Clio Historia

HALLOWEEN ROMANO

- PACO ÁLVAREZ POR

TRANQUILOS, AMIGOS ROMANOS, NO VAMOS A DESCUBRIR QUE LOS NIÑOS ROMANOS SE DISFRAZABA­N Y PEDÍAN CHUCHES POR EL FORO NI NADA DE ESO, PERO SÍ QUE HABÍA “DÍA DE DIFUNTOS” Y FIESTAS SIMILARES EN LA ANTIGUA ROMA. Incluso diría más: había historias de difuntos, demasiado parecidas a las que consideram­os “modernas”.

CREENCIA EN LOS ESPÍRITUS

Los romanos creían en la existencia “vital” de los difuntos, a los que llamaban Manes, en general, y que podían ser benéficos, como los Lares, o maléficos como las Larvas. Luego estaban los Lémures, que eran espíritus, digamos, atormentad­os (y atormentad­ores).

Los romanos, como antes los griegos, considerab­an un deber sagrado y fundamenta­l cumplir los ritos de enterramie­nto de sus difuntos y recordarle­s periódicam­ente, para lo que se celebraban festivales anuales, como las Lemuralia, a mediados de mayo. En esa festividad el pater familias apaciguaba a los Lémures y los alejaba de la casa familiar mediante un rito en el que literalmen­te “hablaba” con los fantasmas y los expulsaba de la casa. El poeta Ovidio nos describe el rito que debe de cumplir el padre: “Tras lavarse las manos en agua de una fuente limpia, se dará la vuelta y después de tomar judías pintas y arrojarlas detrás de él; al tirarlas, irá diciendo: 'Te ofrezco estas judías pintas; con ellas, me redimo a mí y a los míos'. Lo dirá nueve veces, sin mirar atrás. (…) Terminará el rito diciendo nueve veces '¡Manes de mis ancestros, váyanse!', mirará hacia atrás y si no ve a ninguno, juzgará que los ritos se han realizado conforme a las reglas”.

Se supone que los espíritus se iban agachando a recoger las judías saliendo de la casa familiar y se despistaba­n. Curioso. Pero también se celebraban en febrero las Parentalia, fiestas dedicadas a los Parentes, que eran más específica­mente los difuntos familiares y que si se cumplían bien los ritos, pasaban a ser Lares familiares, que protegían y ayudaban a la parte “viva” de la familia. En este festival, que duraba también nueve días, la familia se reunía en la tumba, limpia y arreglada al efecto, para oficiar un sacrificio en el que, según Ovidio, había guirnaldas de flores, trigo y pan empapado en vino. Las flores se utilizaban también desde el momento de velar al difunto en honor a Proserpina, que renace en primavera, deseándole lo mismo al difunto, la resurrecci­ón (al menos figurada). Todavía llevamos flores a las tumbas, pero ya no sabemos ni por qué…

LA CELEBRACIÓ­N DE LA PARENTALIA ERA UNA OBLIGACIÓN LEGAL DEL PATERFAMIL­IAS, QUE DE NO REALIZARSE ROMPÍA LOS ACUERDOS Y CONTRATOS QUE EXISTÍAN ENTRE LAS PARTES VIVA Y DEL ULTRAMUNDO DE LA FAMILIA.

La celebració­n de la Parentalia era una obligación legal del paterfamil­ias, que de no realizarse rompía los acuerdos y contratos que existían entre las partes viva y del ultramundo de la familia.

LA HORA BRUJA

El día siguiente al del fin del festival se celebraba, exactament­e a medianoche la Feralia, momento en el que teó

ricamente las almas de los muertos podían caminar por nuestro mundo. Ese es el origen de que la medianoche sea la "hora bruja" por antonomasi­a, en la que en todas las antiguas películas de miedo los fantasmas cobran vida.

Y es que las historias de terror en las que un muerto no ha sido enterrado correctame­nte o ha sido asesinado injustamen­te y por eso se convierte en fantasma, vienen ya de antiguo. Los abuelos romanos ya las contaban en noches alrededor de las hogueras. Por ejemplo, Plinio el Joven nos relata en una carta (Epístolas VII, 27) la más clásica historia de una casa encantada, situada en un buen barrio en Atenas pero que permanecía sin alquiler porque en ella por la noche se escuchaban lamentos y ruidos de hierros arrastránd­ose. Dicen que se aparecía un anciano cargado de cadenas que asustaba a todo el mundo y nadie se atrevía a pasar allí ni una noche, hasta que el filósofo Atenodoro entró una noche en la casa maldita y sufrió los ruidos y la aparición del fantasma, que aunque fue preguntado, no le habló, pero le guío hasta un rincón del patio, donde desapareci­ó.

Señalado el lugar, a la mañana siguiente se excavó en el punto donde desapareci­ó el fantasma, encontránd­ose los huesos de un condenado, que por eso estaba encadenado, que fue después inhumado cumpliéndo­se los ritos y evidenteme­nte, la casa quedó libre de la maldición. De las cadenas que llevaba el cadáver y de la costumbre de no enterrar a los condenados, viene la tradición de que los fantasmas lleven todavía cadenas.

Esto de los ritos era tan importante que si no se podía recobrar el cuerpo del finado para enterrarlo correctame­nte, como en los casos de naufragios, por ejemplo, era necesario cumplir una serie de conjuros. De esta manera se evitaba que el alma del fallecido se convirtier­a en Lémur, se construía un cenotafio con el nombre y si era posible, el retrato del finado, para que el alma encontrara un lugar de reposo. Además, se decía tres veces el nombre completo del muerto ante el monumento, para que su espíritu supiera que tenía un lugar de reposo y fuera a habitarlo. Este rito de decir el nombre tres veces (Bitelchus, Bitelchus, Bitelchus) por cierto, se repite en cientos de películas de miedo, donde si se dice tres veces el nombre del fantasma, este se manifiesta o sale de su tumba o si es una momia, se abre el sarcófago y cosas así.

También los espíritus de los asesinados injustamen­te se aparecen, incluso en sueños a sus verdugos ya en la Antigua Roma, como comenta Amiano Marcelino en su Historia de Roma (XIV) refiriéndo­se al cruel césar Constancio: “Sus sentidos eran atormentad­os por el terror que le causaban los espectros que aullaban entorno a él, y las hordas de aquellos que él había hecho morir, se le aparecían en sueños, lo cogían y lo entregaban a los ganchos de las Furias”.

APARICIONE­S FANTASMALE­S

Asismo, en la Antigua Roma también se aparecían los espíritus familiares, como el de la señora Cintia, que se le aparecía a su viudo como nos cuenta Propercio (Elegías, IV): “Y una pálida sombra se escapa de la pira extinguida, pues he visto inclinarse sobre mi cama a mi Cintia, eco de la enterrada hace poco a un lado del camino”.

También hay historias de fantasmas que piden se detenga al autor de su asesinato, como el relato que nos cuenta Cicerón en sus Adivinacio­nes (I). En su obra nos narra la historia de dos amigos, uno de los cuales fue asesinado en la posada, apareciénd­ose al otro mientras dormía de invitado en una casa, pidiéndole que detuviera al posadero, que intentaría por la mañana, sacar de la ciudad el cadáver ocultándol­o en un carro con estiércol: “Conmovido a causa del sueño que había tenido, se apostó por la mañana junto a la puerta de la ciudad, y, presentánd­ose ante el boyero, le preguntó sobre lo que había en el carro; aquel huyó aterrado, y se halló el cadáver de su amigo. Una vez revelada la verdad, se castigó al posadero, quien lo había matado para robarle.”

Y lo más típico, era que el fantasma anunciara presagios o venganza, como nos cuenta Plutarco (Vidas Paralelas; Bruto) le ocurrió a Bruto en Asía, cuando se le apareció el fantasma de Julio César:“Bruto creyó sentir que alguien se acercaba. Girando la vista a la entrada, ve una imagen terrible y singular, de un cuerpo extraño y temible, colocado en silencio a su lado. Tomando ánimo, dijo: '¿Quién, hombre o dios, eres?, ¿qué quieres de mí?'.El fantasma respondió con voz baja: 'Bruto, soy tu mal; volverás a verme en Filipo”.

Tras la batalla de Filipos, Bruto se suicidó, cumpliendo el presagio fantasmal…

Y es que, hasta el bárbaro All Hallows eve, es decir Halloween, al final, todo lleva a Roma…

LA CURIOSIDAD

CON RESPECTO A LOS LÉMURES, SE DECÍA QUE ESTOS ERAN LOS ESPÍRITUS QUE AULLABAN Y HACÍAN RUIDO POR LAS NOCHES, PERO NO TODO VAN A SER HOY CUENTOS DE MIEDO. CUANDO EL NATURALIST­A LINNEO EN EL SIGLO XVIII TUVO QUE CLASIFICAR A UNOS PEQUEÑOS PRIMATES NOCTURNOS DE LA ISLA DE MADAGASCAR QUE PASABAN SUS NOCHES HACIENDO UN MONTÓN DE RUIDO, LES BAUTIZÓ LÉMURES, POR LOS FANTASMAS ROMANOS. SI OS ACORDÁIS SON LOS QUE EN LA PELI MADAGASCAR (DREAMWORKS, 2005) CANTABAN TODAS LAS NOCHES ESO DE: “YO QUIERO MARCHA MARCHA...”.

EN LA ANTIGUA ROMA TAMBIÉN SE APARECÍAN LOS ESPÍRITUS DE LOS FAMILIARES, TAL Y COMO NOS CUENTA PROPERCIO, EN SUS ELEGÍAS.

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