VIEJO OESTE: de forajidos a hombres de ley
CANADA BILL tenía un aspecto que le hacía parecer a ojos de sus víctimas como un tipo inofensivo del que aprovecharse, y lo cierto es que era todo lo contrario.
TRAMPOSOS, GUARDIANES DE LA LEY SIN ESCRÚPULOS Y ALGUNAS MUJERES DE ARMAS TOMAR. EL VIEJO OESTE AMERICANO ESTUVO PLAGADO DE PERSONAJES LEGENDARIOS QUE HAN CREADO HISTORIA A SU ALREDEDOR. ESTOS SON LOS GRANDES NOMBRES PROPIOS DE UNA ÉPOCA QUE MARCÓ EL DEVENIR DE UNA NACIÓN.
EL SIGLO XIX EN EL OESTE DE ESTADOS UNIDOS FUE UN PUNTO DE ENCUENTRO Y DESENCUENTRO. Hombres y mujeres llegaron de todas las latitudes del mundo para iniciar una nueva vida. Entre aquellas personas solo había un nexo común, luchar por salir adelante, un "sálvese quien pueda". Buscadores de oro, vaqueros, ovejeros, constructores de vías férreas, inmigrantes chinos; todos convivieron en un mundo en el que la ley no se aplicaba a todos por igual.
El esfuerzo por conseguir instalarse en aquellas inhóspitas tierras era algo que algunos no podían soportar. Ese es el caso de los tahúres. Especialistas en el juego, en la apuesta y en la trampa, algunos de ellos lograron una notable relevancia. Ese es el caso de Canada Bill.
CANADA BILL
William Jones, más conocido como
Canada Bill, nació en los primeros años del siglo XIX en un campamento gitano de Yorkshire (Inglaterra). Su familia subsistía a duras penas haciendo pequeñas reparaciones de calzado, utensilios de cocina, trapicheando con la venta de caballos y adivinando el futuro en las cartas. Quizá este manejo de los naipes fue la primera escuela del pequeño William. La dureza de la calle le enseñó todo lo necesario para hacerse un experto en el juego y también en las trampas y artimañas necesarias para salir airoso.
Con veinte años, el espacio de Yorkshire se le quedó pequeño, y con el dinero obtenido, gracias a su habilidad para embaucar incautos, decidió emprender la aventura americana, como otros tantos europeos.
A su llegada al continente se estableció en Canadá, donde conoció al timador Dick Cady, para el cual empezó a trabajar, aprendiendo nuevos trucos. Canadá no era buen lugar para establecer el negocio del juego que pretendía Bill, él deseaba entrar de lleno en el mundo de los tahúres, y para eso nada mejor que Estados Unidos y el Mississippi. Según lo describía su socio Georges Devol: "Canada Bill era de tamaño medio, cabeza de gallina, pelo pincho… con dulces ojos azules y una boca casi de oreja a oreja, que caminaba con paso renqueante y medio plañidero, y que, cuando su semblante estaba en reposo, parecía un idiota… Vestía siempre ropas de varias tallas superiores a las que hubiera necesitado. Su rostro era tan liso como el de una mujer, sin el más mínimo rastro de vello… Tenía una voz chirriante y aniñada, y maneras torpes y desgarbadas, así como una forma de hacer preguntas absurdas y una predisposición natural a adoptar una especie de sonrisa boba, que a todo el mundo le hacía creer que pertenecía a la clase superior de los primos".
Lo positivo para Bill era que ese aspecto le hacía parecer a ojos de sus víctimas como un tipo inofensivo del que aprovecharse, y lo cierto es que era todo lo contrario. Comenzó por actuar en la calle, en las ciudades aledañas
al Mississippi y luego a bordo de los propios barcos.
Con un nuevo socio, Dutch Charlie, y en apenas unas semanas, ganó más de doscientos mil dólares en Kansas City. Se dedicaban a viajar en ferrocarril y a timar a los viajantes.
A Canada Bill le perdía su pulsión por el juego, y lo que ganaba con el trile lo derrochaba en otras partidas de cartas en las que se enfrentaba a expertos. Georges Devol contaba que, en una ocasión, advirtió a Bill que la mesa en la que jugaba una partida de faro –una especie de blackjack muy popular en la época– estaba amañada, y este contestó: "Sé que están haciendo trampas, pero es el único juego en la ciudad".
Esta doble cara de timador y ludópata le arruinó por completo. Murió de tuberculosis en el año 1880, en Reading, Pensilvania, en la más absoluta miseria, hasta el punto de que fue enterrado en un ataúd pagado por el municipio. Al conocer la noticia, un grupo de Chicago formado por sus antiguos amigos y compañeros de profesión reunió algún dinero, reembolsó los gastos al Ayuntamiento de Reading, y dio algo más de dignidad a su sepultura, celebrando un gran funeral público.
ROY BEAN Y LA LEY AL OESTE
DEL PECOS
En el otro lado se encontraban los defensores de la ley. Sin embargo, la línea que los separaba de los delincuentes y forajidos era tan fina, que a veces esos mismos hombres de ley utilizaban la trampa y el poder con el que habían sido investidos para hacer negocio, cuando no para cometer delitos. No fueron extraños los casos en los que antiguos delincuentes, conocedores de las armas y con valor suficiente para enfrentarse a otros tipos semejantes a ellos, adquirieron la condición de alguacil o sheriff. Por otra parte, hubo peculiares administradores de justicia como Roy Bean.
Phantly Roy Bean nació en 1825. Su nombre siempre se ha asociado a su condición de juez de paz; él mismo se hacía llamar "The Law West of the Pecos". Después de una azarosa vida en la que se incluye algún tiroteo, un hombre muerto y el trabajo de vendedor de leche aguada, en 1882, encontró su vocación.
La línea de ferrocarril de Galveston, Harrisburg y San Antonio se decidió a enlazar San Antonio con El Paso. Para ello, la empresa contrató a un numeroso personal en el que había gente de todo tipo, desde trabajadores chinos y silenciosos a personajes pendencieros. El condado pronto se dio cuenta de que necesitaba a alguien para impartir justicia en un territorio conflictivo, dada la variedad de ciudadanos de diferente calaña. Abandonando su matrimonio y sus negocios ilegales, Roy marchó a Vinegaroon, una ciudad dormitorio al final del trayecto, para trabajar de camarero sirviendo whisky a los obreros del ferrocarril. Esa era su vocación, venderlo y beberlo.
Pero aprovechando la ocasión, y a falta de alguien mejor, cómo sería el personal que residía en la zona, las autoridades decidieron que parte de la jornada la empleara,
No fueron extraños los casos en los que los ANTIGUOS DELINCUENTES adquirieron la condición de alguacil o sheriff.
además de en servir whisky, en ejercer como juez. Lo nombraron juez de paz del condado de Pecos. Roy se mudó a una pequeña ciudad situada al norte de Vinegaroon, en un peñasco sobre el Río Grande, llamada Langtry, en honor de George Langtry, un jefe de ferrocarril que había conseguido que las vías de la Southern Pacific llegaran hasta allí.
Coincidía también que el nombre también se correspondía con el de una bella actriz británica, Lillie Langtry. Roy había oído hablar de ella y de sus encantos, de los que quedó prendado, por lo que construyó un salón, que además era su vivienda, al que llamó el Jersey Lily, nombre artístico de la actriz. Colgó un cartel de Miss Langtry detrás del bar, y sobre la puerta letreros que decían "Cerveza helada" y "La ley del Oeste del Pecos". Desde ahí, Roy Bean despachaba whisky, lo consumía, contaba historias, como la de que era él quien había puesto nombre a la ciudad en homenaje a la actriz –no tenía ni idea del origen del verdadero nombre– y además, impartía justicia sin tener la más remota idea de leyes.
Su salón taberna-vivienda se convirtió también en juzgado, cuyo equipamiento consistía en un revólver y un libro de leyes. Se cuenta que una vez encontró muerto a un hombre que llevaba una pistola y cuarenta dólares en el bolsillo, y decidió incautarse del dinero imponiendo al cadáver una multa de cuarenta dólares por llevar un arma oculta.
Cuando un irlandés fue acusado de asesinar a un obrero chino, Bean comenzó a rebuscar entre las páginas de su libro de leyes buscando un precedente legal. Finalmente, dictó sentencia: "Caballeros, la ley no dice nada sobre el asesinato de un chino. Caso cerrado”.
Como su salón estaba situado cerca del ferrocarril, donde los trenes paraban diez minutos para repostar, un día, apremiado por la marcha del tren, un viajero pagó su cerveza de treinta centavos con un billete de veinte dólares.
Viendo que no le devolvían el cambio, y que se marchaba el tren, se impacientó y trató a Bean de ladrón, el cual igualó las cuentas imponiéndole una multa de diecinueve dólares con setenta centavos por insultos a la autoridad.
ELLAS TAMBIÉN
Pero los forajidos, pistoleros y tramposos del oeste americano no solamente fueron de sexo masculino, también hubo algunas mujeres famosas. Por ejemplo, Myra Maybelle Shirley, conocida como
Belle Starr. Durante su infancia vivió en la granja de sus padres, pero poco a poco fue contactando con gentes poco aconsejables para una joven, que la fueron involucrando en sus fechorías.
En 1880 se enamoró de Sam Starr, un delincuente de origen cheroqui, y ambos empezaron a actuar juntos, cometiendo todo tipo de atracos, robos de caballos y contrabando con los indígenas, hasta que las autoridades pusieron precio a sus cabezas. A partir de entonces, la pareja no dejó de entrar y salir de la cárcel, mientras, iba creciendo la fama de Belle en todo el país. Se hizo tan famosa que, en uno de los períodos de libertad, comenzó a trabajar en un espectáculo actuando como asaltante de diligencias.
En 1886, una partida de vigilantes mató a Sam, pero Belle pudo escapar. Tres años más tarde contrajo nuevo matrimonio con un bandido mucho más joven que ella, de nombre Jim July, con el que vivió una relación poco envidiable. El 3 de febrero de 1889, Belle fue asesinada por la espalda, como no podía ser de otro modo, ya que eran pocos los que osaban desafiarla de frente. Tenía cuarenta y un años.
El periódico The Fort Smith Elevator, un año antes de su muerte, publicó estas palabras de Belle, cuando le preguntaron si era una delincuente; dijo:
"Me considero una mujer que ha visto mucho de la vida".
CALAMITY JANE
Y por supuesto, no podemos olvidar a la mítica Calamity Jane, de nombre Martha Jane Canary-Burke, nacida en Princeton, Missouri, siendo la mayor de seis hermanos –dos hermanos y cuatro hermanas–. Su madre murió en 1866 y su padre en 1867. Vivió durante un tiempo en Virginia City, Montana. En 1868, con 16 años, asumió el papel de cabeza de familia y se trasladó con ella a Fort Bridger, Wyoming.
Su vida está llena de incógnitas, ya que era bebedora y exageraba en exceso sus supuestas hazañas. Se alistó como exploradora y terminó recalando en Deadwood, la ciudad sin ley. Fanfarroneaba de haber conocido al teniente coronel Custer y de haber luchado contra los indios americanos.
En Deadwood trabajó como prostituta para una tal Madame Du Fran, también como cocinera y como lavandera. Allí trabó amistad con Wild Bill Hickok, una leyenda del oeste, un antiguo militar reconvertido en agente de la ley y obsesionado con el juego.
Calamity se obsesionó también con Hickok a quien admiraba. Sin embargo, el destino hizo que su adorado Hickok fuera tiroteado por la espalda en una partida de póker –Hickok llevaba en ese momento una doble pareja de ochos y doses, conocida para siempre como la mano del muerto.
Tras su asesinato el 2 de agosto de 1876, Calamity afirmó que había contraído matrimonio con él y que era el padre de su hijo, de quien decía que había nacido el 25 de septiembre de 1873 y a quien más tarde dio en adopción; probablemente falso. También afirmaba que tras la muerte de Hickok persiguió a Jack McCall, su asesino, con un hacha, sin embargo, nunca se enfrentó a él; McCall fue arrestado y condenado a la horca.
Cuando el alcohol se lo permitía actuaba en defensa de las diligencias que eran perseguidas por los indios, también se dedicó a curar enfermos de viruela sin importarle las consecuencias
Su vida terminó entre espectáculos, por los que cobraba escenificando su vida y los pasajes de la historia del oeste americano. Murió de una neumonía en 1903. De acuerdo con sus deseos, fue enterrada cerca de Wild Bill Hickok, en el cementerio de Mount Moriah, en la ciudad de Deadwood.
Al final de su vida, CALAMITY JANE cobraba por escenificar sus aventuras y los pasajes de la historia del oeste americano.