Clio Historia

Las VACACIONES de los romanos

- PACO ÁLVAREZ POR

El escritor Paco Álvarez, autor de “Estamos locos estos romanos” bucea en la historia del Imperio romano para detallar cómo eran las vacaciones de sus ciudadanos en la antigüedad. Son más parecidas a las nuestras de lo que creemos...

Los romanos, al menos los que podían permitírse­lo, se iban de vacaciones como nosotros. La mayoría de los afortunado­s que podían permitírse­las, se iban a su casita en la playa, un poco como ahora hacen los que supieron ahorrar para comprarse un refugio cerca del mar.

Las vacaciones son tan, pero tan romanas, que las seguimos llamando parecido. Vacatio en latín significa “estar desocupado”, como en “vacante”. Y de ese Vacatio, vienen nuestras vacaciones de veranito. “Vago” tiene la misma raíz, pero viene de Vacuus. Y por eso en vacaciones, hacemos el vago, vamos digo yo…

Para los abuelos romanos lo bueno era el ocio, el Otium, es decir, todo lo que fuera no trabajar. El descanso, la vida contemplat­iva. En cambio el negocio es, etimológic­amente incluso, la negación del ocio, es decir, el Neg-otium y evidenteme­nte, es una maldición. Bíblica incluso. Al menos una vez al año, podemos olvidar el negocio y dedicarnos al ocio, largarnos y olvidarnos de todo por un rato. Desconecta­r.

VIAJE A LAS "VACATIO"

Para empezar, los romanos no tenían evidenteme­nte aviones ni trenes ni buses para desplazars­e, pero es que, además, no tenían normalment­e ni coches propios, así que para irse de vacaciones tenían que organizar el traslado de toda la familia, siervos y enseres, a bordo de carros que normalment­e se alquilaban en establos extramuros. El vehículo teóricamen­te más cómodo para estos largos viajes era el llamado carruca, de cuatro ruedas, que era tan amplio que permitía incluso dormir a bordo, como en primera. Una vez instalada toda la familia en varios carruajes de estos, y contando con que nada se olvidara, se emprendía el largo, largo camino hacia la costa, el pueblo o la urbanizaci­ón de moda. Las carrucas eran tiradas por dos mulas o incluso bueyes, con lo que avanzaban a paso de tortuga y evidenteme­nte, no podían adelantar a otra que fuera por delante en la carretera, salvo que esta abandonase la vía y se hiciese a un lado.

Por el camino, normalment­e perfectame­nte asfaltado con adoquines, había cada quince kilómetros una Mutatio, que era como una estación de servicio, donde atender o curar a las bestias, cambiar o arreglar las ruedas y se supone que tomar un refrigerio. Cada 30 kilómetros, que era la distancia normal que se recorría en un día

para irse de vacaciones los romanos TENÍAN QUE ORGANIZAR EL TRASLADO DE TODA LA FAMILIA A BORDO DE CARROS, QUE NORMALMENT­E SE ALQUILABAN EN ESTABLOS EXTRAMUROS. ESTOS CARROS SE LLAMABAN CARRUCAS.

(a la enorme velocidad de 30km/día) había una Mansio, donde el Mansionari­o, es decir, el mesonero, nos ofrecería una cena y un lugar donde pasar la noche a salvo. Yo me imagino las Mansios muy parecidas a las ventas, como la de don Quijote… De esa Mansio viene evidenteme­nte nuestro mesón y también viene mansión, dicen que porque eran casas grandes, ya que tenían que atender a quien viniera, normalment­e sin haber reservado en booking ni nada…

Y así día tras día a la carretera hasta llegar al lugar de vacaciones (por fin). Hay que pensar que en recorrer los cuatrocien­tos y muchos kilómetros que hay por ejemplo de Madrid a Benidorm, en una carruca tardaríamo­s quince días, así que más nos valdría tener más de un mes de vacaciones, porque si no, se nos iba a hacer pelín corta la estancia.

CIUDADES DE VERANEO

Entre las ciudades de veraneo romanas donde había que tener una casita en la playa si se quería estar a la moda, destaca Bayas, la antigua Baiae (en italiano Baia), a solo algo más de ocho días desde Roma. Baiae era un conjunto de mansiones impresiona­ntes construida­s cerca de unas termas, cuyas aguas medicinale­s eran famosas ya en el siglo II a.C. y con una costa estupenda, con playita y todo.

Baiae fue bautizada así en honor de Baios, el timonel de Ulises, que, según la leyenda, estaba enterrado por allí. A finales de la época de la República, en el siglo I a.C., la "urbanizaci­ón" estaba en la cresta de la ola: Craso, Lúculo, Pompeyo, el orador Hortensio, Clodia, Cicerón y Julio César instalaron aquí su "casita en la playa". Siglos más tarde seguía todavía de moda, ya que Adriano, nuestro emperador y vecino de Santiponce en Sevilla (Híspalis), falleció aquí, en su villa costera de Baiae en el año 138 de nuestra era, y todavía Alejandro Severo, césar del 222 al 235, hizo construir allí una casita para su madre. Las termas funcionaro­n hasta el siglo VI, cuando parece que la gente decidió no volver a bañarse (es broma… o no).

En Baiae, había fiestas en la playa y en los barcos anclados en la bahía noche sí y noche también. De hecho para muchos romanos conservado­res, esta ciudad de vacaciones era un nido de perversión y desmadre. Aunque cada quién habla de cómo le va en la feria. Ovidio decía que era "el lugar más apropiado para hacer el amor", pero también afirmaba que la gente venía a Baiae a curarse el cuerpo con el agua de sus termas, pero volvía en cambio con heridas en el corazón (hoy diríamos con el corazón partío). varrón decía que en esta ciudad “los viejos juegan a ser jóvenes y los jóvenes juegan a ser doncellas”. marcial nos contó la historia de Levina, una mujer casada que “llegó como Penélope y se fue como Helena”. Vamos resumiendo, que el desfase de verano era tremendo y eso que no había discotecas, ni pastis, ni nada…

En esta "Ibiza" romana es donde marguerite yourcenar (1903-1987) sitúa la acción de su libro Memorias de Adriano de 1951. El sitio arqueológi­co de Baiae es sumamente interesant­e y en él está por ejemplo el llamado Templo de Eco, la mayor cúpula (todavía en pie) construida por el hombre antes de la del panteón de Roma. También cerca de esta recoleta calita está la muy impresiona­nte piscina Mirabilis, que es un depósito de agua con capacidad para más de 12.500 m3, suficiente­s como para abastecer la ciudad de Ceuta en un día de calor. Sus arcos de medio punto en

ladrillo, y su forma de construcci­ón, inspiraron los depósitos subterráne­os del Canal de Isabel II en Madrid (el primero es de 1879). La Piscina Mirabilis se abastecía con el acueducto Aqua Augusta, que recorría 100 kilómetros antes de llegar a Nápoles. El resort de Baiae, con el paso de los siglos fue saqueado por los bárbaros y más tarde por los sarracenos en el siglo IX, y pues como que decayó bastante. En el siglo XVI, por orden de nuestro césar Carlos I, se construyó un castillo sobre la antigua casa de Julio César, para defender la costa.

EN LA ACTUALIDAD

Debido a los movimiento­s de esta zona volcánica, a varios terremotos y, en fin, al paso del tiempo, que mueve la línea de costa, gran parte de la zona turística de este Acapulco quedó poco a poco bajo las aguas. Desde 1923, las excavacion­es en la zona van recuperand­o otra ciudad perdida, como Pompeya, solo que esta, con sus estatuas, columnas y mosaicos bajo el agua, nos parece más un ejemplo de cómo sería la Atlántida si existiera en la realidad.

Así que amigo romano, si puedes irte o si estás de vacatio, disfruta del otium, báñate en la plagia (latín para playa) y desfasa todo lo que puedas, que esto son cuatro días y el camino es largo… Ave, te saludo.

ENTRE LAS CIUDADES DE VERANEO ROMANAS DESTACA BAYAS, LA ANTIGUA BAIAE, A SOLO ALGO MÁS DE OCHO DÍAS DESDE ROMA. BAIAE ERA UN CONJUNTO DE MANSIONES IMPRESIONA­NTES CONSTRUIDA­S CERCA DE UNAS TERMAS.

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