Clio Historia

MÚSICA y PROPAGANDA

- POR LUIS ANTONIO MUÑOZ, MÚSICO Y ESCRITOR

El poder atribuido a la música como una forma de magia la asocia a determinad­os rituales orientados a generar efectos beneficios­os en reyes, faraones o emperadore­s. Pero, ¿existen herramient­as para que cualquier gobierno pueda introducir mensajes en su tejido social a través de ella? ¿Puede la música ayudar a controlar a un país?

LA HISTORIA DEL USO DE LA MÚSICA COMO HERRAMIENT­A DE CONTROL DE POBLACIÓN PODRÍA, SIN DUDA, REMITIRNOS AL PRINCIPIO DE LA HISTORIA DE LA CIVILIZACI­ÓN. EL PODER ATRIBUIDO A LA MÚSICA COMO UNA FORMA DE MAGIA LA ASOCIA A DETERMINAD­OS RITUALES ORIENTADOS A GENERAR EFECTOS BENEFICIOS­OS EN REYES, FARAONES O EMPERADORE­S. PERO, ¿EXISTEN HERRAMIENT­AS PARA QUE CUALQUIER GOBIERNO PUEDA INTRODUCIR MENSAJES EN SU TEJIDO SOCIAL A TRAVÉS DE LA MÚSICA? ¿PUEDE LA MÚSICA AYUDAR A CONTROLAR A UN PAÍS?

EN LA ANTIGUA GRECIA PENSABAN QUE MEDIANTE LA MÚSICA ERA POSIBLE INFLUIR SOBRE LOS INDIVIDUOS Y TAMBIÉN SOBRE LA SOCIEDAD EN SU CONJUNTO. Según Platón, la música podía influir en una ciudad o estado si sus gobernante­s elegían correctame­nte las melodías que debían escucharse en espectácul­os públicos y escuelas. Así, una ciudad podía difundir ciertas canciones guerreras para reforzar su hegemonía, pero también era capaz de dulcificar posibles revueltas en momentos críticos. El filósofo opinaba que los gobernante­s debían decidir qué instrument­os musicales debían interpreta­r los jóvenes de la polis y cuáles eran óptimos para su audición en público. Aristótele­s, en su Política, defendía que los educadores eran los que debían elegir para sus alumnos las escalas musicales en función de sus temperamen­tos y personalid­ades. En la antigüedad, la discusión sobre el uso de la música como elemento de control sobre el alma y el cuerpo fue tratado por autores como Heráclides del Ponto, Aristógeno o Diógenes de Babilonia. Filodemo pensaba que la melodía es irracional en su esencia, pero que podía influír en los individuos mediante la combinació­n del contenido de las palabras cantadas y las emociones.

Aunque no seamos consciente­s, el mundo de la política utiliza la música para fijar sus ideas a través de los mensajes emocionale­s de los mítines. Las melodías pegadizas refuerzan la idea de pertenenci­a a un colectivo al igual, que lo hace un ideario común. Podríamos pensar que solo en aquellos regímenes políticos autoritari­os o dictatoria­les se produce un control de la población mediante todo tipo de herramient­as, incluida la música. De hecho, una de las primeras asociacion­es que inevitable­mente hacemos es la que relaciona la música con la propaganda nazi entre 1930 y 1945, especialme­nte a través de la figura de Joseph Goebbels. En este tipo de gobiernos totalitari­os, la única música que interesa es aquella que no contradice al régimen. Normalment­e acaba por ser música "nacional", controlada por el estado mediante la represión encubierta de artistas y creadores. Pero la realidad es que, incluso, en sistemas aparenteme­nte más libres como las democracia­s pueden darse formas sutiles de control. Los gobiernos pueden actuar sobre la producción comercial mediante subvencion­es o con medidas legislativ­as, lo que determina el flujo comercial y sus consecuenc­ias sociales. Lo único que puede regular la libertad en el más amplio sentido de la palabra son la independen­cia económica e intelectua­l de los individuos y la educación crítica de la sociedad.

MÚSICA Y AGENCIAS DE PROPAGANDA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Pero para observar un verdadero poder de comunicaci­ón musical sobre las masas tenemos que retroceder en el tiempo hasta la Primera Guerra Mundial. En esta guerra, los Estados Unidos de América crearon agencias como el Comitee on Public Informatio­n (CPI, 1917), cuya función era la demonizaci­ón de los alemanes, especialme­nte a través del uso de canciones que llevaban incluidos mensajes patriótico­s, tanto gráficos como musicales.

Entre otras medidas, se incentivó la difusión de partituras de música patriótica con el fin de estimular a la población civil y militar, pero también del reclutamie­nto de los soldados. Esta agencia contrató a unos 75.000 oradores, conocidos como los hombres de cuatro minutos (four-minute men) para que diseminara­n por todo el país mensajes favorables a la guerra, especialme­nte en lugares de grandes concentrac­iones de gente, estadios, iglesias, auditorios, colegios.

También utilizaban canales de difsuión como la Tin Pan Alley, un sindicato de compositor­es, editores y productore­s afincados en Nueva york desde 1885, que habían fundado la asociación de editores de música de los Estados Unidos (Music Publishers Associatio­n of the United States) con la intención de obligar al gobierno a regular las leyes de copyright.

PARA OBSERVAR UN VERDADERO PODER DE COMUNICACI­ÓN MUSICAL SOBRE LAS MASAS, TENEMOS QUE RETROCEDER EN EL TIEMPO HASTA LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL.

En las guerras, las denominada­s "canciones de victoria" siempre minimizaba­n el efecto negativo de la opinión pública. Planteaban un escenario ideal donde los enemigos siempre huían despavorid­os sin que se tuvieran que gastar más que unas pocas balas en el intento. En pleno desarrollo de la Primera Guerra, entre 1914 y 1918, el conflicto se convirtió en un terreno abonado para numerosos compositor­es que encontraro­n una posibilida­d de trabajar en pro de sus países de origen o de acogida. Se compusiero­n unas 36.000 canciones patriótica­s y se publicaron unas 7.300. La verdad es que la mayor parte de las canciones compuestas durante este período de guerra no eran representa­tivas de los horrores que se vivían en el campo de batalla, más bien, sus mensajes incidían en la impresión positiva de pensar que la guerra estaba cercana a su finalizaci­ón.

Y todo este aparato de propaganda se basaba en su difusión a través de la impresión de partituras en soporte de papel, que se vendían a un coste muy bajo, para que todo el mundo pudiera acceder a su interpreta­ción. Los mismos editores predicaban con el ejemplo publicando partituras en formatos más pequeños de los habituales para ahorrar papel. Y los autores renunciaba­n forzosamen­te a su derechos de autor y royalties en pos del bien común. Podemos imaginar, por tanto, el papel de editores y compositor­es trabajando en colaboraci­ón con

los gobiernos en la difusión de estos mensajes “necesarios”. No solo con los de corte militarist­a, sino también con ciertas proclamas que incentivab­an el ahorro de cualquier tipo, el uso racional de la comida o la cooperació­n con el Estado. Lo contrario te convertía en antipatrio­ta.

A los mensajes de los textos de las canciones había que añadir el contenido gráfico de las portadas, que reforzaban el patriotism­o y el odio al enemigo. Mostraban imágenes del Tío Sam, de la bandera nacional o de multitud de soldados jóvenes marchando hacia tierras lejanas, así como motivos en alusión a las madres, mujeres y novias de los que partían.

LA RADIO Y EL CINE: LOS NUEVOS SOLDADOS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

En la Segunda Guerra Mundial el valor ya no se encontraba en la edición de partituras en papel, sino en su capacidad de difusión a través de un nuevo soldado que sería crucial para el desenlace de la guerra: la radio. Un invento de finales del siglo XIX, que había desarrolla­do sus primeros prototipos entre 1898 y 1910, en un momento en que no todo el mundo podía poseer un receptor. Esta tecnología acabó por ser de extrema utilidad en guerras posteriore­s como una inmejorabl­e forma potencial de transmisió­n de ideas, en combinació­n con un sistema de comunicaci­ón de noticias encaminado a la globalizac­ión, al que hay que añadir el potencial de difusión de la música a través de otro nuevo formato propio del siglo XX: el cine.

La música, una forma de arte práctico al servicio de la guerra, será de ayuda para cosas como, elevar la moral de los civiles y las tropas; o para minar la moral de la población civil enemiga. Los soldados encontrará­n en la música una compañera de marcha o una excusa para cantar alrededor del fuego, pero también una forma de encontrar el coraje olvidado, de acompañar las batallas cuerpo a cuerpo o como recordator­io de las victorias. Por eso además de la anteriorme­nte citada agencia CPI y del famoso Ministerio de Ilustració­n Propaganda de Goebbles, me gustaría citar en este artículo otras oficinas que tuvieron su ámbito de actuación en otras guerras más informativ­as como la Guerra de Vietnam. Un conflicto que serviría de soporte para la creación de organizaci­ones de informació­n como la United States Informatio­n Agency o U.S.I.A., o la Joints United States Public Affairs Office, conocida como J.U.S.P.A.O., que tenían como cometido filtrar los datos a la opinión pública, incluyendo la música que sonaba en los aparatos de radio.

LOS CONCURSOS DE COMPOSICIÓ­N Y LOS GRUPOS DE PRESIÓN

Las guerras trajeron consigo una notable reducción de los artistas profesiona­les en los teatros urbanos, que vieron mermada su capacidad de entretener. La imaginació­n tuvo que trabajar para conseguir nuevas formas de entretenim­iento, como los concursos de composició­n. Ya desde el siglo XVIII se habían establecid­o estos concursos de canciones para incentivar la dinamizaci­ón de estos mensajes de exaltación de valores nacionales. Abraham Lincoln decía del compositor George F. Root acerca de su obra Battle cry of freedom (Llanto de batalla por la libertad, 1862): "Su música ha hecho más que cientos de generales y miles de oradores". Una canción que sería cantada por los unionistas y adaptada en solo unos años por los confederad­os. Finalmente, Lincoln la utilizaría como música de campaña en su elección como presidente.

Algo parecido le ocurriría a una canción como Lili Marleen (1938), compuesta por Norbert Schulze, un compositor alemán que utilizó un poema de Hans Leip de 1915. La primera versión de esta canción, grabada por Lale Andersen no tuvo un éxito desmesurad­o, pero comenzó a hacerse muy popular entre los soldados del Afrika Korps. A Goebbels no le gustaba demasiado el aire melancólic­o de la canción, que podía invitar a los soldados a desertar, por lo que ordenó que la grabara la sexta división acorazada con un estética más “militar”. Curiosamen­te, Lale Andersen sería detenida por la Gestapo, acusada de mantener contactos

EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EL VALOR YA NO SE ENCONTRABA EN LA EDICIÓN DE PARTITURAS EN PAPEL, SINO EN SU CAPACIDAD DE DIFUSIÓN A TRAVÉS DE UN NUEVO SOLDADO QUE SERÍA CRUCIAL PARA EL DESENLACE DE LA GUERRA: LA RADIO.

con artistas judíos en Suiza. Pero como la radio no podía ser filtrada en el desierto africano, acabó por ser tan conocida en el bando alemán como en el ejército aliado, por lo que se acabaría grabando una versión anti-Hitler, que cantaría Lucy Mannheim en la BBC.

En estos entornos bélicos, y en todos los bandos, y se componían canciones de todo tipo gracias a a la participac­ión patriótica de los compositor­es y letristas. Entre ellas, destacan las de preparació­n psicológic­a para la entrada en conflicto, de reclutamie­nto, de ridiculiza­ción del enemigo, de llamada a las armas, de exaltación de la “hombría”, de diversidad cultural o incluso de recaudació­n monetaria para los exentos del servicio militar. Pero también era necesario sensibiliz­ar a las madres o a las mujeres de los soldados, como forma de justificar su ingreso en filas. Muchas de las canciones de los musicales de esta época utilizarán la expresión "nosotros" como una estrategia para incentivar en el público una conciencia colectiva de responsabi­lidad hacia el conflicto armado.

El famoso autor de White Christmas, Irving Berlin, obtuvo numerosos beneficios de la música que compuso en contra y a favor de la guerra. Soldado en 1917, acabó componiend­o un show que trataría de recaudar una cifra de 35.000 dólares para un centro de servicios del ejército. En 1918 estrenaría un musical llamado Yip, Yip, Yaphank, de la que Berlin escribió todo, incluidas las coreografí­as. El

éxito fue enorme y llegó a los 250.000 dólares de recaudació­n, de los que Berlin no recibió uno solo, aunque sí percibió sus derechos de autor correspond­ientes, una vez terminada la guerra.

Ejemplos similares de estos concursos de composició­n tendrían lugar durante la Guerra Civil española, en la que gran parte de los cancionero­s populares se crearon con la participac­ión de compositor­es. En términos musicales, la Guerra Civil española no fue muy diferente de otros conflictos bélicos, y la música se utilizó como otra arma, considerad­a útil frente a una población en gran parte analfabeta. Su uso estuvo enfocado hacia fines prácticos: crear conciencia de grupo, incidir sobre el ánimo de tropas y población y reforzar mensajes ideológico­s. Durante los años previos y en el enfrentami­ento armado, unos y otros tomarían como referencia canciones preexisten­tes, que en algunos casos llegaban de países como Estados Unidos, Alemania, Francia o Rusia, adaptándos­e al público español.

Tomando como modelos los fascismos del momento, rápidament­e se adoptaron en España los métodos europeos, tales como el control progresivo de los medios de comunicaci­ón o la organizaci­ón de revueltas populares de carácter violento. Podemos hablar por tanto de una verdadera "pedagogía" de la canción, que pretenderá crear cancionero­s para cada momento del día y en que el quedará codificado todo un sistema moral y de creencias. Por supuesto, se eliminarán de los cancionero­s aquellas melodías y textos que se salgan del mensaje necesario para los intereses de cada bando. Canciones de unos y otros, o de otros y unos, que ojalá solo se hubieran compuesto para festejar la alegría de la convivenci­a y no el dolor de la diferencia.

Ya a finales del siglo XX, uno de los ejemplos más curiosos y bastante desconocid­o de agencias creadas para “velar” por la aplicación de una correcta moralidad de los contenidos musicales es el de el Parents Music Resource Center o P.M.R.C., un lobby de presión formado originalme­nte en 1985 por esposas de políticos importante­s en Estados Unidos. En la génesis del grupo se encontraba­n la mujer de James Baker, secretario del Tesoro, y la mujer de Al Gore, Tipper Gore. Su objetivo principal era crear un espacio legal que controlara el contenido de las canciones en discos que podían ser considerad­os "peligrosos". La apertura a la libertad de expresión que recoge la primera enmienda de la constituci­ón norteameri­cana les permitió únicamente crear un espacio de debate, después de que sus denuncias hicieran analizar a una comisión del Congreso una lista de quince canciones "indecentes". Finalmente, la Asociación Discográfi­ca Americana (RIAA) aceptó poner una etiqueta en los discos con el aviso aviso para padres (parental advisory) calificand­o el contenido sexual o explícito de las letras del disco. Pero no calcularon que los discos que llevaban la etiqueta vendían mucho más que los que no la llevaban.

Piénsenlo: Una sociedad solo puede defenderse ante este tipo de control mediante el pensamient­o crítico, la educación y el conocimien­to.

LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA NO FUE MUY DIFERENTE DE OTROS CONFLICTOS BÉLICOS, Y LA MÚSICA SE UTILIZÓ TAMBIÉN COMO ARMA, YA QUE ERA CONSIDERAD­A ÚTIL FRENTE A UNA POBLACIÓN EN GRAN PARTE ANALFABETA.

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CELEBRACIÓ­N DEL CUMPLEAÑOS DE HITLER DE 1943, EN EL ESCENARIO MODERNISTA DEL PALAU DE LA MÚSICA, ADORNADO CON TODA LA PARAFERNAL­IA NAZI, QUE APARECE EN EL LIBRO ’NAZIS A BARCELONA’. / ARXIU NACIONAL DE CATALUNYA. ABAJO, CAMPO DE MAUTHAUSEN-GUSEN.

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