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EL PRIMER EUROPEO QUE CRUZÓ ÁFRICA

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LA VIDA DE DAVID LIVINGSTON­E FUE ÚNICA. GRACIAS A SU ESPÍRITU DE AVENTURERO SE CONVIRTIÓ EN EL MÁS LEGENDARIO, EL MÁS ATÍPICO Y, SIN DUDA, EL MENOS PRESUNTUOS­O DE TODOS LOS EXPLORADOR­ES AFRICANOS DEL SIGLO XIX. SU

NOMBRE ESTÁ LIGADO A UN SINFÍN DE GESTAS QUE LE CONVIRTIER­ON EN UN AUTÉNTICO HÉROE DE LA INGLATERRA VICTORIANA.

DURANTE DÉCADAS, TANTO LAS MONARQUÍAS IBÉRICAS COMO LA NOBLEZA Y LA IGLESIA ENTREGARON BIENES Y DINERO EN DONACIONES A LA NUEVA ORDEN.

Como en el caso del Temple, los primeros caballeros hospitalar­ios procedían del sur de Francia, en concreto de la abadía de Saint Giles, un lugar de importanci­a estratégic­a fundamenta­l, próximo a Marsella, y desde donde la Orden podía actuar en el Mediterrán­eo y conectar con Tierra Santa. No es extrañar, por lo tanto, que la primera presencia sanjuanist­a demostrada estuviera en Cataluña, tal vez desde 1108. La reina Urraca de Castilla entregó poco después a la Orden la abadía y la aldea salamantin­a de Paradinas de San Juan, en 1113, y tres años después la comarca de Guareña, que se convertirí­a en uno de los enclaves principale­s de la Orden en la Corona de Castilla. En el reino de Aragón hay pruebas de su presencia, al margen de la evidencia catalana, en torno a 1125. Unido al asentamien­to de hospitalar­ios en Navarra antes de julio de 1122, significa que la implantaci­ón de la Orden en los reinos españoles en los decenios previos a la mitad del siglo XII era un hecho. Durante las décadas siguientes tanto las monarquías ibéricas, como la nobleza y la Iglesia entregaron bienes y dinero en donaciones a la nueva Orden, incluido por supuesto el famoso testamento a favor de Dios que hizo en 1131 Alfonso I el Batallador durante el asedio de Bayona al no tener herederos, y que entregaba los reinos de Aragón y Navarra a las órdenes del Temple, el Hospital y el Santo Sepulcro. Ni qué decir tiene que esa decisión, aunque fue corroborad­a por el monarca en Sariñena a primeros de septiembre de 1134, poco antes de fallecer el día 7 a causa de las heridas recibidas durante el asedio de Fraga, el 17 de julio de ese mismo año, no fue aceptada ni por la nobleza aragonesa ni por la navarra. Los aragoneses llegaron al acuerdo de que le sucediera su hermano Ramiro, que reinó como Ramiro II el Monje –fue exclaustra­do para que contrajera matrimonio con Isabel de Poitou. De la unión nació Petronila, que al casar con Ramón Berenguer IV dio origen a que reino y el condado quedaran bajo un mismo cetro–, mientras que en Navarra eligieron como soberano a García Ramírez el Restaurado­r, hijo del infante don Ramiro, que estaba casado con una hija de Rodrigo Díaz de Vivar. Para solucionar el problema, en 1140 viajó a Occidente Raimundo de Puy como representa­nte de las tres órdenes en las negociacio­nes sobre la anulación del testamento del monarca. Su presencia fue muy importante para el destino de San Juan en España. Tras largas conversaci­ones la Orden aceptó hacia el 16 de septiembre renunciar a sus derechos a favor de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, convertido en rey de Aragón por su

matrimonio con Petronila, hija de Ramiro II, a menos que el nuevo monarca muriera sin hijos. A cambio, se le debían de entregar donaciones y tierras que la compensara­n. En Aragón recibió los derechos que ejercía la Corona sobre los habitantes y bienes en propiedade­s de Jaca, Huesca, Barbastro y Zaragoza, así como de Daroca y Calatayud, incluidos todos los castillos y villas del reino con más de una treintena de campesinos, pero no ocurrió lo mismo en Navarra, donde la Santa Sede no reconocía al reino como entidad independie­nte y soberana. Gracias a eso, tanto los monarcas navarros como la nobleza ofrecieron una gran resistenci­a a realizar a la Orden donaciones, entregas de propiedade­s o dinero. En cualquier caso, a partir de este momento se prodigaron los donativos por parte de los fieles de todas las categorías sociales, impulsados por la obligación y los beneficios espiritual­es que les deparaba la Orden. En 1144 el rey Alfonso VII concedió a los sanjuanist­as el castillo de Olmos, un puesto avanzado del reino de Toledo en la frontera con los musulmanes, pues se trataba de una fortaleza que vigilaba el acceso a la cuenca del Guadarrama. Cuatro años después, en 1148, la Orden de San Juan participó en su primera acción militar en España. Fue durante el sitio de Tortosa, que terminó en manos del rey de Aragón. El 24 de junio de 1158, el papa Adriano IV confirmó el acuerdo a petición de Ramón Berenguer, pero fue, sobre todo, con Alfonso II de Aragón, en la segunda mitad del siglo XII, cuando se registró el mayor auge de los dominios sanjuanist­as en tierras aragonesas, lo que marcó el inicio de varias encomienda­s. También recibieron de la realeza una serie de privilegio­s y exenciones fiscales, extensible­s a todos sus dominios en Aragón. Los hospitalar­ios aragoneses, en su calidad de monjes soldados, participar­on en algunas empresas de la Corona; no obstante, su labor principal fue colonizar el territorio aragonés. En la dinámica de ese proceso constituyó un elemento primordial la concesión de cartas pueblas, un documento mediante el que los reyes cristianos y señores laicos y eclesiásti­cos de la Península ibérica otorgaban una serie de privilegio­s a grupos poblaciona­les, con el fin de que durante la Reconquist­a se instalaran en ciertas zonas de interés económico o militar. Se pretendía así asegurar las nuevas fronteras a través del asentamien­to de una población guerrera y campesina; y revitaliza­r las tierras conquistad­as a los musulmanes, fomentando la creación de nuevas fuentes de riqueza que aumentaría­n los recursos de la hacienda real. Además, eso servía a los reyes como instrument­o político de equilibrio frente al poder señorial, al permitir que se generaran núcleos urbanos conformado­s por hombres libres, que hacían las veces de una tercera fuerza entre los señores y los monarcas.

Dentro de la actividad económica que los sanjuanist­as realizaron gracias a las cartas pueblas hay que señalar la plantación de viñedos, puesta en cultivo de landas, mejoras en el sistema de riegos y potenciaci­ón de nuevas fuerzas hidráulica­s, además de la creación de molinos y apertura de mercados. Las cuentas aumentaban, y no se tardó en ampliar las actividade­s a la custodia de objetos de valor, préstamos a la realeza o a los particular­es, desempeño de fincas y otras operacione­s financiera­s. Gracias a los beneficios obtenidos, los hospitalar­ios terminaron por conseguir en España prioratos propios.

El patrimonio de los bienes de San Juan se gestionaba en todos los países europeos a través de la fórmula del priorato, que no era más que una circunscri­pción territoria­l en la cual se situaba un representa­nte de la Orden, que tenía precisamen­te ese nombre: prior. Ya durante la mayor parte del siglo XII, las propiedade­s y dependenci­as de la Orden que había en los reinos de España dependían del priorato de Saint Gilles, en la Occitania francesa, pero según aumento su importanci­a en la Península, se fueron constituye­ndo los prioratos que regirían y controlarí­an los territorio­s bienes y haciendas de la orden en las coronas de Castilla y Aragón y en los reinos de Navarra y Portugal.

El primero en nacer fue el de Castilla y León, que aparece ya documentad­o en 1135. Le siguió el de Portugal, en 1140, y el de los reinos de Navarra y Aragón en 1144. Antes de terminar el siglo XII los sanjuanist­as ya tenían en funcionami­ento en Navarra las encomienda­s de Sangüesa, Iracheta-Leache, Cizur Menor-Olaz, Bargota –entre Puente la Reina y Mañeru–, Cahués –en la actualidad despoblado–, Echávarri-Zufía, Melgar –entre Sansol y El Busto–, Falces, Casanueva-San Adrián, Tudela, Calchetas, –en el término actual de Cascante– y Cabanillas-Fustiñana-Buñuel. En los dos siglos siguientes sus posesiones se ampliarían hasta controlar 14 villas, 21 iglesias y heredades diseminada­s en más de 250 lugares del reino.

El priorato de Cataluña, territorio de la corona de Aragón, pasó a denominars­e Castellaní­a de Amposta. Aparece citado por primera vez en 1149 en un documento mediante el que Ramón Berenguer IV cede a los hospitalar­ios el castillo de la población y toda su comarca.

En 1177, Amposta pasó a controlar solo los territorio­s de la corona de Aragón, es decir el principado de Cataluña y el propio Aragón –Valencia aún seguía en manos musulmanas–, con lo que quedó Navarra como una circunscri­pción separada.

Faltaban todavía tres siglos para que los musulmanes abandonara­n de manera definitiva la Península y los hospitalar­ios ya estaban bien instalados en ella. Les resultaría una buena inversión.

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 ?? ?? ERMITA DE SAN NICOLÁS DE PUENTE FITERO. LA POSICIÓN ESTRATÉGIC­A JUSTIFICA DE NUEVO LA PRESENCIA DE LA ORDEN MILITAR, QUE ELEGÍA PARA CONSTRUIR SUS CASAS Y HOSPITALES LUGARES PRÓXIMOS A PUENTES –EN ESTE CASO SOBRE EL PISUERGA, PARA CONTROLAR LOS ACCESOS Y PEAJES A TIERRA DE CAMPOS– O SITUADOS A LA SALIDA O ENTRADA DE LAS CIUDADES Y VILLAS ATRAVESADA­S POR EL CAMINO.
ERMITA DE SAN NICOLÁS DE PUENTE FITERO. LA POSICIÓN ESTRATÉGIC­A JUSTIFICA DE NUEVO LA PRESENCIA DE LA ORDEN MILITAR, QUE ELEGÍA PARA CONSTRUIR SUS CASAS Y HOSPITALES LUGARES PRÓXIMOS A PUENTES –EN ESTE CASO SOBRE EL PISUERGA, PARA CONTROLAR LOS ACCESOS Y PEAJES A TIERRA DE CAMPOS– O SITUADOS A LA SALIDA O ENTRADA DE LAS CIUDADES Y VILLAS ATRAVESADA­S POR EL CAMINO.

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