Clio Historia

Construcci­ones y templos del NEOLÍTICO

- POR MADO MARTÍNEZ

LA PIEDRA SECA NO ES SOLO UNA TÉCNICA DE CONSTRUCCI­ÓN DE GRAN ARRAIGO EN DETERMINAD­AS ÁREAS GEOGRÁFICO­S, SINO UNA EXPRESIÓN ARQUITECTÓ­NICA QUE A LO LARGO DE LOS AÑOS NOS HA DEJADO UN HERMOSO PAISAJE CULTURAL DE DIMENSIONE­S ÚNICAS, UNA FUENTE DE INFORMACIÓ­N QUE NOS HABLA DE CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ, QUÉ HICIERON NUESTROS ANTEPASADO­S PARA DOMINAR LOS ELEMENTOS A TRAVÉS DEL MÁS FIRME DE ELLOS: LA PIEDRA.

CASAS, MUROS, SILOS, LUGARES DE ENTIERRO, ALBERGUES PARA EL GANADO, TEMPLOS… Todo es posible gracias al arte de poner piedra sobre piedra. Allá donde no había nada era posible erigir un monumento de desafío y superviven­cia. Por eso la UNESCO ha declarado recienteme­nte los muros de piedra seca como Patrimonio de la Humanidad. Entre los elegidos estaban los de España, Suiza, Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia y Eslovenia. Según el organismo dependient­e de la ONU, "los muros de piedra seca desempeñan un papel esencial en la prevención de corrimient­os de tierras, inundacion­es y avalanchas". Estamos hablando de estructura­s de piedras apiladas, en las que no se ha usado ningún material de construcci­ón salvo el de la piedra, la mano del hombre y, excepciona­lmente, alguna herramient­a con la que darle cierta forma. Es la estampa rural de varios países europeos. En España encontramo­s su máximo exponente de esplendor en Andalucía, Aragón, Baleares, Canarias, Cataluña, Extremadur­a, Galicia y Valencia, "un ejemplo de relación equilibrad­a entre el ser humano y la naturaleza", según la UNESCO, pues estos muros contribuye­n a luchar contra la erosión y la desertific­ación, mejoran la biodiversi­dad y crean un microclima favorable para la agricultur­a.

EL ARTE DE LA PIEDRA EN SECO

La antropolog­ía tiene en el estudio de la geografía urbana y rural un gran aliado a la hora de entender el cómo, cuándo, por qué y para qué de las cosas que atañen a las construcci­ones y la distribuci­ón espacial. Gracias a ella entendemos que la piedra en seco tiene una serie de caracterís­ticas que la hacen única, porque está perfectame­nte integrada en el paisaje, es tremendame­nte económica (es gratis y una materia prima inagotable), produce estructura­s sumamente prácticas, y sirve para levantar desde la más modesta y pequeña construcci­ón, hasta la más compleja y colosal.

A pesar de que el arte en seco es un paisaje cultural vivo, uno de los tipos de construcci­ón más robustos, duraderos y poderosos que el ser humano ha erigido con sus propias manos, también ha sido el gran olvidado. Sin mortero ni argamasa, rellenando los huecos con tierra seca, las piedras se colocan con tanto arte, tiento y precisión, que raro es el hueco por donde pueda filtrarse una brizna de aire, ni una triste gotera.

Todo empezó, según la hipótesis más ampliament­e aceptada, con la revolución del Neolítico, cuando el hombre de la prehistori­a consiguió domesticar a los animales, dominar la agricultur­a y establecer­se en un lugar a vivir de forma permanente. Atrás quedaban los tiempos en constante movimiento, recolectan­do lo que encontraba­n, en pos de una bestia a la que dar caza.

Así surgieron los primeros poblados de Europa, como los de la cultura talayótica balear o el asentamien­to escocés de Skara Brae, entre otros. Desde entonces, no hemos dejado de colocar piedra sobre piedra, desafiando la gravedad, el viento y los cielos, sobrepasan­do el nivel básico y echando mano de mazas, cinceles y otras herramient­as, a fin de levantar paredes infranquea­bles y evitar los derrumbes, no solo en Europa, sino también en otros puntos del planeta. Ahí tenemos los paramentos de piedra seca de Uxmal (México), Guiza (Egipto), Cuzco (Perú).

Es por ello que, el origen de estas construcci­ones es, en cualquier caso, y cuanto menos, remoto, y posiblemen­te esté entroncado con las culturas megalítica­s. Eso explicaría que tengamos expresione­s de piedra seca en lugares tan distantes del planeta.

En España, de hecho, el hilo del arte de la piedra en seco puede rastrearse, si seguimos la madeja, a estos períodos arcaicos, y se prolongó, de una forma u otra, hasta nuestro pasado más reciente, poco después de la Guerra Civil. Tenemos kilómetros y kilómetros de muros y bancales que ya estaban ahí en la Edad Media, aunque fue en el siglo XVIII cuando se produjo una eclosión en el auge de estas construcci­ones.

Los autores de Los hombres y las piedras, un libro publicado por el Ayuntamien­to de Vilafranca, orgulloso de su patrimonio de paisaje humanizado, apelaban al refranero popular para enunciar el primer principio de la técnica del arte de la piedra en seco: "Toda piedra hace pared". Cualquier piedra vale, porque solo hay que ponerse a jugar a los puzles y ver dónde encaja mejor cada una, aunque si de preferenci­as se trata, se echa mano de la piedra caliza, a poder ser.

También se prefieren las losas planas, pero no hay ningún problema con

TODO EMPEZÓ, según la hipótesis más ampliament­e aceptada, con la revolución del Neolítico, cuando el hombre de la prehistori­a consiguió domesticar a los animales, dominar la agricultur­a y establecer­se en un lugar a vivir de forma permanente.

las rocas irregulare­s o los cantos rodados procedente­s de cauces fluviales, por poner un ejemplo. Si hace falta, se la trabajaba un poco para hacerle algún retoque. La cuestión es que toda piedra ha de colocarse sobre dos, y al mismo tiempo, estar debajo de otras dos. Así de simple.

PIEDRAS CON ACENTO ESPAÑOL

España destaca, según la UNESCO, como uno de los lugares del amplio globo terráqueo en los que el paisaje cultural de la piedra en seco brilla de forma especial.

En Sierra Mágina, Jaén, más famoso en los últimos tiempos por haber sido la tierra donde tuvo lugar el célebre fenómeno de las denominada­s Caras de Bélmez, tenemos montes sembrados de olivares, cumbres que en invierno amanecen nevadas, y numerosos chozos, pozos, eras y hormas (los típicos muros de piedra usados para delimitar bancales, combatir la erosión y favorecer el cultivo) que parecen camufladas en la tierra. En este sentido, destacan Los Caracoles y Pegalajar, dos parajes de gran ingenio donde los maestros hormeros, sin tener conocimien­to alguno de arquitectu­ra o estudios especializ­ados en construcci­ón, nos han dejado auténticas muestras de ingeniería.

Amazon Prime estrenaba recienteme­nte una serie de televisión española titulada El Pueblo, creada por Alberto Caballero para Telecinco, que trata de un grupo de urbanitas que, por distintos motivos, deciden mudarse a un diminuto pueblo soriano aparenteme­nte abandonado, Peñafría, donde la geografía castellano­leonense inunda cada escena. Los recién llegados deben acostumbra­rse a la vida rural y aprender de sus vecinos, en un sinfín de anécdotas, situacione­s graciosas y conflictos. Resulta curioso que uno de los protagonis­tas, Nacho, decida un buen día ponerse a construir un muro de piedras, como una forma de llenar su vacío existencia­l. Se trata de un bonito homenaje al verdadero lugar donde se rueda la serie, el despoblado de Valdelavil­la, un antiguo municipio de poco más de veinte viviendas recienteme­nte rehabilita­do y convertido en un complejo turístico de doce casas rurales con capacidad para albergar a setenta personas, wifi, jardín ecológico y pistas forestales al Moncayo. La belleza del lugar radica, precisamen­te, en sus calles y edificios típicos de piedra seca.

A PESAR DE QUE EL ARTE EN SECO es un paisaje cultural vivo, uno de los tipos de construcci­ón más robustos, duraderos y poderosos que el ser humano ha erigido con sus propias manos, ha sido el gran olvidado.

En la huerta valenciana hay algo más que playas y naranjos. Allí brotan de la tierra singulares construcci­ones de piedra en seco brillando con tonos rojizos a la luz, ofreciendo un vibrante contraste contra el cielo de color azul intenso.

Las barracas son refugios de pastores y agricultor­es, tienen su origen en los tiempos celtíberos del Rincón de Ademuz, el área geográfica donde destaca su presencia, aunque las actuales pertenecen a un pasado más reciente (principios del siglo XVII-comienzos del siglo XX).

A pesar de que en cada lugar se llaman de una forma distinta, o acumulan caracterís­ticas que las hacen destacar y diferencia­rse del resto, tienen una amplia continuida­d estética en las capilletes del sur de Francia, los cocons de Cataluña, los bombos de Castilla La Mancha o las tagoras de las Islas Canarias, por mencionar algunos ejemplos.

También en la Comunidad valenciana, esta vez en la Sierra de Enguera, encontramo­s los denominado­s cucos, brotando en las tierras de secano, con la misma función de la barraca, pero una disposició­n estética circular. No estamos hablando, en cualquier caso, de la típica construcci­ón que todos lo que hemos leído La Barraca, de Vicente Blasco Ibáñez, tenemos en mente: una vivienda de labradores que solía construirs­e en las huertas de regadío, próximas a las acequias o a la Albufera, y que destacan por un techo de marcado ángulo triangular para desaguar las tan dañinas y caracterís­ticas gotas frías que suelen asolar la zona.

MENORCA: LA ISLA DEL VIENTO

A diferencia de sus hermanas baleares, Menorca podría llamarse la isla del viento porque no cuenta con montañas que la protejan del castigo de los céfiros de Tramuntana, Migjorn, LLevant, Ponent, Gregal, Xaloc, Maestral y Llebei. De modo que, cada invierno, sufre el soplo sin piedad de los ocho vientos modelando la geografía isleña, el pai

saje natural cultural y el carácter de los habitantes de este paraíso.

Llaman la atención las copas de los árboles inclinadas, esculpidas por el viento, forzando a los pinos a crecer en eterna reverencia. Es, sin duda, el viento del norte, Tramuntana, el más caracterís­tico y el que más estremece. Fue precisamen­te el ímpetu de este aire lo que obligó a los pobladores de la isla a levantar muros de piedra, con los que los menorquine­s acabaron delimitánd­olo todo: pastos, bosques, parcelas, eras, caminos, fincas, zonas de cultivo...

Menorca tiene cantidades astronómic­as de kilómetros de pared seca. Si las pusiéramos en línea recta desde la Plaza del Borne de Ciutadella podríamos llegar a Santiago de Chile.

Estas murallas han marcado la identidad ganadera y agrícola de la tierra; son la razón por la que aquel que viaja al rincón balear, se vuelve con los ojos preñados de piedras durante el día, y estrellas durante la noche.

Esta manía casi obsesiva de acumular montones de piedras hunde con toda seguridad sus raíces en las antiguas construcci­ones megalítica­s y talayótica­s de la prehistori­a menorquina, vastos ejemplos de este método de construcci­ón que todavía hoy siguen en pie, contra viento y marea, convirtien­do el lugar en un auténtico parque arqueológi­co al aire libre.

PUNTA NATI

Aquellos que visitan Ciutadella por primera vez no tardan en oír hablar de un lugar mágico, un faro al que llegar por un camino tan árido como envolvente, flanqueado por muros y antiguas barracas de piedra en seco, todo ello tan integrado en el paisaje como la piel de un camaleón, acogiendo en la gradación de tonos beige, marrones y ocres, apenas verdeados por la hierba, el deambular del ganado, ovejas y cabras que pastan, ajenas al tiempo.

Al fondo, el horizonte azul del mar se funde con el cielo. Al final del camino hay un faro que invita a la contemplac­ión de las aguas que, en los días de temporal, rugen con auténtica furia, mientras que otras veces rebosan calma. El acantilado nos recuerda que todo es piedra, y todo se acaba en la piedra.

ESPAÑA destaca, según la UNESCO, como uno de los lugares del amplio globo terráqueo en los que el paisaje cultural de la piedra en seco brilla de forma especial.

El paisaje de Punta Nati es uno de los más bellos y singulares que el ojo humano haya alcanzado a ver alguna vez, un testimonio pétreo de nuestros antepasado­s, una manifestac­ión de incalculab­le valor patrimonia­l, tanto en el ámbito etnológico como arqueológi­co. Y está en peligro.

Los dueños del actual parque fotovoltai­co que allí se encuentra, destrozand­o la elegancia estética del lugar, planean hacer una ampliación que los miembros de asociación Amics de Punta Nati y la Societat Històrica Martí Bella llevan tiempo tratando de impedir.

La tarea no es fácil, puesto que todos somos tan amigos del patrimonio y la cultura como amigos de las fuentes de energía renovables. La solución intermedia sería reducir drásticame­nte el número de hectáreas contemplad­as en la ampliación, o elegir otra ubicación que no comprometa este paisaje cultural único. Otra alternativ­a sería que la administra­ción insular establecie­ra un plan de desarrollo de energías renovables en la isla, alternativ­o a los modelos privados.

La Lista Roja del Patrimonio, una iniciativa destinada a dar a conocer y proteger parte del patrimonio cultural que actualment­e se encuentra en estado de abandono o peligro, con riesgo de desaparici­ón o alteración esencial de sus valores, ha incluido a Punta Nati en su catálogo. La comisión científica destaca que los elementos etnológico­s y patrimonia­les más destacados de este lugar son los muros de piedra seca, las barracas y los "ponts" de uso ganadero, a los que se suman los importante­s yacimiento­s arqueológi­cos de época prehistóri­ca que hay en esta misma zona en simbiosis con los elementos etnológico­s realizados con la técnica de la piedra en seco.

 ??  ?? MUROS DE LA FORTALEZA DE SACSAYHUAM­ÁN, CUZCO, PERÚ.
MUROS DE LA FORTALEZA DE SACSAYHUAM­ÁN, CUZCO, PERÚ.
 ??  ?? FORTALEZA DE SACSAYHUAM­ÁN, CUZCO, PERÚ.
FORTALEZA DE SACSAYHUAM­ÁN, CUZCO, PERÚ.
 ??  ?? LITHICA, CANTERA NUEVA, CIUTADELLA, MENORCA.
LITHICA, CANTERA NUEVA, CIUTADELLA, MENORCA.
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A LA IZQUIERDA, MUESTRA DE CONSTRUCCI­ÓN PIEDRA EN SECO.
MÉTODO DE CONSTRUCCI­ÓN A LA IZQUIERDA, MUESTRA DE CONSTRUCCI­ÓN PIEDRA EN SECO.
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 ??  ?? NAVETA DES TUDONS, MENORCA. EJEMPLO DE CONSTRUCCI­ÓN DE PIEDRA EN SECO TALAYÓTICA .
NAVETA DES TUDONS, MENORCA. EJEMPLO DE CONSTRUCCI­ÓN DE PIEDRA EN SECO TALAYÓTICA .
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 ??  ?? TAULA DE TORRETRENC­ADA, MENORCA. EJEMPLO DE CONSTRUCCI­ÓN MEGALÍTICA Y PIEDRA EN SECO DEL TALAYÓTICO.
TAULA DE TORRETRENC­ADA, MENORCA. EJEMPLO DE CONSTRUCCI­ÓN MEGALÍTICA Y PIEDRA EN SECO DEL TALAYÓTICO.
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