ENEMIGAS EN VIDA, JUNTAS EN LA ETERNIDAD

TRAS LA MUERTE DE ISABEL, JACOBO I ASUMIÓ EL TRONO DE INGLATERRA. ESTE ORDENÓ QUE FUERA ENTERRADA JUNTO A MARÍA. EN UNA TUMBA EN LA QUE INSCRIBIÓ: “COMPAÑERAS EN EL TRONO Y LA TUMBA, AQUÍ DESCANSAN, ISABEL Y MARÍA, HERMANAS, EN LA ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN”. EN REALIDAD, LA EFIGIE DE ISABEL, LA ÚNICA ESCULPIDA EN LA TUMBA, ERA TODA UNA DECLARACIÓN DE INTENCIONES. DE PEQUEÑA, MARÍA NO SINTIÓ ODIO POR AQUELLA NIÑA INOCENTE CON LA QUE JUGABA MIENTRAS SU MADRE INTENTABA TERMINAR CON SU VIDA. TAMPOCO ISABEL, QUIEN INCLUSO CUANDO MARÍA ACCEDIÓ AL TRONO, LE MOSTRÓ SU APOYO ACOMPAÑÁNDOLA EN SU ENTRADA TRIUNFAL A LONDRES.

SIN EMBARGO, UNA VEZ INSTALADA EN LA CORTE DE LA REINA, ISABEL EMPEZÓ A MOSTRAR SIGNOS DE DESAPROBACIÓN RESPECTO DE LAS POLÍTICAS RELIGIOSAS

DE SU HERMANA. CUANDO EL PARLAMENTO DECLARÓ LEGÍTIMO EL MATRIMONIO ENTRE CATALINA Y ENRIQUE, ISABEL SE CONVIRTIÓ EN ILEGÍTIMA POR PARTIDA DOBLE, POR LO DISPUESTO

POR SU DIFUNTO PADRE, QUE NUNCA HABÍA REVOCADO Y POR ESTA NUEVA DISPOSICIÓN. NO ES DE EXTRAÑAR TAMPOCO QUE ISABEL SE SINTIERA ALEJADA EMOCIONALMENTE DE UNA HERMANA QUE LAS CIRCUNSTANCIAS LA HABÍAN CONVERTIDO EN SU ENEMIGA.

MIENTRAS MARÍA REINABA, LAS SOSPECHAS RECAÍAN SOBRE ISABEL POR ESTAR COLABORANDO EN LAS DISTINTAS CONSPIRACIONES QUE SE ORGANIZARON PARA DERROCAR A SU HERMANA. A

PESAR DE LO QUE FINGÍA, MARÍA SABÍA QUE ISABEL NO TENÍA UNA SINCERA FE CATÓLICA Y QUE A SU MUERTE REVOCARÍA TODO LO QUE ELLA HABÍA HECHO. NO SE EQUIVOCABA.