EL FINAL DE LA ORDEN DEL TEMPLE
EL 18 DE MARZO DE 1314, EL ÚLTIMO GRAN MAESTRE DEL TEMPLE, JACQUES DE MOLAY, MORÍA EN LA HOGUERA FRENTE A LA CATEDRAL DE NOTRE DAME DE PARÍS. ¿CUÁLES FUERON LOS VERDADEROS MOTIVOS QUE EMPUJARON AL REY FELIPE IV A PONER FIN A LA ORDEN TEMPLARIA?
EL 13 DE OCTUBRE DE 1307, POR ORDEN DE FELIPE IV, REY DE FRANCIA, FUERON DETENIDOS GRAN PARTE DE LOS TEMPLARIOS DE PARÍS ACUSADOS DE HEREJÍA. COMENZABA ASÍ LA PERSECUCIÓN CONTRA LA ORDEN DEL TEMPLE, QUE DURANTE MÁS DE UN SIGLO Y MEDIO HABÍA ALCANZADO UN PODER EXTRAORDINARIO Y UNA RIQUEZA SIN PRECEDENTES. EL 18 DE MARZO DE 1314, SIETE AÑOS DESPUÉS, EL ÚLTIMO GRAN MAESTRE DEL TEMPLE, JACQUES DE MOLAY, MORÍA EN LA HOGUERA FRENTE A LA CATEDRAL DE NOTRE DAME. ¿FUERON LOS TEMPLARIOS REALMENTE HEREJES O HABÍA OTROS MOTIVOS TRAS SU PERSECUCIÓN?
PERDER ACRE, EN MAYO DE 1291, SUPUSO EL PRINCIPIO DEL FIN PARA LOS TEMPLARIOS. Acre era su cuartel en Tierra Santa. Además, allí murieron buena parte de sus efectivos y perdieron muchos de sus pertrechos militares. Pero el golpe fue principalmente psicológico. El Temple, que había nacido 162 años antes –en el Concilio de Troyes, celebrado en el año 1129–, oficialmente para proteger a los peregrinos que viajaban a Tierra Santa, perdió así su último reducto en Oriente y, en parte, su razón de ser. Habían perdido los santos lugares. Eso sí, seguían teniendo un impresionante poderío económico en gran parte de Europa.
El papa Nicolás IV (1227-1292) intentó en 1292 recuperar de nuevo aquellas tierras con la ayuda de los templarios y de una de sus órdenes “hermanas”, los hospitalarios, pero fracasaron de nuevo. Ese mismo año, Jacques de Molay (c. 1242-1314) sustituyó como gran maestre de la orden a Teobaldo Gaudin. Y también comenzó a planear, en connivencia con el nuevo Papa, Bonifacio VIII (1235-1303), una nueva cruzada. Pero no consiguió apenas apoyo, ni siquiera el del rey de Francia, Felipe IV (1268-1314).
Este último fue uno de los protagonistas esenciales de esta historia, junto al también francés Bertrand de Got (1264-1314), arzobispo de Burdeos, que en 1305 fue nombrado Papa con el nombre de Clemente V, aunque siempre actuó como una marioneta controlada por Felipe IV. Tanto que este estableció la nueva sede pontificia en Aviñón (en Francia) –hasta 1378, cuando la sede del papado regresó a Roma.
Lo realmente importante para el tema que nos ocupa es que el rey francés tomó la dramática decisión de acabar con la Orden del Temple, y para ello contó con la inestimable ayuda del nuevo Papa.
DETENIDOS Y PROCESADOS
Finalmente, al amanecer del 13 de octubre de 1307, los hermanos templarios de París, 138, fueron detenidos por sorpresa y por orden del monarca.
Fueron acusados de realizar prácticas heréticas, como adorar a los gatos, practicar abiertamente la homosexualidad, deshonrar la misa y los sacramentos, participar en cultos blasfemos, perjurar en falso y, lo que es más importante, negar a Cristo y escupir a la cruz cuando ingresaban en la orden, además de mantener un excesivo secretismo. Por otro lado, les acusaban de no practicar la caridad ni la hospitalidad y de no considerar que fuese pecado intentar aumentar como fuera posible los beneficios de la orden.
Por supuesto, muchos de los templarios detenidos reconocieron algunas de estas prácticas, si no todas, durante sus declaraciones. Pero claro, estas fueron obtenidas mediante tortura. Tanto es así que, de los 138 detenidos, solo cuatro no se reconocieron culpables de los cargos que se les imputaban.
Si bien en un primer momento el papa Clemente V se enfureció al enterarse de que Felipe IV había detenido a los templarios sin consultarle –de hecho, siendo estrictos, solo el Papa tenía potestad
LOS TEMPLARIOS FUERON ACUSADOS DE REALIZAR PRÁCTICAS HERÉTICAS, COMO ADORAR A LOS GATOS, PRACTICAR LA HOMOSEXUALIDAD, DESHONRAR LA MISA Y LOS SACRAMENTOS, PARTICIPAR EN CULTOS BLASFEMOS, PERJURAR EN FALSO Y NEGAR A CRISTO.
para hacerlo–, el 22 de noviembre de 1307 envió varias cartas a todos los reyes de la cristiandad ordenándoles detenerles e interrogarles. Los reyes de Aragón y de Inglaterra, enemigos declarados de Felipe IV, no confiaban en los motivos alegados y se negaron a obedecer, o, mejor dicho, se mostraron bastante pasivos.
Aun así, en febrero de 1308, Clemente V suspendió el juicio, después de que muchos de los detenidos, incluido Jacques de Molay, se retractasen de sus declaraciones alegando haber sido torturados. Pero el monarca francés comenzó a movilizar a la opinión pública, y poco después el Papa reculó y reanudó el proceso. El 12 de mayo de 1310, 54 templarios fueron quemados en París. Otros tantos murieron en prisión o como consecuencia de las torturas.
Finalmente, tras varios años de "tejemanejes" de unos y otros, el 22 de marzo de 1312 Clemente V publicó la bula "Vox in Excelso", en la que afirmaba que, pese a no haberse probado la culpabilidad de la orden, esta había quedado tan desacreditada que no podía seguir existiendo, y por ese motivo procedió a su disolución. Y eso que un año antes, en el Concilio General de Vienne (clausurado el 16 de octubre de 1311), se había aprobado la continuidad de esta. Unas semanas más tarde, mediante otra bula (Ad Providum), entregaba todos sus bienes a la Orden del Hospital, a excepción de los existentes en la Península ibérica, que pasaron a la Orden de Cristo (en Portugal) y a la Orden de Montesa (en Aragón). Como es lógico, a Felipe IV no le gustó aquella medida, ya que esperaba ser él quien recibiese aquellos valiosísimos bienes.
Dos años después, el 18 de marzo de 1314, cuatro de los principales oficiales del Temple francés, entre los que estaba Jacques de Molay, fueron condenados a cadena perpetua. Molay y Godofredo de Charney, tras protestar con furia contra la condena, fueron quemados en la hoguera esa misma noche, en la plaza de la catedral de Notre Dame.
Antes de morir, Jacques de Molay maldijo a Clemente V y a Felipe IV con estas palabras: “¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!”. Y así fue. Clemente V murió un mes más tarde, el 20 de abril; y Felipe IV hizo lo propio el 29 de noviembre.
LOS MOTIVOS REALES
Los motivos reales fueron otros: por un lado, Felipe IV había heredado una gran deuda con la orden por el rescate de su abuelo, Luis IX (canonizado como San Luis en 1295), cuando fue detenido por los musulmanes durante la Séptima Cruzada. Por otro lado, el monarca veía con malos ojos el enorme poder y la gran influencia que ostentaba la orden en Francia, y sentía una gran envidia de sus numerosísimas posesiones. Los templarios, en definitiva, eran el principal obstáculo –con permiso de los reyes de Aragón e Inglaterra– para conseguir su objetivo final: crear en torno a sí una monarquía fuerte y todopoderosa.
Así pues, desde hace mucho tiempo quedó claro, al menos para los historiadores, que las acusaciones que se vertieron contra los templarios fueron un ejercicio de propaganda política. Los supuestos “errores de fe” fueron cuidadosamente elaborados y se inspiraron en mitos populares sobre las fechorías de los herejes y los magos, aunque también algunos fueron inventados a partir de ciertas prácticas reales de la orden (como las ceremonias de ingreso o el secretismo de algunos de sus ritos).
Durante el proceso no se hizo el más mínimo esfuerzo por descubrir la verdad que se ocultaba tras los cargos o la situación real de la orden templaria. El objetivo real no era ese, sino demostrar los cargos de herejía. Sin más. Además, todos los testimonios de testigos ajenos al Temple eran falsos. La sentencia estaba dictada de antemano contra los monjes-guerreros.
FELIPE IV VEÍA CON MALOS OJOS EL ENORME PODER Y LA GRAN INFLUENCIA QUE OSTENTABA LA ORDEN EN FRANCIA, Y SENTÍA UNA GRAN ENVIDIA DE SUS NUMEROSÍSIMAS POSESIONES.