Construcciones y templos del NEOLÍTICO
LA PIEDRA SECA NO ES SOLO UNA TÉCNICA DE CONSTRUCCIÓN DE GRAN ARRAIGO EN DETERMINADAS ÁREAS GEOGRÁFICOS, SINO UNA EXPRESIÓN ARQUITECTÓNICA QUE A LO LARGO DE LOS AÑOS NOS HA DEJADO UN HERMOSO PAISAJE CULTURAL DE DIMENSIONES ÚNICAS, UNA FUENTE DE INFORMACIÓN QUE NOS HABLA DE CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ, QUÉ HICIERON NUESTROS ANTEPASADOS PARA DOMINAR LOS ELEMENTOS A TRAVÉS DEL MÁS FIRME DE ELLOS: LA PIEDRA.
CASAS, MUROS, SILOS, LUGARES DE ENTIERRO, ALBERGUES PARA EL GANADO, TEMPLOS… Todo es posible gracias al arte de poner piedra sobre piedra. Allá donde no había nada era posible erigir un monumento de desafío y supervivencia. Por eso la UNESCO ha declarado recientemente los muros de piedra seca como Patrimonio de la Humanidad. Entre los elegidos estaban los de España, Suiza, Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia y Eslovenia. Según el organismo dependiente de la ONU, "los muros de piedra seca desempeñan un papel esencial en la prevención de corrimientos de tierras, inundaciones y avalanchas". Estamos hablando de estructuras de piedras apiladas, en las que no se ha usado ningún material de construcción salvo el de la piedra, la mano del hombre y, excepcionalmente, alguna herramienta con la que darle cierta forma. Es la estampa rural de varios países europeos. En España encontramos su máximo exponente de esplendor en Andalucía, Aragón, Baleares, Canarias, Cataluña, Extremadura, Galicia y Valencia, "un ejemplo de relación equilibrada entre el ser humano y la naturaleza", según la UNESCO, pues estos muros contribuyen a luchar contra la erosión y la desertificación, mejoran la biodiversidad y crean un microclima favorable para la agricultura.
EL ARTE DE LA PIEDRA EN SECO
La antropología tiene en el estudio de la geografía urbana y rural un gran aliado a la hora de entender el cómo, cuándo, por qué y para qué de las cosas que atañen a las construcciones y la distribución espacial. Gracias a ella entendemos que la piedra en seco tiene una serie de características que la hacen única, porque está perfectamente integrada en el paisaje, es tremendamente económica (es gratis y una materia prima inagotable), produce estructuras sumamente prácticas, y sirve para levantar desde la más modesta y pequeña construcción, hasta la más compleja y colosal.
A pesar de que el arte en seco es un paisaje cultural vivo, uno de los tipos de construcción más robustos, duraderos y poderosos que el ser humano ha erigido con sus propias manos, también ha sido el gran olvidado. Sin mortero ni argamasa, rellenando los huecos con tierra seca, las piedras se colocan con tanto arte, tiento y precisión, que raro es el hueco por donde pueda filtrarse una brizna de aire, ni una triste gotera.
Todo empezó, según la hipótesis más ampliamente aceptada, con la revolución del Neolítico, cuando el hombre de la prehistoria consiguió domesticar a los animales, dominar la agricultura y establecerse en un lugar a vivir de forma permanente. Atrás quedaban los tiempos en constante movimiento, recolectando lo que encontraban, en pos de una bestia a la que dar caza.
Así surgieron los primeros poblados de Europa, como los de la cultura talayótica balear o el asentamiento escocés de Skara Brae, entre otros. Desde entonces, no hemos dejado de colocar piedra sobre piedra, desafiando la gravedad, el viento y los cielos, sobrepasando el nivel básico y echando mano de mazas, cinceles y otras herramientas, a fin de levantar paredes infranqueables y evitar los derrumbes, no solo en Europa, sino también en otros puntos del planeta. Ahí tenemos los paramentos de piedra seca de Uxmal (México), Guiza (Egipto), Cuzco (Perú).
Es por ello que, el origen de estas construcciones es, en cualquier caso, y cuanto menos, remoto, y posiblemente esté entroncado con las culturas megalíticas. Eso explicaría que tengamos expresiones de piedra seca en lugares tan distantes del planeta.
En España, de hecho, el hilo del arte de la piedra en seco puede rastrearse, si seguimos la madeja, a estos períodos arcaicos, y se prolongó, de una forma u otra, hasta nuestro pasado más reciente, poco después de la Guerra Civil. Tenemos kilómetros y kilómetros de muros y bancales que ya estaban ahí en la Edad Media, aunque fue en el siglo XVIII cuando se produjo una eclosión en el auge de estas construcciones.
Los autores de Los hombres y las piedras, un libro publicado por el Ayuntamiento de Vilafranca, orgulloso de su patrimonio de paisaje humanizado, apelaban al refranero popular para enunciar el primer principio de la técnica del arte de la piedra en seco: "Toda piedra hace pared". Cualquier piedra vale, porque solo hay que ponerse a jugar a los puzles y ver dónde encaja mejor cada una, aunque si de preferencias se trata, se echa mano de la piedra caliza, a poder ser.
También se prefieren las losas planas, pero no hay ningún problema con
TODO EMPEZÓ, según la hipótesis más ampliamente aceptada, con la revolución del Neolítico, cuando el hombre de la prehistoria consiguió domesticar a los animales, dominar la agricultura y establecerse en un lugar a vivir de forma permanente.
las rocas irregulares o los cantos rodados procedentes de cauces fluviales, por poner un ejemplo. Si hace falta, se la trabajaba un poco para hacerle algún retoque. La cuestión es que toda piedra ha de colocarse sobre dos, y al mismo tiempo, estar debajo de otras dos. Así de simple.
PIEDRAS CON ACENTO ESPAÑOL
España destaca, según la UNESCO, como uno de los lugares del amplio globo terráqueo en los que el paisaje cultural de la piedra en seco brilla de forma especial.
En Sierra Mágina, Jaén, más famoso en los últimos tiempos por haber sido la tierra donde tuvo lugar el célebre fenómeno de las denominadas Caras de Bélmez, tenemos montes sembrados de olivares, cumbres que en invierno amanecen nevadas, y numerosos chozos, pozos, eras y hormas (los típicos muros de piedra usados para delimitar bancales, combatir la erosión y favorecer el cultivo) que parecen camufladas en la tierra. En este sentido, destacan Los Caracoles y Pegalajar, dos parajes de gran ingenio donde los maestros hormeros, sin tener conocimiento alguno de arquitectura o estudios especializados en construcción, nos han dejado auténticas muestras de ingeniería.
Amazon Prime estrenaba recientemente una serie de televisión española titulada El Pueblo, creada por Alberto Caballero para Telecinco, que trata de un grupo de urbanitas que, por distintos motivos, deciden mudarse a un diminuto pueblo soriano aparentemente abandonado, Peñafría, donde la geografía castellanoleonense inunda cada escena. Los recién llegados deben acostumbrarse a la vida rural y aprender de sus vecinos, en un sinfín de anécdotas, situaciones graciosas y conflictos. Resulta curioso que uno de los protagonistas, Nacho, decida un buen día ponerse a construir un muro de piedras, como una forma de llenar su vacío existencial. Se trata de un bonito homenaje al verdadero lugar donde se rueda la serie, el despoblado de Valdelavilla, un antiguo municipio de poco más de veinte viviendas recientemente rehabilitado y convertido en un complejo turístico de doce casas rurales con capacidad para albergar a setenta personas, wifi, jardín ecológico y pistas forestales al Moncayo. La belleza del lugar radica, precisamente, en sus calles y edificios típicos de piedra seca.
A PESAR DE QUE EL ARTE EN SECO es un paisaje cultural vivo, uno de los tipos de construcción más robustos, duraderos y poderosos que el ser humano ha erigido con sus propias manos, ha sido el gran olvidado.
En la huerta valenciana hay algo más que playas y naranjos. Allí brotan de la tierra singulares construcciones de piedra en seco brillando con tonos rojizos a la luz, ofreciendo un vibrante contraste contra el cielo de color azul intenso.
Las barracas son refugios de pastores y agricultores, tienen su origen en los tiempos celtíberos del Rincón de Ademuz, el área geográfica donde destaca su presencia, aunque las actuales pertenecen a un pasado más reciente (principios del siglo XVII-comienzos del siglo XX).
A pesar de que en cada lugar se llaman de una forma distinta, o acumulan características que las hacen destacar y diferenciarse del resto, tienen una amplia continuidad estética en las capilletes del sur de Francia, los cocons de Cataluña, los bombos de Castilla La Mancha o las tagoras de las Islas Canarias, por mencionar algunos ejemplos.
También en la Comunidad valenciana, esta vez en la Sierra de Enguera, encontramos los denominados cucos, brotando en las tierras de secano, con la misma función de la barraca, pero una disposición estética circular. No estamos hablando, en cualquier caso, de la típica construcción que todos lo que hemos leído La Barraca, de Vicente Blasco Ibáñez, tenemos en mente: una vivienda de labradores que solía construirse en las huertas de regadío, próximas a las acequias o a la Albufera, y que destacan por un techo de marcado ángulo triangular para desaguar las tan dañinas y características gotas frías que suelen asolar la zona.
MENORCA: LA ISLA DEL VIENTO
A diferencia de sus hermanas baleares, Menorca podría llamarse la isla del viento porque no cuenta con montañas que la protejan del castigo de los céfiros de Tramuntana, Migjorn, LLevant, Ponent, Gregal, Xaloc, Maestral y Llebei. De modo que, cada invierno, sufre el soplo sin piedad de los ocho vientos modelando la geografía isleña, el pai
saje natural cultural y el carácter de los habitantes de este paraíso.
Llaman la atención las copas de los árboles inclinadas, esculpidas por el viento, forzando a los pinos a crecer en eterna reverencia. Es, sin duda, el viento del norte, Tramuntana, el más característico y el que más estremece. Fue precisamente el ímpetu de este aire lo que obligó a los pobladores de la isla a levantar muros de piedra, con los que los menorquines acabaron delimitándolo todo: pastos, bosques, parcelas, eras, caminos, fincas, zonas de cultivo...
Menorca tiene cantidades astronómicas de kilómetros de pared seca. Si las pusiéramos en línea recta desde la Plaza del Borne de Ciutadella podríamos llegar a Santiago de Chile.
Estas murallas han marcado la identidad ganadera y agrícola de la tierra; son la razón por la que aquel que viaja al rincón balear, se vuelve con los ojos preñados de piedras durante el día, y estrellas durante la noche.
Esta manía casi obsesiva de acumular montones de piedras hunde con toda seguridad sus raíces en las antiguas construcciones megalíticas y talayóticas de la prehistoria menorquina, vastos ejemplos de este método de construcción que todavía hoy siguen en pie, contra viento y marea, convirtiendo el lugar en un auténtico parque arqueológico al aire libre.
PUNTA NATI
Aquellos que visitan Ciutadella por primera vez no tardan en oír hablar de un lugar mágico, un faro al que llegar por un camino tan árido como envolvente, flanqueado por muros y antiguas barracas de piedra en seco, todo ello tan integrado en el paisaje como la piel de un camaleón, acogiendo en la gradación de tonos beige, marrones y ocres, apenas verdeados por la hierba, el deambular del ganado, ovejas y cabras que pastan, ajenas al tiempo.
Al fondo, el horizonte azul del mar se funde con el cielo. Al final del camino hay un faro que invita a la contemplación de las aguas que, en los días de temporal, rugen con auténtica furia, mientras que otras veces rebosan calma. El acantilado nos recuerda que todo es piedra, y todo se acaba en la piedra.
ESPAÑA destaca, según la UNESCO, como uno de los lugares del amplio globo terráqueo en los que el paisaje cultural de la piedra en seco brilla de forma especial.
El paisaje de Punta Nati es uno de los más bellos y singulares que el ojo humano haya alcanzado a ver alguna vez, un testimonio pétreo de nuestros antepasados, una manifestación de incalculable valor patrimonial, tanto en el ámbito etnológico como arqueológico. Y está en peligro.
Los dueños del actual parque fotovoltaico que allí se encuentra, destrozando la elegancia estética del lugar, planean hacer una ampliación que los miembros de asociación Amics de Punta Nati y la Societat Històrica Martí Bella llevan tiempo tratando de impedir.
La tarea no es fácil, puesto que todos somos tan amigos del patrimonio y la cultura como amigos de las fuentes de energía renovables. La solución intermedia sería reducir drásticamente el número de hectáreas contempladas en la ampliación, o elegir otra ubicación que no comprometa este paisaje cultural único. Otra alternativa sería que la administración insular estableciera un plan de desarrollo de energías renovables en la isla, alternativo a los modelos privados.
La Lista Roja del Patrimonio, una iniciativa destinada a dar a conocer y proteger parte del patrimonio cultural que actualmente se encuentra en estado de abandono o peligro, con riesgo de desaparición o alteración esencial de sus valores, ha incluido a Punta Nati en su catálogo. La comisión científica destaca que los elementos etnológicos y patrimoniales más destacados de este lugar son los muros de piedra seca, las barracas y los "ponts" de uso ganadero, a los que se suman los importantes yacimientos arqueológicos de época prehistórica que hay en esta misma zona en simbiosis con los elementos etnológicos realizados con la técnica de la piedra en seco.