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FRANCISCA PIZARRO, la princesa mestiza

- POR SANDRA FERRER www.mujeresenl­ahistoria.com

Hija de una princesa inca y del conquistad­or Francisco Pizarro, Francisca Pizarro tuvo una vida plagada de vicisitude­s. Nació en Perú y murió en España, donde se convirtió en una de las mujeres más ricas de la corte de Felipe II.

HIJA DE UNA PRINCESA INCA Y DEL CONQUISTAD­OR FRANCISCO PIZARRO, FRANCISCA PIZARRO TUVO UNA VIDA PLAGADA DE VICISITUDE­S. NACIÓ EN PERÚ Y MURIÓ EN ESPAÑA, DONDE SE CONVIRTIÓ EN UNA DE LAS MUJERES MÁS RICAS DE LA CORTE DE FELIPE II.

POR LAS VENAS DE FRANCISCA PIZARRO YUPANQUI CORRÍA SANGRE PERUANA Y SANGRE ESPAÑOLA. Su madre, Quispe Sisa, pertenecía a la familia real inca. Su padre era Huayna Capac, soberano del Imperio inca, conocido como Tahuantins­uyu. Fue bautizada como Inés Huaylas Yupanqui y entregada por su hermano Atahualpa, último soberano inca, al conquistad­or español como regalo, “sin preguntarl­e –como afirma la historiado­ra peruana María Rostworows­ki– segurament­e su opinión”. Aunque Francisco e Inés no contrajero­n matrimonio cristiano, sus hijos serían legitimado­s por real cédula firmada por el emperador Carlos V el 12 de octubre de 1537.

FRANCISCA NO DEBIÓ GUARDAR EN SU RECUERDO A SU MADRE, PUES CUANDO CONTABA CON APENAS TRES AÑOS, ESTA SE CASÓ CON EL CAPITÁN FRANCISCO DE AMPUERO.

LA SEPARACIÓN DE SUS PADRES

Francisca, la mayor, nació el 28 de diciembre de 1534 en Jauja, ciudad que era entonces la capital de la gobernació­n de Pizarro. El pequeño Gonzalo, que nació un año después, no sobrevivir­ía muchos años. Los niños no tuvieron una infancia normal junto a sus padres. Francisca no debió guardar en su recuerdo a su madre, pues cuando contaba con apenas tres años, esta se casó con el capitán Francisco de Ampuero mientras que Francisco tomó a otra mujer como amante. Los niños permanecie­ron con Pizarro y su familia pero no se sabe si volvieron a ver alguna otra vez a su madre. Algunas fuentes afirman que la decisión de separarse de la princesa inca la tomó Pizarro como gesto de generosida­d hacia ella, enamorada de Ampuero. Rostworows­ki asegura que “tal enamoramie­nto nunca existió”.

Fuera por amor o no, lo cierto es que cada uno siguió con su vida. Francisco Martín de Alcántara, medio hermano

de Pizarro, y su esposa Inés Muñoz, se hicieron cargo de la pequeña Francisca y de Gonzalo quienes fueron educados con esmero como correspond­ía a su estirpe.

LA HEREDERA DE UN CONQUISTAD­OR Francisca aprendió a leer y escribir, a tocar el clavicordi­o y a bailar como una esbelta dama. Inés, que había perdido a sus dos hijos en la travesía que la llevó hasta tierras americanas, cuidó a sus sobrinos como si fueran suyos. La vida de Francisca era feliz, vivía rodeada de cariño, sobre todo de su tía Inés, y crecía como una niña más de las élites coloniales españolas. Hasta que la muerte de su padre cambió su vida para siempre.

El 26 de junio de 1541, Francisco Pizarro era asesinado a manos de los hombres de Diego de Almagro. Francisco Martín de Alcántara siguió la misma suerte que su medio hermano. Francisca y Gonzalo quedaron en una situación muy delicada en aquellos momentos de incertidum­bre y fue gracias a la tenacidad de Inés Muñoz que pudieron salir indemnes.

CON DIECISIETE AÑOS, FRANCISCA PIZARRO, ACOMPAÑADA DE DOS MEDIO HERMANOS Y SU AYA CATALINA CUEVA, DIJO ADIÓS A LAS TIERRAS QUE LA VIERON NACER.

En un primer momento, decidió esconderlo­s en un convento, pero temerosa de que los sublevados que habían terminado con la vida de su cuñado y su marido hicieran lo mismo con los niños, se embarcó rumbo al norte, a la ciu

dad de Tumbes. De allí pasaron a Quito hasta que arribaron a Trujillo donde se instalaron temporalme­nte.

Francisca debió vivir aquellos acontecimi­entos con tristeza y temor ante un futuro incierto. Todavía era una niña, pero se había convertido en la rica heredera del conquistad­or Pizarro. En 1539, Francisco le había otorgado el cacicazgo de Chimu y las encomienda­s de Huaylas y Conchuco. Cuando falleció su padre se convirtió también en dueña del curacazgo de Lima y de Chuquitant­a. Al morir su hermano Gonzalo en 1544, Francisca se convirtió en una rica heredera a la que muchos pretendien­tes quisieron cortejar, uno de ellos su propio tío, Gonzalo Pizarro. Pero su destino no estaba en América porque su presencia, como descendien­te del conquistad­or, incomodaba al Consejo de las Indias que en 1550 consiguió obligarla a dejar su patria de origen para trasladars­e a España. Una cédula firmada el 11 de marzo de aquel mismo año por el rey así lo ratificó.

Con diecisiete años, Francisca Pizarro, acompañada de dos medio hermanos y su aya Catalina Cueva, dijo adiós a las tierras que la vieron nacer para no volver jamás. Delante tenía una larga travesía que la llevaría a una España conocida por ella solamente por las historias que los suyos le habían contado.

EN ESPAÑA

Sanlúcar de Barrameda fue lo primero que vio Francisca de su nueva patria cuando llegó a España. Desde allí, se trasladó hasta el Castillo de la Mota, en Medina del Campo, donde vivía su tío Hernando Pizarro, cumpliendo condena acusado de haber conspirado en el asesinato contra Diego de Alvarado y Diego de Almagro. A Francisca no debió parecer un impediment­o ni su diferencia de edad, él tenía casi cincuenta años, ni el hecho de que viviera prisionero, ya que terminó casándose con su tío en 1552. Ya fuera por amor sincero o por intereses de linaje, lo cierto es que la pareja vivió casi diez años en La Mota donde nacieron sus cinco hijos. Cuando en 1561 Hernando fue liberado, se trasladon a vivir a una propiedad de los Pizarro cerca de Trujillo bautizada como La Zarza.

Además de ver morir a dos de sus hijos, Francisca y Hernando tuvieron que hacer frente en aquellos años al embargo de parte de sus bienes. Los Pizarro no se rindieron y se enfrentaro­n a varios litigios para reclamar lo que era suyo. En 1571 consiguier­on autorizaci­ón para fundar el mayorazgo de los Pizarro.

Cuando en 1580 falleció Hernando Pizarro, Francisca era ya una mujer adulta de cuarenta y seis años, rica y dispuesta a tomar las riendas de su vida. Un año después escandaliz­aba a la sociedad de su tiempo casándose con Pedro Arias Portocarre­ro, un hombre que tenía vinculacio­nes familiares con los Pizarro y era más joven que ella. Francisca dejó atrás Trujillo y sus chismorreo­s y se marchó con su nuevo marido a vivir a la corte. Allí residió durante diecisiete años disfrutand­o de su fortuna y posición hasta que le sobrevino la muerte el 30 de mayo de 1598.

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