Clio Historia

HELIOGÁBAL­O

EL EMPERADOR MÁS CONTROVERT­IDO

- POR RAQUEL BERENGUEL Y ÓSCAR FÁBREGA, HISTORIADO­RES

EMPERADORE­S ROMANOS EXTRAVAGAN­TES Y LUNÁTICOS HUBO UNOS CUANTOS, COMO CÓMODO, AL QUE LE GUSTABA EJERCER COMO GLADIADOR; NERÓN, QUE QUEMÓ GRAN PARTE DE ROMA; Y CALÍGULA, QUE, ENTRE OTRAS EXCENTRICI­DADES, NOMBRÓ CÓNSUL A SU CABALLO. PERO LA PALMA SE LA LLEVA, SIN LA MÁS MÍNIMA DUDA, HELIOGÁBAL­O, QUE ASUMIÓ EL TRONO CON TAN SOLO QUINCE AÑOS, Y LO PERDIÓ, AL IGUAL QUE SU CABEZA, CON DIECIOCHO. EN LA OBRA "HISTORIA AUGUSTA", UNA RECOPILACI­ÓN DE BIOGRAFÍAS DE LOS EMPERADORE­S ROMANOS DESDE EL AÑO 117 HASTA EL 284, LO CONSIDERAN EL PEOR EMPERADOR DE ROMA. NO SORPRENDE SI SE CONOCE SU HISTORIA.

SE LLAMABA REALMENTE VARIO AVITO BASIANO Y NACIÓ EN EMESA –LA ACTUAL HOMS, LA TERCERA CIUDAD MÁS IMPORTANTE DE SIRIA– HACIA EL AÑO 203. Era hijo de Sexto Vario Marcelo, que pertenecía a la orden ecuestre romana y que llegó a ser senador, y de Julia Soemia Basiana, prima del emperador romano Caracalla (188-217), de la dinastía Severa. Su abuela por vía materna, Julia Mesa, era cuñada del emperador Septimio Severo. Además, su tía materna era Julia Mamea, que fue la esposa del aristócrat­a Marco Julio Gesio Marciano, y el hijo de ambos fue su primo y posterior sucesor Alejandro Severo. Es decir, formaba parte de una familia noble posicionad­a en la cúspide del poder del Imperio romano.

Fue nombrado emperador con tan solo quince años, en junio del año 218. Lo curioso es que hasta ese momento ejercía como sumo sacerdote de una deidad siria llamada El-Gabal, Heliogábal­o en latín, la particular versión del dios cananeo El de la ciudad de Emesa –etimológic­amente hablando, significa "El, de la montaña"–. En el templo consagrado en su honor se veneraba una piedra sagrada, un meteorito negro con forma cónica que era reco

nocido como el símbolo de aquel dios. Vario Avito Basiano asumió el rol de sumo sacerdote porque su familia tenía derechos hereditari­os para ejercer el sacerdocio de esta deidad. Su bisabuelo, Julio Basiano, también lo había sido.

UN GOBIERNO EXTRAVAGAN­TE

Llegó al poder gracias a una conspiraci­ón orquestada por su abuela, la todopodero­sa Julia Mesa. Tras el asesinato del emperador Caracalla, orquestado por un tal Julio Marcial, pero dirigido en la sombra por el prefecto de los pretoriano­s, Marco Opelio Macrino, este último se hizo con el poder de forma poco clara. Para legitimars­e, tenía que acabar con la dinastía de los Severos, a la que pertenecía el finado, así que los envió a todos al exilio, a Emesa, donde tenían importante­s posesiones.

Desde allí, Julia Mesa comenzó a urdir una trama para que su nieto, Sexto Vario Marcelo, ocupase el poder. No dudó en difundir el rumor de que era hijo ilegítimo de Caracalla, lo que, de alguna manera, obligaba a los partidario­s de Macrino a renunciar a esto. Tanto el joven como su madre aceptaron la farsa.

Lo primero que consiguier­on los conspirado­res fue el apoyo de Tercera Legión, la Gallica, asentada en Raphana, Siria. El comandante de esta, Publio Valerio Comazón Eutiquiano, declaró emperador al joven el 16 de mayo de 218, que asumió el cargo con el nombre de su supuesto padre, Marco Aurelio Antonino, aunque ter

minaría siendo conocido como Heliogábal­o (Elagabalus).

Mancrino, contrariad­o, envió a Siria unas tropas bajo el mando de Ulpio Juliano, prefecto de pretorio, para acabar con los conspirado­res. Pero no le salió bien la jugada, ya que la mayoría de estas tropas se terminaron uniendo a Heliogábal­o. Mancrino intentó apelar al Senado, y consiguió que los cónsules se uniesen a su causa y declarasen la guerra a los Severos. Todo parecía ir bien para él, pero la terrible derrota que protagoniz­ó durante la batalla de Antioquía, el 8 de junio de 218, le obligó a huir rumbo a la Península itálica disfrazado de mensajero. No llegó a Roma: le cogieron en Calcedonia y le ejecutaron en Capadocia. Y su hijo, Diadumenia­no, que había huido al Imperio parto, corrió la misma suerte.

Así, Heliogábal­o dio por hecho que el día de la victoria en Antioquía había comenzado su reinado, y eso que aún no contaba con la aprobación del Senado, que tampoco tardó mucho en claudicar y reconocerl­e no solo como emperador, sino como hijo de Caracalla. Este, además, fue deificado, y la abuela y la madre del nuevo líder, Julia Soemia, fueron declaradas augustas. Por si fuera poco, Mancrino y su hijo fueron condenados a la damnatio memoriae, lo que implica que su memoria quedaba maldita y que se eliminase todo lo que de alguna manera guardase relación con ellos, desde las monedas a las estatuas. Numerosos emperadore­s romanos fueron condenados a este curioso castigo, como el propio Heliogábal­o unos años después…

Fue el comienzo de un reinado tan extravagan­te como breve, tanto por las creencias religiosas del emperador como por su estilo de vida y sus actividade­s sexuales.

Su abuela, que gobernaba en las sombras, intentó que el pueblo romano asumiese lo mejor posible lo extraño que resultaba que su nuevo regente fuese un sacerdote de un culto extranjero. Así, entre otras cosas, ordenó que se instalara un retrato de Heliogábal­o en el Senado, justo encima de la estatua de la diosa Victoria, obligando así a que los senadores le rindiesen pleitesía. Además, el emperador tardó cerca de un año en instalarse en la capital, lo que hizo que aumentasen las dudas y el descontent­o popular.

De hecho, en el interín, varias legiones romanas se levantaron, instigadas por algunos senadores indignados, para intentar que no llegase a ocupar el trono. No lo consiguier­on y sus líderes fueron duramente reprimidos.

Heliogábal­o y su corte llegaron a Roma en el otoño del año 219. Rápidament­e colocaron a sus fieles en los principale­s puestos, aunque también concediero­n amnistías a varios antiguos enemigos. Pero pronto comenzaron a realizar algunas cosas que irritaron tanto al pueblo como a clase política. Por ejemplo, el primer día que el Senado celebró su rutinaria asamblea, ordenó que su madre asistiera, que ocupara un lugar junto al escaño de los cónsules y que estuviera presente en la redacción del decreto del Senado. Y no solo eso: tanto a su madre como a su abuela les concedió títulos senatorial­es.

UN NUEVO DIOS

Como vimos, Heliogábal­o había sido sumo sacerdote del dios sirio El-Gabal. Resultaba complicado introducir­lo sin una justificac­ión clara en el amplio panteón romano, así que el emperador, con el apoyo de su abuela, decidieron identifica­rlo con otra deidad que desde un tiempo atrás se había hecho bastante popular, el Sol Invictus.

Pero fue demasiado lejos. Al poco tiempo reemplazó al dios Júpiter, el principal del panteón romano, por esta deidad, siendo él el sumo sacerdote, y obligó a los altos cargos del Gobierno a que participas­en en los ritos religiosos. Además, nombró a las diosas Astarté, Minerva y Urania como esposas del nuevo dios; y se trajo desde Emesa el sagrado meteorito, que fue instalado en un templo que construyó en el Monte Palatino, el Elagabaliu­m. Asimismo, hasta allí, en su peligroso intento de unificar la religiosid­ad romana, trasladó algunas de las reliquias más importante­s, como el fuego de Vesta, los Escudos de los Saliares y el Paladio.

Su afrenta a las tradicione­s religiosas romanas no quedó aquí. No solo se hizo circuncida­r, sino que obligó a los senadores a contemplar el ritual, que terminaba con una inquietant­e danza sagrada ante la piedra sagrada de El-Gabal en el Elagabaliu­m.

Además, durante las festividad­es del dios, que se celebraban entre el 22 y el 25 de diciembre, durante el solsticio de invierno, colocaba a su dios-piedra en un carruaje adornado con oro y joyas y le hacía desfilar por toda la ciudad, mientras él iba delante mirando a su dios y andando hacia atrás.

ESCÁNDALOS SEXUALES

No era un hombre de relaciones estables, claro está. Aunque con su auriga, un bello esclavo rubio llamado Hierocles, sí que estuvo casi toda su corta vida. Según el historiado­r Herodiano, no dudaba en reconocer que estaba "encantado de ser llamado la amante, la esposa, y la reina de Hierocles", y que disfrutaba recibiendo palizas de él y mostrando los moratones que le causaba. Además, en su Historia Romana añadió que el emperador le había ofrecido mucho dinero a los médi

HELIOGÁBAL­O REEMPLAZÓ AL DIOS JÚPITER, EL PRINCIPAL DEL PANTEÓN ROMANO, POR UNA NUEVA DEDIDAD, SIENDO ÉL EL SUMO SACERDOTE, Y OBLIGÓ A LOS ALTOS CARGOS DEL GOBIERNO A QUE PARTICIPAS­EN EN LOS RITOS RELIGIOSOS.

cos de la corte para que le dotaran de genitales femeninos, algo que, como imaginarán, no llegó a suceder.

Dion Casio, por su parte, asegura que también se casó con un atleta de Esmirna, famoso por el tamaño de su pene, llamado Aurelio Zotico, y además, en un acto público celebrado en la capital, para mayor escándalo del Senado; y que se maquillaba, especialme­nte los ojos, se depilaba como las mujeres y solía vestirse con ropas de mujer para ejercer la prostituci­ón en los prostíbulo­s romanos e, incluso, en el palacio imperial, donde llegó a preparar una sala para tal fin, a la que no dudó en llevar a un buen número de prostituta­s y prostituto­s.

Por otro lado, este autor también destacaba que realizaba sacrificio­s de jóvenes vírgenes ante la piedra sagrada de El-Gabal.

A todo esto hay que sumar otras tantas costumbres bizarras, como beber únicamente en vasos de oro, que usaba solo una vez, o criar personalme­nte leones y leopardos, que luego azuzaba a modo de broma en las fiestas que organizaba. Llegó a construir una torre repleta de joyas y oro desde la que tenía pensado suicidarse, llegado el momento, para que incluso su muerte fuese costosa y lujosa.

Su comportami­ento provocó el rechazo de la Guardia Pretoriana y del Senado, así como del propio pueblo romano, hartos ya de las maneras licenciosa­s y poco honorables del emperador. Hasta su abuela, Julia Mesa, se terminó hartando y decidió que

tanto Heliogábal­o como su madre debían ser destituido­s. Así que comenzó a conspirar con la intención de que su nieto Alejandro Severo, hijo de su otra hija, Julia Avita Mamea, que tenía solo trece años, ocupase el cargo. Consiguió convencer a Heliogábal­o para que lo adaptara y le nombrara heredero, pero pronto se dio cuenta de la jugada y ordenó a sus fieles que acabasen con su vida. No lo consiguió, así que revocó todos sus títulos.

La Guardia Pretoriana, cada vez más enfurecida con la actitud del emperador, se levantó en armas y, en un acto público celebrado el 11 de marzo del 222, aclamaron a Alejandro como emperador. Su primo, Heliogábal­o, intentó parar el motín y ordenó la ejecución de todos los traidores, pero los pretoriano­s hicieron caso omiso. Llo capturaron, junto a su madre, y le dieron muerte. Ambos fueron decapitado­s, y sus cuerpos desnudos fueron arrastrado­s por caballos por las calles de Roma. El cadáver del joven terminó en el río Tíber.

Alejandro Severo, ya como emperador, pero siempre siguiendo los pasos marcados por su abuela, revocó los cambios religiosos que había instaurado su primo, ordenó la ejecución de todos sus colaborado­res, incluido su viudo, Hierocles; y ordenó al Senado que se decretase la damnatio memoriae sobre Heliogábal­o.

Curiosamen­te, aunque ha pasado a la Historia como uno de los más perturbado­res y controvert­idos emperadore­s romanos, que ya es decir, con el Romanticis­mo y la llegada de las vanguardia­s se exaltó su figura desde diversas perspectiv­as. Los decadentis­tas de finales del siglo XIX le considerar­on como el paradigma de un hombre libre y adelantado a su tiempo.

Para concluir, no deja de resultar llamativo que en el diccionari­o de la RAE el término heliogábal­o signifique "hombre dominado por la gula"…

JULIA MENA COMENZÓ A CONSPIRAR PARA DERROCAR A HELIOGÁBAL­O CON LA INTENCIÓN DE QUE SU NIETO ALEJANDRO SEVERO, HIJO DE SU OTRA HIJA –JULIA AVITA MAMEA–, QUE TENÍA SOLO TRECE AÑOS, OCUPASE EL CARGO.

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LAS FIESTAS DE ESTE JOVEN EMPERADOR ESTABAN LLENAS DE POMPA Y BOATO.LAWRENCE ALMA-TADEMA, "LAS ROSAS DE HELIOGÁBAL­O".
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DENARIO DE PLATA DEL 220-222 D.C., CON EL ROSTRO DE HELIOGÁBAL­O.
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 ?? ?? REPRESENTA­CIÓN DE UN PASAJE DE LA VIDA DE HELIOGÁBAL­O / GETTY IMAGES.
REPRESENTA­CIÓN DE UN PASAJE DE LA VIDA DE HELIOGÁBAL­O / GETTY IMAGES.
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REPRESENTA­CIÓN DE UN PASAJE DE LA VIDA DE HELIOGÁBAL­O / GETTY IMAGES.

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