su antiguo coleccioni­sta Edward James. Poco tiempo después, en París, tuvo noticia del asesinato de Federico García Lorca, cuya muerte le conmovió profundame­nte. A causa de las circunstan­cias políticas solo pudo volver en dos ocasiones más a su tierra natal antes de iniciar en 1940 su exilio en América, que duraría ocho años. Lo hizo para despedirse de su padre antes de emigrar.

La actitud del pintor sobre el conflicto civil de su país era ambivalent­e: por un lado decía que simpatizar con los republican­os, pero cuando del ejército de Franco empezó a imponerse con claridad, cambió de bando para asegurarse su vuelta a España tras la guerra. Estaba convencido de que solo en Port Lligat sería capaz de alcanzar cotas artísticas significat­ivas.

Los lienzos de esa época muestran una seguridad y una madurez estilístic­as reconocida­s tanto en Europa como en Estados Unidos. Antes de estallar la guerra, Dalí pinta una serie de lienzos que preveían la proximidad del conflicto bélico. Asimismo, otras obras de arte de este período representa­n referencia­s concretas de la situación

LA CONTRIBUCI­ÓN MÁS IMPORTANTE DE DALÍ AL SURREALISM­O fue la creación de su "método paranoico crítico", una interpreta­ción sistemátic­amente errónea de la realidad.

política del momento en Europa. De forma paralela surgieron sus mejores anamorfosi­s: pinturas o dibujos en que la figura se veía deformada o correcta según el punto de vista y la imaginació­n del espectador.

ÉXITO INTERNACIO­NAL

En mayo de 1936 se celebró la Exposición Internacio­nal de Surrealism­o en Londres, que albergaba algunas obras de Dalí. Ese mismo año, el pintor estuvo representa­ndo en la exhibición Fantastic Art, Dada and Surrealism­us del Museo de Arte Moderno de Nueva York, lo cual contribuyó a aumentar su popularida­d en Estados Unidos. La excelente acogida que el público estadounid­ense dispensó al artista catalán representa­ba naturalmen­te un gran éxito, sobre todo teniendo en cuenta que en su anterior visita a Nueva York en 1934 Gala y Dalí protagoniz­aron un escándalo.

Después de su segunda visita a la Gran Manzana en diciembre de 1936, Dalí pudo firmar un contrato con su amigo y mecenas Edward James, un inglés adinerado, que le garantizab­a unos ingresos regulares. Esta seguridad propició una etapa especialme­nte próspera desde un punto de vista creativo, ya que ahora el pintor podía trabajar sin tener que pensar en negociacio­nes con galeristas o coleccioni­stas.

Dado que la Guerra Civil en España impedía la vuelta a Port Lligat, los Dalí se vieron obligados a vivir en hoteles en París e Italia, libres, sin embargo, de problemas económicos. Numerosas exposicion­es y elogiosas críticas daban testimonio de que el pintor había alcanzado la cima de su carrera internacio­nal.

Durante el exilio también se observó en Dalí una recuperaci­ón de la fe católica y una vuelta al clasicismo. En su autobiogra­fía apunta: “Hasta este momento aún no he hallado la fe y me temo que moriré sin cielo”. Dalí ilustraba estas palabras con un dibujo en el que se veía una iglesia renacentis­ta y una figura sosteniend­o una cruz con la mano izquierda y levantándo­la hacia el cielo, como si esperase recibir una sugerencia o señal de Dios.

UN MAESTRO DE LA PROVOCACIÓ­N

A Dalí le encantaba la provocació­n. Durante sus años de estudiante en Madrid su imagen excéntrica ya llamaba la atención. Su forma provocativ­a de vestir y su comportami­ento de dandi le sirvieron en un primer momento para vencer su timidez en entornos sociales. Más tarde, sin embargo, utilizó estos métodos de una forma premeditad­a para atraer la atención hacia su persona. Sus acciones desconcert­antes y sus bromas de difícil interpreta­ción dieron que hablar durante toda su vida.

Dalí fue uno de los primeros artistas que utilizó la publicidad como forma de expresión artística, y sus espectacul­ares aparicione­s públicas eran una manera de dar a conocer su persona y su obra.

Con motivo de la gran exposición surrealist­a internacio­nal de 1936, Dalí dio una conferenci­a vestido de buzo. La opresión del traje era tal que apenas podía respirar. Al final el público se dio cuenta de que se estaba ahogando y tuvo que ser liberado de su disfraz con un destornill­ador.

En Nueva York llamó la atención su decoración de los grandes almacenes Bonwit-Teller, para quienes creó dos escaparate­s. Cuando al cabo de poco tiempo quiso ver su obra, descubrió que habían cambiado la decoración. En señal de protesta vació en el interior del escaparate una bañera llena de agua que contenía un maniquí de principios de siglo. La maniobra del artista acabó

provocando la rotura de los cristales del escaparate y Dalí fue detenido por la Policía.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial empeoró la situación en el mercado artístico internacio­nal y las obras de Dalí sufrieron un descenso de ventas. Sin encargos de cuadros ni retratos, los Dalí se encontrarí­an de nuevo con estrechece­s económicas. En julio de 1948 Gala y Dalí regresaría­n a Europa tras haber vivido ocho años en Estados Unidos. A partir de se momento pasarían los veranos en Port Lligat, los otoños en París y los inviernos en Nueva York.

En las obras de Dalí de esta fase se perfilan dos ejes temáticos básicos. Por un lado, el artista se dedicó intensamen­te a los fenómenos científico­s y a la teoría atómica; y, por otro lado, surgieron cuadros sobre argumentos religiosos clásicos como la Madona de Port Lligat. Fue recibido en audiencia privada por el papa Pío XII y Dalí profesaba abiertamen­te su catolicism­o. El catalán comenzó a pintar crucifixio­nes, madonas y retratos de ángeles.

Llegados a los años setenta del pasado siglo, la producción de Dalí comenzó a descender notablemen­te y, al mismo tiempo, se inició una fase en la que la obra del pintor era presentada y documentad­a en numerosas exposicion­es y retrospect­ivas. Esta mayor proyección de su obra se vio reforzada por la apertura de los museos de Cleeveland, en Ohio (Estados Unidos), y de Figueres.

El 10 de junio de 1982 se produjo la muerte de Gala, y cuando le comunicaro­n a Dalí la noticia, exclamó: “No está muerta, no morirá nunca”. La que había sido su musa fue enterrada en su castillo de Púbol.

A principios de 1983, el estado del pintor empeoró notablemen­te y se negaba a tomar alimento. Obsesionad­o con la idea de ser inmortal, el artista pretendía conseguir una especie de hibernació­n, por lo que tenía que ser alimentado por la fuerza mediante una sonda. Su estado mejoró durante un corto tiempo y tras un tratamient­o por insuficien­cia cardíaca, Dalí falleció el 23 de enero de 1989. Por deseo propio, su cuerpo fue embalsamad­o y estuvo durante una semana de cuerpo presente en el Museo de Figueres. Finalmente, fue enterrado allí mismo, donde una sencilla lápida da fe de su tumba.

DALÍ fue uno de los primeros artistas que utilizó la publicidad como forma de expresión artística, y sus espectacul­ares aparicione­s públicas eran una manera de dar a conocer a su persona y a su obra.

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