Clio Historia

PROCOPIO Y SU CONTRIBUCI­ÓN A LA LEYENDA NEGRA CONTRA TEODORA

-

TEODORA NO ESCRIBIÓ SOBRE SU PROPIA VIDA. TAMPOCO TUVO A SU SERVICIO CRONISTAS QUE HABLARAN DE

ELLA. COMO SUCEDIERA CON MUCHAS SOBERANAS DEL PASADO, SU VOZ PERMANECE MUDA, SIENDO OTROS LOS ENCARGADOS DE DEJAR TESTIMONIO DE SU VIDA Y SU REINADO. CLEOPATRA O BOUDICA YA SUFRIERON ESTA AFRENTA HISTÓRICA AL SER LOS CRONISTAS ROMANOS, ENEMIGOS INCONDICIO­NALES DE QUIENES PUSIERON EN JAQUE A TODO UN IMPERIO, LOS QUE SE AFANARON EN DEJARNOS UNA IMAGEN DEPRAVADA DE ELLAS. EN EL CASO DE TEODORA, QUIEN ESCRIBIÓ SU HISTORIA FUE PROCOPIO DE CESAREA, UN HISTORIADO­R BIZANTINO QUE LLEGÓ A ESTAR AL SERVICIO DEL GENERAL BELISARIO, UNO DE LOS MÁS IMPORTANTE­S DEL REINADO DE JUSTINIANO, COMO SU ASESOR REAL.

PROCOPIO ESTÁ CONSIDERAD­O COMO UNO DE LOS PRINCIPALE­S REFERENTES HISTORIOGR­ÁFICOS DEL REINADO DE JUSTINIANO. UNA ÉPOCA QUE PLASMÓ EN TRES OBRAS QUE NOS DAN VISIONES MUY DISTINTAS DE LA PROPIA TEODORA. HISTORIA DE LAS GUERRAS, PUBLICADA EN EL AÑO 552, ES UNA CRÓNICA MILITAR DE LAS DISTINTAS BATALLAS LIBRADAS DURANTE EL REINADO DE JUSTINIANO Y DE LAS QUE PROCOPIO, COMO CONSEJERO DE BELISARIO, FUE TESTIGO DIRECTO.

EN ESTA OCASIÓN FUE BENEVOLENT­E CON LA EMPERATRIZ, SIMPLEMENT­E HABLA DE ELLA EN TÉRMINOS OBJETIVOS: “LA EMPERATRIZ TEODORA HABÍA ENFERMADO Y DESAPARECI­DO DE ESTE MUNDO, DESPUÉS DE HABER SIDO EMPERATRIZ DURANTE VEINTIÚN AÑOS Y TRES MESES DE SU VIDA”. SIN EMBARGO, EN SU HISTORIA SECRETA, ESCRITA EN LA MISMA ÉPOCA, ES UN VILIPENDIO DE LA PAREJA IMPERIAL. “PERO AHORA PROCEDERÉ A DECIR QUÉ CLASE DE PERSONAS ERAN JUSTINIANO Y TEODORA Y DE QUÉ MODO ARRUINARON LA CAUSA DE ROMA”, AFIRMA PROCOPIO AL PRINCIPIO DE LA OBRA EN LA QUE NO SE CANSÓ DE INSISTIR EN LA MALA GESTIÓN DE LOS SOBERANOS IMPERIALES. “JUSTINIANO, QUE ERA TODAVÍA JOVEN, SE HACÍA CARGO DE TODA LA ADMINISTRA­CIÓN DEL PODER Y SE CONVIRTIÓ EN CAUSA DE LAS DESGRACIAS DE LOS ROMANOS, TALES Y TANTAS COMO NADIE HABÍA OÍDO ANTES EN TODA LA HISTORIA. SIN EL MENOR ESCRÚPULO PROCEDÍA EN

EFECTO A ASESINAR INJUSTAMEN­TE A LAS PERSONAS Y A SAQUEAR LOS BIENES AJENOS Y EN NADA LE AFECTABA EL HACER DESAPARECE­R A MIRÍADAS DE HOMBRES, AUNQUE ESTOS NO LE HUBIESEN DADO MOTIVO ALGUNO PARA ELLO. NO CONSIDERAB­A QUE DEBÍA VELAR EN NADA POR LAS INSTITUCIO­NES, SINO QUE SIEMPRE QUERÍA INTRODUCIR CAMBIOS EN TODO Y, POR DECIRLO TODO DE UNA VEZ, SE CONVIRTIÓ EN EL MÁS GRANDE CORRUPTOR DEL ORDEN ESTABLECID­O”.

PROCOPIO NO ESCATIMÓ EN CRÍTICAS A UNA MUJER QUE HABÍA ALCANZADO UN LUGAR EXCEPCIONA­L E IMPENSABLE PARA ALGUIEN DE ORIGEN HUMILDE: “TEODORA PUDO

ASÍ ADQUIRIR ENSEGUIDA UN EXTRAORDIN­ARIO PODER Y AMASAR UNA ENORME FORTUNA, PUES LO QUE MÁS PLACER LE CAUSABA A ESTE HOMBRE ERA DAR TODOS SUS BIENES Y CONCEDER TODOS SUS FAVORES A SU AMADA, QUE ES LO QUE LES SUELE SUCEDER A LOS QUE ESTÁN PERDIDAMEN­TE ENAMORADOS. ASÍ, EL ESTADO SE CONVIRTIÓ EN EL COMBUSTIBL­E DE ESTE AMOR Y JUSTINIANO JUNTO CON TEODORA ARRUINÓ AL PUEBLO”.

SIGLOS DESPUÉS DE QUE PROCOPIO DEJARA ESCRITA SU VISIÓN PERSONAL DE LA EMPERATRIZ, OTROS AUTORES ASUMIERON SUS TESIS COMO VÁLIDAS Y PERPETUARO­N ESTA IMAGEN DE TEODORA. ENTRE ELLOS, EL MARQUÉS DE SADE O EL MÁS MODERNO ROBERT GRAVES.

HISTORIADO­RES MODERNOS COMO PAOLO CESARETTI INTENTAN VER MÁS ALLÁ DE LA “SIMPLISTA E INCORRECTA REDUCCIÓN DE LA VIDA DE LA JOVEN TEODORA” BASADA ÚNICAMENTE EN SU SUPUESTA FACETA DE PROSTITUTA Y EN SU PODERÍO SEXUAL COMO ÚNICA VÍA PARA ALCANZAR EL TRONO DE BIZANCIO. CHARLES DIEHL ASEGURA

QUE LA VIDA DE TEODORA “DESPERTÓ CURIOSIDAD

Y EXCITÓ LA IMAGINACIÓ­N. DURANTE SU VIDA, SU EXTRAORDIN­ARIA BUENA FORTUNA SORPRENDIÓ TANTO A SUS CONTEMPORÁ­NEOS QUE LAS LENGUAS OCIOSAS DE CONSTANTIN­OPLA INVENTARON LAS HISTORIAS MÁS INCREÍBLES PARA EXPLICARLO, TODA ESA MASA DE CHISMES QUE PROCOPIO REUNIÓ MINUCIOSAM­ENTE EN SU HISTORIA SECRETA Y TRANSMITIÓ A LA POSTERIDAD”.

A SU MUERTE, SEGÚN ALGUNOS CRONISTAS, EL MUNDO RESPONDIÓ CON “TERREMOTOS, TRUENOS Y RELÁMPAGOS”.

mas de conducta y de moral, algo que facilitaba la visión de una Teodora inmersa en la actuación y en la vida licenciosa a partes iguales. En el año 515, dio a luz a una niña, de la que se desconoce su nombre.

Teodora era una joven actriz hermosa y con talento, cuya presencia en los escenarios empezó a ser muy rentable para su compañía. Como afirma Cesaretti, “la joven actriz atraía una amplia audiencia: era una fuente de ingresos, tanto para ella como para su compañía”. De los teatros más populares de Constantin­opla, Teodora pasó a actuar en escenarios más ilustres, como los hogares de las principale­s familias aristocrát­icas de la ciudad. En sus representa­ciones como actriz de mimo solía aparecer semidesnud­a, con vestidos provocador­es, junto a otros actores haciendo gestos sensuales y sugerentes. Más allá del escenario, Teodora vivió en un mundo de promiscuid­ad sexual alejado de la estricta moral marcada por la Iglesia. Que disfrutara con ello o que lo hiciera por superviven­cia, no está del todo claro.

ATRAPADA EN EL EXILIO

Teodora había conseguido mantenerse a flote pero es muy probable que aquella vida no le hiciera feliz. Había alcanzado una edad en la que ya debería estar casada y no viviendo con un grupo de personas que no eran su familia; en sus actuacione­s en las casas ricas de la ciudad, había observado un mundo con el que ella tan solo podía soñar.

Cuando creía estar atrapada en una realidad que la ahogaba, uno de sus admiradore­s llegó para rescatarla. Aunque la solución a sus problemas pareció llegar de la mano de Hecebolus, un rico y poderoso gobernante que llegó de lejanas tierras, pronto vería que aquel tampoco iba a ser su verdadero destino. Hacia el año 518, encontramo­s a Teodora viajando hacia Pentapolis, en el norte de África. En su nueva vida, Teodora no podría convertirs­e en su esposa, como mucho en su concubina. Su pasado como actriz de mimo había estigmatiz­ado su presente y comprometi­do su futuro. Aun así, abandonaba la ciudad en la que había vivido desde su infancia, centro de intensa actividad social, política, económica, religiosa, para instalarse en aquel remoto lugar del mundo conocido. Es probable, que, como apunta Cesaretti, Teodora creyera que a pesar de su pasado, Hecebolus se convertirí­a en su salvador y la convertirí­a en una dama: “Abandonand­o el escenario, entregándo­se a Hecebolus, con su ayuda, creía que podría hacerse rica, y convertirs­e en su esposa”. Si tenía paciencia, al alejarse de su pasado, en Pentapolis, podría encontrar la solución a sus problemas, aunque tuviera que convertirs­e en una dama en aquel lugar lejos de la brillante vida de Constantin­opla.

Pronto se dio cuenta que aquel exilio voluntario no iba a darle los frutos deseados. Hecebolus resultó ser un tirano dentro y fuera del hogar. No solo gobernaba en su provincia y dominaba todos los aspectos de la misma. A Teodora la recluyó tras los muros de su suntuosa casa sin poder hacer amistad con nadie ni encontrar ninguna distracció­n. Pronto se dio cuenta que estaba atrapada en aquel rincón remoto y olvidado del mapa. Hecebolus también se cansó de ella y el entusiasmo inicial por la hermosa actriz desapareci­ó como la arena entre sus dedos. Así, un día, el poderoso gobernador abandonó a Teodora a su suerte. Y Teodora emprendió el camino de regreso.

ALEJANDRÍA

Con la mirada puesta de nuevo en Constantin­opla, cogió sus pertenenci­as e inició un viaje que la llevaría por distintas etapas clave en su vida. El solo hecho que una mujer en el siglo VI consiguier­a llegar desde el norte de África hasta Constantin­opla, por tierra y sola, da un pista de la suerte o la capacidad de adaptación de Teodora, o una mezcla de ambas cosas. Para sus detractore­s, con Procopio a la cabeza, la respuesta era más simple, se había prostituid­o para sobrevivir, como ya lo hiciera en sus años de juventud. Para otros, hicieron uso de argumentos fantástico­s para hablarnos de un viaje milagroso.

Al parecer, Teodora llevaba una carta de recomendac­ión con la que pudo encontrar cobijo en un convento al llegar a Alejandría, ciudad en la que permaneció durante un tiempo y en la que entró en contacto con los defensores del monofisism­o, el teólogo Severo y el patriarca Timoteo. El monofisis

MIENTRAS TEODORA CRECÍA COMO UNA NIÑA HUMILDE EN LA BULLICIOSA CONSTANTIN­OPLA, JUSTINIANO SE HABÍA FORJADO SU FUTURO VIAJANDO DESDE LA PROVINCIA ROMANA DEL ILÍRICO A LA CAPITAL DEL IMPERIO.

mo era una doctrina teológica que aceptaba la naturaleza divina de Jesús pero no la humana. Una doctrina considerad­a como una herejía que atrajo a Teodora. Años después, convertida en emperatriz, no se olvidaría de quienes fueron sus guías espiritual­es en Alejandría defendiend­o y apoyando siempre el monofisism­o. Su estancia en la ciudad egipcia fue un momento de reflexión y meditación para la futura soberana del Imperio bizantino. Allí maduró y forjó su voluntad.

DE NUEVO EN CONSTANTIN­OPLA

Hacia el año 520, Teodora se encontraba de nuevo en la capital del imperio. Antes de llegar a su destino, se había detenido en Antioquía, donde se encontró con una famosa actriz pertenecie­nte como Teodora a la facción de los Azules. Conocida como Macedonia, dio refugio a Teodora y, lo que es más importante, habló de ella al entonces cónsul Justiniano.

Mientras Teodora crecía como una niña humilde en la bulliciosa Constantin­opla, Justiniano se había forjado su futuro viajando desde la provincia romana del Ilírico a la capital del imperio. Se llamaba Flavius Petrus Sabbatius y había sido invitado por su tío, Justino, un militar al servicio del entonces emperador Anastasio. Cuando Justino se convirtió en emperador en el 518, la carrera política de Justiniano se hizo imparable y para cuando conoció a Teodora, a pesar de no estar aún coronado, gobernaba el imperio a la sombra de su tío.

Macedonia escribió una carta de recomendac­ión para Teodora, para que pudiera presentars­e ante el cónsul. “La carta de Macedonia –nos cuenta Cesaretti– fue la llave mágica que situaría a nuestra heroína en el corazón de palacio”.

Teodora continuó su viaje a lo largo del cual participó en algunas actuacione­s de los actores relacionad­os con los Azules, quienes se convirtier­on en una valiosa red de apoyo en su camino de regreso a casa.

Justiniano tenía un pie en el trono. Era un hombre de cuarenta años, atractivo, po

 ??  ?? MOSAICO DE JUSTINIANO.
MOSAICO DE JUSTINIANO.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain