Singapur ‘foodies’
Cruce de culturas y rutas comerciales, la ciudad-estado asiática combina la mayor concentración de estrellas Michelin por metro cuadrado del planeta y una cultura gastronómica callejera para olvidarse de todo.
Repartido por el mundo hay un puñado de lugares que tienen algo de imán, que atraen a gente de la más variada procedencia y la ponen a convivir en un espacio delimitado, generalmente pequeño, de tal manera que la suma de temperatura, presión y tiempo acaba obrando una transformación, una reacción química que da como resultado algo nuevo y casi siempre mejor. Estos lugares suelen ser cruces de caminos, rincones de paso obligado, nexos entre pueblos distantes que ansían acercarse o, al menos, sacar provecho del contacto. Singapur es uno de esos lugares.
Situada sobre una isla en el extremo de la península de Malaca, los británicos la convirtieron en el siglo XIX en el eslabón central de las rutas que unían Londres, Calcuta y Hong Kong. A su puerto llegaron chinos, malayos, javaneses, indios, árabes y europeos, cada uno con su forma de vida y su personalidad. El puente entre Oriente y Occidente empezó a convertirse en un melting pot donde todo se fundía y cambiaba al ritmo de los tiempos. Los mercaderes dieron paso a industriales y banqueros, el comercio del té a la tecnología digital y los vapores a los buques portacontenedores y a los aviones cargados de ejecutivos. También empezaron a llegar los turistas, al principio de camino hacia otros destinos más exóticos, más tarde ya para quedarse en esa ciudad que merecía algo más que una escala, con su arquitectura de vanguardia y su mezcla de tradiciones.
De un tiempo a esta parte, ese imán que es Singapur atrae a una nueva tipología de viajeros, personas dispuestas a cruzar océanos para disfrutar del mejor mee goreng del mundo o para comprobar si el laksa con gambas y almejas o el hookien mee de fideos con calamares realmente son para tanto; personas que no se pueden resistir al efecto llamada de las revistas de gastronomía y los blogs más populares, de la lluvia de estrellas Michelin que año tras año cae sobre la
SINGAPUR ES DESTINO DE MODA PARA LOS ‘FOODIES’. Y LA CULPA ES DEL MESTIZAJE HECHO VIRTUD