Entrevista a JESÚS SÁNCHEZ ADALID: “Un viaje por la Historia”
JESÚS SÁNCHEZ ADALID (BADAJOZ, 1962) ES, POSIBLEMENTE, UNO DE LOS MEJORES AUTORES DE NOVELA HISTÓRICA. Y PRUEBA DE ELLO ES QUE HA SIDO MULTIPREMIADO A LO LARGO DE SU TRAYECTORIA LITERARIA, ENTRE OTROS, CON EL PRESTIGIOSO PREMIO FERNANDO LARA. SUS NOVELAS SON ALGO MÁS QUE UNA SUCESIÓN DE HECHOS HISTÓRICOS BIEN DOCUMENTADOS, SON UNIVERSOS DE PERSONAJES QUE DESLUMBRAN, LOGRAN CONECTAR CON EL LECTOR, TRASLADÁNDOLO A OTRO UNIVERSO. ENTRE LAS PÁGINAS DE “LAS ARMAS DE LA LUZ”, SU MÁS RECIENTE OBRA, DESFILA LO MÁS ALTO Y BAJO DEL SER HUMANO, AVENTURAS AMBIENTADAS EN UN PASADO QUE PUEDE DARNOS MÁS LECCIONES QUE EL PRESENTE, Y SERVIR DE ADVERTENCIA PARA EL FUTURO. EL VIAJE DEL HÉROE NO HA HECHO MÁS QUE EMPEZAR...
SI LA HISTORIA ES UN ESTADO DE ÁNIMO, ¿CUÁL SERÍA EL QUE CARACTERIZARÍA EL MUNDO MEDIEVAL QUE NOS PRESENTAS?
–En “Las armas de la luz” están presentes las emociones de la época, según el género de vida propio de la Alta Edad Media… Los personajes se debaten en medio de la alegría, el dolor, la rabia… Ya desde el comienzo de esta novela se propone un estado de cosas que nos abre hacia un terreno de aventuras, desgracias y emociones que quedan bien marcadas a lo largo de todo el relato. Es una sociedad que vive permanentemente sobresaltada por una presencia amenazante, la figura del temible Almanzor. Lo cual se manifiesta en esos misteriosos barcos que recalan en el pequeño puerto de Cubelles y en el extraño regalo que traen consigo.
–Si Julio Verne tenía la virtud de vislumbrar el futuro, tú tienes la de hacer viajar al lector al pasado. ¿Cómo consigues resucitar una época tan oscura y lejana con tal profusión detalles?
–Creo que la fórmula es no considerarse historiador, sino narrador. Este carácter abierto ofrece al autor una gran libertad para integrar personajes, introducir historias cruzadas o subordinadas unas a otras, presentar hechos en un orden distinto a aquel en el que se produjeron o incluir en el relato textos de distinta naturaleza. Pero todo esto, en el caso de la novela histórica, debe ser respetuoso con la Historia; lo cual requiere una gran documentación previa.
–¿Cuál era la relación entre nobles y clérigos?
–En el caso del llamado “alto clero”, los obispos y abades son magnates en aquella sociedad muy jerarquizada; no solamente por sus cargos y oficios, sino porque pertenecían por origen familiar a la nobleza. Era muy frecuente que actuasen como guerreros, vistiesen armadura y acudiesen a la guerra con sus propias huestes. Por eso, en “Las armas de la luz”, el personaje del abad Oliba resulta sorprendente, pues abandonó su título de conde, sus armas y dominios para predicar el diálogo y la concordia. Es un personaje real. Reconstruyó ciudades y luchó por la armonía y la evangelización de una manera pacífica. Pero también me llamó mucho la atención el relato de la peregrinación que hizo el conde Armengol I desde la Seu de Urgell, como penitencia. Esto sucede justo antes de que Almanzor destruyera el templo de Santiago Apóstol en Compostela.
–Has confesado que esta es la novela de tu vida... ¿Por qué?
–“Las armas de la luz” fue escrita por mí durante el confinamiento, en un estado de ánimo muy particular. Fue un tiempo de mucha reflexión. Todo está pensado y repensado, el texto cuidado. Para mí, ha supuesto un verdadero viaje, una auténtica experiencia vital.
–Cataluña y Córdoba parecen tener en común la letra “c” por la que empiezan sus nombres y poco más, pero parece que en el pasado sucedió algo que poca gente sabe...
–Cada día me convenzo más de que las buenas historias nacen de acontecimientos muy concretos y generalmente desconocidos. En el caso de “Las armas de la luz”, pareciera que el relato hubiera estado guardado, misteriosamente oculto, esperando al momento presente para ser escrito. Todo empezó durante la investigación de una novela anterior, cuando me encontré en las crónicas islámicas con un dato muy significativo que era totalmente desconocido para mí: los catalanes saquearon Córdoba en los inicios del siglo XI, cuando todavía el califato estaba en plena vigencia. Aquello ocurrió justo después de la muerte de Almanzor, y como una venganza bien planeada. Porque Almanzor saqueó y destruyó Barcelona el año 985, llevándose a Córdoba toda su riqueza y millares de cautivos. Los condes catalanes nunca olvidaron aquello, como tampoco el hecho de que los francos no hubiesen acudido para socorrerlos. A partir de entonces, decidieron independizarse de la monarquía franca de iniciar su propia andadura, a pesar de la gran amenaza que suponían los musulmanes. La ocasión de la venganza llegó cuando el califato se vio envuelto en una guerra civil. Los catalanes reunieron un gran ejército y descendieron hasta Córdoba, que todavía seguía siendo la ciudad más rica y esplendorosa de Occidente. Después de atacar y saquear la capital del Califato, y gracias a las inmensas riquezas que obtuvieron en él, la nobleza y el clero de Cataluña iniciaron la recuperación de sus tierras y ciudades, que serían en adelante prósperas y florecientes.Para el califato, sin embargo, aquello supuso el final; lo que se ha conocido como la fitna, que en árabe significa “disolución”. Lo que vendría a partir de entonces serían los reinos de Taifa. Comprendí que todas estas circunstancias resultaban tan apasionantes que merecían la escritura de una novela.