Los problemas de tráfico en el Imperio romano
EL OCASO DE LOS AUSTRIA
El antiguo Imperio romano ya padecía los problemas de tráfico actuales. ¿Cómo consiguieron hacerles frente? ¿Podríamos aprender algo sobre sus soluciones? Estas y muchas otras curiosidades, de la mano del escritor Paco Álvarez.
HA PASADO A LA HISTORIA COMO UN REY QUE NO SOLO FUE INCAPAZ DE GOBERNAR UN PAÍS, SINO TAMBIÉN DE DARLE UN SUCESOR A SU CORONA, LO QUE PROVOCÓ UNA GUERRA DE SUCESIÓN. SOBRE ÉL, ESCRIBIÓ PÉREZ REVERTE: “Y LLEGÓ CARLOS II. DICHO EN CORTO, ESPAÑA POR EL PUTO SUELO”. SIN EMBARGO, ES PROBABLE QUE ESTA IMAGEN NEFASTA DEL ÚLTIMO DE LOS AUSTRIA RESPONDA A UNA LEYENDA NEGRA GESTADA EN EL JUEGO GEOESTRATÉTICO DE LAS POTENCIAS EUROPEAS QUE AMBICIONABAN LA CORONA ESPAÑOLA. ¿QUÉ HAY DE VERDAD Y QUÉ HAY DE MITO EN TORNO A CARLOS II?
NO ES CARLOS II (1661-1700) UN REY QUE HAYA MERECIDO MÁS QUE UN ESCUETO CAPÍTULO EN LOS LIBROS SOBRE HISTORIA DE ESPAÑA. Su entrada en Wikipedia no se extiende más de cuatro mil palabras. El escaso interés a su biografía se compensa con un retrato oficial, obra de Juan Carreño de Miranda (1614-1685), que refleja sin disimulo su rostro enfermizo de frente estrecha, ojos saltones, nariz desmedida, feroz prognatismo y holgado labio inferior, antojándose como cruel caricatura de una indolencia próxima a la minusvalía psíquica. A esta fealdad inmortalizada y enmarcada –sus contemporáneos decían de él que “asusta de feo”–, se añade una ignorancia supina de carácter supersticioso. Porque su apodo de El Hechizado termina aderezando el semblante de un monarca que, incapaz de superar unas inseguridades físicas y psicológicas, prefirió atribuirlas a influencias demoníacas.
Pero más allá de este esbozo, ausente de matices, hay un personaje que debe interpretarse en las coordenadas de su época, donde las monarquías europeas ambicionaban adueñarse de una corona, la española, que la propaganda situaba en manos de alguien más incapacitado que pusilánime. Fue así como, durante su reinado, Carlos II tuvo que enfrentarse por un lado a intrigas palaciegas y reivindicaciones de un hermanastro ilegítimo, mientras se convertía en el tablero de ajedrez donde la Casa de Borbón y la Casa de Austria movían sus piezas dentro de una planificada estrategia geopolítica que perseguía hacerse con la corona de España. Esta es la intrahistoria de este “juego de tronos”…
INTRIGAS PALACIEGAS Y UN BASTARDO EN LA CORTE
Carlos II era el quinto hijo de Felipe IV (1605-1665), fruto de su segundo matrimonio con su sobrina Mariana de
CARLOS II SE TRATA DE UN PERSONAJE QUE DEBE INTERPRETARSE EN LAS COORDENADAS DE SU ÉPOCA, DONDE LAS MONARQUÍAS EUROPEAS AMBICIONABAN ADUEÑARSE DE LA CORONA ESPAÑOLA.
Austria (1634-1696). Pero aparte de sus quince hijos legítimos durante sus dos matrimonios (muy pocos alcanzaron edad adulta), Felipe IV tuvo también hasta casi una treintena de bastardos, de los cuales solo reconocería a dos (uno de ellos moriría a temprana edad). El único de sus hijos extramatrimoniales reconocidos que sobrevivió –y que mereció presencia en la corte– fue el que tuvo con la actriz María Calderón (1611-1678), alias La Calderona, Juan José de Austria (1629-1679).
Entre otros cargos, Juan José de Austria fue gobernador de los Países Bajos y virrey de Aragón. Forjó su prestigio en distintas campañas militares como la que implicó la pacificación de Cataluña hacia 1652 tras la Guerra dels Segadors (1640) motivada por la expropiación de territorios catalanes por Francia tras la firma del Tratado de los Pirineos con España.
Aunque hermanados por un mismo padre, la gallardía y trayectoria política y militar de Juan José de Austria le sitúan como némesis de un discapacitado, y todavía infante, Carlos II, al que todos los augurios veían incapaz de gobernar. Es por ello por lo que Felipe IV, influenciado por su esposa Mariana de Austria –que veía en el bastardo una amenaza a la sucesión de la corona de su hijo–, comenzó a mostrarle cierto grado de desconfianza. Con la muerte de Felipe IV, cuando el infante Carlos II apenas tenía cuatro años, estos recelos se tornarían en manifiesta rivalidad. Se agrietó así un enfrentamiento abierto entre su viuda Mariana de Austria, que ejercería como regente, y el bastardo Juan José, que contaba con respaldo social suficiente como para aspirar al trono.
Tratando de contrarrestar la influencia de Juan José de Austria (la Junta de Regencia nombrada por Felipe IV antes de morir apenas mostró eficacia), la Reina regente, con escasos apoyos en la corte, tuvo que rodearse de hombres de confianza que ejercieron como validos. El primero fue su confesor, el inquisidor general y jesuita alemán Juan Everardo Nithard (1607-1681). No duró mucho: en 1669 un levantamiento militar instigado por Juan José de Austria que amenazó con tomar Madrid si este no era destituido logró su destierro.
El siguiente valido fue Fernando de Valenzuela (16361692), conocido como El Duende de Palacio, ambicioso hidalgo que, más preocupado por mantenerse en el poder –y evitando los errores cometidos por su antecesor Nithard– tejió una tupida red de contactos en la que se integraban tanto defensores como opositores a la Rei
na regente. Esta estrategia no le sirvió de mucho: cuando en 1675 Carlos II cumplió la mayoría de edad legal para ser rey –catorce años–, una desconfiada madre regente decidió alejar a Valenzuela paulatinamente de la corte. El detonante para su destierro llegaría un par de años después, cuando el ascenso meteórico de Valenzuela –que era de orígenes modestos– dejó de ser tolerado por una aristocracia que instó a separarlo de la corte en favor de Juan José de Austria. Tras una estancia en Filipinas, Valenzuela terminó en México, limpiando establos para morir coceado por un caballo.
Juan José de Austria logró así el gobierno de España. Aunque su gobierno no duraría más de dos años, después de que muriera repentinamente en extrañas circunstancias, tal vez por envenenamiento…
LOS BORBONES O LA ESTRATEGIA DEL REY SOL
En la Francia de la época reinaba Luis XIV (1638-1715), el Rey Sol, máximo exponente de las monarquías absolutistas y al que se atribuye la célebre frase “El Estado soy yo”, aunque parece que no fue pronunciada por él, sino por quienes trataron de desacreditarlo. En cualquier caso, Luis XIV un monarca libre de escrúpulos, cuyas ambiciones imperialistas pasaban por rebañar todo lo que pudiera del país vecino (España) aprovechando que su corona estaba las sienes de un joven imberbe y pusilánime como Carlos II. Su primera aproximación con la Casa de Austria fue casarse en 1660 con una hija de Felipe IV y hermanastra de Carlos II: María Teresa de Austria (1638-1683), que era además prima hermana suya.
La vinculación de las monarquías española y francesa se estrechaba cuando en 1679 Carlos II –al que solo su situación como rey le permitiría encontrar pareja–, contrajo un
JUAN JOSÉ DE AUSTRIA LOGRÓ EL GOBIERNO DE ESPAÑA, PERO ESTE DURARÍA SOLO DOS AÑOS. Y ES QUE MURIÓ REPENTINAMENTE EN EXTRAÑAS CIRCUNSTRANCIAS, TAL VEZ POR ENVENENAMIENTO...
primer matrimonio con una sobrina de Luis XIV: María Luisa de Orleans (1662-1689), cuya belleza y elegancia enamoraron al monarca español, aunque este sentimiento nunca fuera recíproco. Murió repentinamente y sin dejar descendencia.
La boda entre Carlos II y la sobrina de Luis XIV se había acordado tras el Tratado de Nimega (1678), que puso fin a la Guerra franco-holandesa (1672-1678) en la que había participado España y que terminaría perjudicando gravemente sus intereses. Conforme a este tratado, el Rey Sol arrebataba a España varias de sus plazas en el sur de los Países Bajos, así como el Franco Condado, región del nordeste de Francia que tenía una importancia geoestratégica vital, ya que constituía parte del “camino español” con el que los Tercios españoles se trasladaban desde Italia hasta los Países Bajos. Francia se convertiría así en la potencia europea más emergente mientras que España se deslizaba hacia su ocaso…
Por otro lado, el matrimonio de Carlos II con María Luisa de Orleans no era gratuito (y mucho menos por amor, sobre todo en lo que a ella se refiere), sino que respondía a una hábil estrategia política diseñada por el rey Luis XIV. Y es que,
la llegada de María Luisa de Orleans a España significaba también el desembarco en su corte de una comitiva de influyentes embajadores franceses que hicieron todo lo posible para preparar el camino para la llegada de los Borbones…
LAS SOMBRAS DE LA CASA DE AUSTRIA
El mismo año que enviudó, Carlos II se casaba en segundas nupcias con Mariana de Neoburgo (1667-1740), de origen alemán, en un matrimonio que se antoja menos fruto del amor y más como un remiendo buscando sucesión en la corona (la familia de Neoburgo se caracterizaba por su alta fertilidad), pues el desafecto entre ambos era mutuo.
La hermana mayor de Mariana de Neoburgo, Leonor, era esposa del emperador Leopoldo I de Habsburgo (1640-1705) del Sacro Imperio Romano Germánico. Esta circunstancia, que convertía en cuñados al monarca español y al emperador austríaco, terminaba reforzando las relaciones entre la Casa de Austria. Asimismo, Leopoldo I había estado casado, en primeras nupcias, con una hermana de Carlos II: Margarita Teresa de Austria (1651-1673). Buscando más elementos en común entre ambos monarcas, y aunque solo sea como simple anécdota, merece destacar que el semblante de Leopoldo I se asemejaba al perfil de Carlos II por su exagerado prognatismo (exceso de mandíbula sobresaliente), lo que le granjeó los apodos de Boca de Camello o El Camello de Habsburgo. Desde la sombra, embajadores imperiales moverían hilos para que el trono español continuase en el seno de esta dinastía.
El juego geoestratégico entre ambas potencias, la Casa de Borbón y la Casa de Austria, terminaría detonando cuando, antes de morir, Carlos II no logró dejar descendencia. Su esterilidad, que él nunca quiso reconocer, probablemente fuera,
EL 3 DE OCTUBRE DE 1700, UN MES ANTES DE SU AGÓNICO FINAL, CARLOS II NOMBRÓ COMO HEREDERO A FELIPE V DE BORBÓN, NIETO DE LUIS XIV. FINALMENTE, EL REY SOL HABÍA LOGRADO SU OBJETIVO DE ASIMILAR EL TRONO ESPAÑOL BAJO LA DINASTÍA BORBÓNICA.
junto a su naturaleza enfermiza, el resultado de las continuas relaciones consanguíneas dinásticas. Comenzaba ahora el verdadero “juego de tronos”, donde ambas potencias movían estratégicamente sus piezas convirtiendo Europa en un tablero de ajedrez.
A través de Mariana de Neoburgo, mujer que los libros de Historia han calificado de tan hermosa como ambiciosa y despótica, se hizo patente la influencia de la corona austriaca en la redacción del primer testamento rubricado por Carlos II en 1696, que nombraba como heredero a un nieto del emperador Leopoldo I: el infante austriaco José Fernando de Baviera (1692-1699), que era también bisnieto de Felipe IV. Pero su repentino fallecimiento, con apenas siete años de edad, obligó a Carlos II –cuya frágil salud hacía presagiar su muerte en cualquier momento–, a hacer un nuevo testamento…
EL INICIO DEL JUEGO DE TRONOS...
Fue así como, el 3 de octubre 1700, un mes antes de su agónico fallecimiento, Carlos II nombró como heredero a Felipe V de Borbón (1683-1746), nieto de Luis XIV. Finalmente, el Rey Sol había logrado su objetivo de asimilar el trono español bajo la dinastía borbónica para sorpresa de Mariana de Neoburgo y su cuñado, el emperador Leopoldo I que, lógicamente, no aceptaban que la corona acariciada por los Austria fuera finalmente arrebatada por los Borbones. El más que discutible equilibrio mental de Carlos II, acuciado en su estado de convalecencia, fue uno de los argumentos esgrimidos para restar validez a un testamento que, cuatro años atrás hacía heredero a un miembro de la Casa de Austria para cambiarlo ahora en favor de la Casa de Borbón.
Fue así como al futuro Felipe V le surgió un rival en sus aspiraciones al trono de España: el archiduque Carlos de Austria (1685-1740), hijo del mismo Leopoldo I. La disputa por esta sucesión dinástica entre borbónicos y austracistas trascendió las fronteras del territorio español, ya que entró en juego intereses de los distintos países en órbita. Frente a la Francia que aspiraba a convertirse en la principal potencia europea se alzaría el Sacro Imperio Romano Germánico, respaldado por una Inglaterra que, rivalizando con el país galo, haría todo lo posible para evitar la expansión de su influencia en Europa. Se desencadenó entonces un conflicto dinástico que precipitó la Guerra de Sucesión (1701-1713), y cuyos rescoldos se prolongarían luego durante el siglo XIX a través de las Guerras carlistas. Pero esa es ya otra historia…