El Porsche número 355.
El Porsche Museum de Stuttgart tiene un nuevo miembro. Es el Porsche 911 más antiguo que se conoce en todo el mundo. Y a él se le ha dedicado una exposición especial para contar su peculiar historia.
Suena a tópico, pero la historia de este Porsche tan especial comienza en un granero. Un cálido día de agosto de 2014, un equipo de la cadena alemana RTL 2 que realiza un programa que rescata coches históricos del abandono se dirige a Bardenitz, a unos 70 kilómetros de Berlín. Va a visitar a Bern Ibold, un mecánico jubilado que les ha soplado que en su cobertizo tiene, desde hace más de 20 años, dos antiguos Porsche.
El estado de ambos es cochambroso, pero el equipo repara en el ‘extraño’ número de chasis de uno de ellos, 300.057, y llama a Alexander Klein, gerente de la colección del Museo Porsche, para preguntar por él.
Al otro lado de la línea, Klein no sale de su asombro. Ese ‘número 57’ es uno de los los primeros y especiales Porsche 911 que la casa alemana produjo en 1964 y que no figura siquiera en el museo de la marca.
Solo unos días después, un equipo de la colección histórica de Porsche se planta en el granero del señor Ibold para certificar el hallazgo. Efectivamente, se trata de la unidad número 57, fabricada en octubre de 1964. Y realiza al señor Ibold una oferta irrechazable por esos dos pedazos de chatarra: 107.000 euros por el 911 rojo y 14.500 por el dorado.
Con la compra de los dos vehículos comienza la restauración del 911 más antiguo, el de color rojo, un trabajo que ha durado tres años y ha tenido un coste, según los estándares de Porsche, de más de 250.000 euros.
El estado del ‘número 57’ es lamentable. Muchas piezas de la carrocería, así como los asientos y los frenos, han desaparecido, y su apareciencia es pésima.
Lo primero que hacen los técnicos de Porsche Classic es retirar la pintura mediante un procedimiento químico, menos agresivo que el método manual. Luego, con chapa de otros 911 antiguos, se reconstruye la carrocería. Solo en esa tarea emplean un año, aunque en ella utilizan algunos métodos modernos, como un sistema anticorrosión actual y una pintura al agua que devuelve al vehículo su color rojo original.
El motor de seis cilindros se restaura por completo, aunque se tiene que reconstruir el cigüeñal e, incluso, fabricar algunas piezas que no figuran en el stock de la marca. Otros elementos tienen que construirse desde cero, ya que los primeros 911 presentaban algunas diferencias con los modelos posteriores. Algunas de esas piezas, como el peculiar cenicero de esas primeras unidades, las elaboran los aprendices que trabajan en Porsche Classic, dentro del museo.
El pasado verano se realiza por fin la unión entre el motor y la carrocería, y a finales de 2017 el número 57 ya rueda, impoluto y radiante, por las carreteras alemanas antes de ocupar un lugar destacado en el Museo Porsche.