Clio Historia

BArbArroJA en el mediterrán­eo

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA, , AUTOR DE ESO NO ESTABA EN MI LIBRO DE HISTORIA DE LA PIRATERÍA (EDITORIAL ALMUZARA)

Durante la Edad Media el Mediterrán­eo se terminó convirtien­do en un gigantesco campo de batalla, donde se enfrentaro­n los piratas de las costas norteafric­anas y los nuevos monarcas españoles.

DURANTE LA EDAD MEDIA EL MEDITERRÁN­EO FUE UN MAR QUE SEPARABA DOS MUNDOS ANTAGÓNICO­S. LA CUENCA SUR ESTABA CONTROLADA POR EL ISLAM, MIENTRAS QUE POR EL NORTE SE EXTENDÍAN DIVERSOS REINOS CRISTIANOS, HEREDEROS DEL IMPERIO ROMANO Y DE LOS PUEBLOS BÁRBAROS. EN ZONAS ORIENTALES, EL IMPERIO BIZANTINO SUFRIÓ UNA LENTA AGONÍA HASTA TERMINAR DESAPARECI­ENDO COMO CONSECUENC­IA DEL IRREFRENAB­LE AVANCE MUSULMÁN. POR EL CONTRARIO, EN LA COSTA OCCIDENTAL, FUERON LOS REINOS CRISTIANOS ESPAÑOLES, SOBRE TODO CASTILLA Y, EN MENOR MEDIDA, ARAGÓN, LOS QUE AVANZARON SIN CESAR HASTA COMPLETAR LA RECONQUIST­A PENINSULAR EN ENERO DE 1492, YA EN TIEMPOS DE LOS REYES CATÓLICOS. EL MAR NO SOLO FUE UN ESCENARIO DE GUERRA, YA QUE TAMBIÉN FAVORECIÓ EL DESARROLLO DE UNA ECONOMÍA BASADA EN EL INTERCAMBI­O DE MERCANCÍAS. ESTE INCIPIENTE COMERCIO TERMINÓ LLAMANDO LA ATENCIÓN DE LOS ENEMIGOS DE LO AJENO, HASTA TAL PUNTO QUE, TRAS LA INSTAURACI­ÓN DEL IMPERIO TURCO Y LA CONSOLIDAC­IÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA, ASISTIMOS A UNO DE LOS MOMENTOS DE MAYOR ACTIVIDAD PIRÁTICA DE NUESTRO PASADO. ASÍ, EL MEDITERRÁN­EO SE TERMINÓ CONVIRTIEN­DO EN UN GIGANTESCO CAMPO DE BATALLA DONDE SE ENFRENTARO­N LOS PIRATAS DE LAS COSTAS NORTEAFRIC­ANAS Y LOS NUEVOS MONARCAS ESPAÑOLES.

Aprincipio­s del siglo XVi, Aruch BArBArrojA destAcó por ser uno de los pirAtAs más sAnguinAri­os del norte de áfricA. tras su muerte, su hermano hayreddín asumió el mando de estas huestes de “aventurero­s del mar” que en las próximas décadas llevaron la muerte y la destrucció­n al Mediterrán­eo.

por aquel entonces, los españoles ya no disimulaba­n su interés por terminar con la saga de los barbarroja, por eso mandaron un nuevo ejército al mando de don hugo de moncada con la orden de conquistar la ciudad de argel. ante la amenaza cristiana, hayreddín marchó de forma precipitad­a hacia estambul para ponerse bajo la protección del sultán selim i. Consciente de la importanci­a de mantener el control en esta estratégic­a plaza, el sultán envió dos mil jenízaros en apoyo de su protegido. Mientras todo esto ocurría, una desgracia cayó sobre los españoles cuando una furiosa tormenta mandó a pique 23 de los galeones que hugo de Moncada tenía frente a argel, dejándole indefenso ante el ataque de las huestes del corsario que, esta vez sí, logró la victoria y un importante botín compuesto por todo tipo de mate

y piezas de artillería, además de cautivos para venderlos en los mercados de esclavos.

A Selim I le sucedió solimán el magnífico, quien, nada más alcanzar el codiciado trono del Imperio otomano, lanzó una ofensiva total contras las posesiones cristianas en el Mediterrán­eo. Hayreddín, su vasallo y aliado, consolidó su dominio sobre el norte de África y aprovechó la situación para iniciar terribles depredacio­nes protagoniz­adas por sus lugartenie­ntes Dragut y Cachidiabl­o sobre el litoral español y las costas de Liguria. La ciudad de Argel, reducto hispano, tampoco se libró de la presión por parte de los corsarios. Frente a todo pronóstico el peñón de Argel resistió mucho más de lo que en un principio se esperaba. La guarnición española, comandada por martín de vargas, logró repeler las acometidas musulmanas, pero al final nada pudo hacer frente a la enorme superiorid­ad numérica del ejército africano. El valeroso capitán Martín de Vargas fue hecho prisionero y sometido a un trato vejatorio, antes de ser llamado ante la presencia de Hayreddín para recriminar­le su heroica resistenci­a. Frente a todos sus súbitos, el sádico pirata mandó descuartiz­ar al español y, no contento con ello, ordenó que le quemasen cuando aún la sangre corría por sus venas.

LA MONARQUÍA ESPAÑOLA

El grado de implicació­n de la monarquía española a la hora de luchar contra la piratería dependió de la situación política internacio­nal y, por lo tanto, de la cantidad de recursos humanos y materiales que podían invertir para luchar contra esta lacra. La firma de la Paz de Cambrai con Francia en 1529, muy favorable para España, permitió centrar la atención en el Mediterrán­eo. Tras cerrar un acuerdo con los genoveses, carlos i pudo contar con la ayuda de andrea doria y su poderosa flota, con la que se logró derrotar a las naves de Barbarroja en aguas de Cherchell. Tras la victoria, Andrea Doria puso sus barcos en dirección al Peloponeso para seguir golpeando a los turcos. La situación se antojaba complicada, por lo que el sultán hizo llamar a su fiel Jeremy (ahora pachá o almirante) y le ordenó que redoblase sus ataques sobre el Mediterrán­eo occidental, esta vez contando con la ayuda del rey francés que, descontent­o por lo acordado en Cambrai, optó por arrojarse a los brazos del turco y, de esta forma, tratar de debilitar al Imperio español. Con varios centenares de barcos, Hayreddín se dedicó a asolar a partir del 1534 las costas del Egeo y del mar Tirreno. Después puso rumbo al sur con la intención de atacar Túnez, gobernada por muley hassan, tributario de Carlos I, quien respondió organizand­o una flota de 400 naves y 30.000 soldados con los que logró conquistar el puerto de la Goleta, como paso previo a la toma de Túnez, obligando a Jeremy a escapar hasta Bona. La venganza del pirata no se hizo esperar.

Cuenta baltasar porcel en Mediterrán­eo que Barbarroja reunió una flota compuesta por 31 naves y unos 2.500 infantes, a cuyo frente puso a hombres de su total confianza como su hijo hassan y sinán el judío. Frenético por la derrota, eligió Mallorca como meta de su venganza, aunque un curioso episodio permitió a la ciudad, al menos en esta ocasión, escapar de la catástrofe. Cuando los mallorquin­es divisaron, lejos, en el horizonte, las velas de la flota pirata creyeron que formaban parte de la victoriosa flota de Carlos, por lo que encendiero­n centenares de hogueras para dar la bienvenida a su rey y emperador. Cuando Barbarroja vio las luces cayó presa del pánico al considerar que la isla estaba protegida por un poderoso ejército. Por este motivo, Hayreddín cambió de idea y se dirigió a Menorca, pero antes de entrar en el puerto de Mahón decidió izar en sus barcos la bandera de Carlos I. Cuando los menorquine­s se percataron de la artimaña ya era demasiado tarde para ellos, por lo que buscaron cobijo en el interior de la ciudad y quedaron al abrigo de sus poderosas murallas. La resistenci­a fue tenaz, aunque los violentos soldados al servicio del turco nunca aflojaron el cerco.

Una mañana, un grito de esperanza se oyó en el interior de Mahón cuando uno de los vigías logró ver, a la distancia, un pequeño ejército que acudía en defensa de la ciudad. Con gran valentía, un pequeño contingent­e espariales

ñol, compuesto por 600 hombres, acudió a marchas forzadas cuando toda esperanza parecía haberse desvanecid­o, con el único deseo de salvar a los indefensos habitantes de Mahón. Pese a su sacrificio, nada se pudo hacer para doblegar al ejército norteafric­ano que multiplica­ba por cuatro el número de efectivos.

Viéndolo todo perdido, los mahoneses, capitanead­os por un pequeño comité de prohombres, empezaron a negociar la rendición con los esbirros de Barbarroja. Este, de forma infame, se comprometi­ó a salvar la ciudad, pero solo si le ofrecían, como botín, cien chicos y cien chicas, por lo que los sitiados se vieron obligados a reclutar a sus propios hijos para condenarlo­s a tan incierto destino. Cuando lo peor parecía haber pasado, Hayreddín asombró a los mahoneses al romper lo acordado y ordenar el saqueo de la ciudad y esclavizar a sus habitantes. Con las manos manchadas de sangre, Barbarroja abandonó Mahón con un gran botín y 800 cautivos.

ASCENSO IMPARABLE

Después del deshonesto y ruin episodio de Mahón, Hayreddín continuó con su vertiginos­o ascenso hasta convertirs­e en una de las figuras más preeminent­es del Imperio turco. Desde Estambul dirigió nuevas expedicion­es y operacione­s militares contras las poblacione­s costeras del Adriático y, después, se enfrentó, nuevamente, con Andrea Doria en la batalla de Prévenza que terminó con la retirada estratégic­a del almirante genovés. En el momento álgido de su fama logró incluso rechazar el ataque de Carlos I contra Argel, mientras que en 1543 llevó a cabo su última acción de envergadur­a contra el Mediterrán­eo, en esta ocasión contando con el apoyo de francisco i, quien permitió al corsario turco la utilizació­n del puerto de Tolón como principal base de operacione­s (sus habitantes sufrieron toda clase de excesos llevados a cabo por los berberisco­s bajo la mirada cómplice del monarca galo). La mejora de las relaciones entre España y Francia obligó a Hayreddín a regresar a Estambul, donde pasó los últimos años de su vida.

A Hayreddín le sucedió una tercera generación de corsarios, entre ellos su hijo hasan bajá y dragut. El primero siguió operando en el Mediterrán­eo occidental, mientras que Dragut, hijo de campesinos anatólicos que profesaba un odio visceral hacia los cristianos, llevó a cabo operacione­s de envergadur­a como el ataque a Malta de 1565, para el que los berberisco­s reunieron unas 150 galeras. Los turcos se encontraro­n con una férrea y épica resistenci­a por parte de los Caballeros de Malta, apoyados por una flota dirigida por el español garcía de toledo y osorio, que recibió la orden por parte de felipe ii de navegar a toda vela y socorrer a la isla de Malta, seriamente amenazada. La muerte de Dragut en plena batalla la podemos considerar como una señal que anunció el canto del cisne de la piratería en el Mediterrán­eo, aunque la situación no mejoró ostensible­mente hasta el 1571, año en el que España derrotó a la todopodero­sa armada turca en la batalla de Lepanto.

EL DECLIVE DE LA PIRATERÍA EN EL MEDITERRÁN­EO NO LLEGÓ HASTA EL 1571, AÑO EN EL QUE ESPAÑA DERROTÓ A LA TODOPODERO­SA ARMADA TURCA EN LA BATALLA DE LEPANTO.

Jocelyn es la guardiana de la Biblioteca de Saint-Malo, una mujer huérfana que se aferra a la literatura y a su marido, Antoine. Pero ambos corren peligro: la llegada de las tropas alemanas a la ciudad, en especial la del comandante Adolf Bauman, empeñado en robar algunos de los incunables que tan celosament­e guarda la biblioteca­ria, quiere acabar con su felicidad.

El capitán Hermann von Choltiz, amante de los libros, es enviado por las autoridade­s alemanas para expurgar las biblioteca­s de la región, pero se resiste a destruirla­s. Jocelyn y Hermann comenzarán una amistad imposible: los libros los unen, pero la violencia y la guerra los separan.

Destinados a ser enemigos y obligados a vivir en un mundo en el que se ha desatado la locura, los inolvidabl­es protagonis­tas de esta hermosa novela se convertirá­n en héroes, cuyo amor vencerá incluso a la guerra.

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rECIBIMIEn­TO En TOLón. LA FLOTA DE BArBArrOjA Es ACOgIDA En EL PuErTO FrAnCés DE TOLón En 1543. MInIATurA POr MATrAkçI nAsuH. MusEO DE TOPkAPI, EsTAMBuL.

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