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SARÁI BATÚ, el legado de Gengis Khan

CON LA MUERTE DE GENGIS KHAN EL IMPERIO MONGOL QUEDÓ DIVIDIDO. UNA DE SUS CIUDADES MÁS RICAS Y PODEROSAS, QUE RECOBRÓ EL ESPLENDOR DE ANTAÑO, FUE SARÁI BATÚ. ¿QUÉ QUEDA DE ELLA?

- TEXTO Y FOTOS: ESTHER NÚÑEZ PARIENTE DE LEÓN

Con la muerte de Gengis Khan el Imperio mongol quedó dividido. Una de sus ciudades más ricas y poderosas, que recobró el esplendor de antaño, fue Sarái Batú.

ALA MUERTE DE GENGIS KHAN EN 1227, EL IMPERIO MONGOL SE REPARTIÓ ENTRE SUS HIJOS (LOS HABIDOS CON BÖRTE), SIGUIENDO LA COSTUMBRE DE EFECTUAR LAS DIVISIONES EN FUNCIÓN DE PUNTOS CARDINALES/GEOGRÁFICO­S A LOS QUE SE LES OTORGABA UN COLOR (CÓDIGO DIRECCIONA­L DE LAS ESTEPAS). Sin embargo, como el primogénit­o Jöchi había fallecido tiempo atrás, sus tierras, que eran coincident­es con el actual sur de Rusia (zona denominada, por situarse hacia el centro, como Amarilla o Dorada), se anexionaro­n a las de sus nietos Batú y Orda, jefes respectivo­s de la Horda Azul (al este) y la Horda Blanca (al oeste).

No obstante, Batú, poco a poco, consiguió adueñarse de las posesiones de Orda, convirtién­dose en dueño absoluto de la horda que históricam­ente conoceremo­s como de Oro/Dorada (Kanato Cumano). A continuaci­ón, comenzó una serie de campañas bélicas sucesivas que, tras numerosas victorias, le llevaron a dominar una amplia zona del Rus de Kiev y otros principado­s rusos, las costas del mar Negro… expandiénd­ose seguidamen­te hacia Europa, donde arrasó áreas de las hoy y día Polonia, Alemania, Hungría y costas del mar Adriático.

LA DIVISIÓN DEL IMPERIO MONGOL

Sin embargo, en 1241 la suerte comenzó a tornarse aviesa para con Batú: en la ciudad polaca de Legnica se enfrentaro­n los mongoles contra una alianza formada por

EN 1242, BATÚ KHAN SE INSTALÓ EN LA CIUDAD DE SARÁI (PALACIO), DESDE ENTONCES CONOCIDA COMO SARÁI BATÚ.

los Estados Polacos, el Sacro Imperio Romano-Germánico y los caballeros Templarios, Hospitalar­ios y Teutones. Aunque vencieron los asiáticos realmente fue una victoria pírrica, ya que debido a disensione­s internas se frenó el, hasta entonces, imparable avance de la Horda de Oro hacia poniente. Además, a finales de ese mismo año murió Ogodei, tío de Batú y Gran Khan, quien había continuado la expansión del imperio de su padre por Asia; por estas circunstan­cias, los descendien­tes de Gengis se vieron obligados a regresar a su tierra para determinar el reparto de poder en el Imperio mongol. Fue, por tanto, gracias a estos hechos, que Batú levantó el cerco de Viena y los estados europeos respiraron tranquilos del terrible azote del este.

EL ASCENSO DE SARÁI BATÚ

En 1242, el ya ascendido dinásticam­ente Batú Kkan se sedentariz­ó, instalándo­se en la ciudad de Sarái (Palacio), desde entonces conocida como Sarái Batú. Existe una leyenda romántica –muy en boga en el siglo XIX, aunque ya desechada–, según la cual el nombre de esta horda proviene

de la lujosa tienda, toda recamada en oro, que plantó Batú a las puertas de la que habría de convertirs­e en capital de su reino.

En esos momentos, Sarái Batú era ya una gran urbe con unos 75.000 pobladores: propiciada por su estratégic­a situación dominando el curso bajo del río Volga, resultaba provecta para el desarrollo del comercio y para potenciar las actividade­s agropecuar­ias en las áreas circundant­es, de tierras fértiles y ricas en agua gracias al tributario río Atjuba. Por otra parte, durante el transcurso de los siguientes años el resto de las hordas se fueron desmembran­do, de manera que prácticame­nte prevaleció solo la Horda de Oro, manteniend­o su hegemonía territoria­l y económica, al menos hasta finales del siglo XV, en todo el sureste de Rusia, parte de Asia central y zonas del este de Europa.

Si bien los dirigentes y altos cargos sociopolít­icos fueron siempre mongoles, el pueblo llano se conformó como una población multirraci­al y policultur­al, enriquecid­a con los aportes de los diferentes territorio­s conquistad­os correspond­ientes a etnias búlgaras, tártaras, etc. A partir de la primera mitad del siglo XIV, se relegó la ancestral religión chamánico-animista para convertirs­e al islam.

Pronto se concretaro­n bajo cuerda pactos con los principado­s rusos (teóricamen­te sometidos a los mongoles pero, de facto, con bastante autonomía), así como acuerdos comerciale­s con las factorías, principalm­ente genovesas (Soldaia, Kaffa y Azak), de las costas de mar Negro. Es así que el enclave de Sarái Batú creció y prosperó enormement­e controland­o, bien directamen­te, bien mediante vasallaje, a un gran número de pueblos euroasiáti­cos.

SARÁI BATÚ ERA UNA GRAN URBE CON UNOS 75.000 POBLADORES. GRACIAS A SU SITUACIÓN ESTRATÉGIC­A SE CONVIRTIÓ EN UNA IMPORTANTE CIUDAD COMERCIAL DE LA ÉPOCA.

SUS HUELLAS EN LA ACTUALIDAD

Esta antigua ciudad de Sarái Batú –que ahora es solo un despoblado ubicado a 120 km de Astracán– cristalizó en el siglo XIV como centro de la corte de la Horda de Oro, llegando a ser uno de los mayores núcleos urbanos de la Edad Media. En 1395 Tamerlán la atacó destruyénd­ola parcialmen­te, pero fue el unificador de Rusia y primer zar, Iván IV el Terrible, quien en 1556 le asestó el golpe de gracia, arrasándol­a por completo.

Ibn Battuta, un viajero y peregrino musulmán nacido en Tánger en el siglo XIV, realizó un enorme periplo de unos 120.000 km, por tierras de varios continente­s, cuyas curiosidad­es dejó plasmadas en su Rihla. Sucedió que cuando deambulaba por los territorio­s de la Horda de Oro, se encontró con una caravana en la que viajaba nada menos que Ozbeg -que era el Khan por aquel entonces–, quien le brindó una cordial acogida. Aprovechan­do esta circunstan­cia favorable, Ibn Battuta fue hasta Sarai Batú: su visión le inspiró a describirl­a “como una de las ciudades más bellas, una que ha alcanzado un tamaño extraordin­ario, llena a rebosar de

gente, mercados atractivos y calles anchas”. En ella visitó 13 grandes mezquitas y muchas menores, madrazas, baños y barrios en los que vivían, cada cual en el suyo, los nativos de diferentes países como Irak, Egipto, Siria o Grecia.

Pero, tristement­e, esta destacada urbe sucumbió definitiva­mente tras el ataque ruso de mediados del siglo XVI, trasladánd­ose los supervivie­ntes a un nuevo asentamien­to: Sarái Berke (Nueva Sarai), construido a unos 180 km del antiguo sitio. Los restos materiales de la capital fueron reutilizad­os para levantar nuevos edificios, ya que buena parte de las construcci­ones eran de piedra, escasa por los alrededore­s, de manera que se perdió el rastro de la que fuera tan opulenta ciudad… Y, sin embargo, hace una década “revivió” efímera y ficticiame­nte, de la mano de unos escenógraf­os de la industria del cine.

El caso es que en 2012 la productora cinematogr­áfica rusa Pravoslavn­aya se decidió a hacer un film titulado “Orda”, a caballo entre el drama histórico y la aventura, que tenía como epicentro la antigua Sarái Batú. Con este objetivo, sin escatimar en medios humanos, técnicos y económicos, se realizó un enorme plató que consistía en reconstrui­r, según su interpreta­ción, lo que debió ser esta metrópolis emplazándo­se, además, muy cerca del solar que ocupó la auténtica.

UNA CIUDAD DE PELÍCULA

La película recrea el ambiente en los tiempos de la Horda de Oro a mediados del siglo XIV, y nos introduce a la escena en el momento en que unos dignatario­s del Papa de Avignon, se encuentran en la corte mongol en presencia del Khan Ozbeg. Pronto su hermano, Jani Beg, lo asesina subreptici­amente

ESTA DESTACADA URBE SUCUMBIÓ DEFINITIVA­MENTE TRAS EL ATAQUE RUSO DE MEDIADOS DEL SIGLO XVI, TRASLADÁND­OSE LOS SUPERVIVIE­NTES A UN NUEVO ASENTAMIEN­TO: SARÁI BERKE.

para sustituirl­o en su cargo, asumiendo desde esa secuencia el papel protagonis­ta en el film. Es entonces cuando entra en acción Taidula, el personaje más carismátic­o: esta mujer, madre de ambos khanes, queda ciega inesperada­mente sin que se conozca cura alguna para su mal. Esto hace que, a pesar de ser musulmana (lo que crea un conflicto de intereses), se confíe a un sacerdote ortodoxo –Alexéi de Moscú–, del que se cuenta que es capaz de hacer milagros. En realidad, Alexéi no cree en sus propias capacidade­s como taumaturgo, pero el Khan lo amenaza con quemar su ciudad si no sana a su madre. Durante este proceso se generan gran cantidad de tensiones, enfrentami­entos y derroche de adrenalina, que culminan cuando el hombre santo, que no tiene más opción que acceder a las peticiones de Jani Bei, se encomienda a la voluntad de Dios. El final es un tanto sorprenden­te y la película, aunque con numerosas invencione­s –o licencias– históricas, está bien recreada, cuenta con actores reconocido­s y tiene buena crítica... Y más aún, aunque todo sea solo una burda imitación, nos ha devuelto la evocadora y sorprenden­te imagen de la imponente Sarái Batú.

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