EL ÚLTIMO ENIGMA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA
LA HISTORIA HA SITUADO A CAMILO CIENFUEGOS A LA SOMBRA DE FIDEL CASTRO Y EL CHÉ, AUNQUE EN VIDA FUE ACLAMADO COMO EL MÁS CARISMÁTICO DE LOS LÍDERES REVOLUCIONARIOS. TODAVÍA SE ESPECULA SOBRE CUÁLES FUERON LAS VERDADERAS CAUSAS QUE MOTIVARON EL ACCIDENTE QUE ACABÓ CON SU VIDA.
LA MUERTE PREMATURA DE CARLES CASAGEMAS A LOS VEINTIÚN AÑOS IMPIDIÓ QUE FUERA UN ARTISTA EVALUABLE PARA LA CRÍTICA. SU OBRA QUEDÓ ECLIPSADA POR EL TALENTO Y LA PERSONALIDAD DE SU INSEPARABLE AMIGO PABLO RUIZ PICASSO, CUYA CONFESIÓN INESPERADA PUDO DESENCADENAR LA TRAGEDIA.
EN LA SÉPTIMA DIVISIÓN DEL CEMENTERIO DE SAINT OUEN, EN LA AVENIDA MICHELET DE PARÍS, TODAVÍA SE CONSERVA HOY UNA LÁPIDA DESTARTALADA CON UN CRÍPTICO NOMBRE QUE CLAUDE PICASSO, HIJO DEL GENIAL ARTISTA MALAGUEÑO, MANTIENE A SUS EXPENSAS, QUIZÁ COMO ALBACEA TESTAMENTARIO DE LOS REMORDIMIENTOS DE SU PADRE. Bajo esos palmos de sagrada tierra parisina se hallan los restos de Carles Casagemas, séptimo hijo de María de las Nieves Coll Vendrell y de Manuel Casagemas Labrós, un egregio caballero de la sociedad calalana que llegó a ser vicecónsul de Estados Unidos, de Suecia y Noruega, administrador del banco de Cataluña y, en sus últimos años, secretario general de la célebre Compañía Trasatlántica que había fundado Antonio López y López –marqués de Comillas-.
La familia de Carles Casagemas tenía una casa en la Calle Conde del Asalto, donde los domingos por la tarde celebraban tertulias literarias, y otra en Badalona, sobre el tramo de la carretera nacional –que hoy se conoce como san Bruno–, y que era conocida como Cal General, porque en otros tiempos había sido habitada por un militar irlandés llamado Butler que combatió a las tropas napoleónicas. No en vano, los Casagemas eran el paradigma de la burguesía catalana en unos años en que la ciudad de Barcelona se abrió a un nuevo flujo migratorio.
AMIGOS DEL MODERNISMO
A finales de 1895, procedente de La Coruña, en busca de su luz mediterránea y de la bondad de su clima, llegó a la ciudad don José Picasso –natural de Málaga– para ejercer la docencia en la Escuela de Bellas Artes de la Lonja, que era dirigida por Antonio Caba, y que ocupaba la segunda planta del viejo edificio del Consulado de Mar. En esa misma escuela realizaría su hijo, Pablo Ruiz Picasso, las pruebas de ingreso en los días 25 y 30 de septiembre de 1895 cuando contaba casi catorce años. En las aulas donde Tiberi Ávila impartía la asignatura de anatomía pictórica, Picasso conocería a Manuel Pallarés, natural de Horta de Ebre –hoy Horta de San Juan–, que llegaría a ser un gran amigo y que fue en parte responsable de su aprendizaje de la lengua catalana.
Entonces Barcelona se había convertido en la encrucijada de todas las vanguardias y en el territorio hostil de las luchas obreras y de las reivindicaciones anarquistas. Fue aquella Barcelona del terror la que cambió las concepciones estéticas del artista bajo el paraguas del Modernismo, que así se dio en llamar al movimiento artístico que denunciaba la falta de modernidad científica, higiénica, industrial y democrática que imperaba ya en otros países de Europa.
Para servir a esta nueva corriente cultural y estética, el 12 de junio de 1897, en un impresionante edificio neogótico de la calle Montsió, obra de Puig i Cadafalch, abrió sus puertas la cervecería Els Quatre Gats, que se convirtió en el centro de reunión de los artistas del momento que debatían acerca de la parálisis económica de un país que a punto estaba de perder sus últimas posesiones de ultramar. El local, que había fundado Pere Romeu –y que cerraría sus puertas en 1903– imitaba al parisino Le Chat Noir, que venía regentado Rodolphe Salis. Allí se dio cita una juventud bohemia que
EN LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL SIGLO, LA AMISTAD ENTRE PABLO RUIZ PICASSO Y CARLES CASAGEMAS SE HABÍA CONSOLIDADO. EL HECHIZO FUE RECÍPROCO.
había puesto de moda el consumo de cerveza procedente de centroeuropa como un signo exótico, que denotaba distinción y modernidad. Picasso comenzó a frecuentar el local a partir del mes de febrero de 1899, un año antes de ilustrar el catálogo de sus menús y de hacer en él su primera exposición. En sus paredes también expusieron sus obras Miguel Utrillo, Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Vidal i Ventosa, Ramón Pichot, Manuel Pallarés, Picasso... o Carles Casagemas, cuando la única gran sala de exposiciones que había en la ciudad era la Sala Parés, en la calle Petritxol, y el vestíbulo del periódico La Vanguardia en la Rambla de los Estudios.
En los últimos años del siglo, la amistad entre Pablo Ruiz Picasso y Carles Casagemas se había consolidado. El hechizo fue recíproco porque el joven malagueño quedó turbado