CIXÍ, la última EMPERATRIZ de CHINA
LA ÚLTIMA EMPERATRIZ DE CHINA
LA EMPERATRIZ CIXÍ (1835-1908), O TAMBIÉN CONOCIDA COMO TZINSHÍ, PUEDE SER CONSIDERADA COMO UNA DE LAS MUJERES MÁS IMPORTANTES DEL SIGLO XIX, TENIENDO EN CUENTA QUE FUE LA RESPONSABLE DEL GOBIERNO DE CHINA DURANTE 47 AÑOS, DESDE 1861 HASTA SU MUERTE EN 1908. EN SU TIEMPO FUE, POR UN LADO, ADMIRADA POR SU EXTREMA BELLEZA Y SU PODEROSA PERSONALIDAD Y, POR OTRO, TEMIDA POR SU MANO DE HIERRO CON SUS ENEMIGOS. ÁVIDA DE PODER, ENIGMÁTICA Y EXTREMADAMENTE HÁBIL EN EL TERRENO POLÍTICO, LA EMPERATRIZ CIXÍ, PESE A SUS RAÍCES HUMILDES, LLEGÓ A SER LA MUJER MÁS PODEROSA DE ASIA.
LA FUTURA EMPERATRIZ NACIÓ EL 29 DE NOVIEMBRE DE 1835, PROBABLEMENTE EN PEKÍN, EN EL SENO DE UNA FAMILIA MANCHÚ DEL CLAN YEHENARA. AL NACER, SE LE IMPUSO EL NOMBRE DE YEHONALA. Era hija de Huizheng, quien ejercía de mandarín de bajo rango, y pertenecía al Estandarte del Borde Azul, uno de los menos prestigiosos de los ocho en los que se dividían los clanes manchú. Su madre, también manchú, era de mejor familia, pues provenía del clan Niohoru, con mayor prestigio. Casi con toda seguridad, su familia debió de trasladarse después a Wuhu, donde Cixí pasó parte de su niñez.
La infancia de Cixí distó mucho de ser idílica. Ella misma lo explicaba: “Siendo niña, mi vida fue muy dura. No fui feliz con mis padres, porque nunca fui su favorita. Mis hermanas tenían cuanto deseaban, mientras que yo era totalmente ignorada”.
De regreso a Pekín, en 1851, y con solo catorce años, fue llamada a la Corte junto con una de sus hermanas, a fin de formar parte del proceso de selección de consortes y concubinas para el reciente emperador Xianfeng (1831-1861). El proceso estaba reservado a jóvenes de origen manchú, fuera cual fuese su estatus social en aquel momento. Cixí fue una de las pocas candidatas elegidas, entre las más de sesenta aspirantes, posiblemente por su belleza o ausencia de taras. De este modo, pasó a ser consorte de sexto rango, el más bajo, con el nombre de Noble Dama Lan. Dada la escasa calidad del rango de su consorcio, Cixí no podía aspirar nada más que a servir a consortes de mayor rango.
EN LA CORTE
A diferencia de la mayor parte de las mujeres manchú de la casa imperial, Cixí
era conocida por su habilidad para leer y escribir en chino. En el año 1854, la joven fue elevada a una nueva posición en la corte, como consorte de quinto rango. Esto le confería el título de Concubina Imperial Yi. Su elevación de rango estuvo relacionada con la infertilidad de la primera pareja imperial. La concubina Zhen, del clan Nihouru, había sido elegida por el emperador Xianfeng en 1852, como su favorita, pese a lo cual no había conseguido quedarse embarazada. Por tal motivo, Cixí, elevada de rango, ya se le permitía mantener relaciones con el emperador y, tras varios encuentros íntimos, en 1855, Cixí quedó encinta, y el 27 de abril de 1856 dio a luz al futuro emperador Tongzhi.
Inmediatamente después del nacimiento del heredero, Cixí fue elevada a consorte de cuarto rango, con el título de Consorte Yi. En 1857, cuando el niño cumplió un año, fue elevada de nuevo al tercer rango como Noble Consorte Yi. Esto la colocaba justo por debajo de la emperatriz Ci’an, entre todas las mujeres de la ecasa del Emperador.
Después de subir de rango dentro de la Corte, CIXÍ ya podía mantener relaciones con el emperador. En 1855, la joven se quedó encinta, y el 27 de abril de 1857 dio a luz al futuro emperador Tongzhi.
Su habilidad para las letras, el desinterés de Ci’an, la propia elección Xianfeng y su predicamento con los eunucos, hicieron que pronto Cixí empezara a asistir al emperador en las tareas de gobierno.
SUBIDA AL TRONO
Corría el año 1860 cuando estalló la Segunda Guerra del Opio, y ante la amenaza cierta de que los ejércitos occidentales invadiesen la Ciudad Prohibida, el emperador Xianfeng, junto con la familia imperial y algunos miembros de la Corte, huyeron con la excusa de que iban a pasar una larga temporada a su residencia de Rehe, cercana a la Gran Muralla. Allí, el 22 de agosto de 1861, el emperador falleció, probablemente a consecuencia de su adicción al opio, aquejado además de una fuerte depresión motivada por la estrepitosa derrota de su ejército. Aunque las relaciones de Cixí con Xianfeng se habían enfriado, la consorte consiguió que el emperador firmara un decreto que establecía un consejo de regencia, compuesto por ocho personas, que incluía a varios ministros y tres nobles de origen manchú. En un principio, quedaron excluidos de la regencia los hermanos del emperador y las propias consortes Cixí y Ci’an, aunque pronto se exigió que a las emperatrices viudas se les concediera la custodia del emperador niño Tongzhi, y se les permitiera escuchar desde detrás de las cortinas, es decir, ejercer el poder.
Pero Cixí no se conformaba con esta situación. Había esperado once años y ahora llegaba su turno. Durante las honras fúnebres imperiales, Cixí se aseguró de adelantarse al catafalco del emperador. De este modo, entró en Pekín junto a Ci’an y a su hijo Tongzhi con bastante antelación, lo que le procuró el tiempo necesario para preparar su golpe de estado. Y así, con la ayuda de la emperatriz Ci’an y el príncipe Gong, cuñado de Cixí, depusieron a los regentes nombrados por su difunto marido y las emperatrices se hicieron con el poder. Hasta 1881, fecha de la muerte de Ci’an, las dos mujeres gobernaron juntas, como regentes del hijo de Cixí.
LA MODERNIZACIÓN DE CHINA
Por aquel entonces, China era uno de los países más atrasados de Asia Oriental. A diferencia de Europa, Estados Unidos y el propio Japón, el país vivía encapsulado en un feudalismo medieval. Así que Cixí decidió poner fin a esta situación de atraso histórico y poner en práctica en China una política de corte occidental que modernizara el país y lo hiciera fuerte.
La primera reforma de Cixí fue poner al día al ejército. Para 1869, China ya poseía en su armada nueve barcos de vapor y armamento compuesto por el material bélico más avanzado. Pero un suceso trágico empañó la buena marcha de la regencia de Cixí. La emperatriz se había enamorado locamente de uno de sus eunucos. En cuanto la noticia se hizo pública, el eunuco fue apresado y decapitado. Cixí tardó en recuperarse de la fuerte depresión en la que los hechos sumieron su ánimo. Como resultado, la emperatriz tomó la decisión de no volverse a enamorar y centrarse en los asuntos de Estado.
En 1872 el emperador Tongzhi alcanzó la mayoría de edad. A instancias de Ci’an se casó con la emperatriz Jiashun (1854-1875). Esta era hija del príncipe Zheng, uno de los primitivos regentes. La relación de la nueva emperatriz con su suegra fue, desde el primer momento, muy tensa, puesto que Cixí veía a su nuera como una competidora. Aunque el matrimonio de su hijo significó formalmente el final de la regencia de Ci’an y Cixí, esta ejercía un control exhaustivo sobre la administración del Imperio y sobre su propio hijo. En tantos casos, las decisiones las tomaba la madre tras su biombo dorado, colocado detrás del trono de la Suprema Armonía.
Por su parte, el emperador Tongzhi había recibido una rigurosa educación confuciana a instancias de su madre, aunque aquel siempre demostró escaso interés por los estudios. Según sus tutores, el emperador no fue capaz de leer frases completas en chino hasta la edad de 16 años. Por lo tanto, y quizás con poca sorpresa, Tongzhi demostró en seguida su incapacidad para el trono, que tan solo ocupó durante dos años.
Mientras el Imperio había entrado en quiebra, él se dedicaba a la música y a frecuentar los prostíbulos y los fumaderos de opio de Pekín. Tanto exceso culminó con el fatídico resultado de su muerte, el 12 de enero de 1875, a los 18 años, aquejado de viruela, según unos, y de sífilis según otros. Tras llorar y guardar luto a su hijo durante 100 días como marcaba el protocolo de la Corte, Cixí asumió de nuevo el
En 1875, tras llorar y guardar luto a su hijo durante 100 días como marcaba el protocolo de la Corte, CIXÍ asumió de nuevo el mando de China.
mando de China. Algunas fuentes aseguran que la emperatriz viuda estaba embarazada cuando se quitó la vida bebiendo opio, lo que alimenta las sospechas respecto a la mano negra de Cixí detrás de este suceso, para no verse apartada del trono por el heredero de su difunto hijo.
Pero el Imperio necesitaba a alguien a la cabeza, y Cixí eligió a su sobrino Guangxu, de 4 años, hijo de su hermana Wanzhen, a quien adoptó como hijo propio. Sin embargo, sería Cixí quien gobernaría de facto hasta 1889. Su talante pro-occidental siempre chocó con el de su sobrino, que se oponía al desarrollo y la modernización de China.
GOLPE DE ESTADO
Cixí había retomado el poder, tras nueve años de retiro, pero fue entonces cuando descubrió un complot para asesinarla, orquestado por Japón en connivencia con su sobrino y emperador Guangxu. Una vez descubiertos, la emperatriz ordenó ejecutar a los conspiradores, manteniendo bajo arresto al monarca en el Palacio de Verano, junto a la Ciudad Prohibida.
Sin embargo, el odio a los extranjeros “los demonios blancos” como les denominaban los ultraconservadores, germinó en el movimiento de los bóxers de 18991900, que iniciaron su lucha con la quema de misiones cristianas y el asesinato de políticos y diplomáticos occidentales que apoyaban a Cixí. Los bóxers exigían volver a la pureza china de antaño y, para reclamar una venganza justa, atacaron el barrio occidental de la capital china. Sus habitantes se atrincheraron con ayuda de los ejércitos europeos y les hicieron frente. Estos hechos se corresponden con el famoso capítulo de los 55 días en Pekín. Cixí, que apoyaba la idea de los bóxers de que China fuera para los chinos, pero sin derramamiento de sangre, vio cómo sus antiguos aliados se volvían contra ella. A principios de 1900, casi toda la costa de China pasó a ser de Alemania, Estados Unidos, Francia, Rusia y Austria-Hungría. Por lo tanto, era solo cuestión de tiempo que los imperios europeos se repartieran el resto del pastel, algo que la emperatriz no estaba dispuesta a permitir. Por tal motivo, no le quedó más remedio que apoyar a los bóxers. La matanza no tuvo precedentes.
El 5 de agosto de 1900, Cixí, el emperador Guangxu y la corte imperial huyeron de la Ciudad Prohibida ante el asedio de las tropas occidentales y se exiliaron a la ciudad de Xi’an, primera capital del Imperio chino. El exilio duró dos años. Mientras, Pekín era tomada por las potencias occidentales, que aplastaron con facilidad la rebelión de los bóxers. Ante su más que probable apresamiento, para que Japón controlara a su antojo al emperador títere Guangxu, Cixí tomó la decisión de ser ella quien diese
el primer paso. Así, en 1901 publicó el Decreto de Arrepentimiento en el que se mostraba como la responsable de cuanto había sucedido con la rebelión bóxer, teniendo en cuenta que nunca el levantamiento habría contado con su apoyo expreso, de haber conocido las consecuencias. Asumiendo la culpa consiguió que, una vez conocido el decreto por los militares que ocupaban Pekín, estos la perdonaran y le restituyeran el trono.
SU GRAN PROYECTO: UNA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL
Tras su regreso a Pekín, Cixí se reconcilió con los occidentales, lo que favoreció la modernización de China. Llegaron el cine, el automóvil y el teléfono, se abolieron los exámenes imperiales y se creó un modelo educativo similar al japonés. En 1905, Cixí anunció su reforma estrella: convertir China en una monarquía constitucional. De hecho, encargó a un grupo de políticos europeos que se ocuparan de la redacción del correspondiente texto legal, y en 1906, Cixí promulgó los “Principios de una Constitución”, con el fin de convertir el Estado en una monarquía con un parlamento, que habría de ser constituido en 1917.
En 1905, CIXÍ anunció su reforma estrella: convertir China en una monarquía constitucional. En 1906 promulgó los "Principios de una Constitución", con el fin de convertir el Estado en una monarquía con un parlamento.
Pero el emperador Guangxu se había convertido en un auténtico obstáculo en el plan democratizador de Cixí, porque si ella moría antes que el emperador, con toda seguridad Japón invadiría el país y las reformas se quedarían en agua de borrajas. De ninguna manera, Guangxu podía vivir más que ella.
Cixí no se rendía, pero su cuerpo se deterioraba a toda prisa. Había cumplido los 73 años en 1908, y aun cuando su salud estaba seriamente quebrantada, no dejaba de trabajar en pro de la monarquía constitucional que deseaba fervientemente dejar establecida para asegurar la continuidad del trono. Presintiendo cercana su propia muerte, tomó la decisión de dejar su plan asegurado. En primer lugar, el 14 de noviembre de 1908, envenenó al emperador Guangxu, y nombró a su sobrino, el príncipe Puyi (1906-1967), de 2 años, nuevo emperador de China. En la madrugada del 15 dictó personalmente su testamento, falleciendo a las dos de la tarde de ese mismo día. Puyi sería emperador de China hasta 1912, cuando, tras la Revolución de Xinhai, abdicaría, dando paso a la proclamación de la República de China. Cixí fue enterrada en los Mausoleos Imperiales de Qing, situados en Zunhua, a 80 kilómetros de Pekín, junto a su esposo y a su hijo. Ella sabía que mientras viviese, el Imperio estaría a salvo, pero tras su desaparición, podía ser cuestión de poco tiempo que todo acabara en nada. La profecía de Cixí se cumplió en 1912, cuando estalló la Revolución China, que acabó con los dos mil años de monarquía en el país, dando paso a la República. Pese a ello, la familia imperial continuó viviendo en la Ciudad Prohibida hasta 1924.
Veinte años después de muerta Cixí, en 1928, las tropas republicanas profanaron su tumba y se llevaron las joyas, dejando su cuerpo al descubierto. Su sepulcro fue posteriormente restaurado. En 1931 Japón invadió Manchuria, y China en 1937. Todo lo que se había evitado hasta entonces, no pudo evitarse en tiempos de la República.
La China republicana terminó oficialmente en 1949 con el ascenso de Mao al poder. A diferencia de Cixí, quien se arrepintió y pidió perdón por sus errores, Mao nunca tuvo intención de ser perdonado. Su gobierno del terror duró veintisiete años, en los que se calcula que fueron asesinados setenta millones de chinos. A día de hoy, su imagen y su cuerpo son venerados en Pekín y en toda China, bajo el título de “Padre de la China Moderna”, lo que es categóricamente falso. Históricamente, ese título le correspondería a Cixí, quien con su férrea defensa del Imperio, pasó a ser conocida como la Emperatriz-Dragón. Un digno título para quien rigió los destinos del País de la Paz bajo el Cielo, del Señorío de los 10.000 años, del Hijo del Cielo y de la Suprema Armonía.
La leyenda negra de Cixí habla de su codicia y de su maldad certificada. Sin embargo, otros biógrafos muestran a una mujer realmente excepcional que se movió de la única manera posible en una sociedad de costumbres y rituales complejísimos, en la que las conspiraciones y las muertes violentas conformaban lo que era la vida cotidiana, y ser mujer no tenía ningún valor. Tuvo que ser más inteligente y astuta que todos los hombres que la rodeaban para conseguir sus objetivos, cualidades que a ella le sobraban.