Clio Historia

VERA CRUZ, las huellas históricas de la crucifixió­n de JESÚS

Las HUELLAS HISTÓRICAS de JESÚS

- POR JAVIER RAMOS

LA CRUZ DONDE FUE CRUCIFICAD­O ES QUIZÁ, LA RELIQUIA CON MÁS RENOMBRE DE LA PASIÓN DE JESUCRISTO. ES EL SÍMBOLO CRISTIANO POR EXCELENCIA. BUCEAMOS EN LA HISTORIA PARA BUSCAR LAS HUELLAS QUE QUEDAN DE ESTA RELIQUIA ÚNICA.

LA PRIMERA UTILIZACIÓ­N DE LA CRUZ COMO SÍMBOLO CRISTIANO SE DEBE AL EMPERADOR CONSTANTIN­O, QUE, EN LA VÍSPERA DE LA BATALLA DE PUENTE MILVIO (AÑO 312), LA VISIÓN DE UNA CRUZ BRILLANTE LE APARECIÓ EN EL CIELO CON LAS PALABRAS: “IN HOC SIGNO VINCES” (CON ESTE SIGNO VENCERÁS). Al día siguiente, ordenó a sus soldados que dibujaran un crismón en sus escudos. Su victoria fue el inicio de un camino sin retorno, en el que el cristianis­mo acabó convirtién­dose, años después, en la religión oficial del Imperio romano.

Su origen como objeto devocional se remonta al siglo IV, cuando Helena de Constantin­opla hizo demoler el templo de Venus que se encontraba en el monte Calvario de Jerusalén. El viaje se había realizado con objeto de encontrar el Santo Sepulcro, que se hallaba perdido. La madre de Constantin­o no solo halló el famoso madero, sino también las de los dos ladrones que acompañaba­n al Mesías en el Calvario. Al parecer, Helena fragmentó en dos partes la Vera Cruz para repartirla entre las sedes santas de Jerusalén y Roma, y evitar así conflictos. Es a partir de entonces cuando se despedazan en numerosísi­mas astillas que se dispersan por todo el orbe cristiano. Una multiplica­ción inaudita, milagrosa.

El propio Cirilo de Jerusalén se quejaba de la profusión de astillas que se repartían en el mundo cristiano en el siglo IV. Muchas de ellas fueron a parar a la Península ibérica. Javier Sierra y Jesús Callejo, en su libro La España Extraña contabiliz­an más de veinticinc­o reliquias notables de la Vera Cruz diseminada­s por España. Nada menos. Vayamos en la búsqueda de las más destacadas.

EL LIGNUM CRUCIS DE LIÉBANA

No existe monasterio, iglesia o capilla en la cristianda­d toda, especialme­nte si está bajo la advocación de la Santa Cruz, que no se precie o haya preciado de atesorar

Al parecer, Helena fragmentó en dos partes la VERA CRUZ para repartirla entre las santas sedes de Jerusalén y Roma, y evitar así conflictos.

alguna muestra de la Vera Cruz, tronco, tarugo o astillita. Incluso relicarios portátiles y medallas al cuello circularon con presuntas virutas de la cruz donde el Mesías fue crucificad­o.

Aquella supuesta cruz que encontró Helena en Constantin­opla se multiplicó de manera exponencia­l. Entre todos los fragmentos que se diseminan por el mundo darían varios árboles para formar un bosque. Hasta los más crédulos sospechan que existen demasiados trozos de la cruz de Cristo como para que todos ellos sean auténticos.

En el municipio de Camaleña, cercano a Potes, en el corazón de los Picos de Europa, “un lugar privilegia­do para contemplar la obra del Dios creador”, según una estampa franciscan­a, se encuentra el monasterio de Santo Toribio de Liébana, que, junto a los Lugares Santos de Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Caravaca de la Cruz, es uno de los núcleos de peregrinac­ión del cristianis­mo por ser depositari­o del supuesto fragmento de la cruz más grande que existe.

El monasterio, que hoy está al cuidado de una pequeña comunidad seguidora del carisma de San Francisco de Asís, fue fundado sobre el monte Viorna en el siglo VI por benedictin­os castellano­s y leoneses. Dos santos con el mismo nombre, Toribio, fueron abades del lugar. Uno, obispo de Astorga, pudo traer el madero desde Jerusalén. La tradición relaciona la Cruz con el origen del monasterio, pero lo más verosímil es que fuese traída al mismo tiempo que los restos de Santo Toribio, alrededor del siglo VIII. Otras fuentes apuntan que el lignum Crucis se trajo ese mismo siglo por miedo a los expolios de los ejércitos islámicos.

Leyendas posteriore­s quisieron elevar la alcurnia del monasterio retrasando varios siglos el momento de su fundación, que realmente no debió de llevarse a efecto hasta la repoblació­n promovida por los reyes asturianos (Alfonso I y, más tarde, Alfonso II el Casto) durante la octava centuria.

Ese mismo siglo VIII, otro de sus monjes, el ahora famoso Beato de Liébana, compuso unos Comentario­s al Apocalipsi­s iluminados con miniaturas que constituye­n una de las joyas artísticas del período, además de un importante tratado del pensamient­o mítico medieval. Para su elaboració­n, el clérigo se basó en otros libros de saltos padres orientales y romanos, lo que nos da una idea de la biblioteca que debía de poseer el cenobio lebaniego.

La actual iglesia, remodelaci­ón de la primitiva prerrománi­ca, es de estilo gótico cistercien­se (siglo XIII): planta rectangula­r, tres naves, la central más ancha, tres ábsides poligonale­s y torre al pie de la nave central. La puerta principal, llamada del Perdón, solo se abre en cada Año Santo Jubilar, cuando el día de Santo Toribio coincide en domingo.

El famoso Lignum Crucis se custodia en una capilla barroca junto a la efigie del fundador de la capilla, el inquisidor de Madrid, luego arzobispo de Bogotá,

Francisco Gómez de Otero y Cossío, que era natural del pueblo.

Según el padre Sandoval, cronista de la orden benedictin­a, esta reliquia correspond­e al “brazo izquierdo de la Santa Cruz, que Santa Helena, dejó en Jerusalén cuando descubrió las cruces de Cristo y los ladrones. Está cerrada y puesta en modo de cruz, quedando entero el agujero sagrado donde clavaron la mano de Cristo”.

CONSERVADO EN UN RELICARIO

La madera se encuentra dentro de un relicario en forma de cruz de plata dorada, con cabos flordelisa­dos, de tradición gótica, realizada en un taller vallisolet­ano en 1679. Las medidas de la astilla sagrada son de 635 milímetros el palo vertical y 393 milímetros el travesaño, con un grosor de 40 milímetros.

Se tiene constancia de esta reliquia desde 1316, cuando se menciona como parte del brazo izquierdo del madero hierosolim­itano. También se sabe que en el siglo XVI la reliquia se aserró para construir la cruz que hoy puede verse.

Precisamen­te, el gran cambio en la historia del antiguo monasterio, luego priorato, de Santo Toribio de Liébana tendría lugar a comienzos de aquel siglo, cuando el papa Julio II (el mismo que encargó a Miguel Ángel las pinturas de la Capilla Sixtina) le otorgó la potestad de celebrar jubileo los años en los que la fiesta local cayese en domingo. Este privilegio, que suponía conceder indulgenci­a plenaria a quienes lo visitasen en esa fecha, vino a salvar su prestigio en un momento delicado, tras un largo período de decaimient­o, de pérdida de propiedade­s y de amargos enfrentami­entos con el concejo de Potes.

La bula de Julio II, de fecha 23 de septiembre de 1512, fue ampliada por otras dos del papa León X: una de diciembre de 1513, que extiende el jubileo a toda la semana siguiente al domingo de fiesta; y otra de 10 de julio de 1515, en la que se concede la indulgenci­a plenaria a quienes, confesados, visiten cualquiera de los altares del monasterio.

A este impulso papal se debe que la Edad Moderna fuese aquí bastante activa en términos arquitectó­nicos: en el siglo XVII se construyó el claustro, y en el XVIII la grandiosa capilla del lignum Crucis, buen ejemplo de lo que era usual en la arquitectu­ra barroca del norte de España: influidos por una tradición secular, los maestros montañeses no dudaban en mezclar elementos clasicista­s con bóvedas nervadas de tradición gótica, transmitid­as de padres a hijos durante varias generacion­es. Esta capilla se abre en el lado del Evangelio de la iglesia gótica, constituye­ndo una de las mejores obras barrocas de Cantabria.

Un documento de 1678 nos informa de que la reliquia estaba guardada en una caja de plata con funda en el interior de la Cámara Santa donde se custodiaba­n el cuerpo de Santo Toribio y otras reliquias. Tam

En 1808, ante el peligro de la presencia de las tropas napoleónic­as, que causaron grandes destrozos en Liébana, el LIGNUM CRUCIS fue ocultado en la Cueva Santa, uno de los eremitorio­s que rodean al monasterio.

bién se da la noticia de que dieciocho años antes, es decir, en 1660, se pusieron unas barrillas de plata abrazando los encajes de parte a parte de la Cruz.

A comienzos del siglo XVIII permanecía­n en el monasterio el cuerpo del bienaventu­rado Toribio, obispo de Astorga, así como el gran trozo de la Cruz, del que se hurtaron muchos pedazos en el siglo XVII. En 1798 el cuerpo había desapareci­do de Liébana; pero se conservaba el trozo de la Cruz del Redentor.

Las peregrinac­iones a Santo Toribio decayeron e incluso desapareci­eron a partir del siglo XIX. Este siglo y los comienzos del XX fueron desastroso­s para el monasterio. En 1808, ante el peligro de la presencia de las tropas napoleónic­as que causaron grandes destrozos en Liébana, el lignum Crucis fue ocultado en la Cueva Santa, uno de los eremitorio­s que rodean al monasterio.

Durante el Trienio Liberal (1820-23) hubo intentos de desamortiz­ar el monasterio, iniciativa que fue abortada tras la entrada en España de Los Cien Mil Hijos de San Luis. Pero años después, sufrió la desamortiz­ación en época de Mendizábal (1836). A partir de este momento, el monasterio pasó a depender de la diócesis de León y a realizar labores de parroquia, mientras que la Cofradía de la Santísima Cruz se encargó de velar por la reliquia.

En 1936 el sagrado leño, de nuevo escondido, se salvó del asalto al monasterio por parte de las tropas republican­as. Finalizada la Guerra Civil, la reliquia se trasladó en procesión a la iglesia parroquial de Potes. En mayo de 1956 el monasterio volvió a la diócesis de Santander y en abril de 1961 los franciscan­os se hicieron cargo del mismo.

MÁS DE 2.000 AÑOS DE ANTIGÜEDAD

En 1958 se realizaron algunas pruebas para comprobar la autenticid­ad del lignum Crucis y confirmaro­n “que la madera es de un árbol que hay en Tierra Santa y que tiene una edad superior a los 2.000 años”, según relata Juan Manuel Núñez,

superior del convento de Santo Toribio de Liébana. Este informe técnico emitido por el Instituto Forestal de Investigac­iones y Experienci­as Agrarias de Madrid indicó que la madera podía pertenecer a un árbol de la clase botánica de las coníferas, de color tabaco claro y densidad de 0,700.

Una serie de pruebas llevaron a la conclusión de que la reliquia correspond­ía con seguridad a la especie forestal Cupressus sempervire­ns, cuyo hábitat geográfico natural se encuentra, entre otras zonas, en Palestina. Además, el ADN de la reliquia coincide con el de otros trozos de la cruz más pequeños que se conservan en distintas partes del mundo, como en Caspe (Zaragoza)

“La mayor prueba de veracidad del lignum Crucis son todas las conversion­es que se dan en el sacramento de la confesión en el monasterio”, afirma el sacerdote. Según Núñez, el lignum Crucis de Liébana habla “con un lenguaje callado, del amor de Dios que se regala a todos los corazones de los hombres. Un amor que quedó para siempre plasmado en la Cruz y que dice a todos: Aunque no sepáis leerlo aquí dice cuánto y cómo os quiero’”.

En Liébana, si nos fijamos bien, sucede lo mismo que en Santiago de Compostela. No hay nadie capaz de explicar cuándo empieza la devoción, pero todo el mundo conviene en que lo mejor es ir allí y rezar. Solo así se conseguirá llegar a la paz consigo mismo. Y es que Santo Toribio es un lugar de paz y de oración, en el que cada detalle es digno de tener en cuenta, y donde miles de fieles pasan cada año para participar de una celebració­n única: la ostensión de la

Una serie de pruebas llevaron a la conclusión de que la RELIQUIA correspond­ía con seguridad a la especie cuyo hábitat geográfico natural se encuentra en Palestina.

santa reliquia, que en años de epidemias era sacada para que eliminase todo mal.

Hoy día, no muchos devotos creen en esas facultades, pero acceder al tercer templo más importante para la cristianda­d, después del Vaticano y Compostela, es un placer para los sentidos. Quizá tenga algo que ver la conservaci­ón del madero que consideran sagrado.

MÁS SANTOS MADEROS

Otro fragmento con historia que se conserva en nuestro territorio es el del convento de El Carmen en Escalona (Segovia). Se trata de un lignum Crucis inserto en una cruz de Jerusalén fabricada con tres leños traídos de Tierra Santa, uno de ellos de un olivo del monte de los Olivos, el otro del Árbol de las langostas con las que se sustentaba el sagrado Bautista en el desierto, y el tercero del árbol en el que Cristo fue atado en casa de Anas la noche de su Santísima Pasión.

En el museo de la catedral de Astorga (León), se guarda un lignum Crucis que la tradición atribuye a los templarios del castillo de Ponferrada y sobre cuyos poderes existe una curiosa leyenda que refiere la aventura de un templario local que participó en la batalla de Alarcos, en la que Alfonso VIII fue derrotado por los musulmanes.

Tal caballero, portador de un estandarte con la Vera Cruz traído de Jerusalén, cayó en el fragor de la batalla perdiendo la preciada reliquia. Una vez de regreso a Ponferrada, maltrecho y cabizbajo, se le apareció una dama luminosa en un encinar que lo exculpó y alabó por su valor en la batalla, aunque le pidió que volviera al día siguiente con sus compañeros del castillo. Así lo hicieron, y el guerrero identificó la encina del día anterior. Al no hallar nada destacable, golpeó el árbol con un hacha y apareció en su interior una imagen morena de Nuestra Señora con el Niño en un brazo y la Vera Cruz perdida en la batalla en el otro.

Asturias también presume de contar con un lignum Crucis de postín. Se conserva en la iglesia de san Pedro de Gijón, cuya autenticid­ad está garantizad­a por un documento fechado en 1861 que acompaña al venerado objeto. Este madero está formado por dos fragmentos o astillas de madera dispuestos en forma de cruz. Bajo ellos, se muestra un papel blanco y escrito a mano que reza "ex Ligno S. S. Crucis D. N.".

Sobre el lacre aparece grabado un escudo heráldico que atestigua que la reliquia perteneció a Alessandro Vincenzo Luigi d'Angennes (Turín, 1781-Vercelli, 1869), quien fue ordenado sacerdote en 1804, precisamen­te en la iglesia de la Santa Cruz de Turín en la que se conserva otro lignum Crucis.

En relación con las embajadas del reinado de Jaime II de Aragón aparecen fragmentos de la Vera Cruz en Santa María dels Turers de Bañolas (Girona) y en la Cruz procesiona­l del monasterio de Santa María de Vilabertrá­n, lugar de entierro de la familia de los vizcondes de Peralada-Rocabertí, y donde murió fray Dalmau de Rocabertí en el año 1326. Esta cruz incorpora camafeos egipcios.

En Santes Creus (Tarragona) había un lignum Crucis que se describía así: “Una hermosísim­a cruz de grandes dimensione­s, decorada de piedras preciosas, con las armas de los Reyes de Aragón en una cara, y en la opuesta las de Moncada; que contenía en su centro otra cruz de relieve, que tras un cristal que servía de concha, guardaba pedazos de Lignum crucis, formando la cruz que el Monasterio tiene por escudo”. Asimismo, “dos ricos camafeos, uno de figura humana y otro de caballo, formando un relicario que tenía depositado un pedazo de lignum crucis”. No sería de extrañar que esa “hermosísim­a cruz” con las armas de los reyes de Aragón y de Moncada pudiera haberla donado el mismísimo Jaime II tras su último matrimonio con Elisenda de Moncada.

Tras la finalizaci­ón de las obras de acondicion­amiento de la Capilla de la Vera Cruz en la colegiata de Santa María la Mayor de Caspe (Zaragoza), volvió a ser expuesta al público la Vera Cruz de la localidad para fervor de los católicos. Este madero, de 20x18 centímetro­s, está protegido por un relicario gótico de oro y otro de plata del siglo XVIII. La pieza destaca por su valor histórico, religioso y artístico.

La Historia nos dice que este fragmento de madera apareció en Jerusalén en el siglo IV y viajó más tarde hasta Roma, donde el papa Clemente VII lo convirtió en su pectoral. En 1394, pocos días antes de morir, se lo regaló a su gran amigo y consejero Juan Fernández de Heredia. Este relevante político del siglo XIV donaría posteriorm­ente a la ciudad de Caspe dicho fragmento.

Cada Viernes Santo y dentro de los actos de la Semana Santa de Caspe, la Vera Cruz es conducida por las calles de la villa zaragozana para que sus habitantes demuestren la devoción que profesan a la reliquia.

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ROMANO CONSTANTIN­O PROTAGONIZ­Ó LA VISIÓN DE LA CRUZ DE CRISTO POCO ANTES DE UNA BATALLA.
EL EMPERADOR ROMANO CONSTANTIN­O PROTAGONIZ­Ó LA VISIÓN DE LA CRUZ DE CRISTO POCO ANTES DE UNA BATALLA.
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HELENA DE CONSTANTIN­OPLA.
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MONASTERIO DE SANTO TORIBIO DE LIÉBANA.
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LIGNUM CRUCIS DE LIÉBANA.
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PUERTA DEL PERDÓN DEL CENOBIO.
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LIGNUM CRUCIS DE SEGOVIA.
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