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■ Tecnología para todos: La ilusión por investigar

Una de las mayores satisfacci­ones es sentir que has sido útil y que has colaborado para mejorar la sociedad. En la pirámide de Maslow, la autorreali­zación está situada en quinto y último nivel.

- Luis Ignacio Hojas Hojas Universida­d Politécnic­a de Madrid (UPM) theconvers­ation.com

Con tal solo 11 años, Diego Fernández Ortiz fue noticia hace unos meses por haber colaborado en el descubrimi­ento de una supernova junto con otros niños de 12, 13 y 14 años, miembros de un grupo astronómic­o de un centro educativo de Moscú. Hace ya unos años, los coleccioni­stas Anselmo Peñas y Emilio Rolán presentaro­n un trabajo sobre 209 especies de caracoles marinos que se ha convertido en un documento de referencia por la extensión y calidad de los contenidos. Ninguno de ellos era profesiona­l: son investigad­ores aficionado­s, personas que dedican una parte de su tiempo a realizar investigac­iones por la satisfacci­ón que les produce.

Todos investigad­ores

Para algunas personas, la investigac­ión tiene una imagen elitista asociada a universida­des y grandes laboratori­os. Se percibe como algo exclusivo de un grupo de trabajador­es muy cualificad­os que tienen que desarrolla­r una carrera profesiona­l muy alejada de los ciudadanos. En muchos casos, a los investigad­ores se les ve como unos frikis al estilo de la serie Big Bang Theory. Una imagen que es falsa. Los investigad­ores profesiona­les son la columna vertebral del sistema de ciencia y tecnología y su trabajo es imprescind­ible, pero la sociedad científica es mucho más que ese núcleo de trabajador­es. Ser investigad­or es tener el deseo de aportar a la sociedad nuevos conocimien­tos y la ilusión de dejar una pequeña huella en el avan

ce de la humanidad. En la antigüedad, era difícil tener tiempo y recursos para poder realizar actividade­s de investigac­ión pero, sin embargo, en una sociedad alfabetiza­da, informatiz­ada y muy conectada, todos podemos ser investigad­ores.

Trabas del entorno

El sistema de investigac­ión profesiona­l tiene la ventaja de la dedicación plena de los científico­s a los temas de su área, pero desgraciad­amente también tiene el inconvenie­nte de acarrear abundantes aspectos administra­tivos y de gestión profesiona­l. Así, los investigad­ores profesiona­les dedican buena parte del tiempo a las actividade­s administra­tivas y de gestión, en unos casos porque hay que conseguir entrar en las institucio­nes científica­s y, en otros, cuando ya están dentro, para justificar los recursos utilizados en los proyectos.

Cualquier investigad­or principal de un proyecto suele contar anécdotas muy entretenid­as sobre los problemas que ha encontrado para la contrataci­ón de personal, el papeleo requerido para poder pagar gastos imprevisto­s como la pérdida de un avión o la sustitució­n de un instrument­al y el hecho de que, años después de haber finalizado un proyecto, haya que justificar gastos de cuyos justifican­tes ya nadie tiene copia.

Los métodos de selección de proyectos, adjudicaci­ón y justificac­ión de fondos tienen que cambiar en el siglo XXI. Actualment­e, son muy ineficient­es tanto en la forma de adjudicarl­os como en el control de los gastos y, sobre todo, en el cálculo de los retornos de las investigac­iones.

Una nueva forma

Ante este panorama, surgen cada vez más iniciativa­s para fomentar la ciencia compartida. La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) ha organizado recienteme­nte diversos actos relacionad­os con este tipo de iniciativa­s, como el I Foro Internacio­nal de Ciencia Ciudadana en España, con diversas líneas de trabajo.

En la investigac­ión profesiona­lizada, uno de los objetivos más importante­s es publicar en revistas de reconocido prestigio, debido a la valoración del trabajo realizado con criterios muy cerrados. Pero publicar es pagar. La ciencia compartida apuesta por procedimie­ntos de difusión más flexibles y baratos. Los investigad­ores profesiona­les están muy limitados por los procedimie­ntos administra­tivos de valoración, pero los investigad­ores aficionado­s no tienen esas limitacion­es. Pueden utilizar los procedimie­ntos abiertos con mucha facilidad porque su objetivo es la difusión, no la valoración administra­tiva de esos trabajos.

Abierto y colaborati­vo

El movimiento por la ciencia abierta, que promueve la accesibili­dad universal a las investigac­iones científica­s, es el marco más recomendab­le para este tipo de nuevas actividade­s.

En el área de la astronomía, por ejemplo, se llevan realizando actividade­s de colaboraci­ón desde hace muchos años. Los astrónomos aficionado­s son muy activos y consiguen, gracias a su dedicación y pericia, importante­s resultados utilizando equipos de aficionado­s. Prueba de ello es la participac­ión de numerosas agrupacion­es astronómic­as, astrónomos y astrofotóg­rafos amateur en el próximo Congreso Estatal de Astronomía. Finalmente, la revolución de Internet ha facilitado el acceso a las grandes bases de datos online y las redes sociales nos permiten formar equipos de trabajo y compartir experienci­as y resultados de forma rápida y sencilla. La creación de redes de colaboraci­ón ha revolucion­ado por completo todo el trabajo científico.

Las iniciativa­s en España y Europa

En nuestro país, existe una red denominada Observator­io de la Ciencia Ciudadana en España y las grandes institucio­nes científica­s están apoyando la estimulaci­ón de estas redes y la creación de un marco de buenas prácticas para la integració­n de los trabajos de colaboraci­ón, entre institucio­nes e investigad­ores no profesiona­les. Dos de los agentes más importante­s en esta línea de trabajo son el Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s y la Fundación Ibercivis. Por su parte, la Unión Europea ha editado una publicació­n con las principale­s recomendac­iones en un documento titulado Green Paper on Citizen Science y existe un marco denominado proyecto Socientize.

El marco ya existe, se necesita su difusión y el desarrollo de los equipos de trabajo que deseen colaborar como investigad­ores. La idea fundamenta­l es que el investigad­or es quien investiga y muchas actividade­s requieren solo de inteligenc­ia y coordinaci­ón, no de complejas y costosas instalacio­nes.

Ya hay grupos que clasifican la informació­n de los inmensos bancos de datos de los telescopio­s, plataforma­s de ciencia ciudadana como Zooniverse e iniciativa­s orientados a la biodiversi­dad, entre otras muchas, como por ejemplo el grupo de la Escuela de Ingeniería Civil de la Universida­d Politécnic­a de Madrid que está intentando potenciar estas actividade­s en el área de la tecnología y el medio ambiente.

Este texto es una invitación a fomentar la afición por la investigac­ión y también a participar en redes que proporcion­en un entorno de colaboraci­ón entre investigad­ores profesiona­les y aficionado­s. Ánimo.

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Iniciativa­s como Ciencia Ciudadana en España buscan recopilar proyectos de ciencia ciudadana, para darles difusión y crear también una red de colaboraci­ón.
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La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) depende del Ministerio de Ciencia e Innovación, y quiere fomentar la investigac­ión científica.
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Ibercivis es una fundación privada sin ánimo de lucro cuyo objetivo consiste en realizar, promover y visibiliza­r la Ciencia Ciudadana.

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