ELENA DE CÉSPEDES, un transexual en la España de Felipe II
Elena de Céspedes nació mujer, se casó como mujer y tuvo un hijo como mujer. Pero andando el tiempo se presentó al mundo como hombre y se casó con otra mujer. Una historia llena de misterio que escandalizó a la sociedad de su tiempo y la llevó directa a las cárceles de la Inquisición.
ELENA DE CÉSPEDES NACIÓ MUJER, SE CASÓ COMO MUJER Y TUVO UN HIJO COMO MUJER. PERO ANDANDO EL TIEMPO SE PRESENTÓ AL MUNDO COMO HOMBRE Y SE CASÓ CON OTRA MUJER. UNA HISTORIA LLENA DE MISTERIO QUE ESCANDALIZÓ A LA SOCIEDAD DE SU TIEMPO Y LA LLEVÓ DIRECTA A LAS CÁRCELES DE LA INQUISICIÓN.
EN 1587, EL SANTO OFICIO INICIABA UN PROCESO CONTRA UN TAL ELENO DE CÉSPEDES. Un hombre que se había casado con María del Caño pero que, en realidad, no era varón. O al menos eso fue lo que la Inquisición quería dilucidad en un juicio que visibilizó una realidad muy actual actual, pero que en aquellos tiempos era mucho más difícil de sobrellevar. ¿Fue Elena una mujer? ¿Tenía atributos masculinos? ¿Era hermafrodita? ¿Amaba a las mujeres? Preguntas a las que solo se le pueden dar respuestas parciales y que nos plantean una complicada situación que a buen seguro no fue solamente esta mujer (u hombre) la única persona en aquellos tiempos de la España Moderna que tuvo que hacer frente a algo que se consideraba una anomalía, una transgresión, un pecado inconcebible.
IDENTIDAD CAMBIADA
Elena de Céspedes nació en la localidad granadina de Alhama, hacia el año 1545. Era una niña mulata y bastarda, pues su llegada al mundo fue fruto de la relación extramatrimonial de su padre, Francisco de Medina, con una de sus esclavas negras.
Su esposa, lejos de rechazar a la niña, se hizo cargo de la pequeña Elena, dándole incluso su mismo nombre y apellido. Con dieciséis años, se casó con el hombre elegido por su familia, Cristóbal Lombardo, con quien tuvo un hijo. Un matrimonio efímero que terminó con la marcha del marido y el abandono del niño a cargo de un panadero de Sevilla.
¿FUE ELENA DE CÉSPEDES UNA MUJER? ¿TENÍA ATRIBUTOS MASCULINOS? ¿ERA HERMAFRODITA?
A partir de ese momento, Elena inició un largo periplo vital por distintos puntos de la geografía española ganándose la vida, en un primer momento, como sastre. En aquella etapa de su vida empezó a tener problemas con la justicia cuando, estando en Sanlúcar de Barrameda, fue encarcelada por haber participado en una reyerta callejera. Fue entonces cuando habría decidido cambiar su atuendo femenino por otro masculino, arguyendo que así podría esconderse de quienes continuaban amenazándole tras salir de prisión.
METAMORFOSIS
Pocos meses después, encontrándose en Arcos de la Frontera, volvió a enfrentarse con la justicia, en esta ocasión precisamente por sus ropas de hombre. Elena sabía que portar ropa de hombre era un delito grave, pero aun así no volvió a vestir como mujer. Tampoco hizo referencia a su nombre de pila, identificándose simplemente como Céspedes.
Durante las revueltas de las Alpujarras, se unió a las tropas de Felipe II. Al terminar su periplo como soldado, volvió a ejercer como sastre en distintas localidades hasta que terminó recalando en Madrid. Allí conoció a un cirujano que no tuvo reparos en acogerla en su casa y enseñarle el oficio para el cual se preparó a conciencia y consiguió sacarse
ELENA SABÍA QUE PORTAR ROPA DE HOMBRE SIENDO MUJER ERA UN DELITO GRAVE, PERO AUN ASÍ NO VOLVIÓ A VESTIR NUNCA COMO UNA FÉMINA.
“dos títulos para poder sangrar y purgar”. Elena no se quedó en la capital y continuó ejerciendo su nuevo oficio por otras ciudades como Ciempozuelos, donde conocería a la que sería su futura esposa, María del Caño. Y la razón de su detención por la Santa Inquisición.
PROCESO INQUISITORIAL
Elena había tenido en todos aquellos años varias relaciones con otras mujeres, pero ahora parece ser que había decidido “sentar la cabeza” y asumir los riesgos de casarse con una, a pesar de saber que ella misma también era mujer. Si María conocía realmente la verdadera naturaleza de su marido, no lo sabemos. Lo único cierto es que su aspecto no debía ser muy varonil, puesto que para recibir el permiso oficial para poder contraer matrimonio con ella tuvo que someterse a un examen médico que concluyó que, efectivamente, era un hombre. Así que la pareja contrajo matrimonio legal el 11 de mayo de 1586 en la Iglesia de San Benito de Yepes.
Pero la felicidad conyugal duró muy poco. En el verano de 1587, la pareja era denunciada ante el gobernador y justicia mayor de Ocaña. Su delito era que “siendo mujer anda en hábito de hombre por esta villa contra las pragmáticas y leyes de estos reinos”, estando “casado con María del Caño, su mujer, sin ser hombre”. María y Elena fueron al momento encarceladas. Pocas semanas después, el caso era remitido al Santo Oficio de Toledo.
Empezaba entonces un largo camino de acusaciones, testimonios contradictorios y nuevos exámenes físicos para dilucidar quién era realmente Elena de Céspedes. Mientras que su esposa insistía que al entonces Eleno “siempre había visto con natura formada de hombre”, los médicos que la habían examinado antes de su matrimonio y volvieron a hacerlo en ese momento, plantearon primero la posibilidad de que fuera hermafrodita para concluir que no, que en realidad era una mujer y habían sido engañados con algún tipo de argucia por parte de Elena:
“Con hechizos e incantaciones, engañó a los médicos”.
El juicio ante la Inquisición fue largo y agotador, tanto para Elena (o Eleno), que fue trasladada a Toledo, como para su esposa, quien también permaneció encerrada en Ocaña. A lo largo del proceso, las dudas y elucubraciones acerca de su verdadera naturaleza fueron constantes. Unos “decían que era mujer y otros que decían era macho y hembra”. También se afirmó en el juicio que no era posible que “haya sido ni tenido miembro de hombre y así les parece [a los expertos] que todos los actos que como hombre dice que hizo fue con algunos artificios como otras burladoras han hecho con baldreses y otras cosas como se han visto y que ese embuste y no cosa natural...”. Unas dudas que llevaban al meollo de la acusación, puesto que si era, efectivamente, una mujer, cómo era posible que se hubiera atrevido a casarse con otra persona de su mismo sexo.
Elena aseguró en el proceso que “no pensó que en ello erraba, antes pensó que estaba en servicio de Dios”. En cualquier caso, Elena siguió insistiendo a lo largo de todo el proceso que ella se “sentía hombre en términos absolutos”, como afirman Ruiz Rodríguez y Hernández Delgado. Para Elena, su matrimonio no había supuesto “hacer burla del dicho sacramento” como aseguraban sus acusadores, sino que era una unión aceptable.
Nadie pudo convencer a Elena de Céspedes que modificara sus declaraciones, aún habiéndole advertido de la gravedad de unos hechos que concluyeron con esta sentencia: “Acuso criminalmente a Elena de Céspedes […] por hereje, apóstata de nuestra Santa Fe Católica y Ley Evangélica, o al menos por muy sospechosa de serlo excomulgada, perjura mujer que es el mal de los sacramentos y en especial del matrimonio y en oprobio y menosprecio de él, como embaucadora, embustera con invenciones y embelesamientos”. Aún después de escuchar la sentencia, Elena no modificó su versión y continuó insistiendo en su inocencia por lo que debía “ser absuelta y dada por libre en este juicio”.
ESCARNIO PÚBLICO
Un juicio que concluyó con la siguiente condena: “Salga al presente auto de fe en forma de penitente con coraza e insignias que manifiesten su delito, donde se lea esta sentencia y abjure de levi, y otro día se le den cien azotes por las calles públicas de esta ciudad y otros cien por las de la villa de Cienpozuelos”. Tras el escarnio público, Elena era condenada a estar “reclusa por diez años en el hospital que por nos le será señalado para que sirva sin sueldo en las enfermerías del”. Todo esto sucedía el 18 de diciembre de 1588 en la plaza toledana de Zocodover ante la atenta mirada de un público sorprendido de un caso tan escandaloso como poco habitual.
Después de recibir los azotes en Toledo y Ciempozuelos, Elena fue trasladada al Hospital del Rey de Toledo para cumplir el resto de su pena. Aunque pronto tuvieron que cambiarla de ubicación, puesto que fueron muchos los que acudían “a verla y a curarse con ella”. Y es que al parecer su fama de cirujana no había disminuido. Su nuevo destino fue el hospital de El Puente del Arzobispo.
Desde ese momento, se pierde completamente la pista en la historia de este hombre o mujer, que debió sufrir una gran lucha interior y exterior en una sociedad que no entendía, ni quería entender, que Eleno era, muy probablemente, una mujer que se sentía un hombre.