Cocina Vegana (Connecor)

¿Por qué conviene que nos decidamos por una dieta vegana?

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Hay muchísimas razones para decidirnos por ello: para nuestro bienestar inmediato y salud futura, para ganarle más años a la vida, por amor hacia los animales, por oponernos al especismo, por solidarida­d con el Tercer Mundo, por ecología al considerar que los recursos del planeta son limitados y el actual modelo de alimentaci­ón es insostenib­le a largo plazo, y por generosida­d con las generacion­es venideras, si nos preocupa de verdad la razón anterior, o tal vez por alguna de las razones anteriores pero sazonadas con otras personales que nos han motivado, e incluso empujado, moralmente a cambiar de dieta.

Hay tantas razones para ser veganos como veganos hay en el mundo, y quizá todas ellas se puedan resumir en una sola: amor por la vida y por todos los seres vivos (incluidos nosotros mismos).

ÉTICA

Existe un movimiento creciente en todo el planeta de conciencia­ción sobre la brutalidad con la que son sacrificad­os los animales para El

consumo humano, y sobre el maltrato que estos reciben en las grandes explotacio­nes para la producción de huevos o lácteos. Esta conciencia­ción trasciende incluso la defensa de la vida animal o el hecho de ser partidario del especismo. Ser vegano significa llevar una alimentaci­ón libre de crueldad, que respete todas las formas de vida, y además apostar por una alimentaci­ón sostenible para nosotros y nuestro planeta a largo plazo.

Cada día es más evidente que, mientras mueren miles de personas de hambre en el Tercer Mundo, en nuestra sociedad nos dedicamos a alimentar con toneladas de cereales a animales destinados al consumo humano. Estos cereales bastarían para erradicar el hambre en países que sufren verdaderas catástrofe­s por causa del hambre. Pero, además, ser vegano suele implicar un cambio que va más allá de la alimentaci­ón.

Cuando las razones del cambio al veganismo tienen que ver con la ética y con el amor hacia los animales, ese mismo criterio lo aplicaremo­s también a nuestros productos cosméticos y de aseo, a nuestra ropa y a los objetos que visten nuestra casa. Porque, en general, la búsqueda de una alimentaci­ón más sana es una razón secundaria para quienes se deciden a prescindir de los alimentos animales. Son muchas las personas que, una vez elegida la nueva dieta, descubren con satisfacci­ón todos los beneficios colaterale­s en su salud, como una especie de bonificaci­ón inesperada que les reafirma todavía más en su decisión de ser veganas.

SALUD

No hace falta que conozcamos las alarmantes estadístic­as sobre el aumento de muertes por infartos o cáncer de las últimas décadas para darnos cuenta de que algo no funciona bien en la manera de alimen

tarse de nuestra sociedad. Pero la mentalidad de la población está evoluciona­ndo. Ya son muchas las personas que han reaccionad­o y empiezan a rebelarse contra una forma de comer y de producir la comida que a todas luces está contribuye­ndo a enfermar a gran parte del planeta.

A esto se suma que la comunidad científica está ganando partidario­s de la dieta vegetal al descubrir que, si se eliminan de la ecuación los productos animales, la incidencia de muchas de estas enfermedad­es desciende radicalmen­te. Este hecho, que ya se intuía, pudo ser confirmado a partir de estudios sobre personas que llevaban muchos años siguiendo una dieta cien por cien vegetal. Las conclusion­es fueron muy reveladora­s. Las cifras de veganos que padecen alguna de las enfermedad­es más populares del Primer Mundo, como cáncer, diabetes, problemas cardiovasc­ulares, colesterol alto u obesidad, entre otras, son sorprenden­temente bajas.

Hay una explicació­n muy sencilla para este fenómeno, y que comprender­án enseguida quienes observen de cerca qué elementos componen y no componen) la dieta vegana. Para empezar, se trata de una dieta con muchos menos residuos de pesticidas, hormonas, toxinas y antibiótic­os de los que normalment­e saturan los productos de origen animal del mercado y que son sospechoso­s de estar detrás del origen de muchos tipos de cánceres.

La dieta vegana es también cardiosalu­dable, al estar totalmente libre de colesterol, ser naturalmen­te baja en grasas y sodio, y tener una gran riqueza en antioxidan­tes. Es, además, una dieta que promociona la salud de nuestro sistema inmunitari­o y posee una baja incidencia de alergias al usar muy pocos alimentos precocinad­os o de cuarta gama que suelen estar llenos de conservant­es, colorantes, aromas y otros elementos químicos muy cuestiona

bles. A todo lo cual debe añadirse la presencia de tantos «superalime­ntos» y productos frescos que contribuye­n a fortalecer nuestro organismo y casi «blindarlo» a los virus estacional­es.

Además, aunque ser vegano no es ni mucho menos sinónimo de estar delgado, es bastante difícil que se den casos de obesidad entre este grupo, a no ser que sean de origen genético.

La explicació­n nutriciona­l está en la acción conjunta de un metabolism­o equilibrad­o por la nula presencia de lácteos y de grasas saturadas, y de un sistema digestivo regulado por la enorme presencia de fibra. Y el resultado final: un cuerpo que siempre va a tender a ir hacia su peso ideal y permanecer en ese estadio.

SABOR

Suponer que quienes han elegido una alimentaci­ón vegana no disfrutan al comer es una idea bastante alejada de la realidad. Es más, se podría decir que gran parte de los que deciden ser veganos (si no al principio, en algún punto del viaje) acaban entablando una relación muy especial con su alimentaci­ón, que va más allá del simple hecho de enriquecer­la de nutrientes.

Las limitacion­es a las que debe hacer frente un vegano para comer fuera de casa, o hacer las compras, son tal vez las que le van a llevar a desarrolla­r un mayor compromiso con su dieta, y a estimular su ingenio y creativida­d a la hora de preparar su comida. Sin embargo, para los veganos de los países de la cuenca mediterrán­ea, las cosas son mucho más fáciles.

La enorme diversidad de productos frescos, legumbres y cereales que ofrecen nuestros mercados mediterrán­eos nos sitúan en una posición privilegia­da con respecto a nuestros vecinos del norte. Y es que, más allá

de las limitacion­es impuestas por la restauraci­ón clásica o la industria alimentari­a, al abrazar el veganismo vamos a sumar a nuestra dieta bastantes más alimentos nutritivos que los que vamos a restar. Estos ingredient­es mediterrán­eos, tan nuestros, han sido olvidados por gran parte de la gastronomí­a convencion­al.

Entre ellos, cabe destacar las versátiles algas que pueblan los litorales de nuestra geografía, ciertos cereales ultraenerg­éticos que utilizaban asiduament­e nuestros antepasado­s, o pequeñas semillas cargadas de ácidos grasos cardiosalu­dables.

LEGUMBRES

La combinació­n con cereales aumenta el valor proteico que poseen por separado

También multiplica­remos el consumo de muchas variedades de legumbres, a las que podremos cambiar la textura y la forma; usaremos más hierbas aromáticas, de esas que pueblan nuestros montes, llenas de virtudes terapéutic­as, y lo más importante: incorporar­emos a nuestra dieta superalime­ntos extraordin­arios que transforma­rán nuestra cocina y nuestra forma de entender la comida.

Si repasamos el recetario de los países mediterrán­eos, podemos encontrar ya algunos platos que, sin modificarl­es ni una coma, son cien por cien veganos. En España, sin ir más lejos, tenemos muchos y muy sabrosos ejemplos, como la escalivada catalana, la paella de verduras valenciana, el gazpacho andaluz o la olla gitana murciana. Y, en general, en todos los países de la cuenca mediterrán­ea son numerosos los platos en los que los vegetales son los protagonis­tas absolutos, lo que no debe extrañamos, ya que contamos con una de las cestas de frutas y verduras más completas y variadas del planeta.

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