Inés JOYES: una feminista en la ESPAÑA ilustrada
CONTEMPORÁNEA DE AUTORAS ILUSTRADAS COMO JOSEFA AMAR Y BORBÓN O MARGARITA HICKEY, LA VIDA Y LA OBRA DE INÉS JOYES HA PASADO DESAPERCIBIDA DURANTE MUCHO TIEMPO. ESPAÑOLA DE NACIMIENTO, IRLANDESA DE ORIGEN, PERTENECIÓ A UNA FLORECIENTE FAMILIA DE LA BURGUESÍA CATÓLICA. AL FINAL DE SU VIDA ESCRIBIÓ UNA “APOLOGÍA DE LAS MUJERES”36, UN TEXTO EN DEFENSA DE LA IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES EN EL QUE ABORDÓ TEMAS TAN ACTUALES COMO LA “SORORIDAD” O EL AMPLIO DEBATE ACERCA DE LA LACTANCIA MATERNA Y LAS “MALAS MADRES”.
SE CONOCEN MUY POCOS DATOS DE LA VIDA PRIVADA DE INÉS JOYES, UNA MUJER QUE NACIÓ EN MADRID EL 27 DE DICIEMBRE DE 1731 EN EL SENO DE UNA FAMILIA CATÓLICA DE ORIGEN IRLANDÉS. Su padre, Patricio Joyes, era banquero, y tuvo seis hijos con su esposa, Inés, de los cuales, la hija Inés
fue la tercera. A partir de aquí, no se sabe con certeza cuál fue su educación ni la vida que tuvo en los primeros años de su vida. En palabras de Mónica Bolufer,
autora de La vida y la escritura en el siglo XVIII, “tanto para sus contemporáneos como para las generaciones posteriores parece haberse tratado de un personaje bastante desconocido”.
A los trece años, Inés quedó huérfana de padre, por lo que su madre se hizo cargo de los negocios y de sus hijos. Tiempo después, la familia se trasladó a vivir a Málaga, donde en mayo de 1758 contrajo matrimonio con un primo lejano. Agustín Blake era un hombre de negocios doce años mayor que ella, con el que llegó a tener hasta nueve hijos. De su vida como mujer casada tampoco se conocen muchos datos. Como recuerda Bolufer, “la vida de Inés Joyes fue una vida discreta, casi oscura. La vida de una mujer que, como la mayoría en su tiempo y su medio, no tuvo una actividad pública de resonancia, sino que se desenvolvió fundamentalmente en un entorno familiar y local”.
APOLOGÍA DE LAS MUJERES
En 1798, cuando tenía sesenta y siete años, Inés Joyes publicó una traducción de la novela del escritor inglés Samuel Johnson, El príncipe de Abissia, en cuya edición incorporó un texto al final firmado por ella misma. Bajo el título Apología de las mujeres, Inés hacía un alegato en defensa de la igualdad de hombres y mujeres en la línea de otras obras feministas ilustradas de su época.
A pesar de que Inés no publicó su Apología como un texto independiente, lo puso en valor cuando en la portada de la traducción de la novela de Johnson obvió el nombre del novelista inglés pero no se olvidó de incluir
En su “Apología de las mujeres”, INÉS JOYES concluía que, en definitiva, los hombres “las quieren ignorantes, porque solo así mantienen la superioridad que se figuran tener”.
EN “APOLOGÍA DE LAS MUJERES”, Inés Joyes hace un alegato intenso a favor de las mujeres, porque “no puedo sufrir con paciencia el ridículo papel que generalmente hacemos en el mundo”.
el suyo y el de la dama a la que lo había dedicado, la duquesa de Osuna y condesa de Benavente, María Josefa Pimentel, una de las mecenas ilustradas más importantes de su tiempo.
En la Apología de las mujeres, dedicada a sus hijas, Inés Joyes hace un alegato intenso a favor de las mujeres porque, como ella misma explica nada más empezar el texto, “no puedo sufrir con paciencia el ridículo papel que generalmente hacemos las mujeres en el mundo, unas veces idolatradas como deidades y otras despreciadas aun de hombres que tienen fama de sabios”.
Como para muchas otras feministas, uno de los elementos principales para mejorar la situación de las mujeres era la educación. Para Inés, esta educación indispensable, pues son las mujeres las que educan a sus hijos. Como católica, Inés defendía una formación basada en las Sagradas Escrituras: “Empecemos desde luego con espíritu de religión; sean las máximas fundamentales la verdad, la fidelidad, la docilidad y la aplicación”.
CULTO A LA BELLEZA
En la Apología de las mujeres, Inés critica que lo único que se espera de ellas es que sean simples objetos hermosos por fuera pero vacíos por dentro. Este culto a la belleza y a las cosas banales tiene como consecuencia una competición absurda entre ellas: “¡Qué anhelo para sobresalir unas entre otras! ¡Qué envidia, qué rabias cuando ven en otra mejor vestido, mejor peinado que el que tienen o pueden tener!”.
Por el contrario, aquellas que consiguen cultivarse, resultan ser muy diferentes: “¡Cuán distinta es la suerte de una mujer acostumbrada a conocer su alma, usar de su razón y a no dar a las prendas exteriores más valor del que se merecen!”.
Inés ponía sobre la mesa una cuestión que en la actualidad se ha dado en llamar “sororidad”,
que cultivaban las mujeres “que se crían con sólidos pensamientos” porque “se avergüenzan de la envidia y se precian de reconocer el mérito de las otras. […] Aman sinceramente a su sexo, celebran a todas aquellas que poseen cualidades dignas de aprecio”. Inés defiende que esa relación de ayuda entre las mujeres es algo real y necesario: “Dura cosa es que viva nuestro sexo privado de la única satisfacción que hay en el mundo, que es la de una sincera amistad. Esta es rara, sin duda, pero la hay, y afirmo que el natural de las mujeres es más propenso a ella que el de los hombres”.
La lactancia materna se había convertido, en la época de la Ilustración en un elemento de defensa de la maternidad perfecta en pos de un mundo mejor. Como ya dijo Rousseau en su Emilio, “cuando las madres se dignen criar a sus hijos, las costumbres se reformarán en todos los corazones y se repoblará el Estado”.
Inés Joyes también defendía la lactancia materna, pero criticaba aquellas duras voces que acusaban de “malas madres” a las que no la practicaban: “Algunos que escriben de crianza empiezan poniendo todo su conato en persuadir a las madres a que alimenten a sus hijos con su propia leche. Tienen razón, pero no es justo que traten de malas madres a todas las que no lo hacen: muchas hay cuya constitución delicada no les permite tolerar los trabajos de tal empeño, y yo he conocido algunas a quienes costó la vida”. Continúa asegurando “que hay muchas que no pueden criar y son excelente madres de familia”. Además de defender una postura más neutral en este asunto, criticaba que se defendiera la lactancia materna pero no se ayudaba a las mujeres que, dando el pecho, sufrían enfermedades que no sabían cómo tratar.
Diez años después de que saliera a la luz su traducción y su texto en defensa de las mujeres, Inés Joyes fallecía en Vélez-Málaga.
INÉS, en su “Apología de las mujeres”, ponía sobre la mesa una cuestión que en la actualidad se ha dado en llamar “sororidad”, que cultivan las mujeres “que se crían con sólidos pensamientos”.