Clio Historia

MARCO VALERIO MARCIAL EL PRIMER HUMORISTA

- PACO ÁLVAREZ POR

MARCO VALERIO MARCIAL (40-104), UN AMIGO HISPANO Y ROMANO DE BÍLBILIS, CALATAYUD, ES POSIBLEMEN­TE EL PRIMER HUMORISTA CONOCIDO MUNDIALMEN­TE. Escribía pequeñas sátiras sobre todas las cosas, llamadas epigramas. Y no es casualidad que Don Francisco de Quevedo fuera uno de sus traductore­s. El conceptual­ismo está lleno de mordaces críticas, también muchas veces breves, como lo de “entre el clavel y la rosa, su majestad escoja” (o es coja). Estoy seguro que en nuestro siglo sería un buenísimo monologuis­ta, como Goyo Jiménez, con la lengua afilada.

EL MONOLOGUIS­TA DE LA ANTIGUA ROMA

Marcial era capaz de reírse hasta de sí mismo, como cuando en uno de sus epigramas introduce la siguiente frase, como prueba de su propia fama: “¿No eres tú, sí, tú, ese Marcial cuyas maldades y chanzas las conoce cualquiera, con tal de que no tenga oreja bárbara?”. Y es que Marcial fue mundialmen­te famoso, aunque nunca rico. También, como un romano Groucho Marx, dijo una vez: “Si la gloria viene después de la muerte, decidle que no tengo prisa”.

Emigró a la capital, a Roma, a buscarse la vida y medrar dedicándos­e a la abogacía o a la política, ya que era Equite, caballero, pero le iba la juerga más que a un tonto un lápiz y se dedicó a escribir, algo que ni entonces daba para ganarse la vida.

Cuando se mudó a Roma, vivía en un piso alto, que eran los más baratos, donde nos cuenta que pasó bastante frío: “Vivo en una pequeña celda con un ventanuco que ni siquiera cierra, donde el mismo Boreas no querría quedarse”. Boreas era el viento del norte (de donde Boreal), con lo que da a entender que hacía tanto frío que ni el viento norte se quedaría en su apartament­o. Quintilian­o, posiblemen­te tío suyo, regañaba a Marcial por dedicarse a “la vida loca”, y Marcial le contestó por carta diciéndole lo que siempre hemos dicho cuando jóvenes, a nuestros mayores en términos parecidos: “Si me empeño en vivir, siendo pobre y todavía no impedido por los años, perdóname. Nadie se empeña lo bastante en vivir”.

VERSOS ÁCIDOS

MARCIAL ESCRIBÍA PEQUEÑAS SÁTIRAS SOBRE TODAS LAS COSAS, LLAMADAS EPIGRAMAS. Y NO ES CASUALIDAD QUE DON FRANCISCO DE QUEVEDO FUERA UNO DE SUS TRADUCTORE­S.

Los versos de Marcial son ácidos, irreverent­es, "huelen a hombre" como él mismo dijo, y nos hablan con

rotunda modernidad de todas las cosas. Uno de mis favoritos es aquel en el que se queja de una amiga a la que solo le gustan los autores clásicos, casi un oxímoron, siendo un verso escrito en el siglo I: "Admiras, Vacerra, solamente a los antiguos y no alabas más que a los poetas muertos. Perdona, te lo ruego, Vacerra. No vale la pena morir para gustarte”.

O este en el que se ríe de los críticos, tan listos ellos (algunos): “Hay algunos que dicen que yo no soy poeta; pero el librero que me vende piensa que sí”.

O el epigrama en el que, con acidez propia de un pomelo, critica a la sociedad de su siglo, que ha cambiado tan poco con respecto al nuestro: “Siempre serás pobre si eres pobre, Emiliano. Hoy día las riquezas no se las dan a nadie más que a los ricos...”.

¿EDUCADO?... PARA SER POETA

Preguntado nuestro Marcial por un padre amigo suyo sobre qué educación era la mejor para su hijo recién nacido, nuestro vecino le contestó con este epigrama: “Te aconsejo que evites a todos los gramáticos y rétores, que no vea ni por el forro los libros de Cicerón ni de Virgilio, que deje a Tutilio con su fama. Como haga versos, deshereda al poeta. ¿Quiere aprender oficios de dinero? Procura que se haga citaredo (guitarrist­a) o flautista de acompañami­ento. Si el muchacho tiene visos de ser duro de mollera, hazlo pregonero o incluso arquitecto”.

Daba así a entender que lo mejor para el chaval era educarlo para cualquier cosa menos para ser escritor. Ya Marcial se había quejado irónicamen­te en otras ocasiones de que sus padres, en vez de enseñarle a él un oficio con el que ganar dinero, como el de zapatero remendón, le hubieran enseñado cuatro letras con las que morirse de hambre escribiend­o versos.

ORIGEN HISPANO

A pesar de todo, Marcial siempre presumía de ser hispano: “Dado que te jactas de ser de Corinto, Carmenio, sin que nadie te contradiga, ¿por qué me llamas hermano, a mí, hijo de iberos y celtas y ciudadano del Tajo? ¿Acaso da la impresión de que nos parecemos en la cara? Tú vas radiante con tu cabellera rizada; yo, obstinado en mis greñas hispanas. Tú, sin un pelo, gracias a la depilación diaria; yo, con las piernas y las mejillas erizadas de pelos. Tienes una boca balbucient­e y una lengua sin fuerza; más fuerte que yo hablarán mis ijares. No es tan diferente la paloma del águila, ni la huidiza gacela del impávido león. Por tanto, deja de llamarme hermano, no vaya a ser, Carmenio, que te llame yo hermana”.

Marcial es tan romano y tan hispano, que nos suena casi familiar la carta en la que anuncia que va a regresar a su tierra, treinta y cuatro años después de haber emigrado y con el pelo ya encanecido: “A cuatro siegas se les ha añadido el trigésimo verano desde que, sin mí, presentáis a Ceres vuestros pasteles rústicos, mientras yo habito las murallas hermosísim­as de la soberana Roma. Los reinos ítalos han mudado mis cabellos. Si recibís de buena gana al que vuelve, voy; si mostráis sentimient­os desabridos, estoy autorizado a volverme”.

También avisa a sus viejos amigos del regreso, esperando verlos y celebrar juntos la vida: “Te encargo que a los colegas, pocos, pero viejos, y que no veo hace treinta y cuatro inviernos, los saludes inmediatam­ente nada más llegar”.

Y es que "más vale perder tiempo" con los

amigos, que amigos con el tiempo, como nos ha enseñado el covid.

OBRA COMPLETA

Las obras de Marcial, que afortunada­mente conservamo­s completas, fueron muy valoradas desde su redescubri­miento. La influencia de Marcial, ya apreciable en Juvenal y la literatura carolingia, es nítida en el Renacimien­to italiano y francés, en el Siglo de Oro español, especialme­nte como se dijo en Quevedo, y también en los primitivos poetas ingleses y alemanes. Uno de los cráteres del planeta Mercurio, de 51 kilómetros de diámetro y situado (por si vas por allí) en las coordenada­s 68, 47º N 178,33º E, se bautizó en honor de nuestro poeta, Marcial. En España tiene, que yo sepa, una calle en Zaragoza. En Calatayud, la población más cercana a las ruinas de Bílbilis, tiene también una calle, de algo más de una manzana de largo. En la plaza del Fuerte, en el mismo Calatayud, tiene un busto de bronce sobre una columna. Bueno, menos da una piedra. Creo. Cuando estoy en las ruinas de Bílbilis me gusta imaginarme por sus calles a un Marco Valerio niño, haciendo travesuras segurament­e, o a un Marcial ya mayor, tomando un buen vino añejo con sus viejos amigos, sentado a la puerta de un bar romano. O leyendo a la sombra de un buen árbol. Como dijo el aforista americano Mason Cooley (1927-2002), Y como también aprendiero­n algunos con el covid: “Leer nos da un sitio al que ir cuando tenemos que quedarnos donde estamos”. Otro escritor hispano, romano de aquí, dijo una vez: “El ingenio y el humor no residen en mentes lentas”. No sé si hablaba de Marcial, pero creo que es una frase que puede fácilmente ser apropiada para hablar de él. ¿El nombre del autor de esa frase?: don Miguel de Cervantes Saavedra.

A MARCIAL SE LE CONSIDERA EL PRIMERO DE LOS CONCEPTUAL­ISTAS ESPAÑOLES Y TAMBIÉN ES EL PADRE DE NUESTRO HUMOR NEGRO.

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EPIGRAMAS ESCRITOS POR MARCO VALERIO MARCIAL.
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