EL DESEMBARCO DE NORMANDÍA
EN ESTE NÚMERO NO PODÍAMOS DEJAR DE RECOGER UNA DE LAS EFEMÉRIDES HISTÓRICAS MÁS IMPORTANTES QUE TUVIERON LUGAR UN MES DE JUNIO, EL DESEMBARCO DE NORMANDÍA. DESCUBRIMOS TODOS LOS DETALLES Y CURIOSIDADES DE ESTE CAPÍTULO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.
AL AMANECER DEL 6 DE JUNIO DE 1944, LA PRIMERA OLEADA DE FUERZAS ALIADAS DESEMBARCÓ EN LAS PLAYAS DE NORMANDÍA. LA OPERACIÓN OVERLORD HABÍA COMENZADO. UTAH, OMAHA, GOLD, JUNO, SWORD, FUERON LOS NOMBRES EN CLAVE DE LAS PLAYAS QUE PRESENCIARON LA MAYOR INVASIÓN EN LA HISTORIA DE LA GUERRA MODERNA: LA LLEGADA DE MÁS DE 150.000 SOLDADOS EN UN SOLO DÍA.
EN FEBRERO DE 1943, CUANDO TRAS DERROTAR A LOS ALEMANES EN STALINGRADO EL EJÉRCITO ROJO COMENZÓ A RECONQUISTAR EL TERRITORIO PERDIDO, JOSEPH STALIN, PRESIDENTE DEL CONSEJO DE MINISTROS DE LA UNIÓN SOVIÉTICA, DECIDIÓ QUE YA ERA HORA DE QUE EL RESTO DE LOS ALIADOS PUSIERAN ALGO DE SU PARTE PARA TERMINAR CON LAS FUERZAS DEL EJE Y CONVOCÓ A SUS LÍDERES PARA TOMAR DECISIONES ESENCIALES DE CARA AL FUTURO.
Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt, se vieron por primera vez en Teherán el 28 de noviembre de ese mismo año. Durante la conferencia, a propuesta de Stalin, los jefes de Estado decidieron preparar una vasta ofensiva que permitiera abrir un segundo frente en Europa occidental. Ferviente anticomunista, Churchill deseaba sobre todo reducir la influencia política de las tropas soviéticas en los Balcanes y propuso atacar allí. Stalin, se negó. Para no romper la reunión, los americanos sugirieron una operación anfibia de desembarco en la costa occidental.
Por razones logísticas era imprescindible que ese ataque comenzara desde Inglaterra. Lo que había que decidir era la ubicación del punto de desembarco, para que fuera lo más próximo al territorio alemán y con las mejores condiciones.
Las costas del Atlántico estaban muy lejos del objetivo final y llenas de submarinos alemanes; lo mismo ocurría con la costa francesa de Bretaña. En las costas belgas, las corrientes marinas eran demasiado fuertes y podían hundirse muchas de las lanchas utilizadas antes de que llegaran a tierra. Tampoco se podía utilizar Holanda, ya que su litoral era demasiado bajo y se podía inundar fácilmente, lo que dificultaría en gran medida el desembarco de equipo. Lo más factible era desembarcar en el norte o en el sur de Francia.
Consensuado el asunto del segundo frente, otra de las reclamaciones más importantes que Churchill y Roosevelt concedieron al líder soviético en aquellas jornadas fue la anexión de la parte oriental de Polonia, a pesar de las airadas quejas del gobierno polaco en el exilio, que cayeron en saco roto. La última petición con la que Stalin llegó bajo el brazo al final de la conferencia fue la promesa de que tendría libertad absoluta para crear su propia área de influencia en la Europa oriental. Todo se aceptó, a cambio de que se comprometiera a mantener la presión en el frente ruso.
Los acuerdos a los que llegaron Churchill, Stalin y Roosevelt se hicieron públicos la primera semana de diciembre: los partisanos yugoslavos que luchaban contra los alemanes recibirían apoyo aliado; Turquía entraría en la contienda por cuestiones estratégicas, y en el caso de que se viera atacada por Bulgaria, la Unión Soviética podría declarar la guerra al país balcánico; la deseada Operación Overlord se desarrollaría en mayo de 1944 en el sur de Francia, y una vez acabada la guerra, Alemania sería dividida.
No tardaron en iniciarse los preparativos militares. El gigantesco esfuerzo para concentrar tropas, vehículos, armas y barcos en Gran Bretaña no podía pasar desapercibido, como bien sabían los aliados. Los alemanes entendieron rápidamente que se preparaba una vasta operación anfibia, por lo que decidieron incrementar la cantidad de agentes de inteligencia infiltrados en Inglaterra.
Comenzaron los engaños, los sabotajes, las operaciones de contraespionaje, la acumulación de barcos de guerra y transporte en los puertos británicos y la intensidad de los ataques aéreos en la costa noroeste de Francia. En los primeros meses de 1944 ya nadie creía que se fuese a producir un desembarco en el sur de Francia; sin lugar a dudas sería en el norte, aunque fueran muy pocos los que supieran con seguridad cual era el lugar elegido.
PARA QUE EL DESEMBARCO PUDIERA LLEVARSE A CABO CON ÉXITO EL MANDO ALIADO ASIGNÓ A LA RESISTENCIA FRANCESA UNA SERIE DE MISIONES EN NORMANDÍA.
Para que el desembarco pudiera llevarse a cabo con éxito, el mando aliado asignó a la resistencia francesa una serie de misiones en Normandía. El 1 de junio, la BBC emitió los tres primeros versos de Chant d’automne, un poema de Paul Verlaine elegido para advertir que la operación tendría lugar en menos de una semana. Los tres versos siguientes, que avisaban de que comenzaría en apenas 48 horas se emitieron el día 4. Desde ese momento se incrementaron los sabotajes de las comunicaciones y las vías férreas en territorio francés. La noche del 5 de junio ya se habían realizado más de un millar.
EL DÍA MÁS LARGO
La primera semana de junio de 1944 fue nefasta para el Reich. A las 00.32 del día 6 –dos minutos más tarde de lo previsto–, pusieron el pie en suelo francés los sesenta primeros paracaidistas que iniciaban la invasión aliada. Su misión: proteger el desembarco de todo el flanco izquierdo. A continuación, sin pausa, oleada tras oleada, llegaron los hombres de la 1.ª división aerotransportada estadounidense con graves pérdidas de hombres y material. A las 02.40, el mariscal Von Rundstedt comandante en jefe del Oeste –con Rommel como subordinado–, aún sostenía que no era una operación seria. No mucho más tarde, los acorazados aliados comenzaron a bombardear con sus cañones pesados las fortificaciones costeras, iniciándose un fuerte duelo de artillería.
Pronto, el bombardeo naval acalló a la mayor parte de las baterías alemanas. Protegidas por esa gigantesca cortina de fuego, las tropas de invasión pusieron rumbo a la costa en botes de desembarco.
Apoyados en algunas zonas por carros anfibios para romper las fortificaciones más avanzadas, los batallones de asalto, luchando contra el agua, el viento, el mareo y los proyectiles enemigos, se abrieron paso hacia la orilla.
Había que moverse rápido, pues los alemanes aguardaban tras el humo y las colinas, pero era difícil correr porque el agua llegaba hasta la cintura. La Compañía E de la infantería estadounidense, que se dirigía a la sección Fox Green de la playa de Omaha, fue la encargada de iniciar el ataque. Mucho antes de llegar a la primera línea de obstáculos que pretendía detenerla, cayeron muertos o heridos dos terceras partes de sus hombres.
Tras ellos, una enorme cantidad de buques de guerra y transporte aliados se concentraron en las playas francesas de Normandía a lo largo de 6 kilómetros, entre Vierville, al Oeste y Colleville, al Este. Sí, era la temida invasión que los oficiales del alto estado mayor de la Werhmacht esperaban. Nada más comenzar el desembarco, la Luftwaffe propuso vincular el contraataque previsto con una operación aerotransportada, pero el OKW lo rechazó rotundamente. Para entonces, la aviación alemana ya no tenía posibilidades –incluso si pudiese realizar la complicada tarea de conseguir los transportes necesarios–, de lograr el control aéreo el tiempo suficiente como para planear nada.
Las playas se cubrieron pronto de cadáveres y vehículos destrozados por el intenso fuego de las defensas alemanas. A pesar del elemento sorpresa, los soldados que defendían el Muro del Atlántico, ofrecían una feroz resistencia. Desde Utah hasta Sword, pero especialmente en Omaha, cientos de soldados caían incluso antes de llegar a la arena.
En Omaha, donde todo había comenzado, la oposición era muy superior a la que los veteranos soldados de la 1.ª división estadounidense esperaban hallar, ya que, en apoyo de la 716.ª división de infantería, se encontraba también la 352.ª del generalleutnant Dietrich Kraiss, formada en su gran mayoría por combatientes recién llegados del frente del Este, que se habían trasladado a la zona para realizar maniobras. Frank Rosier, uno de los estadounidenses que pisó allí tierra francesa lo describió así hace pocos años durante una entrevista: "Cuando llegué a la playa con la segunda oleada, nunca en mi vida había visto a una persona muerta, ni siquiera durante el blitz. La carnicería en esa playa era espantosa. Me detuve un momento. Me dejó sin aliento. Fue horrible".
Británicos y canadienses, en las playas Sword, Gold y Juno, tuvieron quizá mejor suerte. Al menos en Gold, la segunda más fácil de ocupar después de Utah, encargada también a los estadounidenses.
Cuando el sol comenzó a declinar, a pesar de haber enviado a las cinco playas a 156.115 soldados y lanzar en paracaídas o transpor
LAS PLAYAS SE CUBRIERON PRONTO DE CADÁVERES Y VEHÍCULOS DESTROZADOS POR EL INTENSO FUEGO DE LAS DEFENSAS ALEMANAS.
tar mediante planeadores a otros 73.000, muchos de los objetivos inicialmente planeados todavía no se habían alcanzado. De hecho, además de que se mantenía la resistencia, seis carros de combate del Panzer-Grenadier-Regiment 192, seguidos de infantería motorizada, lograron infiltrarse sobre las 20:00 en los alrededores de Lion sur Mer, en las líneas británicas de Sword.
Aun así, la cabeza de puente aliada parecía firmemente anclada, aunque todavía no fuera inmune a un contraataque alemán a gran escala apoyado por divisiones blindadas. Fue el momento en que Hitler entró en escena para ayudar a los recién llegados: ordenó a sus mariscales abandonar la lucha en la costa, para reagruparse y resistir más al interior. Así lo entendió el general Edgar Feuchtinger, comandante de la 21.ª división panzer, que, recién llegado de París, a las 21:00 canceló su plan de avanzar hacia Juno con todos
sus efectivos y solo envió a tres compañías. Las emboscaron los canadienses y los supervivientes se vieron obligados a retroceder a Caen. Fue el único ataque alemán de la jornada.
Esa noche, dadas las circunstancias, el Comando Aliado dejó de temer que los refuerzos alemanes pudieran embolsaran las zonas conquistadas y se mostró más optimista. Las divisiones de refuerzo continuaban fluyendo y las pérdidas finales, aunque se hubieran sufrido más de 10.000 bajas –soldados principalmente británicos, estadounidenses y canadienses, pero también australianos, franceses, polacos y noruegos, entre otros–, eran mucho menores de lo esperado. Si les dejaban espacio para acumular la inmensa cantidad de material que habían reunido al otro lado del Canal, conseguir la victoria era solo cuestión de tiempo.
LA BATALLA DE NORMANDÍA
Los días posteriores al desembarco, en vista de a todo lo que se enfrentaban, los mariscales de campo Von Rundstedt y Rommel decidieron que era hora de tener una charla con su comandante supremo con el fin de salvar a sus tropas de la destrucción y, casi con seguridad, a la propia Alemania. Se reunieron con Hitler el 17 de junio y le contaron cuál era la situación real. Rommel pidió tener las manos libres para retirar a sus tropas aún más hacia el interior, fuera del alcance de los buques de guerra aliados, que estaban destrozando con sus bombardeos a las divisiones acorazadas, pero el führer se negó. Intentó calmarlo con promesas de nuevos aviones a reacción que barrerían a los aliados del cielo y bombas volantes de nueva generación que lograrían para siempre la desaparición de Gran Bretaña.
A ambos mariscales les pareció todo muy interesante, pero insistieron en que en esos momentos la superioridad estadounidense y británica en el aire, en el mar y en tierra, significaba que el enemigo no tardaría en abrirse paso hacia Alemania. Eso sin contar, con que parecía muy hipotético que, al mismo tiempo, se pudiese mantener también la línea del frente en Rusia. A ninguno de los dos les hizo caso. Ni en esa reunión, ni en otra que mantuvieron el día 29. Al contrario, Von Rundsted, además de la paciencia, perdió el mando de todo el Ejército Occidental el 2 de julio.
Ambos mariscales demostraron tener razón pese a sus errores de apreciación anteriores al desembarco aliado. A finales de junio, las tropas estadounidenses al mando del general Bradley tenían ocupado ya el puerto de Cherburgo, en la punta de la península de Normandía, amenazaban con cercar a todo el ejército alemán que se encontraba estacionado en la península de Cotentin y habían cogido 25.000 prisioneros.
Mientras, británicos y canadienses, a las órdenes del general Montgomery, superaban una dura oposición para tomar la ciudad de Caen hacia el este, en la que se encontraban las unidades del 5.º Ejército panzer, formado con el I cuerpo panzer SS de Joseph Dietrich, el II SS del obergruppenführer Wilhelm Bittrich y los cuerpos XLVII y LXXXVI pertenecientes al ejército.
A principios de agosto, tras brutales y sangrientas acciones de poca entidad en la que ambos bandos se aferraban a cada centímetro de tierra en su poder, sin un frente bien definido, se rompió la débil resistencia que podían mantener las tropas alemanas y la campaña se convirtió ya en una avalancha aliada difícil de contener.
Para entonces, ya no le quedaba al cuartel general alemán otra solución que formar unidades mixtas con el ejército y las SS. Por suerte, las unidades de las Waffen SS con miembros alemanes habían ganado ya un enorme prestigio entre sus compañeros del ejército. Las relaciones entre ambos nunca fueron mejores que en aquellos meses de 1944, en los que hasta los más altos jefes militares estaban dispuestos a admitir su capacidad, e incluso su superioridad, cuando las misiones eran difíciles o desesperadas. O cuando, como en el caso de las divisiones 9. ª –Hohenstaufen–, y 10.ª –Frundsberg–, se les pedía que interviniesen tanto en un frente como en el otro y participar en todos los combates.
Ese año las Waffen SS protagonizarían dos claros ejemplos, de que la defensa de Alemania empezaba a quedar en sus manos. Uno en Tarnopol, en abril, cuando las divisiones Das Reich y Totenkopf encabezaron la que casi iba a ser la última contraofensiva victoriosa contra el Ejército Rojo y otro en Falaise, en Francia, cuando un desastroso intento de cortar el avance aliado en la cabeza de puente de Avranches, terminó con el 7.º Ejército alemán encerrado en una enorme bolsa.
Al mantener abierta la división Hitlerjugend la brecha entre Falaise y Argentan, permitió durante una semana que veinte divisiones de infantería y ocho acorazadas pudieran salir –aunque fuera sin su equipo ni sus armas pesadas–, del enorme cerco que intentaban cerrar británicos y canadienses desde Caen, en el Sur, y los estadounidenses desde Mortain, en el Norte. En esa épica batalla que puso fin a la campaña de Normandía, la Hitlerjugend consiguió que los aliados "solo" pudieran hacer 50.000 prisioneros del 7.º Ejército, a costa de verse reducida a la mínima expresión. En cualquier caso, y aunque la campaña de Normandía hubiese sido una batalla de las SS –de las 11 divisiones que combatieron, 6 eran de las Waffen SS–, los caminos hacia París y al este, entre ellos los de Alemania, quedaban prácticamente despejados desde ese momento para británicos, estadounidenses y canadienses. Aunque no estuviese entre sus planes liberar la capital de Francia, donde había 5.000.000 de personas que alimentar, una carga importante para los suministros del ejército aliado mientras no tuviesen en su poder un puerto importante.
Ni qué decir tiene que la resistencia francesa actuó en cuanto se enteró de que París quedaba fuera de los planes aliados. La
A PRINCIPIOS DE AGOSTO, SIN UN FRENTE BIEN DEFINIDO, SE ROMPIÓ LA DÉBIL RESISTENCIA QUE PODÍAN MANTENER LAS TROPAS ALEMANAS Y LA CAMPAÑA SE CONVIRTIÓ YA EN UNA AVALANCHA ALIADA DIFÍCIL DE CONTENER.
ciudad se sublevó el 13 de agosto para forzar a que la liberaran. No habría podido mantener mucho tiempo la lucha ante los alemanes si el general Leclerc, ignorando las órdenes de sus superiores estadounidenses, no hubiera enviado en su ayuda a su 2.ª división blindada. Una de sus compañías, la 9.ª, estaba formada, casi exclusivamente, por españoles del ejército republicano.
Solo a mediados de septiembre, cuando los paracaidistas de la 82.ª y la 101.ª divisiones aerotransportadas estadounidenses, los de la 1.ª británica y la 1.ª brigada independiente de paracaidistas polacos, aterrizaron respectivamente en las proximidades de Nimega, la propia Eindhoven y Arnhem, durante la Operación Market-Garden, con el fin de establecer una cabeza de puente al otro lado del Rin –sin tener en cuenta la presencia de las machacadas divisiones Hohenstaufen y Frundsberg reunidas en las proximidades para descansar y reaprovisionarse–, se vio una potente reacción alemana. Un coletazo de desesperación.
Derrotados en Holanda y detenido en Lorena el 3.º Ejército estadounidense del general Patton, los aliados perdieron en octubre ese ímpetu que los había llevado desde Francia hasta la frontera alemana en un galope temerario, similar al de 1940, pero en sentido contrario. A partir de ese momento decidieron que, en vista de la tenaz defensa, la lucha se convertiría en una simple batalla de aplastamiento, que Alemania no podría resistir. Se comenzó por masivos bombardeos aéreos y, luego, se organizó un servicio de abastecimientos más eficaz que permitiera acumular suficiente material como para derrotar al Reich a campo abierto la primavera siguiente, cuando mejorase el tiempo y las comunicaciones.