HERODES CLEOPATRA
SU NOMBRE SE ASOCIA A LA MATANZA DE LOS INOCENTES, EN LA QUE SE MANDÓ EXTERMINAR A TODOS AQUELLOS NIÑOS MENORES DE DOS AÑOS NACIDOS EN BELÉN, SOSPECHANDO QUE ENTRE ELLOS SE ENCONTRABA EL FUTURO MESÍAS. AL MARGEN DE LA FICCIÓN DE LOS EVANGELIOS, HERODES DESTACÓ POR SER UN REY ASTUTO Y DIPLOMÁTICO. ENTRE SUS ESTRATEGIAS PARA MANTENERSE EN EL PODER DESTACARÍA UN PLAN PARA ASESINAR A CLEOPATRA…
DE LOS CUATRO EVANGELIOS, TAN SOLO UNO, EL DE MATEO, SE REFIERE A LA “MATANZA DE LOS INOCENTES” PERPETRADA POR HERODES I EL GRANDE (¿73?-4 A.C.), REY DE JUDEA. TAN DRAMÁTICO EPISODIO ES, SIN EMBARGO, UN RELATO INVENTADO: NINGUNO DE LOS OTROS TRES EVANGELISTAS LO MENCIONA. Asimismo, un suceso de tal magnitud no pudo pasar desapercibido en las fuentes históricas: el cronista Flavio Josefo (¿37?-100), interesado en destacar la tiranía de Herodes, nada dice sobre estos supuestos infanticidios. Pero, ¿quién fue Herodes? ¿Cómo logró ascender y mantenerse en el poder durante más de treinta años? ¿Hay algo de cierto en la crueldad que se le atribuye desde la tradición cristiana?
EL OCASO DE LA DINASTÍA MACABEA
Durante un siglo, la dinastía asmonea, también conocida como macabea –apelativo que deriva del arameo "maqqaba" que significa martillo, en referencia a su tenacidad de lucha–, había mantenido la independencia de Israel con respecto a potencias extranjeras como Roma. Sin embargo, esta situación cambió tras la muerte de su última reina regente, Salomé Alejandra en el 67 a.C. Aunque la sucesión de la corona recaía en su primogénito Hircano II (103-30 a.C.) –a quien se le atribuye un carácter apático y pusilánime–, parece que este apenas puso resistencia cuando su hermano Aristóbulo II –mucho más impetuoso y sediento de poder–, respaldado por las élites sociales (los saduceos), consiguió arrebatarle el trono.
Fue entonces cuando, en la corte del indolente Hircano II, emergió un alto funcionario mucho más ambicioso: Antípatro de Idumea (Antipáter), padre del futuro rey Herodes y que actuó como valido del monarca, convirtiéndose así en el auténtico gobernador de Israel. Hábil diplomático, Antípatro fue quien animó a Hircano II a recuperar su trono frente a su hermano Aristóbulo, y lo hizo desplegando una estrategia de pactos con potencias extranjeras.
Inicialmente, Antípatro propuso a Hircano requerir el apoyo de los árabes nabateos, cuyo ejército no tuvo dificultad en vencer a las tropas de Aristóbulo, sitiando la ciudad de Jerusalén. Como contrapartida, Aristóbulo solicitó auxilio a Roma. Fue así
FUE ANTÍPATRO DE IDUMEA, PADRE DEL FUTURO REY HERODES, QUIEN ACTUÓ COMO VALIDO DE HIRCANO II Y LE ANIMÓ A RECUPERAR SU TRONO FRENTE A SU HERMANO ARISTÓBULO.
como el general Pompeyo, tras aceptar los más que generosos agasajos de Aristóbulo, terminó expulsando de Jerusalén a Hircano y sus mercenarios nabateos. Pero Aristóbulo no sospechaba que su victoria sería tan efímera como el apoyo que le había proporcionado Roma: la gran potencia del Mediterráneo solo estaba interesada en anexionarse territorios…
La exitosa campaña de Roma en Oriente Próximo mereció que ambas facciones judías –la de Aristóbulo y la de Hircano– agasajaran a Pompeyo, cuyas tropas podían decidir el destino de Judea. Parece que Antípatro, prefirió adoptar una estrategia independiente con objeto de granjearse el favor de Roma para Hircano: ofreció a Pompeyo la soberanía de Judea –respetando su fuero religioso– si desbancaba del poder a Aristóbulo...
Fue así como, en el 63 a.C., el general Pompeyo hacía su entrada triunfal en Jerusalén y, contra todo pronóstico, hizo prisionero a quien antes había celebrado su victoria respaldada por los romanos. Cautivo Aristóbulo, la corona pasaba de nuevo a manos de Hircano quien, en deuda con Pompeyo, perdía su estatus de rey para ser nombrado etnarca, esto es, gobernador vasallo de Roma. Fue así como Judea –lo que hoy integraría Israel– perdía su independencia para pasar a convertirse en una provincia del Imperio romano…
UN VASALLO DE ROMA LLAMADO HERODES
Antípatro, primer ministro del etnarca Hircano II, hábil estratega en la contienda que este mantuvo con su hermano
HERODES TUVO QUE NAVEGAR ENTRE DOS TEMPESTUOSAS AGUAS: LA DE ROMA Y LA DE JUDEA.
Aristóbulo por la corona y artífice de que Israel se convirtiera en provincia romana bajo la autoridad de Pompeyo –y más tarde de Julio César–, tuvo dos hijos que heredaron su poder político: Fasael y el más célebre Herodes. Fue en el año 47 a.C. cuando ambos se repartieron, respectivamente, los gobiernos de Jerusalén y Galilea y, seis años más tarde son nombrados tetrarcas –bajo la autoridad romana– en sustitución de Hircano II.
De su padre –que murió envenenado por uno de los funcionarios de Cayo Casio Longino, quien participara en la conspiración en el asesinato de Julio César–, Herodes aprendió su hábil diplomacia y su capacidad de estratega para mantenerse en el poder. En este caso, Herodes tuvo que congraciarse con dos frentes: el de Roma y el del pueblo judío. Con Roma había contraído una deuda histórica que le había permitido convertirse en soberano, pero también en “amigo y socio” (léase vasallo) del pueblo romano. Mientras que con los judíos –que no le aceptaban como uno de los suyos– debía mantener una hábil, pero autoritaria diplomacia, para sofocar las numerosas tentativas de revueltas que perseguían emanciparse de la soberanía romana. Fue precisamente en este contexto de reivindicación nacionalista –que tendrá a los zelotes, partidarios de la lucha armada, como su facción más radical– el que precipitó la idea de la llegada inminente de un mesías destinado a liberar al pueblo judío.
Así que, navegando entre dos tempestuosas aguas, Herodes tuvo que desplegar una doble estrategia. Con respecto a Judea, y al igual que hicieran los faraones del Antiguo Egipto o los grandes emperadores romanos, fomentó el desarrollo de grandes obras arquitectónicas: la fortaleza de Masada, el puerto de Cesarea y el Herodión –que abrigaría su sepultura– son tan solo un par de ejemplos. Con respecto a Jerusalén, la ampliación del Templo, como ningún monarca había hecho antes, le permitió ganarse, momentáneamente, la confianza de sus súbditos.
En cuanto a Roma, después de contar con el respaldo de Julio César –al participar en su cruzada contra los partos–, Herodes tuvo que granjearse las simpatías del segundo triunvirato, cuyo poder se repartía entre Lépido (África), Octavio Augusto (Occidente) y Marco Antonio (Oriente). Tal vez por proximidad geográfica, Herodes estrechó más lealtad con Marco Antonio, lo cual le situó en una difícil encrucijada cuando, al agrietarse el triunvirato, este fuera derrotado por Octavio Augusto. Fue precisamente en este contexto en el que se desarrolló el clima de “tensión” entre Herodes y Cleopatra…
LA SEDUCCIÓN DE CLEOPATRA
Herodes fue contemporáneo de otro personaje tan iconográfico en la Historia como Cleopatra (69-30 a.C.). Ambos mantuvieron un conflicto de intereses geopolíticos, pero estaban vinculados a través de un aliado en común: Marco Antonio.
Herodes había conocido a Cleopatra en el 40 a.C., cuando los partos (enemigos de Roma) habían penetrado en Judea, sitiando su capital de Jerusalén para colocar en el trono al hijo de Aristóbulo, Matías Antígono. En la contienda, Hircano fue mutilado –le cortaron las orejas, circunstancia que le inhabilitaba para continuar como sumo sacerdote–, y Fasael (hermano de Herodes), cautivo, terminó suicidándose. Herodes logróa huir y, tras refugiarse en la fortaleza de Masada, decidó exiliarse inicialmente en Petra. Después de constatar que el rey nabateo no estaba dispuesto a prestarle el apoyo suficiente, fue cuando decidió embarcarse rumbo a Alejandría, donde Cleopatra le prestaría asilo…
No sabemos cómo se desenvolvió el primer encuentro entre Herodes y Cleopatra, y si entre ellos hubo algún tipo de “affaire” más allá de lo estrictamente diplomático, pues el cronista Flavio Josefo no redunda en detalles; aunque así parece insinuarlo cuando escribe: “Cleopatra lo quiso retener. Sin embargo, no logró persuadirlo para que se quedara a su lado…” (Antigüedades de los judíos, libro XIII, capítulo 14). Parece ser que Herodes estaba más interesado en conseguir ayuda económica para trasladarse lo antes posible a
Roma –su impaciencia no le hizo tener en cuenta un temporal que pudo accidentar su viaje– y entrevistarse con el triunvirato con objeto de conseguir su apoyo y recuperar el trono de Judea que le habían arrebatado los partos. Octavio Augusto y, principalmente, Marco Antonio, brindaron su apoyo a Herodes, y este último incluso propuso concederle el título de Rey de los Judíos.
Aunque la reconquista de Judea (39-37 a.C.) no fue una campaña fácil, finalmente en el 37 a.C., con ayuda de Roma y tras varias batallas, Herodes logró vencer a los partos y destituir a Antígono, a quien Marco Antonio ordenó decapitar. Comenzaba el reinado de Herodes… aunque ahora debía enfrentarse a un reto más difícil: mantenerse en el poder.
CLEOPATRA CONTRA HERODES
El reinado de Herodes, que se prolongó hasta su muerte en el 4 a.C. coincidió con uno de los períodos de mayor estabilidad política para Judea, aunque fuera bajo la sombra de los estandartes de la pax romana. En el triunvirato romano, Herodes se había granjeado las simpatías de Marco Antonio, quien ya entonces había caído en las redes seductoras de Cleopatra. Esta circunstancia significaba una amenaza para Herodes, ya que, por un lado, agrietaba el triunvirato –Marco Antonio abandonaba a su esposa Octavia, hermana de Octavio Augusto, encendiendo la mecha para una guerra civil– y, por otro, le enfrentaba con los intereses geopolíticos de la reina egipcia.
Cleopatra habría prestado su apoyo a Marco Antonio en su lucha contra los partos y los armenios. A cambio, Egipto ampliaba su área geográfica, convirtiéndose en la principal potencia de Oriente. Sin poner freno a su ambición expansionista, Cleopatra había reclamado a Marco Antonio anexionarse todo el territorio de Judea. Aunque Roma no podía atender esta solicitud, Marco Antonio cedió a su enamorada la costa mediterránea de la actual Palestina y la emblemática Jericó, conocida como la “ciudad de las palmeras”. Herodes veía así recortado su poder territorial, aunque seguiría manteniendo su autoridad en esta zona como arrendatario, obligándose al pago de elevadísimos tributos a la reina egipcia.
Cuando Cleopatra visitó personalmente el fértil valle de Jericó, ahora de su propiedad, fue agasajada por un diplomático Herodes, que ya sabía de sus ambiciones por conquistar toda Judea. De hecho, Herodes tenía conocimiento de que su suegra Alexandra –madre de su esposa Mariamme y que no le disimulaba su animadversión– estaba en connivencia con Cleopatra, que no escatimaba en murmurar contra él cuando compartía alcoba con Marco Antonio.
Fue Flavio Josefo quien, no sabemos hasta qué punto exagerando en su relato, contaba que por segunda vez Herodes tuvo que resistirse a los encantos de Cleopatra, que casi siempre abrigaban una intención oculta: “Durante su estancia en Judea y encontrándose diariamente con el rey, lo tentó, buscando, de acuerdo con su naturaleza y sin pudor ninguno, la satisfacción de los placeres sensuales; quizá también enamorada de él o, lo que es más verosímil, con la intención ocultad de emplear como pretexto el de haber sufrido violencia por su parte para querellarlo. Sea lo que sea, parecía dominada por su deseo” (Las guerras de los judíos, libro I, capítulo 4). El mismo Flavio desvelaba que Herodes, conociendo las pérfidas intenciones de Cleopatra, rechazó sus insinuaciones; llegando incluso a maquinar un plan para eliminarla…
OBJETIVO: ¿ASESINAR A CLEOPATRA?
Fueron precisamente los consejeros de Herodes quienes desterraron de su mente la idea de acabar con la vida de Cleopatra. Le convencieron de que, con su asesinato, lo único que conseguiría es que Marco Antonio, cegado por su amor, se tornara más virulento… y esto tendría graves consecuencias para el mantenimiento de su reinado en Judea.
Cuando, tras la batalla de Actium (31 a. C.), Marco Antonio y Cleopatra fueron derrotados por Octavio Augusto y este se convierte en el primer emperador de Roma –disuelto el triunvirato–; Herodes debió
EL REINADO DE HERODES SE PROLONGÓ HASTA SU MUERTE, EN EL AÑO 4 A.C., COINCIDIENDO CON UNO DE LOS PERÍODOS DE MAYOR ESTABILIDAD POLÍTICA PARA JUDEA.
adaptar su estrategia diplomática. Hasta entonces, él había brindado su apoyo a Marco Antonio, por lo que temía que Octavio Augusto, por desconfianza con aquellos que habían estado aliados con su enemigo, adoptara algún tipo de represalia. Sin embargo, su persuasiva oratoria fue capaz de granjearse la confianza del nuevo César.
En boca de Herodes pone Flavio Josefo su confesión, ante Octavio Augusto, de que él había tratado de persuadir a Marco Antonio para que eliminara a Cleopatra, lo que habría permitido salvar el triunvirato: “Pero él no quiso escuchar mis razones, y prefirió oír el consejo de su temeridad, lo cual resultó en su perjuicio y en tu ventaja. Ahora bien, si estás tan indignado con Marco Antonio y me quieres condenar por haberlo estimado tanto, tienes ante ti al reo, que no puede menos de decir ante ti cuánto era el afecto que le profesaba. Pero si, sin consideración de personas, quieres informarte de cómo me comporto con los amigos, podrás saberlo por lo que acabo de decirte. Solo con cambiar de nombre, tendrás oportunidad de conocer la firmeza de mi amistad” (Antigüedades, XV, 6). Estas palabras debieron cautivar a Octavio Augusto de tal manera, que se mostró lo suficientemente magnánimo como para seguir depositando su confianza en Herodes como rey de Judea.
LA PARANOIA DE HERODES
Aunque no ejecutara a los “inocentes”, ni consumara sus planes de asesinar a Cleopatra, Herodes fue conocido por su absoluta desconfianza, rayando en lo paranoia, hacia todos aquellos que le rodeaban. Su “policía secreta” se encargaba de informarle acerca de cualquier rumor que pudiera desembocar en conspiración contra él. Su crueldad llegó a límites insospechados, hasta el extremo de ordenar la ejecución de varios de sus hijos. Este hecho mereció una frase lapidaria de Octavio Augusto –recogida por Macrobio en su obra "Saturnales" (siglos IV-V)– en un juego de palabras que se pierde en la traducción: “Es mejor ser el cerdo (en griego hus) de Herodes que su hijo (huios)”, aludiendo a la prohibición de comer carne porcina entre el pueblo judío.
En la trayectoria fratricida de Herodes, y bajo la excusa de conspirar contra él, desfilaron su esposa Mariamme (29 a.C.), su suegra Alexandra (28 a.C.), sus hijos Alejandro y Aristóbulo (7 a C.), su primogénito Antípatro (4 a.C.), hijo de su primera esposa… Aunque, a pesar de las inestabilidades políticas, tuvo la habilidad de mantenerse en el poder durante más de treinta años, Herodes fue un personaje desdichado: el remordimiento de sus actos sanguinarios le atormentaría, haciéndole perder la cordura, hasta el último de sus días. Tal y como relata Flavio Josefo: “Por castigo divino, después de la muerte de Mariamme, su pasión se acrecentó más y más; frecuentemente la llamaba llorando a voces; se entregaba a todos los placeres, con banquetes en diversas compañías, para amortiguar su anhelo. No consiguió nada. Negábase a atender los asuntos del reino, y estaba de tal manera atado por el afecto de Mariamme, que incluso decía a sus criados que la llamaran, como si todavía estuviera viva y pudiera oírlos… Finalmente, se retiró a la soledad (…), pero no pasaron muchos días sin que cayera víctima de una grave enfermedad. Sufría de altas fiebres, dolores en la nuca, trastornos mentales, no había remedio que le aprovechara, todos lo empeoraban. Se desesperó de salvar su vida…”. (Antigüedades, XV, 7).