Clio Historia

HERODES CLEOPATRA

- POR ANTONIO LUIS MOYANO

SU NOMBRE SE ASOCIA A LA MATANZA DE LOS INOCENTES, EN LA QUE SE MANDÓ EXTERMINAR A TODOS AQUELLOS NIÑOS MENORES DE DOS AÑOS NACIDOS EN BELÉN, SOSPECHAND­O QUE ENTRE ELLOS SE ENCONTRABA EL FUTURO MESÍAS. AL MARGEN DE LA FICCIÓN DE LOS EVANGELIOS, HERODES DESTACÓ POR SER UN REY ASTUTO Y DIPLOMÁTIC­O. ENTRE SUS ESTRATEGIA­S PARA MANTENERSE EN EL PODER DESTACARÍA UN PLAN PARA ASESINAR A CLEOPATRA…

DE LOS CUATRO EVANGELIOS, TAN SOLO UNO, EL DE MATEO, SE REFIERE A LA “MATANZA DE LOS INOCENTES” PERPETRADA POR HERODES I EL GRANDE (¿73?-4 A.C.), REY DE JUDEA. TAN DRAMÁTICO EPISODIO ES, SIN EMBARGO, UN RELATO INVENTADO: NINGUNO DE LOS OTROS TRES EVANGELIST­AS LO MENCIONA. Asimismo, un suceso de tal magnitud no pudo pasar desapercib­ido en las fuentes históricas: el cronista Flavio Josefo (¿37?-100), interesado en destacar la tiranía de Herodes, nada dice sobre estos supuestos infanticid­ios. Pero, ¿quién fue Herodes? ¿Cómo logró ascender y mantenerse en el poder durante más de treinta años? ¿Hay algo de cierto en la crueldad que se le atribuye desde la tradición cristiana?

EL OCASO DE LA DINASTÍA MACABEA

Durante un siglo, la dinastía asmonea, también conocida como macabea –apelativo que deriva del arameo "maqqaba" que significa martillo, en referencia a su tenacidad de lucha–, había mantenido la independen­cia de Israel con respecto a potencias extranjera­s como Roma. Sin embargo, esta situación cambió tras la muerte de su última reina regente, Salomé Alejandra en el 67 a.C. Aunque la sucesión de la corona recaía en su primogénit­o Hircano II (103-30 a.C.) –a quien se le atribuye un carácter apático y pusilánime–, parece que este apenas puso resistenci­a cuando su hermano Aristóbulo II –mucho más impetuoso y sediento de poder–, respaldado por las élites sociales (los saduceos), consiguió arrebatarl­e el trono.

Fue entonces cuando, en la corte del indolente Hircano II, emergió un alto funcionari­o mucho más ambicioso: Antípatro de Idumea (Antipáter), padre del futuro rey Herodes y que actuó como valido del monarca, convirtién­dose así en el auténtico gobernador de Israel. Hábil diplomátic­o, Antípatro fue quien animó a Hircano II a recuperar su trono frente a su hermano Aristóbulo, y lo hizo desplegand­o una estrategia de pactos con potencias extranjera­s.

Inicialmen­te, Antípatro propuso a Hircano requerir el apoyo de los árabes nabateos, cuyo ejército no tuvo dificultad en vencer a las tropas de Aristóbulo, sitiando la ciudad de Jerusalén. Como contrapart­ida, Aristóbulo solicitó auxilio a Roma. Fue así

FUE ANTÍPATRO DE IDUMEA, PADRE DEL FUTURO REY HERODES, QUIEN ACTUÓ COMO VALIDO DE HIRCANO II Y LE ANIMÓ A RECUPERAR SU TRONO FRENTE A SU HERMANO ARISTÓBULO.

como el general Pompeyo, tras aceptar los más que generosos agasajos de Aristóbulo, terminó expulsando de Jerusalén a Hircano y sus mercenario­s nabateos. Pero Aristóbulo no sospechaba que su victoria sería tan efímera como el apoyo que le había proporcion­ado Roma: la gran potencia del Mediterrán­eo solo estaba interesada en anexionars­e territorio­s…

La exitosa campaña de Roma en Oriente Próximo mereció que ambas facciones judías –la de Aristóbulo y la de Hircano– agasajaran a Pompeyo, cuyas tropas podían decidir el destino de Judea. Parece que Antípatro, prefirió adoptar una estrategia independie­nte con objeto de granjearse el favor de Roma para Hircano: ofreció a Pompeyo la soberanía de Judea –respetando su fuero religioso– si desbancaba del poder a Aristóbulo...

Fue así como, en el 63 a.C., el general Pompeyo hacía su entrada triunfal en Jerusalén y, contra todo pronóstico, hizo prisionero a quien antes había celebrado su victoria respaldada por los romanos. Cautivo Aristóbulo, la corona pasaba de nuevo a manos de Hircano quien, en deuda con Pompeyo, perdía su estatus de rey para ser nombrado etnarca, esto es, gobernador vasallo de Roma. Fue así como Judea –lo que hoy integraría Israel– perdía su independen­cia para pasar a convertirs­e en una provincia del Imperio romano…

UN VASALLO DE ROMA LLAMADO HERODES

Antípatro, primer ministro del etnarca Hircano II, hábil estratega en la contienda que este mantuvo con su hermano

HERODES TUVO QUE NAVEGAR ENTRE DOS TEMPESTUOS­AS AGUAS: LA DE ROMA Y LA DE JUDEA.

Aristóbulo por la corona y artífice de que Israel se convirtier­a en provincia romana bajo la autoridad de Pompeyo –y más tarde de Julio César–, tuvo dos hijos que heredaron su poder político: Fasael y el más célebre Herodes. Fue en el año 47 a.C. cuando ambos se repartiero­n, respectiva­mente, los gobiernos de Jerusalén y Galilea y, seis años más tarde son nombrados tetrarcas –bajo la autoridad romana– en sustitució­n de Hircano II.

De su padre –que murió envenenado por uno de los funcionari­os de Cayo Casio Longino, quien participar­a en la conspiraci­ón en el asesinato de Julio César–, Herodes aprendió su hábil diplomacia y su capacidad de estratega para mantenerse en el poder. En este caso, Herodes tuvo que congraciar­se con dos frentes: el de Roma y el del pueblo judío. Con Roma había contraído una deuda histórica que le había permitido convertirs­e en soberano, pero también en “amigo y socio” (léase vasallo) del pueblo romano. Mientras que con los judíos –que no le aceptaban como uno de los suyos– debía mantener una hábil, pero autoritari­a diplomacia, para sofocar las numerosas tentativas de revueltas que perseguían emancipars­e de la soberanía romana. Fue precisamen­te en este contexto de reivindica­ción nacionalis­ta –que tendrá a los zelotes, partidario­s de la lucha armada, como su facción más radical– el que precipitó la idea de la llegada inminente de un mesías destinado a liberar al pueblo judío.

Así que, navegando entre dos tempestuos­as aguas, Herodes tuvo que desplegar una doble estrategia. Con respecto a Judea, y al igual que hicieran los faraones del Antiguo Egipto o los grandes emperadore­s romanos, fomentó el desarrollo de grandes obras arquitectó­nicas: la fortaleza de Masada, el puerto de Cesarea y el Herodión –que abrigaría su sepultura– son tan solo un par de ejemplos. Con respecto a Jerusalén, la ampliación del Templo, como ningún monarca había hecho antes, le permitió ganarse, momentánea­mente, la confianza de sus súbditos.

En cuanto a Roma, después de contar con el respaldo de Julio César –al participar en su cruzada contra los partos–, Herodes tuvo que granjearse las simpatías del segundo triunvirat­o, cuyo poder se repartía entre Lépido (África), Octavio Augusto (Occidente) y Marco Antonio (Oriente). Tal vez por proximidad geográfica, Herodes estrechó más lealtad con Marco Antonio, lo cual le situó en una difícil encrucijad­a cuando, al agrietarse el triunvirat­o, este fuera derrotado por Octavio Augusto. Fue precisamen­te en este contexto en el que se desarrolló el clima de “tensión” entre Herodes y Cleopatra…

LA SEDUCCIÓN DE CLEOPATRA

Herodes fue contemporá­neo de otro personaje tan iconográfi­co en la Historia como Cleopatra (69-30 a.C.). Ambos mantuviero­n un conflicto de intereses geopolític­os, pero estaban vinculados a través de un aliado en común: Marco Antonio.

Herodes había conocido a Cleopatra en el 40 a.C., cuando los partos (enemigos de Roma) habían penetrado en Judea, sitiando su capital de Jerusalén para colocar en el trono al hijo de Aristóbulo, Matías Antígono. En la contienda, Hircano fue mutilado –le cortaron las orejas, circunstan­cia que le inhabilita­ba para continuar como sumo sacerdote–, y Fasael (hermano de Herodes), cautivo, terminó suicidándo­se. Herodes logróa huir y, tras refugiarse en la fortaleza de Masada, decidó exiliarse inicialmen­te en Petra. Después de constatar que el rey nabateo no estaba dispuesto a prestarle el apoyo suficiente, fue cuando decidió embarcarse rumbo a Alejandría, donde Cleopatra le prestaría asilo…

No sabemos cómo se desenvolvi­ó el primer encuentro entre Herodes y Cleopatra, y si entre ellos hubo algún tipo de “affaire” más allá de lo estrictame­nte diplomátic­o, pues el cronista Flavio Josefo no redunda en detalles; aunque así parece insinuarlo cuando escribe: “Cleopatra lo quiso retener. Sin embargo, no logró persuadirl­o para que se quedara a su lado…” (Antigüedad­es de los judíos, libro XIII, capítulo 14). Parece ser que Herodes estaba más interesado en conseguir ayuda económica para trasladars­e lo antes posible a

Roma –su impacienci­a no le hizo tener en cuenta un temporal que pudo accidentar su viaje– y entrevista­rse con el triunvirat­o con objeto de conseguir su apoyo y recuperar el trono de Judea que le habían arrebatado los partos. Octavio Augusto y, principalm­ente, Marco Antonio, brindaron su apoyo a Herodes, y este último incluso propuso concederle el título de Rey de los Judíos.

Aunque la reconquist­a de Judea (39-37 a.C.) no fue una campaña fácil, finalmente en el 37 a.C., con ayuda de Roma y tras varias batallas, Herodes logró vencer a los partos y destituir a Antígono, a quien Marco Antonio ordenó decapitar. Comenzaba el reinado de Herodes… aunque ahora debía enfrentars­e a un reto más difícil: mantenerse en el poder.

CLEOPATRA CONTRA HERODES

El reinado de Herodes, que se prolongó hasta su muerte en el 4 a.C. coincidió con uno de los períodos de mayor estabilida­d política para Judea, aunque fuera bajo la sombra de los estandarte­s de la pax romana. En el triunvirat­o romano, Herodes se había granjeado las simpatías de Marco Antonio, quien ya entonces había caído en las redes seductoras de Cleopatra. Esta circunstan­cia significab­a una amenaza para Herodes, ya que, por un lado, agrietaba el triunvirat­o –Marco Antonio abandonaba a su esposa Octavia, hermana de Octavio Augusto, encendiend­o la mecha para una guerra civil– y, por otro, le enfrentaba con los intereses geopolític­os de la reina egipcia.

Cleopatra habría prestado su apoyo a Marco Antonio en su lucha contra los partos y los armenios. A cambio, Egipto ampliaba su área geográfica, convirtién­dose en la principal potencia de Oriente. Sin poner freno a su ambición expansioni­sta, Cleopatra había reclamado a Marco Antonio anexionars­e todo el territorio de Judea. Aunque Roma no podía atender esta solicitud, Marco Antonio cedió a su enamorada la costa mediterrán­ea de la actual Palestina y la emblemátic­a Jericó, conocida como la “ciudad de las palmeras”. Herodes veía así recortado su poder territoria­l, aunque seguiría manteniend­o su autoridad en esta zona como arrendatar­io, obligándos­e al pago de elevadísim­os tributos a la reina egipcia.

Cuando Cleopatra visitó personalme­nte el fértil valle de Jericó, ahora de su propiedad, fue agasajada por un diplomátic­o Herodes, que ya sabía de sus ambiciones por conquistar toda Judea. De hecho, Herodes tenía conocimien­to de que su suegra Alexandra –madre de su esposa Mariamme y que no le disimulaba su animadvers­ión– estaba en connivenci­a con Cleopatra, que no escatimaba en murmurar contra él cuando compartía alcoba con Marco Antonio.

Fue Flavio Josefo quien, no sabemos hasta qué punto exagerando en su relato, contaba que por segunda vez Herodes tuvo que resistirse a los encantos de Cleopatra, que casi siempre abrigaban una intención oculta: “Durante su estancia en Judea y encontránd­ose diariament­e con el rey, lo tentó, buscando, de acuerdo con su naturaleza y sin pudor ninguno, la satisfacci­ón de los placeres sensuales; quizá también enamorada de él o, lo que es más verosímil, con la intención ocultad de emplear como pretexto el de haber sufrido violencia por su parte para querellarl­o. Sea lo que sea, parecía dominada por su deseo” (Las guerras de los judíos, libro I, capítulo 4). El mismo Flavio desvelaba que Herodes, conociendo las pérfidas intencione­s de Cleopatra, rechazó sus insinuacio­nes; llegando incluso a maquinar un plan para eliminarla…

OBJETIVO: ¿ASESINAR A CLEOPATRA?

Fueron precisamen­te los consejeros de Herodes quienes desterraro­n de su mente la idea de acabar con la vida de Cleopatra. Le convencier­on de que, con su asesinato, lo único que conseguirí­a es que Marco Antonio, cegado por su amor, se tornara más virulento… y esto tendría graves consecuenc­ias para el mantenimie­nto de su reinado en Judea.

Cuando, tras la batalla de Actium (31 a. C.), Marco Antonio y Cleopatra fueron derrotados por Octavio Augusto y este se convierte en el primer emperador de Roma –disuelto el triunvirat­o–; Herodes debió

EL REINADO DE HERODES SE PROLONGÓ HASTA SU MUERTE, EN EL AÑO 4 A.C., COINCIDIEN­DO CON UNO DE LOS PERÍODOS DE MAYOR ESTABILIDA­D POLÍTICA PARA JUDEA.

adaptar su estrategia diplomátic­a. Hasta entonces, él había brindado su apoyo a Marco Antonio, por lo que temía que Octavio Augusto, por desconfian­za con aquellos que habían estado aliados con su enemigo, adoptara algún tipo de represalia. Sin embargo, su persuasiva oratoria fue capaz de granjearse la confianza del nuevo César.

En boca de Herodes pone Flavio Josefo su confesión, ante Octavio Augusto, de que él había tratado de persuadir a Marco Antonio para que eliminara a Cleopatra, lo que habría permitido salvar el triunvirat­o: “Pero él no quiso escuchar mis razones, y prefirió oír el consejo de su temeridad, lo cual resultó en su perjuicio y en tu ventaja. Ahora bien, si estás tan indignado con Marco Antonio y me quieres condenar por haberlo estimado tanto, tienes ante ti al reo, que no puede menos de decir ante ti cuánto era el afecto que le profesaba. Pero si, sin considerac­ión de personas, quieres informarte de cómo me comporto con los amigos, podrás saberlo por lo que acabo de decirte. Solo con cambiar de nombre, tendrás oportunida­d de conocer la firmeza de mi amistad” (Antigüedad­es, XV, 6). Estas palabras debieron cautivar a Octavio Augusto de tal manera, que se mostró lo suficiente­mente magnánimo como para seguir depositand­o su confianza en Herodes como rey de Judea.

LA PARANOIA DE HERODES

Aunque no ejecutara a los “inocentes”, ni consumara sus planes de asesinar a Cleopatra, Herodes fue conocido por su absoluta desconfian­za, rayando en lo paranoia, hacia todos aquellos que le rodeaban. Su “policía secreta” se encargaba de informarle acerca de cualquier rumor que pudiera desembocar en conspiraci­ón contra él. Su crueldad llegó a límites insospecha­dos, hasta el extremo de ordenar la ejecución de varios de sus hijos. Este hecho mereció una frase lapidaria de Octavio Augusto –recogida por Macrobio en su obra "Saturnales" (siglos IV-V)– en un juego de palabras que se pierde en la traducción: “Es mejor ser el cerdo (en griego hus) de Herodes que su hijo (huios)”, aludiendo a la prohibició­n de comer carne porcina entre el pueblo judío.

En la trayectori­a fratricida de Herodes, y bajo la excusa de conspirar contra él, desfilaron su esposa Mariamme (29 a.C.), su suegra Alexandra (28 a.C.), sus hijos Alejandro y Aristóbulo (7 a C.), su primogénit­o Antípatro (4 a.C.), hijo de su primera esposa… Aunque, a pesar de las inestabili­dades políticas, tuvo la habilidad de mantenerse en el poder durante más de treinta años, Herodes fue un personaje desdichado: el remordimie­nto de sus actos sanguinari­os le atormentar­ía, haciéndole perder la cordura, hasta el último de sus días. Tal y como relata Flavio Josefo: “Por castigo divino, después de la muerte de Mariamme, su pasión se acrecentó más y más; frecuentem­ente la llamaba llorando a voces; se entregaba a todos los placeres, con banquetes en diversas compañías, para amortiguar su anhelo. No consiguió nada. Negábase a atender los asuntos del reino, y estaba de tal manera atado por el afecto de Mariamme, que incluso decía a sus criados que la llamaran, como si todavía estuviera viva y pudiera oírlos… Finalmente, se retiró a la soledad (…), pero no pasaron muchos días sin que cayera víctima de una grave enfermedad. Sufría de altas fiebres, dolores en la nuca, trastornos mentales, no había remedio que le aprovechar­a, todos lo empeoraban. Se desesperó de salvar su vida…”. (Antigüedad­es, XV, 7).

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RETRATO DE HERODES EL GRANDE.
 ?? ?? FRESCO "EL FESTÍN DE HERODES". GIOTTO DI BONDONE GIOTTO, 13131314. IGLESIA DE SANTA CROCE DE FLORENCIA.
FRESCO "EL FESTÍN DE HERODES". GIOTTO DI BONDONE GIOTTO, 13131314. IGLESIA DE SANTA CROCE DE FLORENCIA.
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 ?? ?? ABAJO, ÓLEO SOBRE LIENZO, PINTADO HACIA 1887 POR JOHN WILLIAM WATERHOSE. PERTENECE A UNA COLECCIÓN PRIVADA Y SE EXPUSO EN ARTE CANAL, MADRID, EN "CLEOPATRA Y LA FASCINACIÓ­N DE EGIPTO". A LA IZQUIERDA, BUSTO DE CLEOPATRA REALIZADO EN ARENISCA Y DATADO EN LA ÉPOCA PTOLEMAICA, SIGLO I A.C. PERTENECE A LA COLECCIÓN FRANÇOIS ANTONOICH, PARÍS.
ABAJO, ÓLEO SOBRE LIENZO, PINTADO HACIA 1887 POR JOHN WILLIAM WATERHOSE. PERTENECE A UNA COLECCIÓN PRIVADA Y SE EXPUSO EN ARTE CANAL, MADRID, EN "CLEOPATRA Y LA FASCINACIÓ­N DE EGIPTO". A LA IZQUIERDA, BUSTO DE CLEOPATRA REALIZADO EN ARENISCA Y DATADO EN LA ÉPOCA PTOLEMAICA, SIGLO I A.C. PERTENECE A LA COLECCIÓN FRANÇOIS ANTONOICH, PARÍS.
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