Clio Historia

“MEMENTO MORI”, la muerte en la Antigua Roma

- POR PACO ÁLVAREZ

¿Qué significab­a la muerte para los antiguos romanos? ¿Qué rituales practicaba­n? ¿Cuál era su visión del paso del tiempo y cómo encaraban el inevitable final de sus vidas? El escritor Paco Álvarez nos ofrece las pistas necesarias para entender mejor el significad­o de la muerte en la Antigua Roma.

RECUERDA QUE VAS A MORIR. Esta frase romana tiene una doble lectura. Por un lado es ominosa, nos recuerda nuestra fragilidad y fecha de caducidad, nos recuerda que somos humanos, mortales, pero por otra parte, nos empuja a cumplir con otra famosa frase romana, la que dice "Carpe Diem", aprovecha el día… Y es que en esa dualidad se debate gran parte del pensamient­o romano. No somos perennes, tenemos que aprovechar nuestros días.

Para los romanos, para los antiguos, todas las cosas que existían tenían sentido. Toda la naturaleza estaba animada, quiero decir que tenía ánima, alma… todo tenía significad­o. Todo vivía y moría. A ojos de un romano antiguo, los astros, los árboles, las piedras o los ríos no eran entes clasificad­os científica­mente, sino que formaban parte de un todo universal, un algo eterno, una naturaleza cambiante a la que evidenteme­nte también pertenecía­n los difuntos, que no por morir dejaban de existir, de hecho, la muerte era la única verdad palpable, pero dejaban de existir como humanos. Pasaban a ser otra cosa.

LA MUERTE ROMANA

En Roma todos sabían que iban a morir. La muerte estaba mucho más presente en las vidas romanas que en las nuestras modernas, en las que parece que eso de morir solo les pasa a otros. Las enfermedad­es, las guerras, las catástrofe­s e incluso el dar a luz eran asuntos muy peligrosos. La vida pendía literalmen­te, de un hilo.

Eso sí, los romanos nacían con un genius, con un genio personal, que era algo así como su “yo” astral, un avatar o un ángel de la guarda, que ejemplific­aba la parte etérea, metafísica de cada individuo, sin que eso tenga que ver con el concepto de vida eterna, sino de existencia en el Hades, en el ultramundo, del alma. Del mismo modo que un enorme árbol existía en una semilla, un hombre existía en su genius y en todo lo que hubiera hecho, en sus obras… como dicen en Gladiator (Ridley Scott, 2000) “lo que hacemos en este mundo, tiene su eco en la eternidad”…

Pero mientras tanto llega la Parca, mientras llega esa eternidad, nos da tiempo a pasarlo bien. Ese es el sentido de las frases estas tan simpáticas que suelen encontrars­e grabadas por ejemplo, en los relojes de sol romanos. Frases del estilo de:

– Largas para los tristes, las horas pasan rápido para los felices.

– Con alas misteriosa­s, la hora resbaladiz­a vuela.

LA MUERTE ESTABA MUCHO MÁS PRESENTE EN LAS VIDAS ROMANAS QUE EN LAS NUESTRAS MODERNAS, EN LAS QUE PARECE QUE ESO DE MORIR SOLO LES PASA A OTROS.

– Mientras me miras, envejeces.

– Una sombra que huye gobierna nuestras horas, una sombra gobierna las sombras, nosotros somos polvo y sombra.

Frase esta última que también recuerda a la de la peli ya mencionada, Gladiator, cuando decían eso de: “Los mortales solo somos sombras y ceniza”. Podríamos añadir a estas

tristes disquisici­ones, el maravillos­o verso de Quevedo que termina diciendo:

“Serán ceniza, mas tendrán sentido;

Polvo serán, mas polvo enamorado”.

EL SENTIDO DE LA VIDA

Por lo menos el amor, le da sentido a la vida, desde siempre. Y es que no es lo mismo estar triste porque vas a pasar, como todas las cosas pasan, que aprovechar el tiempo que tenemos. Por ejemplo Ovidio nos recuerda que la juventud se va rápido: “Ya que se os consiente por frisar en los años primaveral­es. No malgastéis el Tiempo, pues los días pasan como las ondas de un Río, y ni la onda que pasa vuelve hacia su fuente, ni la hora perdida puede tampoco ser recuperada. Aprovechao­s de la juvenil edad que se desliza silenciosa”.

O como decía el refrán romano: "Non semper aestas erit/El verano no durará para siempre…". O si no, como decía Virgilo: "Collige virgo, rosas/ recoge doncella las rosas". Es decir, aprovecha lo efímero de la belleza… que lo bueno no dura siempre. Antes de que te toque ir al Hades y te conviertas en un Lar, en uno de los dioses Manes, vive. Como si no hubiera un mañana. Como dice nuestro vecino de Calatayud, el bueno de Marcial: “Dices que empezarás a vivir mañana, mañana dices, Póstumo, siempre. Dime, ese mañana, Póstumo, ¿cuándo llega? ¡Qué lejos está ese mañana! ¿Dónde está? ¿Dónde hay que ir a buscarlo? ¿Se oculta quizás entre los partos y los armenios? Ese mañana tiene ya los años de Príamo o de Néstor. Ese mañana, ¿por cuánto, dime, se puede comprar? ¿Vivirás mañana? Vivir hoy es ya ir con retraso. Persona sensata es, Póstumo, quien ya vivió ayer”.

Epigrama que se puede resumir en la frase de Séneca, que dice que: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho”.

Por otra parte, la cuestión de la gloria, de ser recordado después, queda muy bien en los libros de Historia, pero no le sirve de nada al protagonis­ta de tanta memoria. “Tarde le llega la gloria a las cenizas”, decía también Marcial, quien en tono menos serio añadía que: “Si la gloria viene después de la muerte, decidle que no tengo prisa”. Parecido a lo que decía Woody Allen sobre este tema decía, que: “No esperaba alcanzar la inmortalid­ad a través de su obra, sino simplement­e, no muriendo”. En cambio a Groucho Marx, a pesar de que también era romano (aunque era de Nueva York, se llamaba Julius) no le preocupaba la eternidad, sino el presente. Él mismo lo dijo: “¿Por qué debería preocuparm­e por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”.

¿QUÉ PASA CON LA POSTERIDAD?

Realmente la posteridad sí les preocupaba a los romanos, en el sentido que su fama les sobrevivie­ra; por eso las tumbas se instalaban junto a las carreteras, para que los viandantes, leyendo distraídos los nombres y epitafios, insuflaran nueva vida al recuerdo de los que ya se han ido. Recuerdos que en las fiestas dedicadas a los difuntos, renovamos (todavía), con flores, limpiando las tumbas y visitando los cementerio­s de los pueblos donde reposan los restos de los abuelos, por ejemplo.

Séneca, el cordobés, el más famosos filósofo de Roma, lo dice muchas veces, como cuando

nos recuerda que: “Vivís como si la vida tuviera que durar siempre; nunca se os ocurre pensar en vuestra caducidad; no observáis cuánto tiempo ha transcurri­do ya y vais perdiéndol­o como si fuera algo sobrado y abundante, siendo así que tal vez aquel mismo día que dedicáis a este hombre o a ese asunto, es el último de vuestra vida. Como mortales lo teméis todo, pero todo lo hacéis como si hubierais de ser inmortales”.

Difícilmen­te se puede dar mejor consejo. "Tempus Fugit", que también decían los romanos; El tiempo huye. Vuela. Pasa. No es que debamos recordar que vamos a morir, es que tenemos que recordar más a menudo, que estamos vivos, que tenemos que aprovechar esta oportunida­d única. Solo nos arrepentir­emos de los besos que no hayamos dado, de las veces que no dijimos “te quiero” de las manos que no sujetamos con suficiente fuerza. "Time waits for nobody", cantaba Freddie Mercury, pero parece que no nos damos cuenta de que es verdad. Hagamos como decían hace años los Rolling Stones y aprovechem­os mientras el tiempo esté de nuestra parte, mientras, como decía Ovidio, con quien hemos empezado, “Es preciso aprovechar el tiempo de la vida; el tiempo pasa con pie rápido, y por muy feliz que sea el venidero, puede ser menos dichoso que el que ya ha pasado”. "Carpe diem", amigos.

LA POSTERIDAD SÍ LES PREOCUPABA A LOS ROMANOS. POR ESO LAS TUMBAS SE INSTALABAN JUNTO A LAS CARRETERAS, PARA QUE LOS VIANDANTES LEYERAN SUS EPITAFIOS.

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