GRETA HALL
SAMUEL TAYLOR COLERIDGE, SU ESPOSA Y SU HIJO DE CUATRO AÑOS HARTLEY LLEGARON POR PRIMERA
VEZ A GRETA HALL EN 1800. La propiedad, una extensa construcción del siglo XVIII, se convirtió durante las primeras décadas del siglo XIX, según Bradford Keyes, “en el entorno intelectual más estimulante de toda Inglaterra”. Muchos poetas románticos se dieron cita en sus salones en los que la pequeña Sara creció feliz rodeada de cultura y de belleza natural en aquel hermoso rincón de la Región de los Lagos.
Sara dedicó muchas páginas de su inacabada autobiografía a describir las estancias y los alrededores del que fuera su hogar durante veintiséis años: “¡Cuánto tiempo de mi infancia y juventud pasé allí!”. Sara se sentía feliz en Greta
Hall, rodeada de seres queridos, donde todo el mundo “se sentía bien, de buen humor”. Allí Sara aprendió a amar la naturaleza y se impregnó de la belleza poética de los románticos ingleses.