X, despejada
Despejar la incógnita X es el objetivo de toda ecuación. Y, en este caso, también el nuestro porque buscamos el mejor de los dos SUV compactos de BMW, X1 o X2, utilizando como herramienta para ello las versiones más económicas de ambas gamas: las que usan el diésel de 150 CV y son de tracción delantera.
Del 1 al 6, ya hay X para todos los públicos: según sus gustos, necesidades o economía, un alto porcentaje de compradores pueden elegir su SUV sin salir del concesionario de BMW. La llegada del X2 ha cerrado la oferta X y, ahora, la de la versión de tracción delantera y con el motor «pequeño» diésel, el cuatro cilindros de 2 litros y 150 CV, ha puesto el broche a su gama al establecer el precio de partida para la misma: está disponible desde 35.100 euros.
Con él y el X1, cuya primera generación se comercializó desde 2009 a 2015, hoy se configura la moderna oferta compacta de SUV de BMW. Fabricados en Regensburg (Alemania) —aunque desde hace un año, VDL Nedcar también comenzó la producción del BMW X1 en Born (Holanda)—, ambos utilizan la plataforma modular UKL, compartida con todo los modelos de Mini y los Serie 2 Tourer: se caracteríza por los motores transversales y, con ellos, la tracción delantera como alternativa a la tracción total. Son recursos técnicos menos distintivos que los de otros BMW pero permiten, por ejemplo, contar con mayor espacio longitudinal.
Para el X1 figura la ventaja, a priori, no sólo de tener una gama más larga —contempla algún motor adicional, como el Diesel de 1,5 litros y 116 CV, o la versión de tracción delantera del también diésel 2.0 de 190 CV, no sólo la de cuatro ruedas motrices—, sino también de un precio inferior al X2. Por ejemplo, y ciñéndonos a las versiones que protagonizan este choque, las que llevan el motor de 2 litros turbodiésel en su variante de 150 CV, el X1 sería 1.500 euros más asequible a similitud de equipamiento estándar. Lo curioso es que, y siempre con los precios de tarifa oficiales como punto de partida de la comparación, esa distancia se difumina en el momento en que entran en la ecuación el cambio automático, porque, entonces, prácticamente BMW X1 o X2 costarían lo mismo en esta foto del momento.
El tamaño claro que importa
La búsqueda del mejor de los dos, del X1 o del X2, arranca con las dimensiones de su carrocería, aspecto éste definitivo para establecer las diferencias en el volumen de espacio habitable o carga.
Pudiendo ambos considerarse SUV compactos, el X1 es más largo y alto: 7,7 y 8,6 cm más, respectivamente.
La forma del techo repercute en una diferente efectividad aerodinámica —más allá de que el Cx del X2 sea un poco mejor, 0,28 frente a 0,29; su superficie frontal es menor— pero también tiene otras consecuencias junto a la altura a la que está: en el tamaño del hueco de las puertas, por ejemplo. Es más bajo en el X2, con 5 y 7 cm menos, que en el X1; aunque, por contrapartida, la forma de sus puertas traseras llega incluso a hacerlo algo más grande en la zona de los hombros. De cualquier forma y, por lo general, el acceso es tan cómodo en el X2 como en el X1, pero puede que los ocupantes muy altos lleguen a apreciar las diferencias.
Por el espacio disponible, en las plazas delanteras —y al igual que ocurre con la mayoría de los elementos que nos rodean, salpicadero incluido—, se imponen las semejanzas, mientras que en las traseras, siendo mayores las diferencias, no alcanzan una gran magnitud.
Es cierto que el X2 es algo más estrecho, pero puestos a viajar con tres ocupantes aquí —que es el límite legal—, la incomodidad no va a ser muy superior.
Donde más se nota que se está en uno u otro es cuando es necesario que cuatro ocupantes altos convivan en su interior, situación en la que los pocos centímetros que se ponen del lado del BMW X1 —colocado, dicho sea de paso, en la media frente a la competencia— salen a relucir y llegan a hacer que merezca la pena su elección por delante de la de su hermano con trasera couperizada.
Versatilidad de familiar
Pesan los centímetros, pero quizá lo haga tanto más la mayor adaptabilidad que procuran respaldo y banqueta traseras: en este aspecto, como en el del espacio, el BMW X1 se lleva el gato al agua.
Lo consigue porque aporta la posibilidad de definir, partiendo de 90º, hasta siete ángulos distintos de inclinación —por los tres del X2—, los respaldos; mientras que las dos partes asimétricas de la banqueta se pueden desplazar a lo largo de 13 cm. Con esta posibilidad no cuenta el BMW X más moderno.
Esta última regulación longitudinal permite ampliar o no el maletero —de una a
otra posición, 95 litros— en el X1 en función del espacio que requieran los pasajeros posteriores.
Y crecer no le viene mal a este BMW de cara a la carga, pues no queda en los mejores puestos en las comparaciones de capacidad del segmento. Al menos, eso sí, tiene bajo el piso un hueco de dimensiones considerables, al igual que ocurre con el X2. En ambos tienen semejantes dimensiones y, así, 105 litros; si bien no tiene que ser considerado siempre como un espacio al margen del resto del maletero, ya que la trampilla es fácilmente desmontable con tirar de ella.
Al tumbarse, con cada una de las tres partes que conforman los respaldos traseros —abatibles incluso desde el maletero, en el caso del X1, a través de los tiradores de los laterales—, se consigue una prolongación plana del maletero gracias, precisamente, a ese suelo-trampilla.
Mientras que en el X1 ese suelo plano se extiende desde el mismo borde de carga, en el X2 no ocurre otro tanto porque hay un escalón entre uno y otro de 9 cm: precisamente, la diferencia de altura entre el borde y el asfalto en estos SUV. Consecuentemente, y más teniendo en cuenta la diferencia de altura del techo entre ambos, el hueco de carga es un poco más bajo
en el X2 que en el X1 y, en definitiva, más pequeño: 0,63 m2 frente a 0,80.
Matices dinámicos
Incluso considerando todo lo anterior, con algunos aspectos ya significados como consecuencia de la forma y dimensiones de la carrocería, ha sido en el plano dinámico donde más nos ha sorprendido encontrar diferencias. Con configuraciones estándar y parecidas entre sí de chasis, damos con sensaciones distintas. Por ejemplo, el X1 parece más pesado de lo que irrelevantemente es en realidad: sólo 37 kilos más, incluso con caja automática y más equipo.
En todo caso, la dirección del X2 es más suave sin perder precisión. Además, se percibe en él menor tendencia a abrir trayectorias en curva y hasta más capacidad de guiñada por la disposición de su eje trasero. Hasta su calidad de rodadura se siente superior: más equilibrado de lo que es el X1 aun cuando éste puede considerarse así, ya que ni la carrocería bambolea, aunque en las frenadas sí se sienta más claramente como el peso se traslada entre ejes; ni se pasa de seco frente a las irregularidades, por mucho que su capacidad de absorción no parezca tan refinada como la del X2.
En relación a las prestaciones, las diferencias las imponen antes que nada las transmisiones a igual motor, un diésel que empuja con energía tanto a bajo como a alto régimen, con una elasticidad formidable.
Por un lado, el Steptronic, con convertidor de par y ocho marchas, es considerablemente equilibrado entre los automáticos. Cuenta con la función de planeo o el rechazo de las reducciones con el modo de conducción EcoPro, además del recurso de desarrollos más próximos entre sí y algo más largos que el manual. Este último es magnífico entre los de este tipo, por suave, preciso o recorridos cortos entre marchas.
Cada uno tiene su lugar según gustos y necesidades. Con el control del embrague por el conductor, por ejemplo, las arrancadas son más rápidas en el manual que si actúa el convertidor de par, elemento que también puede distorsionar algo el consumo; aunque igualmente cuenta la relación peso/potencia de cada cual.