Comparamos Mazda 6 2.2 SkyActiv-D / Opel Insignia ST 2.0 CDTi / VW Passat Variant Sport 2.0 TDI
La inercia de los SUV es tan fuerte que prácticamente han hecho caer en desgracia a las berlinas grandes. Pero, lejos de dejar morir esta categoría, los fabricantes siguen ofreciendo productos de sofisticación y eficacia creciente, con el atractivo añadido de un dinamismo superior.
La posición de conducción elevada, esa sensación de seguridad al mirar a otros coches desde una perspectiva superior y una facilidad de acceso y salida más cómodos, especialmente para personas de agilidad limitada como mayores o niños pequeños, resumen básicamente las diferencias entre los SUV frente a sus alternativas de carrocería tradicional. Sin embargo, lejos de suponer una limitación, un centro de gravedad más bajo hace que las berlinas, especialmente en sus carrocerías de tipo Wagon, puedan ser las opciones elegidas para un núcleo suficiente de público que valora tanto ir sentado más cerca del suelo como poder beneficiarse de una plataforma rodante más amplia y generosa que, por si fuera poco, va a favorecer disponer de una mejor capacidad interior. Y eso sin el condicionante de tener que levantar cualquier carga casi 20 cm extras en el caso de querer cargar algo en el techo de un SUV.
Hemos decidido comparar la última gran berlina en renovarse, el Mazda 6, con dos propuestas tan interesantes como el Opel Insignia de segunda generación y la referencia que siempre es el Volkswagen Passat. Se trata de un trío excepcional en términos de continente y contenido, de la conducción, y de lo que tiene que ver con conectividad y ayudas a la conducción.
El japonés es el más moderno tras su puesta al día. Ésta ha ido más allá de lo estético y ha pasado por elementos que afectan a la seguridad activa, incrementan su efectividad —como el renovado
G-Vectoring— y llevan mejoras a los motores, especialmente a los diésel, que mantienen su estructura de doble turbo pero modificando el mayor, con geometría variable, sodio en las válvulas de escape, nuevos mecanizados interiores y un catalizador SCR que refuerza su lugar de privilegio entre los diésel. Sin embargo, las sutiles transformaciones estéticas hacen que no parezca tan innovador como el Opel Insignia y conserva algunas de las limitaciones que mantenía, como un acceso trasero menos favorable que en sus rivales.
El Opel estrenó su segunda generación ya hace varios meses y a pesar de ello sigue aparentando novedad absoluta. A pesar de haber aumentado enormemente en dimensiones y rozar los 5 m de longitud, es
Las berlinas familiares representan la mejor alternativa posible a los grandes SUV
más ligero que antes y sigue alineado con sus rivales a pesar de su mayor tamaño, facilitando una buena prestación en términos de dinamismo y eficacia de consumo.
Sus dimensiones dan pie a una habitabilidad de primera, aunque no alcanza los extremos del Volkswagen Passat, capaz de rentabilizar cada centímetro de carrocería de manera ejemplar. No en vano, ofrece un espacio para las piernas de los pasajeros traseros excepcional: nada menos que 5 cm más que el Opel y ¡10 más que el Mazda! Pero es que también cuenta con el mejor acceso trasero y todo ello sin renunciar a un buen espacio de carga. De hecho su maletero es el de mayor capacidad del trío.
Sorprende que el Opel se sitúe a la cola del pelotón en cuanto a capacidad, especialmente si tenemos en cuenta que al abatir los respaldos traseros su zona de carga es claramente más larga que en los demás, seguido por el Volkswagen. Se explica por la escasa altura desde el suelo del maletero a la cortinilla, e iguala con el japonés en cuanto a facilidad de carga, de nuevo también ligeramente por detrás del Passat, caracterizado además por presumir de tener un plano de acceso más bajo, la apertura más grande… y tener el tirador a más de 1,90 m, casi 6 cm más que sus rivales, lo que podría ponérselo difícil a personas de poca estatura.
Ambición dinámica
Cada uno de los tres es capaz de encontrar su espacio priorizando unas cualidades sobre otras. Así, el Opel se muestra como el de comportamiento más burgués, algo acentuado por su suspensión adaptativa, que ni siquiera en el modo Sport se mostrará extraordinariamente rígida —si bien facilita que se le note mucho más sujeto y con menor balanceo en curvas—. Puede
que no resulte instantáneo en sus reacciones ante cambios de apoyo fuertes, pero tampoco nos sorprenderá con una protesta o un mal gesto fácilmente. Se muestra en todo momento como un coche sobrio, sin estridencias, uno de esos que invita a ser conducido de manera relajada, a velocidad constante en vías despejadas donde más se puede apreciar su enorme base rodante. No significa que rehuye el contacto con conductores que ambicionan una conducción rápida, pero no conviene olvidar que estamos ante un coche de casi cinco metros de longitud, con 2,8 m entre ejes, y eso se nota especialmente en carreteras estrechas muy viradas.
Buen equilibrio
El Mazda, por su parte, queda en un punto medio tanto de longitud exterior como de capacidad de carga, y traslada a la berlina familiar el cuño de dinamismo, de reactividad y búsqueda de la precisión en la conducción que la marca japonesa persigue en sus creaciones. Tal vez se nota un punto más artificial, menos natural en sus reacciones que, por ejemplo, en el Passat, pero sí se muestra más reactivo a las indicaciones de acelerador, freno y volante que el Opel y permite unos ritmos de marcha imponentes. Su motor supera en cilindrada al resto y, a pesar de ello, consigue el mejor consumo tanto en ciudad como en carretera… siempre y cuando no lo exprimamos al límite, momento en el que sobresale su potencia adicional, aunque también se vuelve muy sediento. Quedan en evidencia en esos casos los puntos débiles de su cambio automático de «sólo» seis marchas, pues no es tan rápido como los de sus rivales en arrancada y en los sucesivos cambios, aunque también de esa simpleza nace su éxito, ya que le permite ahorrar en las transiciones entre marchas y ganar décimas en aceleración.
¿Y el Passat? No es que el «Dieselgate» haya supuesto el fin de la hegemonía de los TDI y la WLTP los condenara, pero Volkswagen en la actualidad sólo ofrece en el
El Mazda 6 traslada el cuño de dinamismo, reactividad y precisión que la marca japonesa persigue para sus creaciones
Passat la versión de 150 CV. Y lo cierto es que ha aguantado la inferioridad mecánica con bravura y suficiente solvencia, a pesar de encajar más de un segundo tanto en aceleración como si quisiéramos efectuar un adelantamiento. En cualquier caso, se muestra enormemente sólido en sus argumentos, sobre todo frente a las personas de gustos más clásicos. No en vano, la sobriedad y la continuidad aparente que aplica Volkswagen en sus producciones es un argumento buscado deliberadamente, que no esconde una labor excelente en cuanto a conducción.
Además, es el más espacioso y capaz, y el que mayores sensaciones subjetivas de conducción llega a ofrecer, tanto desde la respuesta al acelerador, como por su dirección inmediata e imperturbable, o por unos frenos menos asistidos y más fácilmente dosificables que en sus rivales. Al conducirlo, curiosamente, da la sensación de que es un coche más pequeño de lo que es en realidad —consecuencia de usar la plataforma MQB, siempre con la misma distancia desde los pedales al eje delantero independientemente del tamaño del coche— y exhibe en carretera abierta una manejabilidad más próxima a la de un compacto que a la de una gran berlina, aunque con esa sensación de estabilidad y de calidad que tienen éstas.
Comparten categoría, pero cada uno de estos tres familiares encuentra su espacio priorizando unas virtudes sobre otras para diferenciarse de sus rivales