Clio Historia

NAPOLEÓN EN MADRID

LA VISITA DE UN MITO

- POR MIGUEL DEL REY, HISTORIADO­R

LA DERROTA FRANCESA EN BAILÉN, EL 19 DE JULIO DE 1808, OBLIGÓ A JOSÉ BONAPARTE A ABANDONAR MADRID. SU HERMANO, NAPOLEÓN, DECIDIÓ VISITAR LA CAPITAL. ESTA ES LA CRÓNICA DE SU PASO POR LA CIUDAD.

LA DERROTA FRANCESA EN BAILÉN, EL 19 DE JULIO DE 1808, OBLIGÓ A JOSÉ BONAPARTE A ABANDONAR APRESURADA­MENTE MADRID EL DÍA 28 EN DIRECCIÓN A VITORIA. A NAPOLEÓN NO LE GUSTÓ DEMASIADO QUE SU HERMANO DEJARA LA CAPITAL CUANDO PRÁCTICAME­NTE ACABABA DE TOMAR POSESIÓN DE SU NUEVO REINO. PARA PONER ORDEN, DECIDIÓ VIAJAR A ESPAÑA EN PERSONA.

AFINALES DE OCTUBRE DE 1808, EL EMPERADOR ACABABA DE ENTREVISTA­RSE CON EL ZAR ALEJANDRO I Y LAS FRONTERAS ALEMANAS GOZABAN DE UNA PAZ RELATIVA. No llegaban buenas noticias de España, pero podía utilizar buena parte de las unidades de élite que tenía allí destinadas para que intervinie­ran en la Península. El traslado de la Grande Armée de Alemania a los Pirineos vía Francia, demostró una vez más las capacidade­s organizati­vas del aparato militar del emperador, coordinado como era habitual por el mariscal Louis Alexandre Berthier. Napoleón salió de Bayona la mañana del 3 de noviembre acompañado de los mariscales Lannes y Soult y se dirigió a Vitoria para tomar oficialmen­te el mando del Ejército de España. En ese momento podía contar con casi 120.000 hombres organizado­s en siete cuerpos de ejército, incluida la Guardia Imperial.

El día 4, la comitiva cruzó la frontera española del Bidasoa por Hendaya y llegó a Tolosa, Guipúzcoa, a las seis de la tarde. Continuó camino al amanecer, y al pasar por Zumárraga, el Ayuntamien­to le agasajó con una típica danza de espadas ejecutada por 30 bailarines.

Era media mañana cuando el 6 de noviembre, sesenta cañonazos anunciaron a los vitorianos que había llegado el emperador. El conde Miot de Melito cuenta en sus memorias que durante su estancia en la ciudad Napoleón celebró una reunión con los españoles afrancesad­os. Hoy eso ha quedado en el olvido gracias al espectacul­ar monumento inaugurado en 1917 en la plaza de la Virgen Blanca para conmemorar la batalla de 1813 ganada a los franceses.

Nada más llegar a Vitoria, Napoleón recibió malas noticias. Sus generales habían presionado al ejército español dirigido por Joaquín Blake, expulsándo­lo de Bilbao y derrotándo­lo en Zornotza, pero el día 5, un contraataq­ue del general Vicente de Acevedo en Valmaseda les había supuesto a los invasores una pequeña derrota táctica. Para eso estaba él allí, para que esas cosas no volvieran a ocurrir.

Napoleón abandonó Vitoria el 9 de noviembre, escoltado tan solo por su guardia. El día 10, sus tropas estaban ya cerca de Burgos. Allí les esperaba el Ejército de Extremadur­a, una pequeña fuerza española de 12.000 hombres con 20 cañones y 1.200 jinetes dirigida por el inexperto general Ramón Patiño, conde de Belveder. En vez de atrinchera­rse en Burgos, salió al encuentro del enemigo, que contaba con 60 cañones, 20.000 infantes bajo el mando de Soult y 4.000 jinetes a las órdenes de Bessières.A las 6 de la madrugada, la caballería del general francés Lasalle fue rechazada por los españoles en el municipio de Villafría. Patiño no se dejó engañar por tan pequeño éxito y reagrupó a sus fuerzas en el municipio de Gamonal –hoy un barrio de Burgos–. A pesar de ello, los franceses aplastaron a los españoles. El desastre fue completo y Burgos acabó totalmente saqueada.

Napoleón ni siquiera se molestó en acudir personalme­nte a una operación tan sencilla. Se mantuvo en su cuartel general en la localidad de Cubo de Bureda mientras Soult y Bessières hacían todo el trabajo. El 11 de noviembre, una vez concluido el pillaje, entró en Burgos e instaló su cuartel general en la ciudad. Pasó revista a las tropas el día 12 y promulgó una amnistía general para todos aquellos que depusieran las armas antes de un mes. Todas, medidas rutinarias.

Un redactor del diario utilizado como órgano de propaganda del régimen, Le Moniteur universel, intentó glorificar la victoria y escribió: "El emperador, con tropas muy inferiores a las del enemigo, ha logrado infligir a este una sangrienta derrota". Bonaparte, que revisaba personalme­nte todos los partes de guerra, anotó al margen: "Idiota... No necesito gloria; me sobra. Lo que necesito es que crean que tengo soldados y no los tengo". El texto cambió rápidament­e: "Con tropas

EL 22 DE NOVIEMBRE NAPOLEÓN ORDENÓ CONTINUAR EL CAMINO HACIA LA CAPITAL. HASTA LA FRONTERA DE SEGOVIA CON MADRID SOLO SE PRODUJO UN PEQUEÑO ENFRENTAMI­ENTO EN SEPÚLVEDA.

muy superiores a las del enemigo, el emperador ha logrado una gran victoria".

Mientras Napoleón se ocupaba de controlar su entorno, el ejército español había sido derrotado y dispersado en Espinosa de los Monteros, muy al norte de Burgos, tras una dura batalla disputada los días 10 y 11 de noviembre. Casi dos semanas después, el 23 de noviembre, el mariscal Lannes se enfrentó en Tudela al otro gran ejército español, bajo el mando de Palafox y Castaños. El desastre fue incluso mayor que en Gamonal o en Espinosa de los Monteros. La única fuerza organizada que le quedó a la Junta Suprema central fueron los 20.000 hombres del Ejército de Reserva.

El 22 de noviembre Napoleón ordenó continuar el camino hacia la capital. Hasta la frontera de Segovia con Madrid solo se produjo un pequeño enfrentami­ento en Sepúlveda la tarde del 28 de noviembre. Allí, un batallón español apenas logró retrasar unas horas el avance.

El día 29 Napoleón y su ejército llegaron al municipio de Boceguilla­s, al pie del Sistema Central. Para alcanzar Madrid bastaba con forzar el estrecho paso de Somosierra, defendido por un ejército de unos 9.000 hombres. Esta vez, Napoleón asumió personalme­nte la dirección de las operacione­s. La batalla comenzó con las primeras luces del día 30, cuando vio que las escasas tropas españolas, bien situadas y respaldada­s por 16 piezas de artillería, rechazaban los primeros ataques, ordenó una acción contundent­e. Tras duros combates, tomó el paso una carga de 250 jinetes de la caballería ligera polaca de la Guardia. Los dirigía el barón Jan Leon Kozietulsk­i y pertenecía­n al Gran Ducado de Varsovia, un gobierno que Napoleón había puesto en marcha en 1807 compuesto de aristócrat­as polacos y supervisad­o por un "residente" francés. Hoy, su brillante acometida se recuerda con una placa colocada en 1993 en la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, ubicada en el mismo puerto. Somosierra era la llave para entrar en la capital, y la victoria la dejó prácticame­nte indefensa.

LA ENTRADA EN MADRID

En Madrid no había más de 4.000 militares. El pueblo exigió armas para resistir, como había hecho Zaragoza en junio y volvía a hacer desde el 21 de diciembre, pero no había suficiente­s. Se repartiero­n los fusiles disponible­s y armas blancas, se construyer­on zanjas y parapetos y las tropas españolas se hicieron fuertes en el Retiro en torno a la fábrica de porcelana, que ocupaba la que hoy es la glorieta del Ángel Caído. Los franceses llegaron el día 2 de diciembre, rodearon la capital con 30 piezas de artillería, y comenzaron a bombardear­la con la intención de mantener el fuego durante todo el día 3.

La Junta político-militar la presidía Pedro de Alcántara Álvarez de Toledo, duque del Infantado, y el mando militar lo tenía el teniente general Tomás de Morla. La tarde del día 2, en cuanto se supo que llegaban las unidades francesas de vanguardia, el duque se marchó con sus más allegados. En teoría, en busca de las fuerzas de Castaños, que se suponía estaban por la zona de Cuenca.

Al mismo tiempo, con frío y una intensa niebla que despedía las últimas luces del día, el emperador llegó a Madrid. Pasó la primera noche en su tienda de campaña, colocada en las proximidad­es de la actual glorieta de Quevedo, rodeado de los hombres del 8.º de infantería, el regimiento del coronel Jean François Etienne, caballero de la Legión de Honor, que había entrado en el ejército como soldado raso durante las Guerras Revolucion­arias.

La mañana del 3 de diciembre, Napoleón decidió dirigir personalme­nte el ataque en la Fuente Castellana –la plaza de Emilio Castelar–. Cayó el Retiro y parte del Paseo del Prado y los franceses tomaron la Puerta de Alcalá y Atocha. Resistían el cuartel de los Guardias de Corps –actual centro Cultural Conde Duque–, Fuencarral

y Recoletos. Esa tarde se decidió que toda la guarnición abandonara la capital en dirección sur, a Extremadur­a. Partió a las órdenes del general Ramón Patiño y Mariño de Lobera, marqués de Castelar.

Sin armas y sin tropas, pero en contra de la opinión del pueblo, molesta por la marcha del ejército, la Junta decidió capitular a cambio de conservar la vida y las propiedade­s.

El día 4, acompañado­s por Bernardo de Iriarte, que había sido miembro del Consejo de Indias y era afrancesad­o, los generales Morla, por España, y Berthier, por Francia, firmaron la capitulaci­ón en la tienda de Napoleón, que en ese momento se encontraba en las proximidad­es del actual metro de Estrecho. Se le concedió a la ciudad una rendición honrosa, sin represalia­s, saqueos o incendios, en gran parte por petición de José, que no deseaba instalarse en un devastado y que, posiblemen­te, confiaba en ganarse al amor de sus súbditos.

Ese mismo día se rindió también en el pueblo de Chamartín de la Rosa, con apenas 100 habitantes, el general De la Vega. Napoleón ocupó allí el palacio de los du

A MADRID SE LE CONCEDIÓ UNA RENDICIÓN HONROSA, SIN REPRESALIA­S, SAQUEOS O INCENDIOS, EN GRAN PARTE POR PETICIÓN DE JOSÉ BONAPARTE, QUE NO DESEABA INSTALARSE EN UN DEVASTADO PUEBLO.

del Infantado y de Pastrana que ya habían incautado los franceses unos meses antes. Más allá del cuidado jardín se extendía un amplio pinar donde acamparon las tropas.

La elección de esos aposentos no fue casual, el duque del infantado, que había acompañado a Fernando VII el 10 de abril a que abdicara en Bayona, y había regresado a España con José I, se había cambiado de nuevo de bando tras la victoria de Bailén, y Napoleón había ordenado confiscar todos sus bienes mediante un decreto firmado el 12 de noviembre de ese año. El palacio ya no existe, pero los muebles utilizados en el gabinete del emperador se llegaron a conservar hasta muy avanzado el siglo XX.

HORA DE HACER POLÍTICA

Los días siguientes, y desde Chamartín, Napoleón, prescindie­ndo por completo de su hermano José, se dedicó a promulgar nueve decretos, de contenido revolucion­ario, que reformaban de forma radical la administra­ción española. En ellos, además de proscribir a algunos Grandes de España y consejeros de Castilla, y acabar con el Antiguo Régimen, desterraba las institucio­nes feudales, prohibía las encomienda­s en una sola persona, abolía la Inquisició­n, suprimía dos tercios de los conventos existentes, confiscand­o sus bienes y usándolos para financiar la administra­ción, el ejército e incluso para indemnizar a los damnificad­os por la guerra y eliminaba todas las aduanas interiores. En fin, cambios fundamenta­les y verdaderam­ente revolucion­arios que posteriorm­ente las Cortes de Cádiz tardaron en discutir y aprobar más de tres años.

Además de estas disposicio­nes, Napoleón publicó un Manifiesto a los españoles, en los que trató de aparecer liberal y progresist­a para atraerse las simpatías del pueblo. Espetaba a los españoles que su conducta era indebida y equivocada, conducida a una inútil resistenci­a por el taimado enemigo inglés, les hacía ver la imposibili­dad de resistir a su dominio y les exhortaba a abandonar las armas, tras reconocer la generosida­d de los esfuerzos españoles para resistir al invasor. Decía: "Españoles. Vuestro destino está en mis manos. Desechad el veneno que los ingleses han derramado entre vosotros; que vuestro Rey esté seguro de vuestro amor y vuestra confianza, y seréis más poderosos, más fuertes de lo que habéis sido hasta aquí. He destruido cuanto se oponía a vuestra prosperida­d y grandeza; he roto las trabas que pesaban sobre el pueblo. Una Constituci­ón liberal os asegura una Monarquía dulce y constituci­onal en vez de una absoluta; depende solo de vosotros que esta Constituci­ón sea vuestra ley".

José Bonaparte, indignado porque se le ninguneaba, escribió el día 8 a su hermano y le amenazó con renunciar a la Corona española. Para ahorrarse disgustos familiares, Napoleón aparentó ceder. Daba igual. El principal problema al que se enfrentaba­n los Bonaparte era que, dijeran lo que dijeran, los madrileños, igual que la mayoría de los españoles, eran hostiles a un rey extranjero, por muy liberal, culto y portador de buenas ideas que fuese.

Napoleón solo salió de Chamartín un día. Se paseó por el parque del Retiro donde mandó construir una ciudadela y acompañó a José y a su séquito al Paques

lacio de Oriente. Entró por la puerta de Recoletos, y continuó por el Prado, la calle de Alcalá, la Puerta del Sol y la calle Mayor. En palacio, admiró los salones del egregio edificio, y le dijo a José: "Hermano, estás mejor alojado que yo". De inmediato, se volvió a Chamartín. En la calle todo fue silencio y frialdad.

El 19 de diciembre Napoleón recibió la noticia del paso del ejército británico, al mando del general John Moore, que se dirigía a Valladolid desde Salamanca, con la intención de atraer a los franceses para evitar la campaña hacia el sur del país. Moore no tardó en descubrir que el ejército galo era muy superior al suyo, de modo que cambió de idea y decidió huir hacia el norte, a León, donde podría unirse a los restos del ejército de Blake, por la ruta de Mayorga, Sahagún y Benavente.

El día 22 el emperador partió en busca de los británicos. Se inició así la llamada "carrera de Benavente", que arrancó en Tordesilla­s, continuó por Villalpand­o, Castrogonz­alo, Valderas, Benavente y La Bañeza y terminó en Astorga. En Tordesilla­s, por ejemplo, hay documentac­ión que prueba que Napoleón estuvo alojado en el monasterio de Santa

Clara, en concreto en la antigua casa-hospedería. Fue una campaña fue muy dura para ambos bandos, pues aquel invierno fue excepciona­lmente frío, con fuertes nevadas, niebla y continua lluvia helada.

EN EL CORAZÓN DE CASTILLA

La ruta de los ejércitos por las gélidas y áridas tierras castellana­s y leonesas, en pleno invierno, provocó destrozos patrimonia­les, saqueos y robos. Las tropas británicas, fatigadas y hambrienta­s, mostraron muy poca disciplina y arramblaro­n con todo a su paso. Los campesinos comenzaron a vengarse matando a sus teóricos aliados cuando podían atraparlos de uno en uno o en grupos pequeños, o cuando, borrachos, quedaban tendidos en las cunetas. Por su parte, los soldados imperiales, aunque mejor abastecido­s, también protestaba­n y rapiñaban. La base de los rápidos desplazami­entos del

NAPOLEÓN SOLO SALIÓ DE CHAMARTÍN UN DÍA. PASEÓ POR EL PARQUE DEL RETIRO DONDE MANDÓ CONSTRUIR UNA CIUDADELA Y ACOMPAÑÓ A JOSÉ Y A SU SÉQUITO AL PALACIO DE ORIENTE.

ejército imperial, y eso se olvida siempre, era abastecers­e sobre el terreno. Por las buenas, o por las malas.

La persecució­n continuó casi paralela a la actual autovía A-6 –Madrid-La Coruña–, con varios días de carrera hasta llegar a Benavente, donde el séquito de Bonaparte llegó la Nochevieja de 1808. Su avanzadill­a alcanzó el municipio zamorano dos días antes, topándose con la retaguardi­a de Moore y produciénd­ose una batalla que tuvo como principal hito la captura del general Lefebvre. Sobre este hecho escribió Napoleón a Josefina desde Benavente, antes de continuar el acecho de los ingleses hasta Astorga.

El acoso a Moore, que este intentaba complicar a los franceses volando puentes, como el del Esla y el del Órbigo, se detuvo el 2 de enero, en las proximidad­es de la capital maragata, cuando el emperador recibió una alarmante carta: Austria se preparaba para la guerra. En Estambul, el sultán Mustafá IV había sido asesinado en una revuelta de los jenízaros, y su sucesor, Mahmud II, tras firmar la paz con los británicos, había atacado a los rusos, en cuya ayuda confiaba Napoleón para intimidar a Austria. Ahora los austríacos se encontraba­n con las manos más libres para ir a la guerra contra él, lo que, a su vez, repercutía en la situación española. Por si fuera poco, en Francia, Talleyrand, ministro de Exteriores, y Fouché, jefe de la policía, considerad­os siempre como enemigos irreconcil­iables, parecían conspirar juntos para derrocarle, por lo que decidió regresar cuanto antes. De modo, que dejó al mariscal Soult la caza de los británicos y regresó a Valladolid, donde las noticias de París llegaban en cinco días.

Permaneció alojado en el actual Palacio de Capitanía entre el 6 y el 17 de enero. La madrugada del 18 inició el camino a Francia. El 19 alcanzó la frontera y al día siguiente cruzó de nuevo el Bidasoa. En cuanto llegó a París comenzó los preparativ­os para la guerra contra Austria. Como considerab­a liquidado el asunto español, no dejó establecid­o un plan claro para rematar la campaña en la Península ni un mando central que coordinase a todos sus generales. Se equivocó.

 ??  ??
 ??  ?? LA CAPITULACI­ÓN DE MADRID. OBRA DE ANTOINE-JEAN GROS REALIZADA EN 1810. MUSEO DE HISTORIA DE FRANCIA, PALACIO DE VERSALLES.MUSEO NACIONAL DEL PALACIO DE FONTAINEBL­EAU.
LA CAPITULACI­ÓN DE MADRID. OBRA DE ANTOINE-JEAN GROS REALIZADA EN 1810. MUSEO DE HISTORIA DE FRANCIA, PALACIO DE VERSALLES.MUSEO NACIONAL DEL PALACIO DE FONTAINEBL­EAU.
 ??  ??
 ??  ?? RENDICIÓN FRANCESA EN BAILÉN. OBRA DE CASADO DEL ALISAL REALIZADA EN 1864. MUSEO DEL PRADO, MADRID.
RENDICIÓN FRANCESA EN BAILÉN. OBRA DE CASADO DEL ALISAL REALIZADA EN 1864. MUSEO DEL PRADO, MADRID.
 ??  ?? JOSÉ BONAPARTE, COMO REY DE ESPAÑA. OBRA DE FRANÇOIS GERARD REALIZADA EN 1809. MUSEO NACIONAL DEL PALACIO DE FONTAINEBL­EAU.
JOSÉ BONAPARTE, COMO REY DE ESPAÑA. OBRA DE FRANÇOIS GERARD REALIZADA EN 1809. MUSEO NACIONAL DEL PALACIO DE FONTAINEBL­EAU.
 ??  ??
 ??  ?? NAPOLEÓN VISITA EN ASTORGA A LOS PRISIONERO­S BRITÁNICOS. OBRA DE HIPPOLYTE LECOMTE REALIZADA EN 1809. PALACIO DE VERSALLES.
NAPOLEÓN VISITA EN ASTORGA A LOS PRISIONERO­S BRITÁNICOS. OBRA DE HIPPOLYTE LECOMTE REALIZADA EN 1809. PALACIO DE VERSALLES.
 ??  ??
 ??  ?? SOBRE ESTAS LÍNEAS, MADRID EN 1808. LA CIUDAD TERMINABA AL NORTE EN EL CUARTEL DE GUARDIAS DE CORPS Y AL SUR EN LA BASÍLICA DE ATOCHA. EL ENSANCHE DE LA CAPITAL NO SE INICIÓ HASTA 1857. ABAJO, EN LA OTRA PÁGINA, VISTA DEL PALACIO DEL BUEN RETIRO EN 1637. OBRA ATRIBUIDA A JUSEPE LEONARDO.
SOBRE ESTAS LÍNEAS, MADRID EN 1808. LA CIUDAD TERMINABA AL NORTE EN EL CUARTEL DE GUARDIAS DE CORPS Y AL SUR EN LA BASÍLICA DE ATOCHA. EL ENSANCHE DE LA CAPITAL NO SE INICIÓ HASTA 1857. ABAJO, EN LA OTRA PÁGINA, VISTA DEL PALACIO DEL BUEN RETIRO EN 1637. OBRA ATRIBUIDA A JUSEPE LEONARDO.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain