MADAME DU BARRY, la última amante de Luis XV
Por el lecho del rey pasaron una larga lista de amantes. Todas ellas damas aristocráticas excepto la burguesa Madame de Pompadour. Y la que cerró la lista, una cortesana que escandalizó a la corte de Versalles al incorporarse a la vida de palacio como si de una dama más se tratara.
POR EL LECHO DEL REY PASARON UNA LARGA LISTA DE AMANTES. TODAS ELLAS DAMAS ARISTOCRÁTICAS EXCEPTO LA BURGUESA MADAME DE POMPADOUR. Y LA QUE CERRÓ LA LISTA, UNA CORTESANA QUE ESCANDALIZÓ A LA CORTE DE VERSALLES AL INCORPORARSE A LA VIDA DE PALACIO COMO SI DE UNA DAMA MÁS SE TRATARA.
SU VERDADERO NOMBRE ERA JEANNE BÉCU Y LAS MALAS LENGUAS ASEGURABAN QUE ERA FRUTO DE LAS RELACIONES SECRETAS ENTRE UNA JOVEN DE PROVINCIAS Y UN FRAILE FRANCISCANO, JEAN JACQUES GOMARD, CONOCIDO COMO HERMANO ANGE. Había nacido el 19 de agosto de 1743 en Vaucouleurs, en la región francesa de Lorena y todo apuntaba a que la suya sería una vida de carencias. Su madre, Anne Bécu, era una humilde costurera
JEANNE BÉCU NO DUDÓ EN TOMAR EL CAMINO DEL LIBERTINAJE. EL CONDE JEAN-BAPTISTE DU BARRY LE DIO LA LLAVE DEL ÉXITO.
que, tras el nacimiento de Jeanne, se marchó a París en busca de una vida mejor. Allí dejó a la pequeña a cargo de las hermanas del convento de las Adoratrices del Sagrado Corazón de Jesús, donde recibió refugio y educación. Con quince años, regresó a la realidad de sus orígenes, con una madre que se ganaba la vida cosiendo, cocinando y encontrando en sus amantes algún apoyo económico ocasional que no le permitía más que subsistir y no hundirse en el fango de la pobreza. No era extraño que Jeanne siguiera los pasos de su madre Anne y pronto empezara a buscarse la vida trabajando como criada, dependienta, ayudante de peluquería…
UNA ELECCIÓN SIN VUELTA ATRÁS
Pero Jeanne Bécu quería una vida más estable y lujosa de la que había tenido su madre. No era suficiente para ella sobrevivir. Jeanne soñaba con vestidos de seda, suntuosas joyas en su cuello, pasear por las calles de París como una auténtica dama. Para ello, no dudó en tomar el camino del libertinaje. Un conde, o al menos eso era lo que él aseguraba, llamado Jean-Baptiste du Barry, fue quien le dio la llave del éxito. Una llave que pasaba por la senda de la prostitución. A Jeanne no pareció importarle y pronto se había convertido en una prostituta de alto nivel. No era la primera que pasaba por la influencia del oscuro conde quien también buscaba
el éxito trapicheando con los cuerpos de sus protegidas. Jeanne Bécu resultaría ser una de sus “amigas” más lucrativas. Como afirmó un inspector de policía: “Para él es exactamente igual que una vaca lechera. Con objeto de procurarse protección y dinero, la alquila a cualquiera con tal que sea noble o adinerado”.
Jean-Baptiste du Barry llevaba tiempo buscando a la mujer que lo catapultara al éxito final y pronto se dio cuenta que Jeanne podía ser la solución decisiva a sus problemas. Hermosa, elegante, joven, apostó por ella para empujarla hasta el lecho del más poderoso hombre de Francia, el rey Luis XV.
ANTES DE QUE MADAME DU BARRY LLEGARA A PALACIO, LUIS XV HABÍA VISTO DESFILAR POR SUS APOSENTOS A UN SINFÍN DE DAMAS.
LA ENTRADA A PALACIO Antes de que Madame du Barry llegara a palacio, Luis XV había visto desfilar por sus aposentos a un sinfín de damas dispuestas a satisfacer los caprichos del rey. Para cuando la conoció, era un hombre de casi sesenta años que también había visto pasar por delante de su trono los féretros de su esposa y sus hijos y, sobre todo, de su amada Madame de Pompadour.
La operación pergeñada por Jean-Baptiste du Barry era arriesgada, puesto que era de todos sabido que las cortesanas no tenían permitido acceder a palacio. Al menos oficialmente. Hasta entonces, las prostitutas eran solo eso, pero no podían soñar con
alcanzar el título de Maîtresse-entitre, la amante oficial del soberano. Ni a Jean-Baptiste ni a Jeanne pareció importarles la prohibición. Estaban dispuestos a todo. Y lo consiguieron. Cuando Luis XV pasó por delante de la joven en su recorrido por Versalles aquel día de primavera de 1768, su vida cambió para siempre.
El valet de chambre,
Bel, que había ayudado a Jean-Baptiste y Jeanne a acercarse al rey, pensaba que aquello no pasaría de una noche de placer, pero se equivocó. El rey quedó absolutamente prendado de las artes amatorias de aquella cortesana que había entrado en su lecho. Así que, cuando Le Bel se dio cuenta de que la prostituta iba a pasar más de una noche en palacio, se vio en la necesidad de informar al rey de su verdadera profesión. Temeroso de la reacción de su señor, de nuevo se equivocó. Luis se había prendado de la hermosa cortesana y no le importaba su pasado, estaba dispuesto a blanquearlo y convertirla en su amante oficial.
Para ello se afanó en buscarle un esposo decente, elección que recayó en el hermano de su protector Du Barry. El 23 de julio de 1768, Jeanne se casaba con su el conde Guillaume du Barry a cambio de una importante suma de dinero. Guillaume aceptó el trato y nada más salir de la iglesia se marchó a seguir con su vida al Languedoc mientras que su nueva esposa se trasladaba a Versalles.
LA DUQUESA DU BARRY
La nueva y flamante duquesa Du Barry empezaba su nueva vida como amante oficial del rey, a pesar de las muchas trabas y enemigos que se encontró en los pasillos de palacio. Uno de ellos, el duque de Choiseul, quiso llegar a las últimas consecuencias y no dudó en airear públicamente el pasado de la duquesa. Choiseul perdió la partida. Luis XV había decidido tener a su lado a Madame Du Barry y nada ni nadie se lo iban a impedir. Así que no le importó presentar públicamente a la antigua prostituta ante una corte de damas elegantes y de alta cuna que tuvieron que tragarse su orgullo ante aquella joven hermosa que había robado el corazón al rey. Seguramente los que habían renegado de la anterior amante, la burguesa Pompadour, la recordarían ahora de otra manera.
Presentarla públicamente no borró, sin embargo, el pasado de Madame du Barry, quien pronto se convirtió en la ramera del monarca según todos los enemigos de Luis XV. Jeanne se convirtió en el blanco fácil para atacar las decisiones de gobierno del rey y, aunque la condesa no tuvo nunca aspiraciones políticas, sin quererlo fue el medio para criticarlo. Como afirma Benedetta Craveri, “la relación del rey con una mujer de mala vida, que reunía en sí los vicios típicos de su profesión, como la lujuria, la avidez, la vulgaridad y la ignorancia, ¿no era la prueba evidente del cinismo y de la corrupción del Bienamado?”.
Los años que Madame du Barry vivió junto al rey no fueron tranquilos. Sus enemigos no cejaron en el empeño de hacerla caer del pedestal al que había llegado solamente por sus dotes amatorias. La culminación de todas las críticas llegaría en 1775 cuando se publicaban anónimamente las “Anécdotas sobre Madame du Barry”, un texto que recogía todas las calumnias posibles contra la prostituta que había enamorado al rey. Una obra que todo el mundo quería leer y que lo único que pretendía era degradar a la amante real.
ADIÓS A VERSALLES
Pero unos meses antes de la publicación de sus “Anécdotas”, el declinar de la favorita ya había empezado. En la primavera de 1774, Luis XV enfermó de viruela y pronto se dio cuenta de que su final estaba cerca. “Ahora debo dedicarme solamente a Dios y a mi pueblo”. Con estas palabras, Luis XV invitaba a su amante a alejarse de su lado. Madame du Barry hizo las maletas y dejó para siempre Versalles. En un primer momento, su destino fue el castillo del duque de Aiguillon.
El 14 de mayo de 1774, Madame du Barry lloraba en silencio la muerte de Luis XV. Este le dejaba como última voluntad la orden de ser encerrada en un convento. El rey moribundo fue presionado para que aceptara esta dura decisión para poder salvar su alma. Madame du Barry vivió los siguientes años encerrada en el monasterio de Pont-aux-Dames, donde sus enemigos se aseguraron de que viviera una existencia de reclusión absoluta. Estos no conocían de verdad a aquella mujer que se había enfrentado a todo tipo de penalidades y ataques y supo adaptarse a la austera vida del convento, en el que se ganó el cariño de sus hermanas. Un año después se le permitió recuperar la libertad, sus propiedades y sus bienes.
Madame du Barry terminó sus días en Louveciennes, donde tenía un hogar que había ido arreglando en los años de gloria y esplendor. Durante un tiempo, su vida se centró en una existencia tranquila, haciéndose querer por el pueblo y realizando obras de caridad. También tuvo alguna relación amorosa.
Pero el estallido de la Revolución francesa truncó para siempre su paz. El 21 de septiembre de 1793 era detenida y encerrada en la prisión de Sainte-Pélagie como muchos otros miembros de la aristocracia que no pudieron, o no quisieron, como la propia Madame du Barry, vivir en el exilio británico. Tras un juicio poco transparente, fue condenada a morir en la guillotina. Antes, sin embargo, la engatusaron para que confesara dónde había escondido sus joyas haciéndole creer que así podría salvar su vida. Una vez detallado el escondrijo de sus bienes, Madame du Barry, la última amante del rey Luis XV, subió al cadalso un frío 8 de diciembre de 1793 entre gritos desesperados. Su angustiosa llamada a la clemencia no la salvó.